lunes, abril 26, 2010

Reyertas 87: Las trampas del supremacismo

Introducción

Según la tesis expuesta por Octavio Paz en su celebérrimo ensayo sobre Juana de Asbaje y Ramírez (Sor Juana Inés de la Cruz), la escritora novohispana se recluyó en la vida religiosa de los conventos para poder acceder a la educación que le permitiese un desarrollo intelectual pleno, aunque con el tiempo fue precisamente la vida conventual la que le cerró los espacios para continuar con el cultivo de su intelecto. En síntesis, la solución de Sor Juana —encubierta por la fe— fue a la postre el mayor impedimento para su objetivo.

No existen muchos paralelismos entre la suerte de la llamada décima musa y el supremacismo blanco que subyace a la propuesta SB1070 del estado de Arizona. Salvo que la ideología racista de los White Anglo-Saxon & Protestant (WASP) también se plantea como una solución a los problemas de Estados Unidos que le impiden un pleno desarrollo, aunque a la larga tal acción terminará por negar cualquier avance a la sociedad que la impulsa. Para colmo, el supremacismo no tiene otra base que las creencias religiosas.

Aunque en realidad el supremacismo blanco moderno resulta de una mezcla entre las ideas religiosas fundamentalistas y el chovinismo. Tal mezcla jamás ha generado un etnocentrismo inocuo, por el contrario sus productos son agresivas xenofobias. Tanto el Nacionalsocialismo alemán como el Apartheid sudafricano son las muestras más conocidas por los crímenes de odio que propiciaron.

En el caso de Estados Unidos la fusión entre fundamentalismo y chovinismo tampoco es extraña ni cosa novedosa. Ya en el siglo XIX, como resultado de diversas tendencias sociales que provenían de la etapa colonial, el supremacismo dio muestras de su virulencia. Hacia 1865, tras el final de la Guerra de Secesión, los veteranos confederados para sobreponerse a la derrota militar fundaron una organización que se conoció como el Ku Klux Klan (KKK) cuya misión era la de reimplantar el régimen social basado en la raza mediante el castigo a los negros y blancos traidores. Esa organización fue suprimida para 1871, pero su base social siguió existiendo. Para 1915 el KKK reapareció tras el estreno de la película The Birth of A Nation de D. W. Griffith y el apoyo que el propio presidente Woodrow Wilson mostró hacia tal film. Eso le dio un nuevo impulso al supremacismo blanco en EE.UU.

Salvo la organización corporativista, el supremacismo comparte con el fascismo los principales elementos. Niega cualquier adscripción política, es interclasista, se identifica con determinadas características étnicas y el empleo de determinados pasajes bíblicos como justificación ideológica. Con esos elementos de fondo el supremacismo blanco ha conseguido una amplia aceptación en Estados Unidos que le permite tener cierta influencia en la política mediante funcionarios afines a esos principios raciales. Desde congresistas hasta gobernadores, pasando por todos los cargos públicos. Aunque, también sus periodos de auge varían según la intensidad de las oleadas migratorias.

1) Dos naciones

Desde el siglo XIX los procesos migratorios entre México y Estados Unidos han sido fuente de graves conflictos bilaterales. Pero también han sido factores determinantes para la conformación de ambos países como naciones modernas. En los albores de la nación mexicana el emperador Agustín I otorgó un permiso para que empresarios estadounidenses, encabezados por Stephen F. Austin, llevasen inmigrantes para poblar el lejano estado de Texas. Tres lustros después ese grupo de colonizadores, con Samuel Houston al frente, fue el más activo en la Independencia de Texas. Salvo en el período de las guerras mundiales la migración de mexicanos hacia Estados Unidos ha sido una historia de persecución de indocumentados que por temporadas se vuelve más aguda o más laxa. Pero la constante ha sido las necesidades del mercado estadounidense por mano de obra adicional.

Con el desmantelamiento progresivo del mercado interno mexicano que se hace desde mediados de la década de 1980, la migración hacia los Estados Unidos se convirtió en una alternativa de subsistencia para una buena parte de los trabajadores mexicanos desempleados, por el cierre de plantas o por el desmantelamiento de la estructura agrícola nacional. Durante la década anterior las transferencias de dinero que los migrantes hicieron a sus familiares que se quedaron en el país. Aunque desde 2007, cuando se alcanzó la marca histórica de US$25,300 millones, el monto de las remesas ha ido cayendo, sigue siendo superior a la Inversión Extranjera Directa que tanto dicen alentar los gobiernos neoliberales con la finalidad de desarrollar mejor las fuerzas productivas mexicanas.

Del lado estadounidense la recepción de migrantes provenientes de diversas partes del mundo es un factor que les permite colocarse como la mayor potencia capitalista. Es cierto que las organizaciones sindicales estadounidenses no destacan por su carácter revolucionario. Más bien son entidades que se limitan a la consecución de las demandas laborales inherentes al proceso productivo. No obstante, para los capitalistas estadounidenses la consecuencia ha sido el encarecimiento de la fuerza de trabajo, debilitando la tasa de plusvalía obtenida. Contrarrestar la tendencia a la revaluación del salario ha sido posible en las desde mediados de los años 1990 mediante el incremento de la migración desde México y América Latina. De hecho durante poco más de una década el salario mínimo federal en Estados Unidos se mantuvo intacto en US$5.15 por hora. Fue hasta 2007 cuando se volvió a aprobar un plan para incrementarlo gradualmente hasta US$7.25. Por cierto, que en parte dicho incremento responde a los mecanismos de EE.UU. para enfrentar su crisis económica.

La mano de obra latinoamericana, debido a su menor experiencia para la organización política como trabajadores, acepta realizar las tareas más arduas que pese a generar poco valor son indispensables, aquellas para las cuáles los obreros con más posibilidades organizativas exigen una mejor remuneración.

2) Tras el derrumbe

La crisis hipotecaria de los EE.UU. tuvo una extraña cualidad: se anunció en varios momentos del propio 2007. De tal manera que para diciembre de ese año el que los principales indicadores de la Reserva Federal alcanzasen el nivel marcado en las definiciones era simplemente un tecnicismo. Pero los indicios de la crisis no fueron exclusivamente en el sector financiero, muchos de ellos se dieron en el campo de la economía real y en el de la sociedad. Al menos desde el 2006 la tasa anual de crecimiento de las remesas hacia México fue decreciendo en términos relativos. Socialmente, si los atentados contra las Torres Gemelas abrieron la paranoia estadounidense, la paulatina sobreacumulación de capital sustentó el incremento de una ideología xenófoba que se tradujo en nuevas propuestas para contener la migración mexicana.

Mientras el monto anual que los trabajadores mexicanos enviaron a su familia en el país, los grupos más extremos presionaron a los republicanos para endurecer las medidas contra la migración ilegal. Durante la presidencia de George W. Bush se incrementó el número de redadas en centros de trabajo. El resultado fue el incremento de deportaciones masivas.

Los operativos, cuya realización simultánea en varios estados potenció sus resultados, causaron indignación tanto en la comunidad hispana como en los sectores progresistas de la sociedad estadounidense. Las grandes movilizaciones en contra de la política migratoria de Bush jr. fue uno de los factores que minaron la influencia hegemónica del partido republicano. Tal situación se debió a que el peso económico de los inmigrantes ilegales no es menor. Como ya se ha señalado arriba, los trabajadores indocumentados contienen el incremento salarial en las tareas más engorrosas y con ello funcionan como un ancla para el resto del sistema productivo estadounidense. El choque de las tendencias contradictorias aceleró la necesidad de realizar una reforma a la legislación estadounidense sobre migración. Aunque en medio de dos corrientes opuestas. Hay quienes conciben tal reforma como una legalización masiva de indocumentados y otra de quienes sostienen que cualquier cambio debe implicar el endurecimiento de las medidas antiinmigratorias. Entre estos últimos se halla gran parte de los republicanos que aprovechando la polémica situación consiguieron que el gobierno de Bush jr. destinase más recursos a construir barreras en la frontera con México.

Para el actual gobierno estadounidense la reforma migratoria no es una prioridad. Lo que se contrapone con la insistencia de las organizaciones defensoras de las libertades civiles para que el tema se aborde a la brevedad. Apenas el 21 de marzo, cuando se aprobó la reforma de salud, realizaron una manifestación ante la cámara de representantes en Washington para exigir la realización de una reforma migratoria. No obstante, los avances del gobierno de Obama que se tienen en ese sentido todavía van en la dinámica de conciliar entre las dos posiciones antagónicas: los segregacionistas contra los legalizadores. A estas alturas, la reforma incluiría: 1) Expedición de tarjetas de identidad biométricas (cuya aplicación pretende hacerse para cumplir los acuerdos conocidos como la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte, ASPAN), 2) Reforzar la seguridad en la frontera con México, 3) Crear un programa de trabajadores temporales y 4) Regularizar a los 12 millones de indocumentados.

Sin embargo, mientras el desempleo siga siendo elevado tanto para los anglosajones como para los afroamericanos, la reforma migratoria seguirá siendo difícil. Mientras la xenofobia irá en aumento.

3. La SB1070

Firmada por la gobernadora del estado de Arizona, la republicana Janice Kay Brewer, el pasado 23 de abril la Arizona Senate Bill 1070 entrará en vigor a finales de julio del presente año. La polémica de esta iniciativa se centra en que proscribe la migración elevándola al grado de delito menor; no como falta administrativa, tal como había sido hasta ahora. Algo que a los supremacistas WASP les resulta fascinante, un triunfo.

El desértico estado de Arizona fue hasta 1848 parte de la naciente República Mexicana. En ese año, se firmaron los Tratados de Guadalupe-Hidalgo mediante los que México cedió una gran extensión de su territorio a los Estados Unidos. Cinco años después de la gran venta, Antonio López de Santa Anna realizó lo que se llamó la compra Gadsden, mediante la cuál el Valle de La Mesilla pasó a formar parte de Arizona. Debido a que su población se unió a los Estados Confederados de América durante la Guerra de Secesión (1861-1865), los problemas políticos retrasaron la aceptación del territorio como estado. Así fue hasta 1912 que el Congreso estadounidense le admitió como el 48° de la federación.

Además de la minería y del turismo, la economía de Arizona se ha beneficiado del comercio con Sonora. Desde 1960 los grandes avances tecnológicos permitieron el crecimiento demográfico del estado, lo que alentó su expansión económica. Por su situación geográfica uno de los grupos que más han colaborado con ese desarrollo han sido los migrantes latinoamericanos.

Pese a la colaboración de los trabajadores provenientes, sobretodo de México, la xenofobia sigue incrementándose en el estado sureño. En efecto, casi el 60% de la población es blanca. Entre el origen étnico, el auge económico de las tres décadas anteriores y el ser un cruce de ilegales, la ideología supremacista WASP se ha arraigado en la población, por ello no es casualidad que sea ahí donde surjan propuestas de leyes anti-inmigración como la SB 1070.

Ya durante el gobierno de la demócrata Janet Napolitano (quién dejó su cargo en 2009 para integrarse al gabinete de Barack Obama como secretaria de Seguridad Nacional) se aprobaron reformas enfocadas a desalentar la migración. El 3 de julio de 2007 firmó una ley que obligaba a los empleadores a verificar el status migratorio de sus prospectos, lo que equivalía a hacerlos agentes migratorios de facto.

Ahora con la republicana Jan Brewer, nacida en Hollywood, California e inmigrada en 1979 al estado de Arizona (para saber más de la gobernadora vale darle una revisada al artículo Jan contra el mundo), las políticas anti-migrantes se endurecen. El punto medular de la ley SB 1070 es considerar como un delito menor la migración sin documentos en regla, lo que le daría la facultad a las corporaciones de policía del estado para arrestar a cualquier transeúnte bajo la sospecha de ser un delincuente.

Más allá del efecto político que tranquiliza las “buenas conciencias” WASP, en lo económico la propuesta estimulará la presión para mantener bajos los salarios de los inmigrantes, pues la exposición de los empleadores será mayor sin que desaparezca su demanda por trabajo barato, lo que tarde o temprano redundará en la contención del valor de la fuerza de trabajo en Arizona. Con la consecuente pérdida de “competitividad” del estado. Además, el avance de la SB1070 podría ser solamente la punta de una tendencia que se generalizaría en todo EE.UU., lo cuál extendería el golpe contra la clase trabajadora. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!

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