Una fotografía que se reprodujo en varias de las primeras planas de los diarios y ocupa el espacio estelar en los noticieros, los encargados de gobernar este país se comprometen seriamente a tomar acciones que abatan el insoportable crimen que impide a los mexicanos vivir tranquilamente, sobre todo a aquellos que por oficio se dedican al enriquecimiento mediante la explotación de la fuerza de trabajo. Los meses previos la insistencia de los grandes medios de comunicación se centró en la incapacidad de todas las instancias de gobierno para brindar seguridad pública, en muchas ocasiones con críticas abiertamente tendenciosas y encaminadas a golpear a los gobierno locales ocupados por partidos opositores. Toda esa faramalla, desde la hecha en torno al caso del New's Divine hasta el secuestro y asesinato de Fernando Martí pasando por todo lo relacionado con el narcotráfico, ha servido para darle al gobierno federal una imagen irreal de ser la única instancia preocupada por el tema, se hicieron olvidadizas aquellas declaraciones de los secretarios de gobierno que pintaban un panorama rosa, insultante para la propia inteligencia de la población. ¿Acaso no fue el propio Felipe Calderón quien señaló que se le estaba dando una goliza al crimen organizado, mientras seguían creciendo las ejecuciones relacionadas con organizaciones criminales, los secuestros y demás temas de seguridad que erizan las vellosidades cutáneas de los inversionistas. Recientemente en una serie de entrevistas concedidas al periodista Julio Scherer García, una de las grandes cabecillas del crimen organizado, detenida durante el presente sexenio, Sandra Ávila Beltrán señaló: “Los más sucio, pensaba mi marido, estaba en el gobierno. Sus hombres y algunas mujeres ya hasta arriba, se quedaban con mucho, que todo nadie lo tiene. Marta Sahagún, por ejemplo, pertenece a esa especie: sin fortuna en la mañana y ya rica en la noche. Roban como quieren y detrás de tanto robo y tanta corrupción se ocultan la venganza, la traición, la muerte, como en el caso de Colosio” (Proceso, 1660, p. 12). Estas revelaciones indican que el crecimiento del crimen organizado, principalmente en su rama de tráfico de drogas, está estrechamente vinculado con el enriquecimiento de funcionarios públicos ubicados en puestos clave del gobierno. ¿Realmente será posible abatir la inseguridad mientras la impunidad de los de arriba es solapada por los mismos de arriba, incluso legislando el endurecimiento de las penas?
Enfrente, la izquierda de todos los colores se desgañita señalando que el gobierno es el responsable de llevar al país a una crisis social por el mal manejo de la economía. En efecto, el encarecimiento de las materias primas y los alimentos en el mundo ha golpeado al país, lo cuál se agrava en el país debido a la dependencia hacia la economía estadounidense que nuestros gobiernos han ido construyendo mediante la aplicación de medidas estructurales neoliberales. Sin embargo, para que ocurriese esa revolución tan prometida para 2010 se requiere más que descontento social y condiciones de vida precarias para las clases subsumidas, es indispensable que los sujetos sociales también demuestren capacidad de organización, además de un proyecto transformador ampliamente aceptado por la sociedad. En efecto, existen algunos brotes de organización importante, como en el caso de la Convención Nacional Democrática, los promotores de la Sexta Declaración neozapatista o el Diálogo Nacional, no obstante ninguno de estas expresiones ha logrado socializar tan ampliamente como se requiere su propia propuesta ni sus adeptos han mostrado la disposición a la lucha que sí han demostrado los esbirros de la burguesía hegemónica, cuya disposición se demuestra en que están dispuestos a cualquier cosa antes de renunciar a la más mínima porción de su capacidad de decisión (poder).
En los términos anteriores, y con el mayor dolor de nuestro corazón, los clarividentes que ya atisban la insurrección social para 2010 no hacen más que predicar sin fundamentos, en lugar de realmente construir las alternativas sociales que conduzcan a nuestra nación a superar tanto el modelo de acumulación neoliberal como al propio capitalismo. ¿Acaso realmente se podrá transformar la nación llamando a ejercer la no-política e ignorar ese engendro subjetivista que denominan clase política, mediante la atomización de la sociedad mexicana en pequeños ghettos autonomistas?, ¿Acaso el encerrarse en las negociaciones cupulares entre los dirigentes sindicales y los patrones producirá el derrumbe del neoliberalismo?, o ¿Acaso es esperando lo que diga un personaje que se realizarán los programas revolucionarios? Cierto que se necesita que las clases subsumidas tomen el poder, incluso tratándose de espacios reducidos, al igual que se requiere arrancarle a la burguesía demandas inmediatas de los trabajadores y que se requiere capacidad de dirección en las organizaciones, pero cada una de estas cualidades, sin las otras y sin un verdadero programa de revolucionario (no una suma de demandas inmediatas) quedan debilitadas frente a las fuerzas de la burguesía.
Desde su ascenso, mediane un Golpe de Estado, Calderón ha tomado muchas medidas, (efectivas o torpes, es lo que menos importa) para adquirir esa legitimidad no conseguida durante el proceso electoral de 2006. Ha abusado de las campañas propagandísticas para acallar las voces de sus opositores, ha puesto en marcha programas demagógicos que pocos resultados dan, se ha hecho retratar junto a personajes de moda para mostrar una falsa cercanía de su gobierno, ha acudido a lugares que se encuentran en momentos de tragedia para mostrarse comprometido con la causa, aunque posteriormente la ayuda gubernamental sea inexistente. Todo lo antes mencionado no ha servido sino para exacerbar la polarización social entre los mexicanos que simpatizan con sus posiciones y los que saben que sus intereses son los de la clase hegemónica, curiosamente culpa de esa polarización a sus detractores, lo cuál es reforzado en el plano mediático aprovechando las ineptitudes, divisionismo y oportunismo de las organizaciones políticas electorales.
Pero se engaña a sí mismo quien piense que Calderón, o incluso, su equipo de gobierno están solos en esta cruzada por la desactivación del descontento social, baste ver que organizaciones de la burguesía más conservadora aprovechan dicho descontento, basándose en una demanda que por más sentida que sea no deja de ser una consecuencia y no una causa, para organizar una manifestación que le sirva a la clase hegemónica como punto de apoyo para profundizar más sus reformas estructurales. La famosa marcha del 30 de agosto no es simplemente la marcha de la derecha, fue la canalización del descontento social que pudiese desactivar las demandas fundamentales de las clases subordinadas. Por tanto no debe de tomarse a la ligera, pues si bien en cuanto a cantidad de gente no resulta tan llamativa, apenas 160 mil personas en todo el país acudieron al llamado de “Iluminemos México”, sí resulta considerable que esas movilizaciones se realizaron al mismo tiempo en 18 ciudades. El hecho no es despreciable, porque la burguesía de libre mercado que dirige el país utilizará al máximo el efecto mediático de su movilización tanto para ignorar las acciones de todas las oposiciones como para promover las reformas que permitirán endurecer la represión, como la legalización de la participación de la iniciativa privada extranjera en las actividades estratégicas de la industria petrolera y en la abolición fáctica Ley Federal del Trabajo que permitirá acelerar los mecanismos de obtención de la plusvalía relativa (mayor trabajo en el mismo tiempo y al mismo valor) y también de la plusvalía absoluta (alargamiento de la jornada laboral).
La ofensiva neoliberal amenaza con realizar el asalto decisivo, más vale dejar de lado los sueños utópicos y preparar verdaderos programas para el asalto al cielo, cuyo único camino es la reivindicación de la política desde abajo, pues entre más se acepte el concepto de lo apolítico, más fortaleza tendrán las “Marchas blancas o iluminadas”.