lunes, octubre 04, 2010

Reyertas 110: Cayendo por su propio PSOE

Como adelantaba en Reyertas 97: Hacia la huelga española, la política laboral que el gobierno “izquierdista” de José Luis Rodríguez Zapatero, está cobrándole a los trabajadores españoles los platos rotos de la recesión económica. Esto demuestra el carácter utópico del discurso que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ha sostenido desde la transición del régimen a finales de la década de 1970. Según el ideario de los socialdemócratas españoles la única vía posible es la mediación entre las políticas que permitan el desarrollo de la sociedad y el libre mercado. Postulados tan irrealizables hoy como hace más de 200 años, cuando fueron proferidos por Adam Smith.

El viraje del PSOE de un programa político mucho más comprometido con el desarrollo social, primero pasó a una claudicación completa del socialismo. De ahí adoptó la bandera de la tercera vía, bajo la dirección de Felipe González. Sin embargo, en el actual entorno de recesión económica, el socialismo-obrero decidió descararse por completo con la implementación de reformas lesivas a los intereses de la clase trabajadora. Debido a ello, las dos centrales obreras con relativa cercanía al PSOE, la Unión General de Trabajadores (UGT) y Comisiones Obreras (CC.OO.), han estado convocando a huelgas generales. Precisamente en la entrega, referida líneas arriba, del 5 de julio dí cuenta del paro de finales de junio. Ahora se trata de la jornada general de huelga realizada el pasado 29 de septiembre. La cuál, pese a lo que han referido los medios masivos de comunicación, tuvo una gran convocatoria entre los trabajadores españoles. No solamente los de Madrid. Cataluña y el País Vasco fueron las comunidades en que más evidente fue el acatamiento de la huelga.

Pero, para comprender un poco más detenidamente el porqué de la reacción de los trabajadores. Al tiempo que se explica la actitud asumida por el gobierno de Rodríguez Zapatero, es preciso ubicar algunos elementos adicionales.

Por principio de cuentas, como se ha mencionado en entregas anteriores (ver Reyertas 81: La crisis griega y Reyertas 90: …el minotauro seguía ahí), el impacto de la crisis financiera estadounidense se juntó con las desigualdades económicas preexistentes a la conformación del Euro como moneda común. Para estar a tono con el resto de las naciones de la Unión Europea, los gobiernos de Grecia, Portugal y Rumania obtuvieron préstamos más allá de su capacidad de pago real. Cegados por el canto de las sirenas de un modelo económico a prueba de recesiones y que prometía gestionar las crisis con el menor daño posible para todos sus agremiados, ninguno de los gobierno de estos fue capaz de ver los indicios del advenimiento de una crisis tan destructiva. Así, las propias condiciones crediticias, obligaron a que en ese tipo de naciones y en varias otras, entre las que está España, fuese inevitable un incremento de los tipos de interés, conduciendo a estas economías a graves financieras.

El colapso económico no se quedó exclusivamente en los eslabones débiles de la UE sino que está arrastrando a las economías fuertes, como Francia o Alemania. De ahí que para ellas la recesión se esté prolongando en una suerte de Eurodominó.

Hacia finales de la década de 1870 era notorio que el desarrollo entre la economía española y las potencias europeas era abismal. Ello implicó que al momento de realizarse la absorción de la economía española los capitales monopolistas provenientes de Alemania, Francia e Inglaterra, principalmente, tuviesen un gran éxito debido al bajo desarrollo del sector financiero. La idea de tal flujo de exportación de capitales hacia la nación ibérica tenía la intención de generar una estructura industrial a partir del capital proveniente de la Bolsa de Valores. En la actualidad, tal estrategia no está haciendo otra cosa que cobrar sus altos réditos. Una elevada sobreacumulación de capital en el sector financiero que es preciso destruir, lo cuál implica declarar la liquidación de miles de empresas sin que éstas hayan alcanzado un desarrollo pleno. Al mismo tiempo, la fuerza de trabajo que ha ido adquiriendo experiencia, por tanto perfeccionamiento de sus métodos de trabajo, se encuentra ahora fuera del mercado laboral y malgastándose improductivamente. Cuestión que también incumbe a los miles de técnicos y profesionistas entrenados por el reino y que como efecto de la recesión están imposibilitados para ejercer el oficio para el que fueron entrenados.

En síntesis la economía española se encuentra expuesta a dos tendencias completamente opuestas. Dado el bajo desarrollo de sus fuerzas productivas, aún tiene un gran margen para impulsar la inversión en capital fijo. En contraste, la complejización de su sector financiero alcanza para que una vez más, al igual que en los siglos XVI-XVIII, la corona española vuelva a sustentar su poderío en el trabajo de los americanos. En muchos sentidos, España se ha convertido en una Ínsula Barataria.

En algunas naciones europeas se presenta el fenómeno del colaboracionismo de los partidos de izquierda con el capitalismo. So pretexto de defender el trabajo de la gente, han ido aprobando una serie de reformas de corte neoliberal. Si bien esto beneficia a las organizaciones partidarias más conservadoras, ello no es por un incremento masivo de sus partidarios, pues también han acumulado gran desgaste. La falta de alternativas electorales viables está conduciendo a los trabajadores a experimentar con otras formas de lucha. ¡Bien hecho viejo topo!

Así, independientemente de las repercusiones políticas que tenga en el corto plazo una huelga tan acatada como la del 29 de septiembre, lo cierto es que representa un avance para la clase trabajadora. A la postre la conciencia, de llevarse bien, tiene el potencial de coagular en una organización que permita derrocar al mal gobierno, a la dictadura, de los mercados. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!

viernes, octubre 01, 2010

Memoria Proletaria 15: Sesenta y ocheros

Introducción

Hasta cierto punto la frase: “dos de octubre no se olvida”, se ha convertido más en un elemento del folclor mexicano que en una consigna de lucha. El objetivo original era crear una conciencia en la sociedad mexicana sobre el autoritarismo imperante. Sin embargo, pese a la animadversión que despertó el régimen el objetivo fijado en la consigna referida, la condena a la masacre de Tlatelolco varía en intensidad según los vaivenes de la correlación de fuerzas. Cuando la izquierda revolucionaria se encuentra en mejores condiciones las voces que claman por acabar con la impunidad son más notorias. Pero en los momentos en que las derechas están más fortalecidas resaltan más los altercados generados por el porrismo estudiantil. En cierta medida este tema de la desmemoria lo abordé hace doce años, aún como estudiante de preparatoria, en un breve texto para el periódico mural escolar. En aquella oportunidad hice la crítica sobre la manera abstracta en que se aborda el movimiento social de 1968. Ello debido a que por una parte se reduce todo a los eventos del 2 de octubre en la plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco. Por el otro lado, se suele presentar como un movimiento exclusivamente estudiantil, algo completamente falso que es rápidamente desmentido por la propia composición de las víctimas de la masacre reconocidas oficialmente. Finalmente, se difunde la imagen de un fenómeno que solamente ocurrió en México, que careció de cualquier otro referente a escala internacional. Convenientemente se omiten o reducen a su mínima expresión las referencias a la serie de movimientos que estallaron en ese mismo año. Desde la Primavera de Praga hasta la lucha contra la segregación racial en los Estados Unidos fueron hechos que influyeron decididamente en la conciencia del movimiento popular en México.

Para ilustrar de manera más clara lo anterior, en la presente oportunidad, a un día de conmemorar el 42 aniversario de la masacre del 2 de octubre, resulta más que pertinente hacer una reflexión sobre 1968. Por supuesto que el objetivo es presentar el tema en su multidimensionalidad, desde una perspectiva de clase. Ello debido a que, pese a todo lo que se ha escrito sobre el ’68, los cierto es que en México poco se ha abordado como fenómeno global, salvo por algunos historiadores ligados a la teoría del Análisis del Sistema-Mundo. Mucho más débil ha sido el esfuerzo por darle una explicación de clase a esa insurgencia popular.

1. Las vueltas del mundo

Guerra fría

Es cierto que las dos guerras mundiales que marcaron la primera mitad del siglo XX tuvieron su origen en la agudización de las contradicciones entre imperialismos. En ese marco también se abrió la oportunidad para erigir los primeros Estados socialistas. En una buena medida el período entreguerras (1918-1939) se caracterizó por la persecución de los rojos. Fue notable que en EE.UU. e Inglaterra se diera una hostilidad muy fuerte contra cualquier organización que tuviese algún matiz de socialismo. Mucho peor fue la reacción en Italia y Alemania (entonces llamada República de Weimar). Pero el vertiginoso ascenso económico-militar del fascismo y nazismo eclipsaron el temor del imperialismo británico y estadounidense hacia las alternativas socialistas encabezadas por la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS).

Para 1941, después de la invasión alemana a Rusia (Operación Barbarroja) y el ataque japonés a la Bahía de Pearl Harbor, el imperialismo se vio forzado a establecer una alianza militar con el bloque soviético con la finalidad de derrotar a las potencias del Eje Berlín-Roma-Tokio. No obstante, la animadversión entre el bloque comunista y el capitalista comenzó a hacerse más palpable tras la derrota italiana (abril de 1945) y alemana (mayo del mismo). Unos meses después, el bombardeo nuclear en contra de las poblaciones pesqueras de Hiroshima (6 de agosto) y Nagazaki (9 de agosto), más que ser un movimiento militar para derrotar al imperio japonés fue un aviso en contra de la URSS.

El reparto del mundo que se hizo por el bando ganador: EE.UU., URSS, Inglaterra, Francia y China, terminó de afianzar la confrontación entre ambos bloques. Europa oriental quedó bajo el control de la Unión Soviética y las naciones de la región pronto establecieron regímenes socialistas. La competencia creciente entre socialismo y capitalismo alcanzó su apogeo durante la década de los años 1960, justo en la misma época en que el capitalismo entró en su esplendor de la mano de la hegemonía imperialista estadounidense.

Mientras tanto, las revoluciones en China (1949) y Cuba (1959), además de la multiplicación de los procesos de descolonización en Asia y África fueron un aliciente para las posturas socialistas. Incluso, dentro de algunas de las principales naciones del bloque capitalista había importantes segmentos sociales que simpatizaban con el avance del socialismo. Aunque en realidad estos no conformaban un sector mayoritario y además estaban bien controlados por los Estados capitalistas gracias a dos factores: sus limitaciones teóricas, provenientes de deformaciones en su concepción, y las instituciones imperialistas de inteligencia, como en el caso de la estadounidense Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés).

Democratización del socialismo

La implantación del socialismo en Europa oriental por la URSS ocasionó desencuentros muy marcados con aquellas sociedades. No sin razón se llegó a calificar a esas naciones como “satélites soviéticos”. La Yugoslavia (conformada por las actuales Bosnia-Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Serbia, Montenegro y Montenegro) de Josip Broz Tito fue el primer estado de la región en distanciarse de la URSS. Años más tarde, para 1956, en Hungría surgió un nuevo intento por democratizar al socialismo: la Revolución húngara (23 de octubre-10 de noviembre de 1956). El objetivo era desmontar el régimen estalinista que se constituyó en aquella nación centro-europea, el cuál estaba organizado alrededor de un partido único. En lugar de éste se establecería una democracia pluripartidista, pero se mantendrían los consejos obreros para garantizar el control social sobre la producción y la organización del Estado. En respuesta, el ejército soviético invadió Hungría para hacer valer el Pacto de Varsovia, que había sido firmado un año antes.

Además de la imposición político-militar de la URSS, las inconformidades con el socialismo al estilo soviético derivaban del culto a la personalidad que caracterizó a los partidos comunistas de inspiración soviética. En realidad tal defecto tuvo su origen en la adaptación de la ideología zarista del imperio ruso, en ella la figura del monarca que estaba arraigada en el pueblo era la de un personaje cercano a la divinidad. En realidad la Revolución de octubre, encabezada por los bolcheviques, equivocadamente reprodujo ese elemento en la persona de Lenin. Pero sin duda el culto a la personalidad alcanzó su máximo en la persona de Iósif Vissariónovich Dzhugashvili (Stalin). Tras la expansión soviética, al terminar la Segunda Guerra Mundial, el estalinismo se exportó a cada una de aquellas nuevas naciones socialistas del centro y oriente de Europa. El establecimiento del socialismo en tales condiciones estaba condenado a oprimir más que a transformar radicalmente a las sociedades en las que se implantó. No fue casual que al morir Stalin, en 1953, se desencadenasen procesos de democratización de los regímenes socialistas. Pero que al mismo tiempo sacarían a esas naciones del control directo de la URSS.


Protestas en Checoslovaquia durante la Primavera de Praga


Con los antecedentes anteriormente esbozados, en 1968 aconteció la denominada Primavera de Praga. A diferencia de otras naciones del bloque socialista, las repúblicas Checa y de Eslovaquia ya tenían un buen desarrollo industrial cuando se estableció el régimen socialista. Ello ocasionó que las políticas impuestas por los soviéticos, al ser de tabla rasa, fuesen nocivas para la economía checoeslovaca. Al comenzar el proceso de desestaliniazación, hacia finales de la década de 1950, en Checoslovaquia se visualizó la necesidad por establecer reformas que le diesen al socialismo un rostro humano. Para 1967 el movimiento reformador se había aglutinado en torno a la Unión de Escritores. Las ideas de éstos influyeron sobre el principal dirigente del Partido Comunista de Eslovaquia, Alexander Dubcek. Armado con esas nuevas ideas Dubcek confrontó al Secretario General del Partido Comunista de Checoslovaquia (KSC, por sus siglas en checo), Antonin Novotny, a quién derrotó. Así, el 5 de enero de 1968 Dubcek asumió como nuevo dirigente del comunismo checoeslovaco. Rápidamente comenzó a promover reformas para democratizar al régimen al tiempo que generaba un distanciamiento con la URSS. Tales medidas se concretaron en abril del mismo año con la promulgación de un Programa de Acción liberalizador.

Conforme avanzaba el socialismo de rostro humano las posiciones radiales ganaban terreno. El resultado fue el crecimiento vertiginoso de la crítica anti-soviética. Tanto las reformas democratizadoras como la oposición fueron mal vistas por el gobierno de Leonid Brezhnev, así que para el 21 de agosto la URSS movilizó a las naciones del Pacto de Varsovia, con excepción de Rumania, para invadir Checoslovaquia y acabar con una reforma política al socialismo que concebían como peligrosa en medio de la guerra fría.

Mayo Francés

Casi el mismo tiempo que el proceso de desestalinización hacia temblar a los burócratas soviéticos, los Estados capitalistas se enfrentaban a serias amenazas pro-socialistas. Francia fue una de las naciones imperialistas en las que ese tipo de movimiento cundió con mayor fuerza. En parte debido a que los procesos de descolonización desatados tras el final de la Segunda Guerra Mundial en Indochina (Camboya, Laos y Vietnam) y de Argelia, en ambos casos posesiones francesas hasta 1954 y 1962 respectivamente; repercutieron en la conciencia de los trabajadores franceses. Además, se conjuntaron otros tres procesos: la propagación de la condena a las posturas fascistas, el desgaste político acumulado durante diez años por el gobierno de Charles de Gaulle y una recesión económica (1967).

Desde enero de 1968 los comités anticoloniales, que habían surgido en apoyo a las independencias de Indochina y Argelia, comenzaron a movilizarse en contra de la guerra que Estados Unidos estaba llevando acabo contra Vietnam del Norte. El 22 de abril los estudiantes de la Universidad de Nanterre convocaron a una nueva movilización y boicot contra las empresas estadounidenses. Las autoridades universitarias reaccionaron cerrando las facultades. Unos días después, el 2 de mayo, la derechista Federación Nacional de Estudiantes de Francia provocó enfrentamientos con los estudiantes movilizados. Al día siguiente un grupo de estudiantes de Nanterre llegaron a París donde testimoniaron ante sus colegas de la Universidad de La Sorbona lo que había acontecido. El evento fue fuertemente vigilado por la policía que terminó cerrando las instalaciones de La Sorbona. La respuesta de la Unión Nacional de Estudiantes y del Sindicato de Profesores fue estallar la huelga. Unos cuantos días después las negociaciones con la rectoría fracasaron, lo que se sumó a una nueva represión contra los estudiantes de Nanterre, eso suscitó las condiciones para la generalización del movimiento.

La insurrección popular continuó en ascenso. El 13 de mayo los sindicatos estallaron una huelga general. A partir de ese momento las protestas fueron radicalizándose en contra del gobierno de De Gaulle. Mientras las fábricas eran cerradas, los estudiantes retomaron la Universidad de La Sorbona para desplegar desde ahí una intensa actividad política.

Con la finalidad de revertir la paralización de la mayor parte de la industria francesa, el Primer Ministro Georges Pompidou abrió mesas de negociación con los sindicatos. El 27 de mayo concluyeron las negociaciones con la firma de los Acuerdos de Grenelle en que se les concedía a los trabajadores aumentos salariales superiores al 35%. Aunque en primera instancia los acuerdos no fueron aceptados por la mayor parte de los trabajadores, éstos sirvieron de base para las negociaciones posteriores que se realizaron entre trabajadores y empresas.


Manifestación de trabajadores y estudiantes en Les Champs Élysées durante el Mayo francés


En medio de la euforia se organizó una nueva movilización el 30 de mayo, en la cual se exigió la dimisión de Charles de Gaulle. En París, la persistencia de las huelgas y la resistencia estudiantil fue el pretexto para que el gobierno hiciese uso e la fuerza pública para someter a los manifestantes. Las Compagnies Républicaines de Sécurité (CRS, por sus siglas en francés) tuvieron enfrentamientos con los trabajadores huelguistas entre el 7 y el 10 de junio. En respuesta el gobierno francés decretó la disolución de la Asamblea Nacional, convocó a elecciones anticipadas y la disolución de las organizaciones de izquierda, tanto electoral como sindical.

Finalmente, las elecciones del 23 y 30 de junio resultaron en el fortalecimiento del gaullismo. Esto gracias a la ilegalización de la izquierda que incluyó la detención de los principales dirigentes de todas las corrientes.

Descolonización africana

Tras la Segunda Guerra Mundial se generó en las colonias europeas en África y Asia una intensa actividad por la liberación nacional. En África la gran mayoría de las 51 naciones que actualmente forman parte de ese continente se independizaron en un período entre 1950 a 1970. No obstante fueron procesos complejos de descolonización que además de las guerras entre libertadores y colonialistas, las condiciones políticas en que se reconocieron las independencias fueron el motivo para el acontecimiento de guerras civiles.

Al igual que en el caso francés, en varias de las naciones europeas imperialistas se conformaron organizaciones opuestas al colonialismo. Ese respaldo social fue lo que significó un acicate para el triunfo de las independencias. Al tiempo que preparó la conciencia de miles de personas para enfrentarse al propio capitalismo.

Un elemento que no debe soslayarse en esa década de los años 1960 fue la reacción de los imperialismos ante las relaciones políticas que la URSS desarrollo en el continente africano. Gracias a la cercanía con el Egipto del presidente Gamal Abdel Nasser (1956-1970). Las potencias colonialistas que detentaban posesiones en África prefirieron aceptar independencia antes que exponer que los insurgentes estrechasen vínculos con el bloque soviético.

Vietnam

Con los Acuerdos de Ginebra quedó reconocida la independencia de Vietnam. Aunque dividida en dos territorios: Vietnam del norte y Vietnam del sur. Eso fue lo que provocó que para 1958 iniciasen los conflictos internos por la reunificación o separación. Los partidarios del régimen de Ngo Dinh Diem, en el sur, se opusieron férreamente a la unificación, lo que fortaleció la posición del Frente de Liberación Nacional (Vietcong). La animadversión llegó a tal punto que para 1960 la guerra civil se hizo realidad.

Al darse en el contexto de la guerra fría, muy pronto las cabezas del bloque capitalista y del socialista se involucraron en la confrontación vietnamita. La URSS respaldó al Vietcong que estaba dirigido por el presidente Ho Chi Minh. Mientras tanto los EE.UU. que originalmente respaldaban a Dinh Diem, presidente de Vietnam del sur, decidieron patrocinar un golpe de Estado en 1963 para imponer en lugar de su antiguo aliado a Nguyen Van Thieu. Así, la política intervencionista comenzada por John Fitzgerald Kennedy fue continuada por su sucesor Lyndon Johnson, quién dio el siguiente paso lógico al promover la declaración de guerra de los Estados Unidos hacia Vietnam del norte.

A la opinión pública estadounidense se le presentó la medida como una medida necesaria para salvar al mundo libre de la amenaza comunista. En primera instancia el pueblo aceptó esa participación. Pero conforme pasó el tiempo y los marines se mostraban incapaces para derrotar a las guerrillas vietnamitas, además del retorno de cientos de soldados con severas discapacidades físicas o psicológicas, fueron un factor determinante para el fortalecimiento de una corriente de pensamiento que se oponía a la guerra. Hasta la mediatizada corriente hippie se pronunció por una política pacifista que diese fin inmediato a la invasión estadounidense en Vietnam.

Antisegregacionismo

Si bien la esclavitud había sido abolida en los EE.UU. tras el final de la guerra de Secesión (1861-1865), en varios estados sureños se mantuvieron durante más de un siglo una serie de leyes que segregaban a esas sociedades. Los blancos tenían garantizados todos los derechos de la ciudadanía estadounidense. En cambio, los negros debían observar una serie de normas que los limitaba en su práctica cotidiana, por ende su desarrollo en la sociedad. Hacia la década de los años 1960 se intensificó el movimiento por eliminar las leyes segregacionistas. Éstos tuvieron la particularidad de ser dirigidos por ministros religiosos, tanto apegados a las iglesias cristianas (como en el caso de Martin Luther King Jr.) como del Islam (la Nación del Islam o Malcolm X).

El asesinato de Malcolm X (Malcolm Little) el 21 de febrero de 1965 radicalizó a los partidarios de los derechos de los negros. Al año siguiente fue fundado el Partido Pantera Negra de Autodefensa (Panteras Negras), organización que fusionó el pensamiento nacionalista negro con el panafricanismo y maoísmo que postulaba Franz Fanon. Esta organización fue una de las más duras en la lucha por la defensa de los derechos de los afroamericanos. Incluso dos militantes de las Panteras Negras, Tommie Smith y John Carlos, protagonizaron uno de los momentos más mediáticos del siglo XX cuando en los Juegos Olímpicos de la Ciudad de México en 1968, al recibir las medallas por el primero y tercer lugar, respectivamente, en la prueba de los 200 metros planos, alzaron su puño cubierto por un guante negro (saludo oficial de los Panteras Negras) mientras sonaba el Himno de los Estados Unidos.


Tommie Smith (centro) y John Carlos (derecha) haciendo el saludo del Black Panthers Party mientras recibían su medalla por ganar el 1° y 3° en los 200 metros planos durante los Juegos Olímpicos de México 1968


El segundo evento que catapultó el movimiento antisegregasionista hacia su clímax en 1968, fue el asesinato del ministro Martin Luther King Jr., el 4 de abril de 1968 en Memphis, Tennessee. Pese a tal evento, la abolición de las leyes segregacionistas fue ya inevitable en los años subsecuentes.

2. América Latina en 1968

A pesar de lo confuso que resulta la historia reciente de América Latina, es decir la del siglo XX, la Insurrección Popular de 1968 no le pasó inadvertida a la región. Más allá de México varios países atravesaron en ese año por procesos revolucionarios y democratizadores. Un tanto se oscurece esa participación porque la década de 1960 estuvo marcada por un fervor comenzado tras el triunfo de la Revolución cubana en 1959.

La situación de AL derivaba de las propias contradicciones entre los intereses del pueblo y los de una elite que hizo suyos los intereses neocolonialistas de los EE.UU. Así, se explica la proliferación de los Movimientos de Liberación Nacional que adoptaron la guerrilla (urbana o rural) como su principal método de lucha. Pero también fue la década de los golpes de Estado encabezados por el ejército.

En ese sentido destaca el golpe militar de 1964 en Brasil, mediante el cuál fue destituido Joao Goulart para ser sustituido por una Junta Militar. En Argentina el golpe de 1966 llevó al general Juan Carlos Onganía a la presidencia argentina en detrimento de Arturo Umberto Illia, quién había sido electo en 1963. En Bolivia los militares llegaron a la presidencia mediante las urnas en 1964, pero a partir de entonces se volvieron una sucesión de gobiernos militaristas en la que no faltaron los golpes de Estado. En estos tres ejemplos la respuesta de las organizaciones de izquierda nacionalista y revolucionaria fue adoptar la guerrilla. En Brasil destacó la encabezada por Carlos Maringhella, en Argentina los Montoneros y en Bolivia la más conocida fue la encabezada por Ernesto “Che” Guevara, es decir la guerrilla de Ñancahuazú, pero también hizo presencia el Ejército de Liberación Nacional (ELN).

Casos especiales fueron: el de la República Oriental del Uruguay con el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLNT) y las guerrillas colombianas del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Ahí se presentaron las acciones armadas guerrilleras en regímenes que de manera formal se proclamaban democráticos. Sin embargo, ninguno de estos movimientos se circunscribió a 1968, sino que acontecieron antes y después. Pero, sin duda que fueron un factor que enriqueció la conciencia revolucionaria de las insurrecciones populares del año referido.

3. Milagritos mexicanos

Ferrocarrileros

El régimen emanado de la Revolución Mexicana tomó se afianzó con las reformas introducidas durante el gobierno del general Lázaro Cárdenas (1934-1940). Es decir, durante ese período se consolidaron las bases del mercado interno mexicano. En gran medida el éxito económico de los gobiernos posteriores fue resultado de continuar con la porción medular de las políticas cardenistas: la industrialización del país. El famoso milagro mexicano (1952-1970) tuvo su anverso en la incapacidad para la distribución de la riqueza generada y el autoritarismo que se desarrolló en la estructura de gobierno.

Para finales de la década de los años 1950 comenzaba a quedar claro que la industrialización se estaba dando más en función de los intereses del imperialismo que del pueblo mexicano. Justo en el último año de la presidencia de Adolfo Ruiz Cortines estalló un movimiento sindicalista que desenmascaró la política corporativista del Estado mexicano: el movimiento ferrocarrilero.

En aquella oportunidad la negociación salarial originó una serie de paros realizados entre el 26 de junio y el 1 de julio de 1958. Los trabajadores ferrocarrileros se dieron cuenta del manejo charril del movimiento que habían hecho sus principales dirigentes, por lo que convocaron a una Convención del sindicato. Producto de ese evento resultó electo como nuevo dirigente de la organización obrera, el hasta entonces presidente de la Gran Comisión pro Aumento de Salarios, Demetrio Vallejo. A diferencia de sus antecesores en el cargo, Vallejo impuso una política de rompimiento con el corporativismo del oficialismo. Lógicamente ello ocasionó algunos enfrentamientos con el gobierno de Adolfo López Mateos. El mismo reconocimiento oficial de Demetrio Vallejo como secretario general de los ferrocarrileros implicó una dura pugna con el régimen. Al dirigente ferrocarrilero se le acusaba de ser comunista y enviado de la Unión Soviética para desestabilizar al país. Tal acusación provenía de la propia Confederación de Trabajadores de México (CTM), que en aquél momento ya era dirigida por el colaboracionista Fidel Velásquez. Fue gracias a la unidad de los trabajadores, aunada a la solidaridad de otros sindicatos como el de telegrafistas, el de profesores y el de petroleros que la Secretaría del Trabajo se vio forzada a acaptar la toma de nota de Vallejo.

Al año siguiente, el hostigamiento contra los contratos colectivos de los ferrocarrileros representó una provocación contra el sindicato. Se forzó a los trabajadores a estallar una huelga el 25 de marzo que de inmediato fue declarada ilegal por la Secretaría del Trabajo. A tal embate siguieron las aprehensiones de los principales dirigentes, comenzando por el propio Vallejo y Valentín Campa. Se les acusó por el delito de disolución social y se impuso a Alfredo A. Fabela como secretario general del sindicato ferrocarrilero. Los dos principales dirigentes sindicales fueron recluidos en la cárcel de Lecumberri hasta 1970. durante los once años de su cautiverio su liberación se volvió una exigencia de casi todos los movimientos sociales.


Detención de Demetrio Vallejo el 28 de marzo de 1859


Médicos

En noviembre de 1964, semanas antes del inicio de la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz, estalló un movimiento entre los residentes del Hospital 20 de noviembre de la Ciudad de México. La demanda de los trabajadores era que se les pagasen los salarios que el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) les adeudaba. Pronto el movimiento se extendió por todo el país alcanzando a más de 50 hospitales en toda la república y con la participación de unos 8,000 residentes de medicina. Facultades de medicina, como la de la UNAM, también realizaron paros solidarios con los médicos.

Al comenzar las protestas de los residentes, el gobierno de López Mateos reaccionó de manera torpe al despedir a 206 de los inconformes. Eso hizo que pronto se extendiese el movimiento, pues éstos fundaron la Asociación Mexicana de Médicos Residentes e Internistas (AMMRIAC). El cambio de presidente permitió que cambiasen las circunstancias. En 15 días al frente del ejecutivo Gustavo Díaz Ordaz consiguió que se levantasen los paros en los hospitales.

Sin embargo, la venganza de El Mandril, como apodaba el pueblo a Díaz Ordaz, fue implacable. Primero se orquestó una campaña de desprestigio en contra de los disidentes. Al mismo tiempo desconoció las negociaciones con la AMMRIAC.


Los residentes del Hospital 2o de Noviembre comenzaron una serie de movilizaciones en el sector salud que se extendió entre 1964 y 1965


En respuesta, los médicos titulados conformaron la Alianza de Médicos Mexicanos (AMMAC), a la cuál se integró la AMMRIAC, para organizar una nueva serie de manifestaciones. Para el 20 de enero de 1965 el movimiento volvió a los paros. El gobierno mexicano quedó forzado a retomar las negociaciones. Un mes después se ordenó la retabulación salarial para los médicos. Para marzo, animados con los avances obtenidos, los integrantes de la AMMAC se pronunciaron por desafiliar a su organización de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE). Para conseguir ese objetivo se volvió a recurrir a la realización de paros a partir del 19 de abril. Pese a las provocaciones y actos de represión éstos se mantuvieron hasta el 3 de junio, cuando golpeadores del gobierno consiguieron romper las protestas. Un nuevo intento fue realizado a mediados de agosto, pero esa cuarta oleada de paros fue rápidamente sofocada por el gobierno. Para comienzos de septiembre, y tras el secuestro de un grupo de enfermeras del Hospital 20 de noviembre, el movimiento quedó liquidado. Aunque si hubo incrementos salariales la organización de los médicos quedó desarticulada y muchos quedaron despedidos.

Madera

Para la década de 1960 los últimos estertores de la Revolución mexicana habían sido eliminados con la amnistía y posterior asesinato de Rubén Jaramillo, último de los combatientes activos del Ejército Libertador del Sur. Sin embargo, para 1965 hubo una reactivación de los grupos guerrilleros, aunque ahora bajo una filiación cercana al socialismo. El 23 de septiembre de ese año el Grupo Popular Guerrillero (GPG), tratando de emular lo hecho por Fidel Castro en 1953 (Asalto al cuartel Moncada), intentó tomar por asalto el cuartel del Ejército Mexicano ubicado en Ciudad Madera, Chihuahua. Los 13 combatientes no fueron un gran rival para los militares que rápidamente dieron cuenta de ellos.

No obstante, la repercusión del asalto al cuartel Madera fue mucho más lejos. Las organizaciones guerrilleras inspiradas en el triunfo de la Revolución cubana y el auge de la teoría del foquismo, proliferaron en varios puntos del país. Durante la segunda mitad de la década había dos en específico que tomaron relevancia, curiosamente ambas en el estado de Guerrero: la Asociación Cívica Guerrerense (ACG), que más tarde cambió su nombre a Asociación Cívica Nacional Revolucionaria, acaudillada por Genaro Vázquez Rojas, y el Partido de los Pobres (PP), dirigido por Lucio Cabañas Barrientos.

Ese tipo de movimientos armados que hacían frente heroicamente al régimen autoritario, fueron tanto un reflejo de la efervescencia revolucionaria a escala internacional como un elemento que la alimentó en México.

Huelgas estudiantiles

Finalmente, no se debe olvidar que tanto los estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), como los del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y los de la Universidad Autónoma de Chapingo (UACh) atravesaron por grandes experiencias de lucha en los años previos a 1968. En todos los casos se trató de eventos que permitieron quebrantar el control que las organizaciones estudiantiles oficialistas ejercían sobre el alumnado de dichas instituciones de educación superior.

En el caso de la UNAM se trató de la huelga universitaria de 1966. Se trató de una protesta que tuvo su origen en aspectos meramente académicos que comenzó en las facultades de humanidades y preparatorias. Pero terminó por conseguir la disolución de los grupos de vigilancia, la destitución del rector, Ignacio Chávez, y el debilitamiento de las Federaciones Universitarias de Sociedades de Alumnos, que eran dirigidas por Roque Villanueva y el ex presidente Miguel Alemán. Además, se abrió el paso para la llegada de Javier Barros Sierra a la rectoría universitaria, quién al poco tiempo decretó la expulsión de los integrantes del Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO), organización de ultraderecha que posteriormente fundó la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), así como a las autoridades que solapaban a dicho grupo.

En el caso del IPN y de la UACh se trató de una huelga estudiantil, en 1967, comenzada en el Politécnico en solidaridad con la escuela de los Hermanos Escobar, en Chihuahua. Éste era un centro privado de educación superior orientado a la agricultura. Por tanto, la Universidad de Chapingo también se solidarizó. Al final, se conformó el Consejo Nacional de Huelga y Solidaridad (CNHS) y la Hermanos Escobar quedó incorporada a la UACh.

En el caso del IPN el movimiento generó las condiciones para que representantes democráticos de los estudiantes fuesen electos como parte de la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET). Organización que hasta entonces había mantenido controlada la disidencia entre los estudiantes.

4. El ’68 mexicano

Todas las experiencias anteriormente indicadas, tanto en el plano internacional como nacional, fueron reforzando la claridad política entre los militantes de las izquierdas. Lo cuál redundó en el fortalecimiento de las organizaciones revolucionarias. No tanto en expandir las ya existentes sino en función de crear nuevos modelos de agregación política. En muchos sentidos ello se debió a la degradación que exhibían los grupos con mayor trayectoria. Tanto el Partido Comunista Mexicano (PCM) como el Partido Popular Socialista (PPS) o las confederaciones sindicales que había fundado Vicente Lombardo Toledano (el viejo lobo de Marx) habían demostrado estar muy alejadas de los intereses de clase. Dentro de las izquierdas se tenía perfectamente ubicado que el PCM era una organización más cercana a la socialdemocracia que al socialismo. En cambio a las estructuras de origen lombardotoledanista se les sabía colaboradoras con el régimen.

Aunque también es preciso señalar que la porción del pueblo alejada de la política también resentía las consecuencias de un régimen autoritario. Los modismos culturales provenientes de los EE.UU. Dichos modelos contenían una gran dosis de rebeldía en contra de la opresión moralina que campeaba en la época. Tales mensajes tuvieron cierta repercusión en la juventud mexicana burguesa y pequeño burguesa. Aunque entre los militantes de las izquierdas revolucionarias era muy mal vista toda propuesta artística que se alejase del indigenismo latinoamericano o la emulación procastrista y/o guevarista, lo cierto es que muchos de los estudiantes que llegaron a simpatizar con los movimientos sociales que circunscribieron a 1968 sí asimilaron algunos elementos de esas prácticas contestatarias.

Sin embargo, la adopción de la rebeldía al estilo James Dean o Woodstock no debe verse sino como un síntoma de las contradicciones sociales que generadas por un régimen político opresivo hasta en las cuestiones más íntimas.

Por otro lado, para comprender lo que ocurrió en México en 1968 es importante también comprender la filiación de clase del movimiento. Por un lado, en la UNAM tanto el estudiantado como el profesorado pertenecían a la burguesía o pequeña burguesía ilustrada, dentro de la cuál hubo un sector radicalizado por las luchas que se estaban librando en el mundo en aquélla época. Este segmento se fue hacia uno de dos polos, por lo regular, o adoptó una posición socialdemócrata o acogió el aventurerismo político en busca de soluciones más radicales. La situación era muy distinta en el Politécnico. Desde su fundación el proyecto del IPN era el de dar cabida a la formación de cuadros técnicos y profesionistas provenientes de las clases subsumidas. Eso permitió que el radicalismo fuese más arraigado entre los politécnicos. Al mismo tiempo los hizo más sensibles a la relación del estudiantado con los trabajadores.

La organización de los Juegos Olímpicos de 1968 en la Ciudad de México fue un elemento adicional, pues la campaña desarrollada por el gobierno de Adolfo López Mateos para que el Comité Olímpico le concediese la sede a la capital mexicana, tenía la intención de demostrarle al mundo lo impresionante del milagro mexicano. Sin embargo, durante la presidencia de Díaz Ordaz el país iba llegando al final de la expansión de ese ciclo económico.

La combinación del creciente fervor revolucionario a escala internacional, el agotamiento del modelo económico interno y una política autoritaria fueron el caldo de cultivo que identificó al México de 1968. Así, para mediados del año cualquier acontecimiento sin relevancia aparente tendría la posibilidad de detonar una oleada mucho mayor. Ese accidente fortuito llegó. El 23 de julio un enfrentamiento, cerca de la Ciudadela, entre pandilleros de la preparatoria privada Isaac Ochotorena (los araños) con otra banda proveniente de la vocacional 2 del IPN (los ciudadelos) fue la chispa que detonó todo. La policía del Distrito Federal cometió una imprudencia grande al invadir las vocacionales 2 y 5 con el pretexto de someter a los pandilleros. Sin embargo, la soberbia despótica de los cuerpos represivos condujo a los uniformados a cometer abusos en contra de la comunidad politécnica (estudiantes, profesores y trabajadores) ajena a los sucesos. El doble abuso de la policía, ingresar a la escuela y agredir a la comunidad, fue motivo para convocar a una movilización en protesta. La FNET organizó la realización de una marcha entre el Casco de Santo Tomás y la Ciudadela. Sin embargo, un grupo numeroso de estudiantes tomó la decisión de desviar la marcha, más de 5,000 estudiantes se encaminaron hacia el Zócalo. Al pasar por el Hemiciclo a Juárez los manifestantes se encontraron con un mitin organizado por el Partido Comunista Mexicano (PCM) y la Central Nacional de Estudiantes Democráticos (CNED) para conmemorar el aniversario del asalto al cuartel Moncada. Los asistentes a ambos actos unieron fuerzas por lo que unos 10,000 manifestantes se enfilaron hacia la Plaza de la Constitución. El cuerpo de granaderos impidió que la columna llegase a su destino. La represión violenta se hizo presente. Muchos de los participantes se refugiaron en las escuelas del barrio universitario, incluyendo el edificio del Colegio de San Ildefonso, sede de las preparatorias 1 y 3 de la UNAM.

Por el lado de los universitarios, éstos permanecieron atrincherados en la Escuela Nacional Preparatoria durante los días 27, 28 y 29 de julio. En varias ocasiones intentaron salir para organizar nuevas manifestaciones en el Zócalo. Pero en cada una fueron repelidos por la policía capitalina. Mientras tanto, en el Casco de Santo Tomás, los politécnicos reaccionaron de formas contrastantes. El 27 la FNET desconoció a los manifestantes argumentando que eran “elementos de conocida filiación radical” que había provocado el enfrentamiento con la policía. El mismo día, en la Escuela Superior de Economía (ESE), los politécnicos convocaron a asamblea general, cuyos resultados se dieron a conocer al día siguiente. Además del desconocimiento hacia la mesa directiva de la FNET, bajo el argumento de no ser representativa de la comunidad del IPN sino ser un instrumento del gobierno, se definió la primera versión del pliego petitorio, el cuál incluía: desaparición tanto de la FNET como del MURO, expulsión de los estudiantes que integrasen dichas organizaciones y militantes del PRI, indemnización del gobierno para todos los heridos y muertos por la represión del gobierno, excarcelación de los estudiantes detenidos, desaparición del cuerpo de granaderos de la policía capitalina y derogación del delito de disolución social (artículo 145 del código penal).

Para el lunes siguiente, 29 de julio, la huelga fue declarada en la Preparatoria 1, las vocacionales 2, 4 y 7. Aunque los enfrentamiento entre estudiantes con la policía siguieron dándose todo ese día. En la noche, los universitarios se volvieron a replegar en la Prepa 1. En respuesta en la madrugada del día 30 los uniformados derribaron la puerta principal utilizando una bazuca.

Pese al torpe esfuerzo del Secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez, por justificar la acción represiva, las consecuencias fueron ya imparables. El descontento alcanzó al propio rector de la UNAM, el ingeniero Javier Barros Sierra, quién condenó el acto el mismo día 30, declaró día de luto por la violación a la autonomía universitaria y participó de la convocatoria para realizar una marcha en la tarde del 1 de agosto sobre avenida Insurgentes entre Rectoría y la avenida Félix Cuevas. Para restarle fuerza las protestas, Díaz Ordaz hizo un llamado a mantener la calma al decir: “Una mano está tendida; los mexicanos dirán si se queda en el aire”. A tal acto los estudiantes contestaron demandando que a esa mano se le hiciese “la prueba de la parafina”.

Tras la marcha encabezada por el rector se reunieron representantes de las escuelas en huelga para conformar el Consejo Nacional de Huelga (CNH). Tres días más tarde se dio a conocer el pliego petitorio definitivo. Solamente incluían seis puntos, a saber: 1) Libertad a todos los presos políticos, 2) Destitución de mandos de la policía; Luis Cueto, Raúl Mendiolea y Armando Frías, 3) desaparición del cuerpo de granaderos, 4) derogación de los artículos 145 y 145bis del Código Penal del DF, 5) Indemnización de todos los heridos y muertos desde el 26 de julio, y 6) deslindar las responsabilidades por los actos de represión y vandalismo.


Conforme las movilizaciones populares fueron fortaleciéndose, el gobierno empleo cada vez con más insistencia al ejército para reprimir a los manifestantes


A partir de ese momento se comenzaron a crear comités de profesores, artistas, intelectuales y profesionistas en respaldo al movimiento. Hacia el 8 de agosto también se habían declarado en huelga, además de la UNAM y el IPN, la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, El Colegio de México, la Escuela Nacional de Maestros, e incluso escuelas privadas como, la Universidad Iberoamericana y la Universidad La Salle. Más adelante también se incorporaron a la huelga la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), la Escuela Normal Superior, el Conservatorio Nacional de Música, la Academia Mexicana de Danza, la Universidad el Valle de México (UVM), el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y la Escuela Bancaria y Comercial (EBC). Además más de 70 escuelas en los estados de Sinaloa, Puebla, Morelos, Nuevo León, Chihuahua, Guanajuato, Chiapas, Tabasco, Veracruz, Querétaro, Hidalgo, Baja California, Tamaulipas, Michoacán, Durango, Nayarit, San Luis Potosí, Aguascalientes, Sonora, Guerrero, Coahuila, Yucatán y Oaxaca; también participaron en el movimiento estudiantil.

Rápidamente la solidaridad de las clases sociales subsumidas llegó, por lo que a las asambleas estudiantiles asistían trabajadores, oficinistas, amas de casa y demás. Eso le permitió al movimiento rebasar su carácter sectorial para convertirse en un fenómeno más amplio. La masificación le permitió tener un carácter popular.

El ascenso del movimiento continuó firme. Los mítines relámpago, las pintas, la creación de una prensa propia del movimiento y el uso de la gráfica fueron elementos que le permitieron fortalecer la lucha ideológica al atenuar la propaganda oficialista de los medios masivos de comunicación. A tal punto, que para el 27 de agosto más de 400,000 personas marcharon desde el Museo de Antropología hasta el Zócalo en apoyo al movimiento popular. Con esa fuerza se montó un campamento frente a Palacio Nacional en demanda de diálogo público. Durante el acto, se izó una bandera rojinegra en el asta de la plaza. Por la madrugada del 28 el ejército desalojó a los manifestantes y en la mañana el gobierno organizó a un grupo de burócratas que realizaron un acto de “desagravio” (what ever that means). Sin embargo, los propios funcionarios dejaron manifestado en las consignas: “no venimos, nos traen” y “somos borregos” que todo había sido un acto simbólico de la presidencia; sin contar que aún entre las filas del gobierno había simpatía por el movimiento. Al final se tuvo que emplear a la fuerza pública para disolver el acto.

Unas horas después estallaron paros de solidaridad en el Hospital General y entre los trabajadores petroleros de la sección 34.

En respuesta, la presidencia endureció su postura aún más. Díaz Ordaz estaba dispuesto a hacer gala de su carácter represivo e intransigente, forjado durante sus años como ministerio público. Durante su cuarto informe de gobierno acusó a los estudiantes de estar manipulados por un pequeño grupo de personas de ideología “extranjerizante”. Como remate, lanzó la amenaza de emplear a la “fuerza pública para reestablecer el orden público”.

El movimiento continuó su tendencia ascendente las dos primeras semanas de septiembre, pese a la creciente represión. Organizaciones gremiales de campesinos y profesores siguieron sumándose en apoyo a la huelga. No obstante, el ambiente político se enrarecía cada vez más. Para el día 10 de septiembre el propio rector, Barros Sierra, convocaba a los universitarios a reanudar las clases. Al hostigamiento físico e ideológico del oficialismo el movimiento respondió el día 13 con la realización de la marcha del silencio. Más de 300,000 personas desfilaron hacia el Zócalo.

Al verse derrotado, el oficialismo recurrió a su último recurso político: la represión total. Así, el 18 de septiembre el ejército ocupó la Ciudad Universitaria, en el acto fueron detenidos más de 500,000 personas entre estudiantes, profesores, trabajadores y pueblo en general. La respuesta fue más defensiva que política. Por una parte, el rector Barros Sierra presentó su renuncia el 23 en protesta contra la violación de la autonomía universitaria, aunque el Consejo Universitario la rechazó el 27. Por la otra, los enfrentamientos entre los contingentes populares y el cuerpo de granaderos arrecieron en las inmediaciones de los planteles en huelga. Así, el área del Casco de Santo Tomás, la Unidad Profesional Zacatenco, la Ciudadela y Nonoalco-Tlatelolco fueron escenarios de batallas entre policías y manifestantes. En la mayoría de los enfrentamientos las fuerzas represivas del Estado fueron repelidas.

Ante la resistencia el gobierno decidió emplear una vez más al ejército para ocupar el Casco de Santo Tomás el día 24 de septiembre. En contraste, la toma militar de la unidad Zacatenco no tuvo resistencia. Pese a su efectividad, la presencia militar en los centros educativos provocaba la animadversión social, por lo que para el 30 de septiembre fue liberada la Ciudad Universitaria. No así las instalaciones del Politécnico. Se convocó a realizar una marcha para la tarde del 2 de octubre en demanda de la desocupación militar del Casco de Santo Tomás. Sin embargo, desde la mañana de ese día se incrementó la presencia armada en las inmediaciones del centro politécnico, por lo que se decidió restringir el acto a un mitin en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, desde donde estaba programado el comienzo de la marcha.

El gobierno de Díaz Ordaz había preparado cuidadosamente una provocación con la intensión de asestarle el golpe definitivo a la huelga. Desde semanas antes se había organizado un grupo de paramilitares conocido como el Batallón Olimpia. Por otro lado se ordenó incrementar la presencia militar en Tlatelolco, lo que incluía expandir el poder de fuego de los soldados. Según se infiere de algunos testimonios de funcionarios públicos involucrados y mandos militares participantes en el operativo, el plan solamente era conocido por un pequeño grupo de personajes allegados a la presidencia y a la Secretaría de Gobernación, entonces encabezada por Luis Echeverría. El motivo de mantener la discreción del operativo era provocar a los soldados desde diversos puntos de la multitud, para qué estos no tuviesen tiempo para saber lo que ocurría y en consecuencia respondiesen de manera efectiva contra las masas. Para apuntalar el operativo, se incrementó la confusión del movimiento, pues por la mañana de ese 2 de octubre una pequeña comisión de supuestos enviados de la presidencia a negociar la solución dio muestras de disposición a los representantes del CNH.

Ya por la tarde, mientras desde el edificio Chihuahua Florencio López Osuna hacia uso de la palabra en el mitin, un helicóptero militar que sobrevolaba la plaza dejó caer una serie de luces de bengala. Acto seguido los integrantes del Batallón Olimpia, que estaban infiltrados en diversos puntos del acto, pero que se identificaban por usar una prenda blanca en la mano izquierda, abrieron fuego en contra de los soldados y de la multitud. La respuesta del ejército dejó atrapada a la gente entre los dos fuegos, lo que ocasionó que hubiese cientos de muertos y heridos. Tras generar la confusión general, los paramilitares se concentraron en el edificio Chihuahua para conseguir la aprehensión de los delegados del CNH que se encontraban en el presidium. Por la noche, de manera esporádica continuaban los tiroteos, mientras cuerpos del ejército mexicano realizaban el levantamiento de los muertos, heridos y detenidos. Muchos fueron llevados al Campo Militar número 1, dónde fueron torturados y/o desaparecidos. Los heridos que consiguieron evadirse para llegar a algún hospital fueron buscados por los paramilitares y militares para ser detenidos.


Detención de los miembros del presidium durante el mitin del 2 de octubre en Tlatelolco


El golpe fue efectivo. Pese a la disposición de los resabios del CNH a mantener la huelga, su capacidad ya no fue la misma. Antes de la masacre del 2 de octubre, el movimiento ya había manifestado la intención de no afectar la realización de los Juegos Olímpicos, que comenzaron el 12 de octubre. Pero tras la tregua siguió la huelga. Aunque muy debilitada. En el interior de la república, las escuelas que se habían unido a la huelga también fueron reprimidas por las fuerzas armadas.


Entre los paramilitares del Batallón Olimpia y los soldados del ejército fueron masacrados cientos de asistentes al mitin


Poco a poco, la huelga fue siendo levantada por las escuelas entre octubre y noviembre. Finalmente el 21 de noviembre el rector de la UNAM insistió en la necesidad de volver a las actividades y para el 4 de diciembre se decretó la disolución del CNH.

El caricaturista Abel Quezada publicó este cartón el 3 de octubre de 1968 en el periódico El Excélsior, dirigido entonces por Julio Scherer García, para protestar contra la masacre


Debilitada, la resistencia adquirió otras formas de organización y se creó el Comité Coordinador de Comités de Lucha para mantener alguna cohesión. Contra lo que suele mencionarse en la historiografía oficial sobre el movimiento, este mantuvo cierta continuidad en los años subsecuentes. Aunque no bajo las mismas demandas, sino que se transformó en una serie de movilizaciones en demanda de la liberación de los presos políticos, que en su mayoría habían sido enviados a la cárcel de Lecumberri.

5. Lo que dejó el ‘68

En términos generales, la insurrección revolucionaria de 1968 fue un parteaguas a escala mundial, tal como lo afirman historiadores de la talla de Ferdinand Braudel, Immanuel Wallerstein o Eric Hobsbawm. Fue el punto de inflexión a partir del cuál las libertades sociales se ampliaron. En mucho el mundo que conocemos y las luchas que a partir de entonces se han abierto son una de las consecuencias del ’68.

En muchos sentidos México no fue refractario a los saldos que tuvo esa oleada revolucionaria. De manera inmediata se conformó una serie de movimientos que adoptó tres vías de acción. La más inmediata la que exigía consolidar los derechos humanos en el país, mediante la liberación de los presos políticos y detener la represión de Estado que se conoció como guerra sucia. El segundo fue el de los elementos sociales más radicalizados quiénes vieron en las masacres del 2 de octubre, primero, y del Jueves de Corpus (10 de junio de 1971), después; la señal de la absoluta intransigencia del régimen. Motivo por el cuál consideraron que las vías legales para la transformación del país estaban cerradas. Finalmente hubo una porción importante que decidió involucrarse más directamente con las luchas de los sectores sociales, de tal suerte que durante los años 1970 y comienzos de los 1980 surgió un movimientos social que pretendía democratizar al sindicalismo, así como renovar las estructuras estudiantiles, magisteriales y campesinas. Este tipo de alternativas también dieron pie a un fuerte movimiento urbano que se consolidó tras los sismos de 1985.

Es importante reconocer, a contracorriente de lo expresado por los lidercillos que se adjudican la paternidad del movimiento de ’68 en México, que si bien las demandas del pliego petitorio tenían muy poco de radical y más bien mucho de democratizadoras, no es de despreciar que la mayor fuerza dentro del CNH la tuvieron las organizaciones que buscaban una revolución socialista. Éstas se ajustaron al pliego petitorio porque, al menos, comprendieron en ese momento que el primer objetivo para una verdadera transformación revolucionaria estaba primero en que se desarrollasen en México las estructuras de un mercado interno fortalecido con fuerzas productivas vigorosas y una superestructura democrática. El autoritarismo paternal del régimen priista de mediados del siglo XX se estaba agotando. Incluso, el surgimiento de organizaciones con mayor consecuencia transformadora como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) o la conformación de partidos que han hecho del oportunismo una manera de liquidar a las izquierdas, como en el caso del Partido de la Revolución Democrática (PRD), o la misma derrota del presidencialismo priista el 2 de julio de 2000, pese a que el triunfo de Vicente Fox y sus corifeos del cambio convirtieron tal triunfo en una democracia malhadada, son todos hechos que de una u otra forma son tributarios del movimiento popular de 1968.