Justo al momento de cerrar la redacción de las líneas que se entregan ahora se publican los primeros resultados del referéndum constitucional ecuatoriano que permitirá la instauración de un nuevo régimen. En las primeras encuestas de salida se prevé que el “Sí” obtuvo una contundente victoria con un porcentaje entre el 66.4% y el 70% de los sufragios emitidos. De corroborarse los datos ofrecidos hasta ahora, este suceso implicará un avance importante para los movimientos sociales que se enfrentan al imperialismo hegemónico de Estados Unidos. Sin duda noticias terribles para un imperio que se bate contra las adversidades derivadas de una crisis económica que amenaza con arrasar a su sistema financiero.
La nueva constitución ecuatoriana, al menos en los dichos, parte de principios que dan al traste con las políticas recetadas por el Consenso de Washington. Es decir, sus fundamentos son la participación directa de la sociedad para la construcción de una democracia más horizontal, lo cuál incluye la creación de una economía solidaria. Tal vez en la práctica no sea lo suficiente para que hablemos de un socialismo del Siglo XXI, aunque esa sea la meta discursiva, pero esos principios representan un cambio que supera los procesos actuales que conforman el modelo de acumulación de capital: el marco constitucional, de confirmarse, permitiría que Ecuador tenga las herramientas necesarias para desarrollar sus fuerzas productivas creando un mercado interno adecuado a sus necesidades específicas, en lugar de estar supeditado a las necesidades de la Inversión Extranjera.
El proceso ecuatoriano que se abrirá a partir de la confirmación de la Nueva Constitución colocará a esa nación a la altura del desarrollo político que han alcanzado Cuba y Venezuela en la región como protagonistas centrales de la lucha latinoamericana en contra del imperialismo estadounidense. Muy por encima de las limitaciones que enfrentan los procesos antiimperialistas de Bolivia, Nicaragua y Paraguay o las posiciones conciliadoras de Brasil, y Argentina o las defraudantes experiencias de Chile y Uruguay.
Por lo demás, es interesante el contraste entre el avance ecuatoriano con la incertidumbre económica estadounidense, pues en el imperio apenas este domingo 28 de septiembre el Congreso logró ponerse de acuerdo en un plan para estabilizar su sistema financiero, después de pasar una semana de tremenda incertidumbre. Si bien este acuerdo tiene la posibilidad de contener la crisis económica, lo cual significa que habríamos llegado al punto más bajo. El rescatar al sector financiero mediante la absorción gubernamental de la cartera vencida implica que la cantidad de dinero circulante se incremente aún más, que en un panorama de inevitable decremento de la producción y circulación de mercancías, ocasionará la devaluación del circulante (mayor crecimiento de la inflación), al menos en el corto plazo. El efecto más probable que tendrá a largo plazo la postergación de las consecuencias de la crisis actual, será que en el próximo ciclo económico la violencia de la crisis sea todavía más aguda e internacionalizada. Sin duda al imperialismo estadounidense le hará falta redefinir los planteamientos básicos de su modelo de acumulación para poder mantenerse como el hegemónico.
Precisamente en ese plano de las redefiniciones es que resulta tan importante el proceso de viraje fuera del neoliberalismo que se está dando de manera más clara en América Latina. Éste puede tomar dos caminos distintos. Uno sería que, aprovechando el necesario retraimiento por el que debe pasar la política exterior imperialista, se consoliden regímenes que sienten las bases de un modelo socialista. El segundo sería que los experimentos progresistas latinoamericanos terminen por ser la inspiración para los intelectuales orgánicos de la burguesía para sentar las bases económico políticas que revitalicen al capitalismo.
Para poder transitar por el primer camino esbozado, es menester que las sociedades de América Latina tengan un desarrollo político-organizativo mucho más activo: si hasta ahora los Castro, Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa y Daniel Ortega han desempeñado un papel importante como catalizadores de la voluntad popular, su propia individualidad los hace propensos a caer en errores que podrían truncar lo conseguido hasta ahora. Los cubanos, venezolanos, bolivianos, ecuatorianos y nicaragüenses deben construir las estructuras necesarias para que los avances sociales dejen de depender de las individualidades. Adicionalmente, el socialismo del siglo XXI debe enriquecerse con la aceleración de los procesos político-organizativos en el resto de América, básicamente, pero también en el resto del mundo. El que en los años recientes hayan llegado al gobierno representantes de las izquierdas implica que hay cierto grado de internacionalización del antiimperialismo, pero hace falta expandirlo más, tanto en términos cuantitativos como cualitativos. Aquí es exactamente donde se requiere que la clase obrera salga de su aletargamiento gremialista para asumir su carácter de actor principal en la tarea de llevar la realidad hacia el pensamiento. De otra manera nos encontraremos a la vuelta de los años que, una vez más, las utopías al realizarse solamente serán el dulce sueño realizado de unos cuantos y la pesadilla abrumadora de las clases subsumidas.
El acontecimiento del segundo camino indicado arriba, que podría darse en paralelo con el primero, implicaría la agudización de las contradicciones en la lucha de clases al darle a la burguesía internacional las herramientas económicas para defender la vigencia del “capitalismo democrático” (Bush II dixit). El peligro para el proletariado y las demás clases subsumidas que derivan de lo anterior, radican en algo que ocurrió a mediados del siglo XX, se restringirían las posibilidades para internacionalizar los avances contra el capitalismo. La intauración de un modelo de acumulación de capital que permita regular la distribución del ingreso sería un obstáculo para el desarrollo de la conciencia de clase, que metería a las organizaciones sociales (comenzando por las obreras) a la dinámica de vanagloriarse en su situación de privilegio y a no exponer nada de lo conseguido, pese a que las condiciones de explotación-opresión sean más fuertes que nunca. En otras palabras, se daría una agudización no en términos de una polarización de las posiciones de clase sino en términos de las condiciones objetivas de explotación-opresión, que quizá en un momento dado, podrían manifestarse en una aceptación tácita, en una subodinación volutaria del proletariado, en una sumisión ante un destino opuesto a la realización del ser humano como tal. Falso dilema es el Patria o Muerte, NECESARIO ES VENCER.