lunes, diciembre 28, 2009

Reyertas 70: Balance del año para México

La presente entrega es la última que se publica durante el 2009. Sin duda que ha sido un año sumamente contradictorio en términos de los avances en la lucha de clases, al menos desde la perspectiva de las clases subsumidas. Eso hace que realizar el trabajo de asimilación y comprensión teórica de los pasados 12 meses, sea una tarea demasiado ardua. En ocasiones infructuosa. Sin embargo, es indispensable hacerla.

En la entrega anterior, Reyertas 69: El año de la gran crisis, hice un balance lo más sintetizado que fue posible de las tendencias políticas que se marcaron en el plano internacional a lo largo del 2009. Por consiguiente, toca en la presente ocasión hacer lo propio con la situación nacional. Sin duda una labor bastante compleja, pero que es necesario hacer. Al menos, con estos artículos se persigue el objetivo de aportar un punto de vista a las discusiones que ya realizan las diversas expresiones de las izquierdas. Sobre todo para aquellas que comulgan con la necesidad de generar cambios revolucionarios.

En medio del panorama de crisis económica mundial, los efectos de ésta hacia la población de América Latina, y particularmente de México, son verdaderamente catastróficos para las clases subsumidas. Por principio de cuentas vale la pena referir que tan sólo en 2009, según la propia Comisión Económica Para América Latina (CEPAL), la pobreza en la región creció en nueve millones de personas. Es decir, en su Informe Panorama Social de América Latina 2009 la CEPAL reconoce que en 2008 hubo 180 millones de personas en situación de pobreza. Según las mediciones del 2009, dicha cifra aumentó a 189 millones. Ese incremento es igual a la cantidad de pobladores de una ciudad como la de México. Aún no está disponible el desglose de dichas cifras, pero nada bueno augura para nuestro país ese dato, debido a que ya en el período 206-2008 la economía mexicana tuvo el orgullo de ser la única de América Latina que tuvo un incremento de la pobreza. En 2006, según la CEPAL, el 31.7% de los mexicanos vivían bajo la línea de pobreza, para 2008 se había alcanzado el 34.8% de la población. En cambio, en América Latina durante el 2006 equivalió al 34.1% de la población, dos años después había descendido hasta el 33%. Dado que en los años más recientes, México ha tenido un rendimiento inferior al promedio regional en casi todos los indicadores de crecimiento económico, es posible inferir que el incremento de pobres en América Latina, afectará mucho más a México que al resto de las naciones latinoamericanas. Son los grandes éxitos del programa Oportunidades, de la política Para Vivir Mejor y de la Guerra contra el narcotráfico. Tres grandes líneas que en lugar de fortalecer el tejido social, están acelerando su desintegración.

Para comprender de mejor manera la dura caída que está padeciendo la economía mexicana, como el piso del cuál parte la lucha de clases, es preciso atender cuatro esferas muy precisas: la destrucción de las fuerzas productivas, el debilitamiento de la fuerza de trabajo (tanto desde la disminución del salario como de los empleos disponibles), la pérdida de fuentes de ingreso alterno y el fracaso de las políticas económicas contracíclicas y asistenciales del gobierno. Desde la perspectiva de la lucha político-ideológica resaltan los procesos electorales para la LXI Legislatura. Aunque también tiene las secuelas del Terrorismo de Estado que se está implementando so pretexto de combatir al crimen organizado y la desarticulación de las garantías sociales que se está haciendo con la justificación de la crisis económica. A lo largo de la presente entrega iré desarrollando estos puntos. Aunque de entrada es preciso que el lector no pierda de vista que sin duda ha sido un año difícil para las expresiones progresistas que se alinean con las necesidades de las clases subsumidas. Mucho más que en el resto de América Latina. De hecho es posible adelantar que a México se le está convirtiendo en el laboratorio de la reacción de la burguesía librecambista para reforzar las estructuras del imperialismo estadounidense en la región.

Pese a las presunciones calderonistas sobre un navío de gran calado la realidad se presenta mucho más terca que el mismo Felipillo I, el espurio. Por desgracia para México, según las propias estadísticas del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), hasta el tercer trimestre de 2009 se acumularon cinco trimestres consecutivos de caída de la economía, incluyendo cuatro en que la estadística ha sido negativa. La capacidad productiva del país permitió que todavía en el segundo trimestre de 2008 el Producto Interno Bruto (PIB) creciese a una tasa del 2.9%. El tercer trimestre del mismo año todavía se registró cierto crecimiento aunque ya solamente del 1.7%. Sin embargo, en los cuatro trimestres subsecuentes se presentaron tasas negativas que tuvieron su máximo punto en el segundo trimestre de 2009, cuando el PIB se contrajo hasta un -10.1%. El pretexto fácil que se ha esgrimido para justificar el colapso de la economía mexicana es, según el propio Calderón, que la actual ha sido la crisis más fuerte en décadas. Si bien eso no es algo falso, sí es una explicación sumamente incompleta y ni siquiera es el elemento central.

El que la marea de la crisis económica global haga estragos tan fuertes en la economía mexicana, solamente esclarece un aspecto: no se trata de un navío de gran calado sino de una minúscula balsa sin remos, vela ni timón que es incapaz de tener una dirección propia; su dirección la determina la corriente. Excepto Calderón y su gabinete de cuates, cualquier persona sabe que si una embarcación carece de los medio que le permitan navegar en vez de flotar a la deriva, es casi inservible. Desde fines de la década de los años setenta se comenzaron a desmantelar todos aquellos elementos que le daban dirección a la estructura productiva. Con la irrupción mexicana como uno de las naciones exportadoras de petróleo, durante el gobierno de José López Portillo, la economía del país comenzó a enfocarse en la obtención de divisas mediante la exportación del crudo. Ya en los años ochenta, bajo el gobierno de Miguel de la Madrid, se fomentó la expansión del sector manufacturero pero con la finalidad de exportar, casi en exclusiva, hacia los Estados Unidos. Con la puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) se consolidó la supeditación del sistema productivo mexicano a las necesidades del marcado imperialista estadounidense. Para muestra baste un botón: en octubre de 2009 las exportaciones mexicanas totales tuvieron un valor dinerario de 21,974 millones de dólares, de ésas 17,647 millones fueron hacia EE. UU., es decir el 80.3% de todas las exportaciones mexicanas es hacia un sólo comprador: Estados Unidos. A la burguesía librecambista que opera en territorio mexicano le preocupa sobremanera la existencia de monopolios en el mercado interno mexicano, pero le tienen sin cuidado los efectos todavía más destructivos que tiene el monopsonio al que México está sometido en el comercio exterior.

La petrolización del presupuesto del gobierno mexicano ha permitido que el régimen fiscal se relaje de forma preferencial hacia las grandes empresas. Los ingresos por la venta de petróleo y los préstamos que los organismos internacionales han entregado al país debido a la posesión de hidrocarburos posibilitaron crear grandes huecos en la legislación fiscal que solamente pueden aprovechar las grandes empresas para quedar exentas de una gran porción de los impuestos que deberían pagar. Ese simple hecho posterga uno de los objetivos que fundamentan al régimen fiscal: la redistribución del ingreso para evitar la polarización social.

Por su parte, la concentración de las industrias en la exportación hacia Estados Unidos, dado el pretexto de ser la mayor economía mundial, ha tenido el efecto de desmantelar progresivamente al mercado interno para subordinarlo a los intereses estadounidenses. Ello explica la correlación entre el desarrollo de las exportaciones no petroleras y el desarrollo industrial. No es casual que durante los catorce meses que transcurrieron entre agosto de 2008 y octubre de 2009 el índice de actividad industrial haya reportado tasas negativas consecutivas. Mientras que las exportaciones no petroleras reportaron la misma tendencia entre de octubre de 2008 a octubre de 2009. Cabe aclarar que los datos que reporta el INEGI llegan hasta octubre pasado. El que los medios de trabajo vayan quedando ociosos a la par que se reduce el comercio exterior no es ninguna casualidad, la política de libre mercado está diseñada para eso. En otras palabras, el libre comercio exige como tributo el sacrificio del mercado interno en las naciones en que el capitalismo está menos consolidado.

A la caída en las exportaciones y la actividad industrial también se agrega la pérdida de capital fijo, es decir tanto de edificaciones como de maquinaria o equipos para la producción. Una vez más, según el INEGI al cierre de octubre se registraban doce meses consecutivos con tasas negativas en inversión en capital fijo. Tomando en consideración que los efectos que tal tipo de inversión no tienen un efecto inmediato en la economía sino que se reflejan en el incremento de la producción hacia seis meses o un año, dependiendo del sector económico del cuál se trate, el resultado será que al menos hasta abril del 2010, cuando menos, no será un factor que potencie la expansión de la producción. Adicionalmente, la reducción de las tasas de inversión en capital fijo significa que los capitalistas perciben que la tasa de ganancias es demasiado baja como para arriesgar en la expansión de la capacidad productiva de sus empresas.

La ralentización de la economía mexicana se hace todavía más evidente cuando se habla del capital variable, es decir de la fuerza de trabajo. En ese sentido, la sociedad mexicana, desde hace varios años arrastra una terrible desigualdad. Solamente la cuarta parte de la sociedad es creadora de valor. Todavía para el año que termina, durante los tres primeros trimestres había poco más de 28.6 millones de asalariados en el país, que representan el 26.67% de la población absoluta. Eso no significa que el 73.33% restante de la población pertenezca a la clase capitalista. De entrada, hasta el propio INEGI reconoce que más del 40.39% de la población permanece en el ejército industrial de reserva. Sobreviviendo gracias a la solidaridad familiar o de clase. De tal manera que nos encontramos con que más del 67% de los mexicanos requiere de vender su fuerza de trabajo para subsistir. Sin embargo, a ese porcentaje hay que añadirle dos conceptos que ocasionan muchas confusiones en las estadísticas oficiales: el de trabajadores por cuenta propia y el de trabajadores informales. En esas categorías se confunde a muchos trabajadores que para poder vender su fuerza de trabajo, se les obliga a darse de alta ante la autoridad fiscal bajo regímenes similares al de un capitalista. Eso reduce considerablemente la porción de la población en la cuál se encuentran los capitalistas.

Para colmo de males, gracias a las errantes políticas económicas que ha seguido (o mejor dicho, continuado) Felipillo I, el breve, la crisis se ha traducido en el crecimiento de la tasa de desempleo a escala nacional. Cuando inició el sexenio la ficticia tasa de desempleo que publica periódicamente el INEGI, rondaba el 3.6%. En cambio, al cierre del tercer trimestre de 2009 la cifra reconocida por el gobierno como desempleo abierto alcanzó el 5.5% de la Población Económicamente Activa (PEA). Ya en varias entregas anteriores me he referido a lo tramposo que es la forma de medir ese dato por parte del INEGI, pero basta con decir que hasta en las estadísticas manejadas por el gobierno federal demuestran que durante los primeros tres años de Felipillo I, el mocho, se redujo la utilización de la fuerza de trabajo. Pero no solamente se tiene ese problema. El mismo valor dinerario que los capitalistas pagan por adquirir la fuerza de trabajo del proletariado ha decaído. En términos nominales, es decir solamente en la apariencia, el valor de la fuerza de trabajo, el salario medio que perciben los trabajadores mexicanos, creció en tres años 10.55%. Pero al descontar el efecto depreciador que tiene la inflación, o sea el crecimiento de los precios de la canasta básica, se tiene que en realidad la fuerza de trabajo tiene actualmente un valor dinerario 7.17% menor que en diciembre de 2006. Esto es, cuando Calderón tomó posesión de la presidencia el salario promedio de los trabajadores por cada hora laborada era de $26.49, para septiembre de 2009 esa cifra ha subido hasta alcanzar los $28.43. Sin embargo, al descontar los incrementos de precios que ha sufrido la canasta básica en estos tres años de calderonato, se tiene que esos 28.43 pesos de 2009 alcanzan para comprar la misma cantidad de productos básicos que se adquirían en diciembre de 2006 con $24.59. El valor dinerario de la fuerza de trabajo es, por tanto, -7.17% menor que en diciembre de 2006. ¡Vaya milagro de quien se proclama presidente del empleo!

El resultado inmediato de la pérdida de empleos, aunado a la disminución de la desvalorización de la fuerza de trabajo, tiene como consecuencia el incremento de la pobreza. Bajo el capitalismo las instancias nacionales e internacionales dedicadas a estudiar el desarrollo social, conceptualizan a la pobreza como la limitación de una persona para solventar sus necesidades alimenticias pero en crudo. Es decir, la concepción es que no importan las necesidades de la gente para vivir en forma plena, con que tengan qué comer aunque no tengan la capacidad para adquirir los medios de preparación y cocción de esos alimentos basta. En ese sentido, el propio Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) señala, en su Evaluación de la pobreza en México, 2009, que para 2008 hubo en el país 50.6 millones de pobres. Más aún, según ese mismo reporte, la pobreza se está incrementando en el país desde el año 2006 de manera constante, lo cuál está en completa concordancia con los datos de la CEPAL que cité al inicio de la presente entrega. Para colmo, las estimaciones de organismos internacionales como el Banco Mundial o la misma CEPAL sugieren que en México, durante 2009 entre cuatro y cinco millones de mexicanos cayeron en pobreza. En esas condiciones se alcanzaría la honrosa cifra de 54.8 millones de pobres hasta 2009, lo cuál significaría que en tan solo tres años el presidente del empleo consiguió que haya poco más de diez millones de nuevos pobres en el país. Con tales resultados cabe preguntarse ¿si mantener las políticas neoliberales, como lo ha hecho Calderón, no es el verdadero peligro para México?

En una gran cantidad de hogares la miseria es compensada con las remesas de dólares que los migrantes mexicanos en Estados Unidos envían a sus familiares en México. Tal situación ha convertido al país en la tercera nación, a escala mundial, y la primera en América que mayor flujo de divisas recibe por tal concepto. Incluso, en 2007 el país alcanzó su mejor registro al captar poco más de 26 mil millones de dólares. Sin embargo, desde ese momento hasta la fecha el flujo de remesas ha ido disminuyendo en forma consistente. Según el estudio La captación del flujo de REMESAS en México para el periodo de enero-octubre del 2009, elaborado por el Centro de Documentación, Información y Análisis de la Cámara de Diputados, en el 2009 solamente se habían captado hasta octubre poco más de 18 mil millones de dólares. Una tendencia que de mantenerse implicaría una reducción igual durante los últimos dos meses del año sería una disminución del 16.13% del flujo de divisas. Lo que está provocando la contracción de las remesas es evidenciar el fracaso de la política asistencial del programa Oportunidades. Junto a la promoción del militarismo que conlleva la guerra contra el narcotráfico, que continuamente está abriendo puestos de trabajo para convertirse en la única fuente capaz de absorber a la mano de obra desempleada, son lo más parecido a una política de desarrollo económico que ha implementado Felipillo I, el espurio. Cualquier política asistencial que venga del gobierno implica la claudicación de la responsabilidad por estructurar un mercado interno, pues significa equiparar a las instituciones de dirección del Estado con cualquier particular. El gobierno está para generar garantizar el bienestar social, no para administrar las limosnas. Pero cuando la política asistencial del gobierno fracasa, lo cuál es inevitable, lo único que queda claro es la urgencia por transformar el Proyecto de Nación. Tal como lo comentó el director del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, Luis Arriaga, para la revista Contralínea el asistencialismo con el cuál enfrenta el Estado mexicano la miseria de millones de sus pobladores es el resultado de políticas de apertura comercial indiscriminada y de la insensibilidad oficial para conseguir la integración económica del país (Luis Arriaga Valenzuela, “Estado Mexicano, el responsable”, Contralínea, núm. 161, 13 de diciembre de 2009, p. 36-39). El colmo, es que en muchas comunidades las organizaciones del narcotráfico le han restringido el acceso a los funcionarios encargados de implementar los programas asistenciales e incluso a los educadores, tal como lo consignó la reportera Marcela Turiati (Proceso, núm. 1727, 6 de diciembre de 2009, p. 28-31). No es posible integrar un mercado interno cuando se excluye a gran parte de las comunidades rurales como consecuencia de su origen étnico y sus costumbres. Se requiere de encontrar mejores estrategias que la imposición de proyectos a las comunidades, pero que tampoco caigan en solapar el rezago so pretexto de respetar su autonomía. La autonomía debe ser ejercida por los pueblos en todos los rubros posibles, pero tomando en consideración las necesidades del conjunto nacional. Es decir, una autonomía que parta de los principios tanto de solidaridad como de responsabilidad de la comunidad local hacia la comunidad nacional.

En el campo político de la lucha de clases, sin duda que también fue un mal año para la clase obrera. Los pocos avances que se habían logrado en años anteriores, se han comenzado a desmoronar. Pese a todas sus deficiencias como personaje, la candidatura a la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, fue un elemento que logró agrupar a una buena cantidad de militantes de las diversas izquierdas. Durante el 2009 las fracturas al interior del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el ahondamiento de las rupturas con el resto de los partidos de izquierda con participación electoral (Convergencia, Partido del Trabajo y Partido Socialdemócrata), han sido el sepulcro del lopezobradorismo. Cabe hacer un pequeño paréntesis para recordar que uno de los grandes errores de las izquierdas revolucionarias en México fue el de respaldar la candidatura de Andrés Manuel López Obrador en el 2006, dado que su forma de proceder no lo distingue de otros cuadros profesionales de la política. Aunque hay que reconocer que tanto la participación de 2005 en contra del desafuero y la unidad en el 2006 fueron buenos avances. Esto es, en las elecciones de 2006 fue un acierto de los revolucionarios el aliarse con el resto de las izquierdas, el error fue que esa unidad se diese en torno a un personaje que antes de favorecer las condiciones para el desarrollo de las organizaciones revolucionarias, inhibiría la participación popular. El tiempo, por desgracia, ha demostrado que el argumento tenía suficiente terrenalidad. Aun sin haber conseguido la presidencia de la república el lopezobradorismo ha sido uno de los factores, aunque ciertamente no el más importante, que desmovilizan y desalientan la participación de la sociedad en los procesos electorales. Es decir, en el perfeccionamiento de la democracia capitalista.

Lo anterior viene a colación debido a que la gran perdedora de las elecciones parlamentarias del 2009 fueron las expresiones de las izquierdas en México. Ni se hizo un buen trabajo durante las campañas de precandidatura, ni en las candidaturas, ni se avanzó en la consolidación de redes sociales que realmente estén en condiciones de enfrentar a la burguesía de libre mercado. El colapso de la izquierda electoral comenzó con dos eventos, la toma por asalto del PRD por los chuchos y las modificaciones a la ley electoral que restringen a las coaliciones entre partidos, puñalada en contra de la clase trabajadora que avalaron las huestes de Jesús Ortega y Jesús Zambrano. La primera le entregó el partido a la facción que más oportunismo ha demostrado en la historia, cosa que no han tardado en demostrar. Desde el 2008 Nueva Izquierda se ha empeñado en complacer al gobierno federal, aún en contra de los estatutos del PRD, para obtener pequeños espacios de dominio político. Victorias pírricas que encumbran a los dirigentes chuchos pero debilitan por completo al partido y, pero aún, la vía de la lucha electoral desde la perspectiva de clase. El segundo hecho, las restricciones a las coaliciones, fue una reforma que se impulsó desde las cúpulas de la oligarquía rentista para reforzar las divisiones entre las izquierdas. Cosa que hasta ahora ha funcionado perfectamente, pues en el proceso electoral de julio de 2009 los candidatos de los tres partidos de izquierda perdieron la mayoría de las elecciones. Para colmo tanto el Partido del Trabajo (PT) como Convergencia se vieron forzados a buscar sus propias vías de desarrollo, pues la dirección actual del PRD está empeñada en imponer su voluntad.

Para el partido oficialista tampoco fue un proceso electoral favorable, pues el Partido Acción Nacional (PAN) perdió la mayoría relativa que había conseguido en la Cámara de Diputados tras las elecciones del 2006. Sin embargo, desde una perspectiva de clase fue lo mejor que le pudo haber ocurrido a la burguesía librecambista que actúa en México. Al conseguir la mayoría absoluta, la coalición entre el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) se ha revitalizado la iniciativa de la facción hegemónica de los capitalistas. Ello se debe a que, ante su posición minoritaria en el Congreso, ahora el gobierno de Calderón está obligado a hacer concesiones más importantes para quedar bien con la fuerza mayoritaria de la oposición. En retribución a dichas concesiones el priismo ha puesto de su parte toda la experiencia y capacidad de negociación para sacar a flote la parte fundamental de las propuestas del ejecutivo. En esas condiciones, en la práctica, se percibe la conformación de un bloque inamovible entre el PRI y el PAN que es capaz de cerrarle cualquier resquicio a la oposición. Así, las alternativas de las izquierdas electorales son dos: o realizar un arduo trabajo de apertura de espacios para el debate o capitular la lucha parlamentaria para entregarse en brazos del bloque legislativo del PRI y el PAN. Ambos caminos tienen su costo político, en el primer caso se trata de la resignación a que las posiciones democratizadoras están perdidas de ante mano, a cambio de ganar cierta autoridad moral entre la sociedad que será útil para reorganizar la lucha electoral. En el segundo caso, el costo es la aniquilación de cualquier autoridad moral y, por ende, la evaporación de cualquier posibilidad real por ganar posiciones electorales en un futuro próximo, a cambio se podría ganar la posibilidad de hacer que se acepten en el Congreso algunas reformas insignificantes.

La descomposición de las organizaciones de izquierda que priorizan los métodos institucionales de lucha política es preocupante, porque le abren la posibilidad a la burguesía librecambista de profundizar el autoritarismo. Por una parte esto se demuestra en la serie de propuestas que Felipillo I, el mocho, presentó en fechas recientes al Congreso con la intención de modificar el funcionamiento del gobierno federal al reformar aspectos importantes de los tres poderes de la Unión. Sin embargo, al ser un proyecto de ley que se aprovecha de una necesidad real del país, el asunto de la propuesta de reforma política que plantea Calderón lo dejaré para la próxima entrega, pues en ella abordaré algunas líneas de acción en las que la clase obrera necesita avanzar en lo inmediato. Baste aquí con señalar que la misma presentación de dichas reformas es posible gracias a los avances que en el frente de la política institucional ha hecho el capitalismo de libre mercado. Sin duda que, debido a ello, en 2009 se marcó con mayor claridad la tendencia del capital hegemónico a la implementación de un régimen autoritario. La famosa lucha contra el narcotráfico es el mejor ejemplo de lo que podría pasar. En realidad hasta antes del llamativo operativo del pasado 16 de diciembre en que cayó asesinado el capo del narcotráfico, Arturo Beltrán Leyva (alías el Jefe de jefes), los operativos del gobierno federal habían demostrado que su intención no está tan centrada en combatir realmente al narcotráfico, sino en fortalecer a las fuerzas armadas del país. Por una parte se refuerza la capacidad de fuego, se rearticula al aparato de inteligencia mediante el famoso Plan Mérida y se expande el número de efectivos que conforman tanto al ejército como a la marina, a la fuerza aérea y a determinadas corporaciones policíacas. Por la otra parte, se generan condiciones de violencia en la sociedad, mediante brutales provocaciones al crimen organizado. De esa manera se obliga a dichas las organizaciones de capitalistas fuera de la ley a incrementar su arsenal, con ello se crean condiciones propicias para justificar cualquier acto de exceso de violencia por parte del gobierno, tal como ocurrió con la ejecución extrajudicial de Beltrán Leyva. Ahora, el uso excesivo de la fuerza se está implementando con mayor frecuencia en contra de los cárteles de narcotraficantes, incluso ya hay indicios de la formación de escuadrones de la muerte y otra serie de cuerpos paramilitares. Pero nada garantiza que esos mismos instrumentos queden sin emplear cuando se trate de someter a las disidencias sociales. Es un hecho que desde hace más de una década el descontento social va creciendo de manera constante, aunque sin desarrollar una capacidad organizativa que realmente ponga en aprietos al Estado. Sin embargo, a la burguesía le es necesario desarticular ese descontento mucho antes de que realmente cuajen las organizaciones amplias, y para ello está dispuesta a recurrir a cualquier medio. Por ello es que de ser cierta la existencia de escuadrones de la muerte y grupos paramilitares auspiciados por el gobierno federal, son una grave amenaza para el desarrollo de las luchas populares.

Por su parte, al igual que las organizaciones electorales, las distintas expresiones de la izquierda que actúan en las más variadas instancias de lucha se están desgastando sin encontrar una verdadera cohesión que permita avances políticos desde la perspectiva de la clase trabajadora. Hasta este 2009 había tres grandes instancias que permitían darle cierto desarrollo a los movimientos sociales. Por un lado, el lopezobradorismo, por el otro el neozapatismo y por otro el sindicalismo independiente encabezado por el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). De esas tres expresiones, el neozapatismo es el único que no reportó números rojos durante el año. Los otros dos reportan un saldo más que lamentable. El lopezobradorismo ha conseguido afiliar a poco más de dos millones de mexicanos a su movimiento, pero con la grave deficiencia de no generar una verdadera militancia. Al igual que al interior del PRD, el lopezobradorismo no hace intentos serios ni tenaces por darle a sus partidarios una verdadera formación política que les permita ser militantes. Es decir, reproduce la vieja práctica priista e la creación de clientelas. Son más bien esporádicas las brigadas lopezobradoristas que realmente se han preocupado por preparar a sus integrantes para una lucha política más seria. En el caso del SME, éste sindicato tenía muchos años de ser la cabeza más visible del sindicalismo, e incluso del movimiento obrero, pero con la liquidación de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, está en riesgo la posibilidad de coordinación de las expresiones sociales que estaban alrededor del sindicato de electricistas. Es cierto, que la primera reacción contra el cierre de la empresa fue la intensificación de las movilizaciones, no solamente del sindicato, sino también de otras organizaciones populares que se solidarizaron, inclusive se vivió una revitalización del movimiento lopezobradorista cuando éstos se adhirieron a las movilizaciones de los electricistas. Pero la burguesía le apuesta a que el desgaste acabará con el SME, el cuál no podrá recuperarse debido a la falta de una normalidad institucional que le dé continuidad a la vida interna de la organización. Ante la falta de reacción de los sindicatos agrupados en la Unión Nacional de Trabajadores (UNT) y la debilidad de los que integran el Frente Sindical Mexicano (FSM), es muy poco probable que se consiga llegar a la huelga nacional. La única alternativa, por ese lado para el movimiento obrero es que la propia base del SME asuma las riendas del movimiento de la mano de las organizaciones sociales que tienen estrecha relación con el sindicato y logren rebasar a la actual dirigencia, que además de su poca imaginación política también es presa de su ineficiencia para resolver las contradicciones que surgen en su propia cúpula. La tercera de las organizaciones sociales que aglutina a una cantidad importante de movimientos es el neozapatismo. De alguna manera la oleada actual de movimientos populares a escala mundial, tiene una gran deuda con el EZLN, sentó las bases ideológicas que la reanimaron. Sin embargo, desde el fracaso de la Sexta Declaración con todo y su Otra campaña los neozapatistas no fueron capaces de rearticular su estrategia ni de corregir su propio análisis tras el encumbramiento de Felipillo I, el espurio, como presidente de México. Esa falta de autocrítica es la que tiene sumido al EZLN y sus organizaciones de apoyo en un marasmo. En Chiapas, los gobiernos autónomos, los llamados Caracoles, han ido cumpliendo muchos de los objetivos que se planteaban en su creación. Eso hace que en sus territorios de influencia el zapatismo tenga una solidez relativa, pues no dejan de existir las amenazas de grupos paramilitares financiados por los caciques locales en alianza con los partidos electorales de la región. No obstante, al tiempo que se consolidan internamente los Caracoles hacia el exterior, es decir en función de la lucha de clases en México y el mundo, los zapatistas se están aislando cada vez más. Cuidado, esto no quiere decir que pierdan contacto con el mundo, tienen sus mecanismos para relacionarse con el resto de la humanidad gracias a las organizaciones asistenciales que le brindan solidaridad tanto en el país como en muchas naciones de Europa. El problema del neozapatismo es que ha renunciado por completo a participar en la construcción de un proyecto de sociedad distinto al capitalista, más allá de Chiapas. Por desgracia, lo que es válido para las comunidades indígenas de esa región, no es viable en muchas otras regiones. Al aislarse de esa participación, la construcción de su proyecto es bastante unilateral y no se garantiza que sea algo integrador. En cambio la estructura de asistencialismo externo que se ha formado entorno al zapatismo, pocos méritos puede adjudicarse; no es ni una generadora de organización ni de consciencia revolucionaria. Por el contrario, resulta más una válvula de escape que permite canalizar de manera inocua para el capital el aventurerismo revolucionario de la pequeña-burguesía radicalizada, tanto en las ciudades mexicanas como en el extranjero. Muchos de los simpatizantes con el neozapatismo, que se denominan a sí mismos adherentes a la Sexta Declaración de la Selva cometen el error de reducir la problema de la lucha de clases a un simple dilema de sensibilidad en sus vertientes ética y cultural. Es cierto que a partir de la irrupción del neozapatismo el 1 de enero de 1994 se ha presentado un cambio cultural profundo en las comunidades indígenas, el cuál es un hecho de suma importancia, pero el asistencialismo pro zapatista intenta reproducir esos cambios como si fuesen lo más trascendental de la experiencia del EZLN. En realidad, la imaginación y creatividad política ha sido lo más relevante del neozapatismo, pues a partir de ella la organización social consiguió avances, condiciones, para el surgimiento de esa nueva cultura. Por cierto, es necesario retomar el respaldo hacia el EZLN debido a que los cuadros políticos que participan desde la irrupción de 1994 ya se hallan sumamente desgastados y los nuevos cuadros tienen el agregado de haber sido gente forjada con una concepción muy otra del mundo, pero que poco tiene de relación con el resto del mundo globalizado, lo que hace difícil que desarrolle esa habilidad para dar las alternativas innovadoras que hagan el cambio cualitativo en la lucha de clases. Mientras tanto, el asistencialismo neozapatista ha entrado en un proceso de descomposición similar al que padecieron los Aguascalientes hace poco más de un lustro. Su inacción, o cuando menos bajo perfil, frente a la situación de crisis que padeció el país en este 2009 demostró que como opción organizativa a la clase trabajadora poco le sirve el aislamiento de los caracoles y de nada las condiciones en que actualmente opera el asistencialismo pro zapatista.

Dado el negro panorama que se ha esbozado como balance del año por concluir, es importante desecharla tesis de la insurrección cíclicamente centenaria. Las condiciones para el incremento del descontento popular están dadas y seguirán incrementándose, pero no hay visos, aún, de capacidad organizativa que nos permitan cifran las esperanzas en un cercano movimiento transformador que cimbre al país hasta sus mismas raíces. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!

jueves, diciembre 24, 2009

Problemas fundamentales del universo. Análisis filosófico del conocimiento, dios, el alma, el universo, la nada y la libertad, 33:

Materia, realidad y existencia en Mario Bunge

(séptima de nueve entregas)

Por: Sagandhimeo

CAPITULO 3

INTRODUCCIÓN

Hemos visto que el concepto de materia nos permite entender de qué está hecha la realidad y el concepto de realidad nos facilita comprender qué tipo de entidades componen todo cuanto nos rodea y a nosotros mismos. Pero una ontología cabal es aquella que puede dar cuenta de los elementos fundamentales de la existencia, en tanto que la metafísica trata los problemas centrales y más profundos de la filosofía, tales como los fundamentos (presupuestos, causas y “primeros principios”), las estructuras más generales (leyes y principios), el sentido y la finalidad de la realidad toda y de todo ser.

Sin embargo, no toda filosofía admite que existan elementos fundamentales de la existencia, pues tal postura puede caer en el idealismo. Por otra parte tampoco podemos prescindir de ellos dado que el hecho de que todo objeto sea capaz de influir o de ser influido (2.1) sugiere que el universo posee una estructura común, al menos en su capacidad de interacción. Por tanto, consideramos que una metafísica consecuente es aquélla que sin negar que el conjunto de los objetos reales poseen un fundamento en común: no mistifica tal elemento, sino que sólo lo utiliza como punto de partida para explicar la interconexión de todo objeto material con el universo.

Hasta donde hemos abordado al materialismo científico, éste clarifica los fundamentos (la materia, Cáp.1 y la realidad, Cáp.2) y las estructuras (los niveles de organización (1.5) y leyes naturales (2.2.4)). En este capítulo veremos qué tanto puede responder al sentido y finalidad de la realidad, o bien, si habrá que reformular los objetivos.

Por otro lado, la metafísica suele dividirse en psicología filosófica, teología filosófica y metafísica general u ontología (por ejemplo, González, 1876:5-11). La psicología filosófica trata sobre la existencia del alma y de acuerdo a lo que vimos en el punto 1.5.2, ésta carece de fundamento, ya que todo proceso mental es un proceso cerebral, de modo que una entidad autónoma o inmutable como el alma es real de manera derivada, tan sólo como idea (2.2.3). La teología filosófica sufre de una carencia similar, ya que Dios no es material pues no es posible percibir su influencia sobre otro objeto, por lo que es real tan sólo como idea (2.2.3). De este modo, dos de las divisiones de la metafísica han perdido su campo de estudio (Dios y el alma) y sólo nos queda uno: la metafísica general u ontología, la cual trata del ser en cuanto a ser, es decir, del fundamento general de la existencia o grosso modo, de qué están hechas las cosas y cuál es su sentido, o qué hace que las cosas sean lo que son. Esta es la razón de que en esta tesis se haya manejado a la ontología y a la metafísica como sinónimos, ya que se han agotado las otras ramas.

3.1 DEFINICIÓN DE EXISTENCIA

La existencia “es la propiedad más importante que algo pueda poseer o perder. Sin embargo, la existencia puede ser conceptual o material” (Bunge, 2001:73). Es decir que, todo lo que podamos pensar existe conceptualmente y todo cuanto posea energía existe materialmente (1.1), por lo que podemos decir que lo único que no existe en absoluto es lo que no haya sido pensado, pues todo lo demás existe por su capacidad de movimiento o por haberse ideado.

Ahora bien, si la existencia es una propiedad y además de ello la más importante, en tanto no poseerla significa no ser nada, esto se contrapone a lo que dice nuestro autor en otro lugar, donde sostiene que “la energía no es sólo una propiedad entre muchas otras, es la propiedad universal, el universal por excelencia” (Bunge, 2006:35). Nosotros optamos por que la existencia es más importante que la energía, pues si bien la energía es la que ha generado todo cuanto nos rodea al complejizar la materia, la existencia es mucho más abarcadora, pues incluye tanto a lo material como lo conceptual.

3.1.2 GRADOS DE EXISTENCIA

En ese sentido, tanto la energía como la existencia son propiedades de la materia, pero la existencia es además una propiedad de las ideas, las cuales existen como pensamiento. Sin embargo aquí surge otro problema, si la existencia es una propiedad, ¿qué significa que las propiedades existan?, significaría que las propiedades tienen la propiedad de existir, algo así como una metapropiedad, sin embargo nuestro autor sostiene que la existencia es una propiedad de la materia o de las ideas, como acabamos de ver, pero no dice nada acerca de las propiedades mismas.

Nosotros optamos por considerar a las propiedades como existentes de manera derivada, pues al requerir de objetos materiales no existen por sí mismas, sino en cuanto existen tales objetos. A su vez, las ideas existen también de manera derivada, pues no pueden subsistir sin cerebros, computadoras o libros, entre otros objetos materiales. En ese sentido, los objetos materiales existen por sí mismos, en tanto poseen energía, las propiedades poseen un grado menor de existencia, en tanto dependen de la materia y las ideas poseen el grado más bajo de existencia, pues dependen de la propiedad de pensar de algunos animales.

En ese sentido, la “existencia” posee una existencia menor que los objetos materiales, pues es un concepto, el cual abstraemos de tales objetos, los cuales poseen existencia plena.

3.1.3 EXISTENCIA IDEAL Y MATERIAL

Es importante distinguir entre la existencia material e ideal, pues mientras la primera existe por sí misma, la segunda depende de la primera, por ejemplo “si un matemático postula la existencia de un nuevo objeto conceptual, y lo hace sin incurrir en contradicción, nadie podrá refutarle; a lo sumo, su postulado de existencia será ignorado por considerárselo carente de interés. En cambio, si un físico, un biólogo, o un historiador postulan la existencia de un objeto concreto aún no descubierto, lo hacen con la esperanza de descubrirlo” (Bunge, 1977:57). Es decir que, mientras la existencia conceptual requiere solamente de congruencia, la material depende además de que sea posible contrastarlo con la ciencia.

Sin embargo, existen controversias al respecto, pues Bunge opta por la existencia como propiedad y “los lógicos modernos han afirmado que la existencia no es un predicado sino un cuantificador, a saber, el cuantificador existencial” (Bunge, 1977:58). Pero esto sólo genera la confusión de la existencia ideal y la material, pues tal cuantificador se aplica tanto a los pensamientos como a los objetos materiales, por lo que nuestro autor cree que “el problema se resuelve distinguiendo dos conceptos que [algunos de] los lógicos modernos han confundido: el concepto lógico algo y el concepto ontológico existe” (Bunge, 1977:58).

En otras palabras, el concepto lógico “algo” se utiliza para simbolizar un elemento hipotético que posee congruencia argumental, pero eso no implica que exista materialmente. Y el concepto ontológico “existe”, incluye tanto al “algo” de la lógica, como a la existencia material de los objetos que poseen energía. Por ejemplo, si decimos “existe al menos un número mayor que ocho”, queremos decir que conceptualmente podemos contar número mayores que ocho, lo cual tendría que expresarse como “algo es mayor que ocho”, para distinguirlo de “existe al menos un planeta en nuestra galaxia” en donde no sólo conceptualmente, sino materialmente existe tal planeta.

Por otro lado, tales existencias no pueden mezclarse, pues “cualquier conjunto de objetos puede dividirse en dos subconjuntos separados el uno del otro: una clase de cosas concretas o materiales y su complemento, una clase de constructos (...) Por consiguiente, no existen objetos combinados –es decir, objetos que se compongan tanto de cosas (materiales) como de ideas” (Bunge, 1999: 33). Esto es, siempre podremos categorizar un objeto como ideal o material, pero nunca encontraremos un objeto híbrido, pues nuestro criterio será si posee o no energía, ya que si es material la poseerá y en caso contrario será una mera idea (1.1). Inclusive, si se opta por distinguir entre términos teóricos y términos observacionales u objetivos, ambos conjuntos contendrían ideas, aunque el primero en un grado más abstracto.

3.1.4 EXISTENCIA Y UNIVERSALES

Otro problema importante para clarificar la diferencia entre la existencia material y la ideal es la existencia de los universales, es decir, si los conceptos existen por sí mismos o su existencia depende de sujetos pensantes y si son solamente nombres o poseen cierta influencia en el mundo real, para nuestro autor “los universales son indispensables porque están tanto en el mundo (como propiedades) como en las teorías (como predicados)” (Bunge, 2006:308). En otras palabras, los objetos materiales comparten cosas en común, los cuales pueden universalizarse como propiedades primarias (2.2.1), a su vez, nuestras construcciones mentales también comparten cosas en común, por lo que pueden generalizarse como propiedades secundarias (2.2.1).

En ese sentido, algunos universales, tales como la impenetrabilidad de los cuerpos, existen de manera material, pues los poseen los objetos plenamente reales (2.2), y otros universales, tales como la sintaxis, existen de manera conceptual, ya que lo poseen objetos ideales. Es decir, que los universales no son meros nombres, pues influyen indirectamente (como propiedades o ideas) sobre la realidad, pero tampoco son plenamente reales, pues no existen por sí mismos, sino porque los poseen objetos materiales o constructos mentales. En concreto, los universales son abstracciones o propiedades de la materia, que en la realidad manifiestan regularidades y en la mente nos permiten categorizar.

En suma, la existencia es una propiedad y la más importante de todas (ya que no poseerla significa no ser material ni haberse pensado), incluso más importante que la energía, pues hay objetos sin energía como las ideas y las propiedades, pero no hay objetos sin existencia (pues si algo no es material ni se ha pensado ni siquiera es un objeto). Además, la existencia puede ser ideal o material y esto implica que hay grados de existencia, pues lo material tiene mayor existencia al existir por sí mismo. Lo ideal y las propiedades existen en menor grado por existir de manera derivada, por lo que tampoco puede existir algo que sea material e ideal a la vez. En tal sentido el mal uso del cuantificador existencial confunde los tipos de existencia, por lo que es mejor utilizarlo sólo en conceptos. Y los universales existen ya sea materialmente como propiedades o idealmente como abstracciones.

Por todo ello, el concepto de existencia nos sirve para clasificar los objetos en materiales e ideales, así como para comprender que lo único inexistente es aquello que no pueda pensarse, por lo que la existencia como propiedad nos facilitará explicar la realidad a partir de los conceptos de materia y realidad, como veremos a continuación.

3.2 RELACIÓN ENTRE EXISTENCIA, REALIDAD Y MATERIA

Una vez que hemos clarificado el concepto de existencia, es momento de relacionarlo con los conceptos de realidad y materia, con el fin de concatenar los fundamentos de nuestra ontología y así poseer un solo método para abordar la realidad.

Anteriormente vimos que hay grados de realidad (2.2) y también hay grados de existencia (3.1.2), esto puede malentenderse como que existencia y realidad son lo mismo, pues parecieran coincidir en todo los sentidos, es decir, si a entonces b y b entonces a, a = b.

En concreto, vimos que los grados de realidad varían en función de la materia, las ideas y las posibilidades, a su vez vimos que los grados de existencia varían en función de la materia, las propiedades y las ideas. Además, podemos hablar de la realidad de las propiedades de modo semejante, como derivadas de la materia y podemos hablar de la existencia de las posibilidades, de la misma derivación. De este modo, existencia y realidad comparten el mismo campo y aplican el mismo grado en cada caso.

La diferencia radica en que mientras la realidad es una capacidad (2.1), la de influir o ser influido, la existencia es una propiedad (3.1), la de ser material o ideal. Es decir, que aunque se refieran a las mismas cosas en el mismo grado cuantitativo, su enfoque cualitativo es distinto (como capacidad o propiedad, según el caso). Semejante a la diferencia entre materia y movimiento (1.1), pues mientras el movimiento es la capacidad de cambiar de estado, la materia es todo aquello que tenga tal capacidad.

En ese sentido, la diferencia entre existencia real y realidad existente, radica en que la primera se refiere a todo cuanto influye y la segunda se refiere a todo cuanto es material o ideal. Esto es, las dos frases se refieren a la misma idea pero desde distintos enfoques, aun cuando decir que todo cuanto existe es real o todo cuanto es real existe, resulten ser trivialidades. Por ejemplo, una mesa existe realmente en tanto interactúa con el medio que la rodea y su realidad es materialmente existente en tanto posee movimiento en sus moléculas.

En pocas palabras, mientras lo material es sólo aquello que posee energía, lo real y lo existente abarcan todo cuanto posea energía o sea pensado, distinguiendo lo real como una capacidad y lo existente como una propiedad, por lo que requerimos de los tres conceptos para explicar de qué están hechas las cosas, en el próximo apartado veremos los alcances ontológicos de nuestra ontología.

En resumen, la existencia es una propiedad que posee toda entidad, ya sea material o conceptual, tal propiedad designa como material a todo aquello que posea energía y conceptual a todo aquello que se haya pensado. Además, los universales caben en ambas categorías, ya sea que sean propiedades comunes a varios objetos materiales o que sean meras abstracciones mentales. Asimismo, la existencia la poseen todos los objetos materiales, pero hay existencia sin materia, como en las ideas; la existencia y la realidad comparten el mismo campo y aplicación cuantitativa, pero difieren cualitativamente, ya que la existencia es una propiedad y la realidad una capacidad.

Vemos pues, que aun cuando Bunge no aborda los problemas existenciales (pues está más interesado en cuestiones metodológicas), nos brinda los instrumentos para construir una ontología coherente y altamente abarcadora, la cual pueda superar a las metafísicas que están envueltas en misticismos o ambigüedades insalvables.

(Continuará…)

lunes, diciembre 21, 2009

Reyertas 69: El año de la gran crisis

Ha sido un largo año. No porque haya sido bisiesto o algún otro fenómeno que modifique la duración objetiva de éste, sino en términos de la cantidad de acontecimientos y de la dificultad que ha implicado para muchos de los casi siete mil millones de habitantes del planeta. Dificultades que subjetivamente hacen que se perciba mucho más prolongada la duración del tiempo. Como se impone en estos días, gracias al calendario gregoriano, es preciso comenzar a sacar las cuentas de lo que nos dejó el año 2009. Pero no se trata de hacer cuentas alegres o por un simple espíritu de llevar las cuentas. Se trata de medir la situación de la lucha de clases en el mundo y en México, con la finalidad de tener claridad sobre las necesidades que se vienen en los próximos meses y años, claro si el objetivo es el de transformar a la sociedad. En la entrega número 18 de Reyertas: 2009, el año (del temor) por venir, publicada el 29 de diciembre de 2008, realicé una serie de proyecciones basadas en la información que hasta entonces se tenía disponible. Una de las premisas básicas de aquél análisis era que la crisis económica había tocado fondo, al menos en Estados Unidos, entre finales de agosto e inicios de octubre de 2008. Lo que ha seguido desde entonces ha sido un largo período de depresión o estancamiento económico. Es decir, de la fase del ciclo medio en la cuál se despliegan por entero los efectos destructivos de la crisis sobre el sistema productivo. También se indicó que lo más factible es que dicho período depresivo se prolongase por todo el 2009 y el 2010. No obstante, también se señaló que había algunos resquicios que podían ser aprovechados por el capital para acelerar el paso hacia la fase de recuperación económica. Dichos espacios dependían centralmente de las acciones que tomase el gobierno de los Estados Unidos. En estos días, las evidencias disponibles indican que EE. UU. está ingresando en una fase de recuperación económica, debido a que pese todas las adversidades políticas, el novel presidente Barack Obama ha conseguido poner en práctica algunas medidas que tienden a la reconstrucción del sistema productivo estadounidense.

Sin duda que, al interior de la izquierda resulta una afirmación polémica la de sugerir que la fase depresiva del ciclo económico medio está llegando a su final. Las principales voces de cada una de las expresiones izquierdistas sostienen que la crisis seguirá por largo tiempo. No es extraño que se incurra en proclamar la crisis perenne, por el contrario, si algo tiene en común la práctica, el discurso, de las diversas izquierdas es que comparten el dicho que reza: el capitalismo se encuentra permanentemente en crisis. En realidad es algo muy sencillo, el discurso incendiario al que se recurre para agitar a las diversas fracciones de la sociedad, tiene un alto contenido de visceralidad. Es decir, el convencer al pueblo para organizarse y movilizarse requiere siempre de apelar a los elementos injustos del sistema capitalista. El problema con ello es que al llevar a la práctica dicho procedimiento, se incurre con mucha facilidad en la exageración e imprecisiones sobre la situación. Así, el confundir el incremento de la explotación de los trabajadores con las fases depresivas del ciclo económico se vuelve algo común. Sin embargo, no es lo mismo el incremento del trabajo impago, que la sobre acumulación del capital. El primero puede presentarse incluso en momentos en que el capital no haya trabas para seguirse acumulando libremente.

La urgencia por transformar la realidad conduce a muchos revolucionarios a ver una realidad distorsionada. Las imágenes difuminadas son una elección propia, los propios izquierdistas suelen no querer ver lo que acontece objetivamente. Así, se puede justificar el posible fracaso o justificar las prácticas equivocadas haciéndolas pasar como si fuesen lo correcto.

Además de los cambios que el equipo de Obama ha introducido, a empujones, hace falta considerar otro elemento que señala la posibilidad de estar entrando en 2010 a una fase de recuperación: el consumo de China. Es cierto que el motor de la economía mundial es el mercado interno de los Estados Unidos, cuyo peso específico oscila entre el 28 y el 30%. Por eso es que al definir los ciclos económicos medios y largos es preciso tomar como referente a la economía estadounidense. No obstante, desde hace varios años China se ha convertido en el principal aval para que los Estados Unidos tengan la liquidez necesaria para seguir inundando el mundo con dólares y adjudicándose la producción mundial. Tal operación se ha conseguido gracias a que el gobierno chino se volvió el mayor comprador de bonos de deuda del tesoro estadounidense.

No es casual que en el último año el precio de las materias primas, comenzando por el oro y el petróleo, se hayan mantenido en precios altos. El motivo fundamental de ello ha sido el consumo elevado que ha mantenido China. Si en lugar de mantener ese nivel, la economía del gigante asiático se hubiese desplomado, entonces sí la fase recesiva tendría mucha cuerda por delante. Pero al mantener su consumo, se le da un gran respiro a la economía capitalista, pues el segundo mayor comprador de materias primas del mundo es China. Ahora bien, se debate en la actualidad si la capacidad de consumo china resulta de un proceso de crecimiento del mercado interno o es un mecanismo especulativo que está inflando el mercado artificialmente. En realidad si es uno u otro, en el corto plazo, tiene poca relevancia porque el efecto es el de mantener elevadas las ventas de los mercados productores de materias primas, evitando con ello que el ciclo económico alcance su piso absoluto.

En el largo plazo, el único resultado es el de comienza a inflar una burbuja financiera que tiene posibilidades de darle sobrevida al ciclo económico largo. Pero que, cuando reviente, y como se mantienen las burbujas especulativas que desencadenaron la crisis actual, sería un desastre de proporciones cataclísmicas. No necesariamente para el sistema capitalista en su conjunto, aunque irremediablemente las tendrá hacia el imperialismo estadounidense. En esas condiciones la estructura de hegemonía que opera en la actualidad, es decir la que regula las actuales relaciones internacionales de poder, tendría que modificarse de raíz.

Al representar la economía más grande del planeta, la estadounidense también delimita la duración temporal del ciclo económico largo (el que dura entre 40 y 60 años). En esos términos, el que los efectos más destructivos de la fase depresiva del ciclo medio (que dura entre 7 y 11 años) hayan sido contenidos y con ello se abra la posibilidad de prolongar el ciclo largo es algo más que factible. De entrada, es preciso recordar que la actual fase ascendente comenzó hacia la primera parte de la década de los años noventa. Tomando como referente el desarrollo de la economía estadounidense el presente ciclo Kondratiev habría comenzado en 1993 con lo cual ya se habría prolongado la fase ascendente por más de 16 años, quedando espacio suficiente para un nuevo ciclo medio que prolongue, al menos otros 7 años al ciclo económico largo. Por su parte, tomando como referente a las siete economías más desarrolladas del mundo, es decir la de Estados Unidos más la de Japón, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia y Canadá, se tiene que la anterior fase descendente terminó entre 1993 y 1995, lo que haría que en esos años se iniciase la siguiente fase ascendente. Esto, evidentemente, da suficiente espacio temporal para que dentro de la fase ascendente del ciclo Kondratiev (largo) se inserte un nuevo ciclo medio.

Lo anterior no es nada más una discusión de interés académico. Sino que resulta fundamental para comprender mejor el momento que se vivirá en la lucha de clases en los próximos años. La extensión del ciclo económico largo implica que durante estos años se alcanzará su punto máximo, su cresta, de ahí por consecuencia lógica se desprende que la lucha de clases a escala internacional se agudizará hasta alcanzar extremos de antagonismo que no se han visto en décadas. Por un lado, el avance que las izquierdas han sostenido desde el inicio de la oleada en 1999 (el viejo topo vive, pese al acta de defunción que pretendió extenderle el otrora gramsciano Antonio Negri) debe tomar decisiones de trascendencia vital sobre cómo continuar el ascenso. Pero, la creación de riqueza no tardará en obligar a la burguesía de libremercado a buscar mecanismos para atraer la mayor cantidad posible de esa riqueza, lo cual significa quitar de en medio a la clase obrera organizada. En cuanto a las naciones imperialistas, también se presentaría una intensificación, pues ante la abundancia se fortalecerían las naciones que le están disputando ya varias zonas de influencia que antes la potencia hegemónica dominaba sin mayor obstáculo. En la actualidad ya hay regiones del planeta que le son disputadas a la hegemonía estadounidense por las naciones que más rápido se están desplegando como imperialistas. Una nueva etapa de auge en un ciclo medio, beneficiaría más a esos protoimperialismos que al mismo imperialismo estadounidense. A las disputas por el nuevo reparto del mundo, habrá que agregar que no faltarán movimientos de liberación nacional que intenten aprovechar la situación para terminar con cualquier influencia imperialista en su territorio nacional.

Tampoco debe soslayarse que los imperialismos en formación, denominados por la prensa imperialista con el acrónimo BRIC (Brasil, Rusia, India y China) son los que mejor han aprovechado la actual fase ascendente del ciclo económico largo, pero sus espectacular irrupción es más bien tardía con respecto al comienzo de la fase ascendente, si acaso datará del inicio de la presente década. Por consecuencia, también son las naciones que le pueden dar una mayor sobrevida a la tendencia actual.

Al observar las condiciones político-sociales que prevalecen en el mundo, encontramos que en las naciones ricas las condiciones son muy contradictorias. En Europa y Estados Unidos, al menos en apariencia se percibe un fortalecimiento de las facciones más conservadoras de la burguesía. En el imperio hegemónico, hace un año se veía el triunfo de Barack Obama como un triunfo de los sectores progresistas al seno de la sociedad estadounidense. Antes de tomar posesión del cargo, el presidente 44° de EE. UU. ya había dado algunas señales de ser un personaje que tendría severos problemas para cumplir los compromisos que adquirió con sus electores. Se le notaba inclinado a hacer fuertes concesiones a las empresas dominantes en el mercado estadounidense. Curiosamente las mismas que condujeron a la crisis. Ya como presidente en funciones, Barack Obama ha tomado algunas medidas que son de mucha utilidad para la economía estadounidense. Como el programa de rescate bancario o el fomento a la producción interna, mediante el estimulo al comercio con mercancías creadas internamente. Sin embargo, es claro que también le ha faltado decisión para introducir otras reformas indispensables para Estados Unidos. Entre éstas las más notorias son la Reforma al sistema de salud, Obama no ha hecho frente a las empresas farmacéuticas; ni se ha realizado una verdadera Reforma migratoria que permita sacar de la clandestinidad a una masa obrera que percibe ingresos muy inferiores a los que tiene el resto de la clase trabajadora en EE. UU. Tal indecisión está alejando a los aliados progresistas de Obama y permitiendo el retorno de los imperialistas más conservadores. Para colmo de males, el encuentro mundial para tomar medidas que contengan los efectos del cambio climático a realizarse en la ciudad danesa de Copenhague entre el 7 y el 18 de diciembre pasados; fue un rotundo fracaso. La responsabilidad del gobierno estadounidense en tal revés es muy grande, hecho que se magnifica debido a que las propias organizaciones sociales que luchan por la preservación del medio ambiente, harán más visible dicha responsabilidad.

En el caso europeo la situación no es muy distinta. Aunque no se debe olvidar que tanto en Grecia como en Francia e Italia, en el 2009 se presentaron movilizaciones sociales que llamaron poderosamente la atención. De entrada, en Grecia se recibió el 2009 con intensas movilizaciones que llegaron a los enfrentamientos entre estudiantes y la policía. Sin olvidar que esos jóvenes consiguieron el respaldo de una buena parte de los trabajadores de las ciudades helenas. En Francia, les enfants de la Patrie también salieron a las calles a poner en claro que hay una gran polarización entre las clases sociales. Los enfrentamientos en la antigua Galia se siguen presentando con la pintoresca modalidad de la quema de automóviles. Sin embargo, esa capacidad de movilización popular no se refleja en una organización que aproveche los resquicios de la política formal. Son movimientos que en algún sentido han heredado la consigna argentina del “que se vayan todos”. Tal desinterés se evidenció en las elecciones regionales que se realizaron en 2009, pues los partidos de izquierda tuvieron fuertes retrocesos. Desde el Partido Socialista Francés hasta la Liga Comunista Revolucionaria y el Partido Anticapitalista fueron incapaces para canalizar la fuerza popular en términos políticos, lo que sería un trampolín para que siguiese creciendo. En Italia, las expresiones de izquierda quedaron noqueadas tras la destitución de Romano Prodi en 2007, simplemente ya no pintan en el panorama político italiano. Pero no así, la movilización popular que ha conseguido poner en jaque al Primer Ministro Silvio Berlusconi. Como nunca antes la imagen del Cavalieri ha quedado cuestionada. La cantidad de juicios que está enfrentando el jefe de gobierno italiano ya desembocaron en algo tan serio como un llamado a golpearlo, cosa que consiguió Massimo Tartaglia el pasado 13 de diciembre, lo que indica que hay un creciente descontento en Italia que se está convirtiendo en odio. En otras naciones europeas como Gran Bretaña, España o Alemania las cosas no son demasiado distintas. Las diversas expresiones de representación formal de las izquierdas han decepcionado lo suficiente a los pueblos como para quedar a su suerte. Así, los grupos imperialistas conservadores han quedado con las manos libres para presionar a los gobiernos y obligarlos a proteger, ya no sus intereses sino, sus caprichos de clase. Mientras en España el movimiento por la independencia de Cataluña sigue en ascenso, la devastación social generada por la crisis económica está colocando al gobierno de Rodríguez Zapatero en una posición muy coincidente con las del derechista Partido Popular.

En Asia hay tres grandes focos que llamaron la atención durante el 2009. Independientemente de las guerras estadounidenses en Irak y Afganistán el peso real del continente asiático en los equilibrios políticos internacionales estuvo en la zona de Palestina, Irán y China. En los casos palestino y chino el conflicto abierto fue el elemento que marcó las tendencias en la región. Respecto a la primera habrá que recordar que el año 2008 fue despedido por el ejército israelí con la Operación Plomo Endurecido que comenzó el 27 de diciembre de 2008 y finalizó hasta el 18 de enero de 2009. Es decir, 22 días con sus noches de bombardeos constantes y diarios sobre la franja de Gaza. El pecado de los palestinos fue el sostener a un gobierno emanado de las filas de la organización terrorista Hamas. Parte de la prensa internacional definió acertadamente la ofensiva israelí con el nombre de la Masacre de Gaza. Además de los severos estragos que las acciones militares ocasionaron sobre la población civil en los territorios palestinos de la franja de Gaza, el otro resultado tal ofensiva fue que se evidenció el resquebrajamiento de la unidad israelí.

Lo anterior se reflejó en dos eventos en particular. La condena de una gran cantidad de organizaciones sociales de origen hebreo hacia el sionismo. Mientras que el segundo evento fue la polarización al interior de Israel que derivó en el fortalecimiento de los partidos de derecha en las elecciones legislativas de 2009. Con lo cual se definió de facto una alianza entre los partidos Kadima (fundado en 2005 por Ariel Sharon, conocido por encabezar las masacres de 1982 en Sabra y Chatila, y que en la actualidad es dirigido por Tzipi Livni), Likud (el partido que dice representar a la centro-derecha) y por el partido Israel Beitenu (de corte ultranacionalista). Aunque Kadima ganó las elecciones en las negociaciones posteriores fue designado como Primer Ministro Benjamin Netanyahu, del partido Likud. Ello se debió a que los otros dos grupos sionistas decidieron cerrar filas en torno a una política más imperialista hacia la región. Así, Tzipi Livni quedó al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores, uno de los tres cargos de gobierno más importantes en Israel junto al de Presidente y al de Primer Ministro. Por su parte, Avignor Lieberman quedó como uno de los líderes de la oposición más fuertes que haya tenido la historia de Israel. En las circunstancias descritas, el futuro para los territorios palestinos de la franja de Gaza y la Cisjordania, no es lo más esperanzador que pueda imaginarse. Por más que el presidente estadounidense, Barack Obama, se manifieste a favor de la creación de un Estado Palestino, la realidad es que la actual conformación del gobierno israelí y la pusilanimidad de Mahmoud Abbas en Cisjordania, aunado al aislamiento que padece el extremismo religioso de Hamas que gobierna Gaza en la persona de Ismail Haniya; son un augurio muy oscuro para el futuro de Palestina. Sin duda, el conflicto árabe-israelí seguirá movilizando a una gran cantidad de fuerzas en la región. Al mismo tiempo obligará a los estadounidenses a ser más liberales con los recursos que destina a la región para consolidar sus alianzas, con la finalidad de apuntalar a Israel.

El segundo gran conflicto asiático que marcó las tendencias internacionales, fue la sublevación uigur en China. Es cierto que el gobierno chino no se ha caracterizado por ser uno que en realidad demuestre su apego con la democracia proletaria que debiera ser la esencia de un gobierno revolucionario. Por el contrario, el autoritarismo que define a la estructura política en China se va estrechando con las tendencias librecambistas más reaccionarias, lo que podría resultar en que en pocos años el gigante asiático se convierta en el principal aspirante a heredar la hegemonía capitalista que hoy detentan los Estados Unidos. Sin embargo, no es menos cierto que la etnia uigur es una de las más atrasadas, en términos sociales, de toda China. La región que habitan no ha sido desarrollada entre otros factores, porque el pensamiento místico-religioso que profesan los uigures, inhibe el propio avance tecnológico de la región. Es cierto que como religión el Islam, en sí mismo, no es un impedimento para el desarrollo de las sociedades modernas, sin embargo, al igual con algunas facciones de otras religiones, como las cristianas, se oponen rotundamente al progreso en cualquiera de sus formas. El resultado es que en el caso de la etnia uigur la situación desemboca en una contradicción de alta complejidad. Por un lado, es un principio revolucionario el respetar la autodeterminación de los pueblos, lo cuál da cierta ventaja a los uigures. Pero tampoco se puede negar el derecho de los chinos que ya han migrado hacia la región para detonar el desarrollo de la región que habitan. Pero las implicaciones del conflicto que ocasionó enfrentamientos entre chinos de la etnia han y la uigur en julio de 2009 no se restringen a los límites geográficos de Xinjiang. Muchas de esas condiciones son las mismas que prevalecen en el caso del conflicto entre China y la región del Tíbet. El fanatismo místico-religioso centrado en la figura del Dalai Lama es fortalecido por la voracidad con que el gobierno de la República Popular China, desde la época de Mao Tse Tung. Desde que en 1950 el ejército chino invadió la región, las decisiones administrativas han sido tomadas sin tomar en cuenta a los tibetanos, lo cual evidentemente contraviene el principio obrero-revolucionario de la libre determinación. Sin embargo, ese grave error del gobierno de Beijing ha sido magnificado por décadas gracias a la intervención de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA, por sus siglas en inglés). En medio del fervor de la guerra fría la CIA ha hecho del Dalai Lama un hombre santo viviente. Con la anuencia del propio Tenzin Gyatso, 14° Dalai, la figura religiosa creada por el propio Gengis Khan durante la invasión mongola al Tíbet, ha sido explotada por el imperialismo estadounidense en momentos clave para mermar el peso en la política internacional de la República Popular de China. Dicha imagen de hombre santo viviente incluye la generación de una amnesia colectiva. Con premeditación, alevosía y ventaja se omite que las condiciones de vida para la población del Tíbet durante el mandato de Tenzin Gyatso (entonces un joven de apenas 15 años de edad) hacia 1950 eran aún más aberrantes que las padecidas por los chinos hacia 1912, cuando ocurrió la revolución que derrocó a Puyi el último emperador de la dinastía Qing. Es decir, un régimen despótico-absolutista que mantenía un modelo económico precapitalista. Las diferencias sociales eran mucho más abismales, solamente es posible imaginarlas al hacer la analogía con la situación presente de muchas naciones africanas. Mientras el emperador y el Dalai, junto a su corte, disfrutaban de una vida llena de los privilegios del mundo moderno, el resto del pueblo tenía que hace milagros para subsistir un día más. Ya no se diga la falta de acceso a una cultura más sofisticada como consecuencia del alto grado de analfabetismo y la carencia de instituciones educativas. Ese era el Tíbet del Dalai Lama. Es claro que ese panorama tibetano se olvida adrede, pues sería imposible que la ideología pequeño-burguesa que se promueve para los pueblos, tuviese un impacto tan grande como del que goza en la actualidad. El éxito de las mentiras de la CIA sobre el Tíbet ha sido tan profundo que no solamente las diversas expresiones de la derecha se adhieren a la condena contra China, sino diversas expresiones de la izquierda, caen en la trampa del sentimentalismo ramplón y se dejan manipular al adherirse a la condena imperialista. La intensificación de los conflictos chinos con las regiones uigur y tibetana, justo en medio de la fase depresiva del ciclo económico, muy probablemente no sea una casualidad sino una acción promovida y/o explotada desde el imperialismo para controlar los avances chinos.

Con respecto a Irán, la situación es igual o incluso más compleja que en los casos palestino y chino. Por principio de cuentas, la reelección de Mahmoud Ahmadineyad como presidente de Irán, la antigua Persia, realizada el 12 de julio del 2009, dejó en claras un par de cosas. Por un lado, que el régimen teocrático chiíta de los Ayatolas que se impuso con la revolución de 1978 se está agotando con cierta rapidez. Por el otro lado, se evidenció que los imperialismos están poco dispuestos a permitir que la modernización de Irán siga un camino independiente al imperialista, hay demasiado petróleo de por medio. En el primer caso, es preciso despejar de la ecuación la bruma generada por los medios de confusión masiva occidentales, pero aún así se mantiene una cosa en pie. La aparición de una disidencia iraní lo suficientemente grande como para ocasionar fuertes disturbios es evidencia del desgaste del régimen, no solamente del gobierno de Ahmadineyad. Es decir, el movimiento del que Mir-Hossein Mousavi se autodesignó como portavoz, exhibe el descontento que 20 años de turbiedades de Alí Jamenei como Ayatolá han provocado. Sin embargo, todavía es incierto que a corto o mediano plazo se organice una oposición popular sólida que detone cambios de fondo en la antigua Persia.

Respecto a la importancia internacional de Irán el asunto es mucho más delicado. Incluso las estancadas guerras estadounidenses en Afganistán e Irak se han colocado en función de la situación iraní. No en vano, la diplomacia imperialista ha insinuado la posibilidad de una guerra contra los persas; el motivo: la posibilidad de Irán como fabricante o poseedor de armamento nuclear. Al respecto, la reflexión de Alfredo Jalife-Rahme (“Irán, cercado nuclearmente por seis países y la OTAN” en Contralínea. Periodismo e Investigación, núm. 161, 8 de diciembre de 2009, p. 20-21.) resulta sumamente acertada al señalar que sería un error fatal para Irán si accede a la petición del imperialismo estadounidense de renunciar a su programa nuclear. La tensión que se ha generado en el mundo por esa situación, sin duda, será algo que siga marcando el desarrollo de la lucha de clases a escala mundial.

Con respecto al peso de las naciones africanas en los doce meses recientes, se debe señalar que ha destacado por dos situaciones muy particulares. Por un lado, los efectos de la crisis económica en Europa se han traducido en condiciones más difíciles para la emigración africana hacia el viejo continente. El racismo europeo creciente está produciendo instrumentos de control social incapaces de detener los movimientos migratorios masivos, pero sí genera condiciones mucho más inhumanas para la porción de los migrantes que no consigue arribar a su destino. Además de ello, la radicalización del racismo está produciendo el resurgimiento de las ideologías totalitarias como el fascismo y el nazismo. En España, Alemania, Austria, Italia y, recientemente, Rusia se han dado ejemplos peligrosos de lo que el ultranacionalismo (chovinismo) ocasionaría en las sociedades.

El otro elemento que en el presente año resaltó de las complejidades africanas, fue el incremento de la piratería. Desde algunos años a la fecha, la zona de Somalia ha sido un sitio de constante crecimiento para los grupos de piratas. Los conflictos separatistas entre las etnias somalíes, los depredadores intereses imperialistas por apropiarse de los recursos naturales de la región y el paso de una de las rutas comerciales marítimas más importantes del planeta frente a las costas de Somalia, son los tres elementos que han generado el auge de los piratas. Tal situación está obligando a las principales potencias del mundo, sobre todo a las europeas, a incrementar su presencia militar en la región. Al tiempo que se discute la mejor forma de resolver el problema. No sería extraño que este tipo de cosas justificase en un futuro la intervención norteamericana y europea en Somalia.

Finalmente, América Latina es la región que más afectó, y afecta, la depresión económica. A lo largo de la década que está por finalizar, la región ha sido vista como el paraíso de las izquierdas. Es cierto que es dónde más visibles han sido los logros de las diversas expresiones de izquierda, pero también es cierto que las derechas todavía tienen un gran margen de reacción. Pero hay que tener cuidado, lo anterior no quiere decir automáticamente que se esté cayendo o por alcanzar una fase de reflujo de los movimientos sociales. El resultado de esta tendencia ha sido el crecimiento de las disparidades entre el avance de los movimientos sociales. De México hasta Argentina y Chile, las cosas se presentaron durante 2009 en un muy amplio espectro. En gran parte, lo que ocurre es que gracias al apoyo del imperialismo estadounidense las expresiones conservadoras, las derechas, han tenido importantes avances. Pero eso ha dejado claro que el gobierno de Barack Obama no está dispuesto a cambiar el rumbo de la política de EE. UU. frente a la región, simple y sencillamente prefiere hacerla menos descarada. Así, en Honduras tenemos que primero los yanquis desconocieron al gobierno golpista de Roberto Micheletti y después decidieron reconocer las elecciones en que triunfo el candidato derechista, Porfirio Lobo.

Sin duda que este año, para América Latina, se caracterizó por la polarización. En algunas naciones avanzó mucho la derecha y en otras fue la izquierda la que dio buenos pasos. En cuanto a las primeras tenemos a México, Honduras, Brasil, Argentina y Chile. En la siguiente entrega me dedicaré a hacer un balance específico para la situación nacional, así que dejaré pendiente aquí el comentario sobre la tragedia mexicana.

En Honduras, el Golpe de Estado fue una acción de múltiples cobras de facturas y repercusiones. Por un lado, significó el romper el eslabón más débil de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA), lo que llevaba la intención de debilitar el avance de las izquierdas en la región. Por otro, implicó la venganza del imperialismo yanqui, pues unas semanas antes del golpe, el gobierno de Manuel Zelaya desplegó una intensa labor durante la reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA) llevada a cabo el 3 de junio en San Pedro Sula, para conseguir que se revirtiese la expulsión de Cuba del organismo. Lo cuál representó un fuerte revés para el imperialismo estadounidense, incluyendo al presidente Barack Obama. Internamente, dicho golpe también representó la vuelta al poder de la parasitaria oligarquía terrateniente que había gobernado Honduras hasta que Zelaya comenzó a darles la espalda.

El caso argentino es otro preocupante. Los gobiernos socialdemócratas de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, al menos en el papel, presumen de apoyarse en los movimientos sociales. Sin embargo, su incapacidad política y el oportunismo con que se manejan, ha aislado al gobierno de dichos movimientos. Las izquierdas en Argentina por una parte se radicalizan, pero por la otra se distancian más entre sí a cada momento. Esa situación, más la capacidad de las organizaciones más conservadoras para aprovechar los errores del gobierno, están produciendo una situación bastante complicada para mantener la tendencia ascendente de los movimientos sociales en la nación sudamericana.

En cuanto a Brasil y Chile, la situación es más o menos similar. En ambos, el desarrollo económico de los años recientes ha sido bastante bueno, aunque fortaleciendo las políticas neoliberales. A tal grado ha llegado esto que en Chile, es muy posible que el próximo 17 de enero gane la elección presidencial un candidato de la derecha más reaccionaria: el pinochetista Sebastián Piñera. En Brasil, a poco menos de un año de las elecciones presidenciales, los candidatos de la derecha llevan una gran ventaja. Ello se debe a que Lula ha conseguido que el gigante sudamericano se convierta en una de las naciones que aspiran con mayor fuerza a establecerse como nuevos imperialismos. Pero esto ha favorecido la tendencia que exige mantener en Brasil las cosas en el mismo estado. Así, tanto en Chile como en Brasil se presenta un fenómeno extraño: el de gobernantes, que formalmente se presumen como de izquierda, con una alta popularidad, pero que la preferencia electoral es hacia los partidos de las derechas.

En el extremo contrario, en El Salvador y en Colombia crecieron de forma importante las expresiones de la izquierda. El triunfo electoral del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), el 15 de marzo de 2009, en la persona de Mauricio Funes, implicó el establecimiento de un nuevo gobierno de izquierda en América Latina gracias al apoyo del pueblo. Por su parte, en Colombia durante el 2009 la arrasadora popularidad de Álvaro Uribe se fue desdibujando gracias a los escándalos de corrupción que las organizaciones sociales de izquierda fueron destapando. Aunque dichos avances todavía son insuficientes para preocupar a la derecha colaboracionista con el imperialismo que rige en Colombia, al menos es posible tomarla como el germen de organización con posibilidades muy amplias.

Pero en AL no todo han sido cambios radicales, incluso hay algunas naciones que presentan un estancamiento relativo. Venezuela, Bolivia, Uruguay y Ecuador mantienen su paso democrático, no sin problemas, pero al menos los gobiernos de esas naciones siguen siendo favorables para las organizaciones revolucionarias. En cambio, Cuba y Nicaragua sufrieron problemas serios que mantienen estancados los procesos de cambio. Mientras Cuba requiere de transformaciones urgentes que revitalicen la revolución, sobre todo en el campo económico; Nicaragua requiere que el sandinismo se renueve, eliminar de la cabeza a un personaje como Daniel Ortega, pues se corre el riesgo de destrozar todos los avances democráticos de los años recientes. Una destrucción que sería llevada a cabo por el propio Ortega.

Como puede apreciarse, en términos generales la situación durante este 2009 fue demasiado brumosa, difícil de comprender. Sin embargo, la polarización que está produciendo requerirá todavía mayores esfuerzos e incrementa la urgencia por descifrar los signos de los tiempos. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!

sábado, diciembre 19, 2009

Memoria proletaria 5: Apunte sobre el sindicalismo en México

El pasado 14 de diciembre se celebró el 95 aniversario del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). Hecho que lo ubica como el sindicato más antiguo, o al menos como uno de los más añejos, que aún mantiene su existencia. Este 95 aniversario llama la atención porque se presenta en medio de uno de los conflictos más dramáticos que han tenido que sortear los trabajadores electricistas. Pero, pese a las condiciones en que la clase obrera celebra un aniversario más del SME, el acontecimiento también debe darnos pie a reflexionar más sobre el surgimiento de las organizaciones obreras, como clase, y en específico en una de sus formas más socorridas: el sindicalismo.

Según lo que señaló el abogado Alberto Trueba Urbina en su Nuevo derecho del trabajo y que ha retomado el doctor en derecho laboral José Manuel Lastra Lastra. Las primeras organizaciones de trabajadores surgieron casi al mismo tiempo que comienza el proceso de industrialización del país, es decir cuando surgen las primeras fábricas. Ambos autores dan cuenta de la fundación, en los años finales del gobierno de Benito Juárez, de la Sociedad Particular de Socorros Mutuos. Según algunas fuentes, se señala que dicha organización fue fundada por anarquistas que llegaron de Grecia y que se habían contratado como trabajadores de la industria textil. Ya a comienzos de la presidencia de Sebastián Lerdo (1872) de Tejada se fundó la primera organización de trabajadores gremiales. Poco más tarde, al final del mismo período presidencial (1876), se fundó la Confederación de Asociaciones de Trabajadores de los Estados Unidos Mexicanos.

Con el impulso que la dictadura de Porfirio Díaz (1876-1880 y 1884-1911) y el gobierno de Manuel González (1880-1884) le dieron a la industria ferrocarrilera, la Confederación se fortaleció hacia 1890 con la creación de varias organizaciones de trabajadores ferrocarrileros. No obstante, al igual que en muchas otras partes del mundo, el derecho de los trabajadores a la organización no fue reconocido de buenas a primeras por los capitalistas ni por el gobierno. Fue un derecho cuyo reconocimiento, literalmente, costó sangre.

Las condiciones de represión constantes, unas veces abierta y en otras velada, contra la clase obrera y el pueblo que caracterizaron la dictadura de Porfirio Díaz, sentaron las bases para el surgimiento de nuevas formas organizativas del proletariado mexicano. Al mismo tiempo esclareció que el camino para los trabajadores no era el de las simples demandas inmediatas, las demandas económicas. La lucha de los trabajadores solamente podría avanzar en función de generar avances políticos grandes. Tal como la creación de un gobierno democrático.

En ese marco fue que para el año de 1901 los hermanos Flores Magón (Ricardo, Enrique y Jesús), aceptasen la invitación de Camilo Arriaga para participar en el Congreso Liberal que se celebró en la ciudad de San Luis Potosí. Evento con el que prácticamente se originó el Partido Liberal Mexicano (PLM). Cinco años más tarde, los Flores Magón tendrían una participación central en la elaboración del programa del PLM y la fundación formal de dicho partido. En poco tiempo, los contenidos programáticos se difundieron por el país y dieron vida a importantes movimientos obreros como el de los mineros en Cananea, Sonora, así como entre los trabajadores de la industria textil en Orizaba, Veracruz. En esas poblaciones se realizaron en 1906 y 1907, respectivamente, huelgas que tuvieron repercusiones muy extensas en el país. Nada más para empezar, tales sucesos le permitieron al PLM obtener experiencias valiosas que le fueron útiles para formar cuadros políticos que difundieron el pensamiento político del programa liberal.

La historiografía tradicional suele cometer el error de menospreciar el papel del proletariado durante la revolución mexicana. Durante las primeras etapas de la revolución, es cierto que la clase obrera como tal no desplegó grandes movimientos, sino que se adhirió a las movilizaciones populares. Entre el inicio de los levantamientos armados en noviembre de 1910 y el ascenso al poder de Victoriano Huerta, destacó el papel de los obreros agrícolas, al igual que el de los ferrocarrileros que hicieron posible el avance de las tropas revolucionarias en el norte del país. A lo anterior hay que añadir que, por desgracia, se suele omitir la repercusión que tuvo la inmigración de trabajadores desde Europa. Ya en pleno gobierno de Francisco I. Madero, se fundó la Casa del Obrero Mundial (COM) en julio de 1912, una de las primeras agrupaciones sindicales con inclinación anarquista. En la creación de la COM participaron dos antiguos anarcosindicalistas españoles que habían militado en la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) en su España natal. Me refiero a Francisco Moncaleano y Eloy Armenta. El objetivo de la COM era crear una unión federada de productores que hiciese posible una sociedad basada en la autogestión y coordinación de la producción de los trabajadores.

El proyecto de la COM fue bien recibido por el PLM, incluso algunos veteranos de dicho partido, como Antonio Díaz Soto y Gama o Manuel Sarabia, participaron activamente en la estructuración de la organización sindical.

Ya con Victoriano Huerta usurpando la presidencia de la república, la COM tuvo un papel bastante activo. A tal grado que introdujeron en 1913 la conmemoración del 1 de mayo a la memoria de los mártires de Chicago. Unos días después, el 25 de mayo se realizó un mitin en la COM que fue reprimido por la policía huertista y el encarcelamiento de los principales dirigentes. Además del arresto de los trabajadores se deportó a trabajadores de origen español que habían participado en la fundación de la Casa; José Santos Chocano, Eloy Armenta y José Collado. La creación de sindicatos auspiciada por la COM continuó su tendencia creciente, lo que motivó a Huerta a clausurar las instalaciones de la organización para finales de mayo de 1914. Lo cuál fue una medida desesperada del usurpador para recobrar el control político de la capital, pero fue demasiado tarde. Apenas un mes y medio después de la clausura de la COM se firmaron los Tratados de Teoloyucan (13 de agosto de 1914), con lo que un par de días después Victoriano Huerta debió abandonar la Ciudad de México y el país. Así, la reapertura de la COM fue posible el propio día 21 de agosto, poco menos de tres meses después de haber sido clausurada por la dictadura.

Durante el período de la Revolución marcado por el conflicto entre los Constitucionalistas y los Convencionistas, el proletariado como clase desempeñó un papel fundamental, en particular la COM. Al principio del gobierno provisional de Venustiano Carranza (1914) el estallido de huelgas en la Ciudad de México, principalmente entre los trabajadores de los tranvías de la compañía Mexico Trailways el 3 de octubre de 1914. Dicha huelga fue el origen del Sindicato de Obreros y Empleados de la Compañía de Tranvías (más tarde cambiaría su nombre a la Alianza de Tranviarios de México). Parte del éxito de los tranviarios se debió a que en aquellos meses, a la realización de huelgas de trabajadores en la capital se agregaron los ataques que la Convención de Aguascalientes comenzó en contra de los Constitucionalistas de Carranza. Hecho que desembocó en la huída del gobierno provisional carrancista hacia el puerto de Veracruz y la toma de la Ciudad de México por los ejércitos Convencionistas, que reconocían como presidente del país a Eulalio Gutiérrez.

El triunfo de los tranviarios motivó a los trabajadores electricistas de la Mexican Light and Power para que un par de meses después (el 14 de diciembre) lograran la conformación del Sindicato de Empleados y Obreros del Ramo Eléctrico. Una semana después, la organización obrera cambió su denominación a Sindicato Mexicano de Electricistas (SME).

A diferencia de lo que supone la historiografía tradicional, sería un grave error concebir como fenómenos aislados a la Convención de Aguascalientes y a las huelgas obreras. Aunque en efecto, las conexiones directas fueron muy escasas el efecto combinado de ambas consiguió generar un efecto de inestabilidad lo suficientemente grande como para poner en peligro serio al gobierno de Venustiano Carranza. Tales circunstancias no fueron comprendidas por los Convencionistas, pero sí lo fueron por los carrancistas. Por eso es que rápidamente se enfocaron a atraer a las organizaciones obreras. Álvaro Obregón y Venustiano Carranza le dieron un gran apoyo a las organizaciones de trabajadores, a tal punto que para el 10 de febrero de 1915, la COM decidió participar del lado del Ejército Constitucionalista. Eso dio origen a los batallones rojos que lograron sendas victorias carrancistas en Tampico, Tamaulipas y El Ébano, San Luis Potosí, además de colaborar de manera crucial en las victorias de Obregón sobre Villa en las batallas de Celaya en abril de 1915. Es una verdadera pena que haya sido la facción revolucionaria más oportunista, la de Carranza y el grupo Sonora (Adolfo de la Huerta, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles) la que realmente haya tenido claro el papel estratégico que tiene la fuerza revolucionaria de la clase obrera. En cambio, las facciones más avanzadas, congruentes y consecuentes, las de Francisco Villa y Emiliano Zapata, despreciaron ese potencial de los trabajadores.

No se puede argumentar que Villa y Zapata estuvieron lejos de los medios que les permitiesen comprender mejor la capacidad del movimiento obrero. Ambos tuvieron en su círculo más cercano a veteranos miembros del PLM y partidarios del floresmagonismo. Librado Rivera, Antonio Díaz Soto y Gama y Manuel Sarabia fueron los más destacados seguidores del magonismo, pero además fueron personajes de acción que estuvieron cercanos a los revolucionarios de todas las facciones. Algunos tuvieron gran influencia en el zapatismo, a tal grado que los principales objetivos del Ejército Libertador del Sur fueron desarrollados de manera clara por el magonismo. El brazo derecho de Villa, el general Felipe Ángeles, fue un personaje con bastante influencia de los magonistas. Sarabia y el propio Díaz Soto y Gama influyeron en la fracción de diputados pro-obreristas del Congreso Constituyente de 1916-1917. De hecho, el artículo 123 de la Constitución de 1917 es un gran avance del movimiento obrero al cuál los carrancistas tuvieron que ceder.

Pero incluso dentro de los constitucionalistas, el papel de los trabajadores no era igual de claro para todos. Fue precisamente el denominado grupo Sonora, encabezado por Álvaro Obregón el que tuvo más claridad. Éste caudillo fue el que apoyó con mayor intensidad a la COM. De hecho intercedió para que tal organización se transformase en 1918 en la Confederación Regional de Obreros de México (CROM) con Luis N. Morones como primer dirigente. Además, Obregón apoyó la creación del Partido Comunista Mexicano en 1919. Mientras tanto, el mismo Venustiano Carranza, al reestablecer su gobierno en la Ciudad de México en 1916, no tuvo la capacidad para sortear mejor las huelgas obreras de aquél año que reprimir a los trabajadores y perseguir a los integrantes de la COM.

Como puede inferirse de la historia del sindicalismo en México, el potencial revolucionario de la organización obrera es grande, pero depende de que tenga una dirección que realmente se guíe por las necesidades de la clase obrera. La situación de los trabajadores electricistas agrupados en el SME al conmemorarse el 95 aniversario de su fundación, debe ser motivo que nos conduzca a recuperar este tipo de objetivos.