miércoles, octubre 08, 2008

Problemas fundamentales del universo. Análisis filosófico del conocimiento, dios, el alma, el universo, la nada y la libertad, 04:

La Episteme
Por: Sagandhimeo
(cuarta parte)

CIENCIA

“Si quieres salvar a tu hijo del polio puedes rezar o puedes vacunarlo… Aplica la ciencia”

Carl Sagan

Las ciencias no han surgido por sí mismas, sino que han derivado de técnicas y filosofías que se han especializado en ámbitos concretos. Hoy en día, la madurez de la ciencia permite la unificación de criterios sobre sus procedimientos y delimitaciones, en ese sentido, Bunge expone que “la ciencia contemporánea puede caracterizarse como el estudio de objetos materiales por medio del método científico y con el fin de encontrar y sistematizar las leyes de tales objetos”. Es decir, que el estudio de la realidad objetiva lo hace la ciencia. Ahora bien, la ciencia comúnmente se divide en ciencia exacta, ciencia natural y ciencia social, pues los campos que la competen son diversos. Sin embargo, en un sentido amplio toda ciencia es ciencia natural, pues la ciencia exacta expone la estructura lógica (ya sea estadística, matemática o propiamente lógica) del mundo, pues aun cuando aparentemente trabaje ajena a él, siempre se ha encontrado alguna forma de aplicarla al mundo real (como en la electrónica), y la ciencia social no debe interpretarse como algo artificial, pues el mundo social se compone de organismos naturales aun cuando no se reduzca a ellos. Asimismo, Bunge explica que “el viejo dualismo materia/espíritu había sugerido la división de las ciencias en (…) ciencias de la naturaleza, y (…) ciencias del espíritu. Pero estos géneros difieren en cuanto al asunto, a las técnicas y al grado de desarrollo, no así en lo que respecta al objetivo, método y alcance. El dualismo razón/experiencia había sugerido, a su vez, la división de las ciencias fácticas en racionales y empíricas, que tampoco es adecuada porque todas son a la vez racionales y empíricas. Menos sostenible es aún la dicotomía ciencias deductivas/ciencias inductivas, ya que toda empresa científica –sin excluir el dominio de las ciencias formales—es tan deductiva como inductiva, sin hablar de otros tipos de inferencia”. Por tanto, la ciencia es una, sin por ello negar su complejidad metodológica.

INSTRUMENTO: la ciencia al igual que la filosofía utiliza la inteligencia, pero además utiliza la experiencia objetiva, es decir, que aborda la realidad directamente y por ello, puede mostrarnos la verdad sobre la naturaleza sin intermediarios, además de que la ciencia no se remite meramente a los hechos observables (como pretendía el positivismo), pues mediante la inteligencia es posible construir teorías sobre lo inobservable, siempre que partan de la realidad, esto es “el científico tiene todo el derecho de especular acerca de hechos inexperienciales, esto es, hechos que en una etapa del desarrollo del conocimiento están más allá del alcance de la experiencia humana; pero entonces está obligado a señalar las experiencias que permiten inferir tales hechos inobservados o aun inobservables (..) Baste recordar la historia de unos pocos inobservables distinguidos: los átomos, la conciencia, la lucha de clases y la opinión pública” (Bunge). Por ejemplo: “Si el único modo de valorar lo paranormal fuera seguir haciendo observaciones y experimentos con individuos que aseguran poseer dotes paranormales, entonces los parapsicólogos tendrían una justificación para conservar su fe a pesar de siglo y medio de fracasos. Pero basta una modesta familiaridad con la psicología fisiológica para darse cuenta de que no puede haber mecanismos subyacentes en la telepatía, la precognición, la telequinesia y similares, pues los procesos mentales son procesos cerebrales y, por tanto, son tan poco transmisibles a distancia como la digestión” (Bunge). De este modo, la teoría y la experiencia objetiva de la ciencia nos permiten conocer la realidad corriendo un menor riesgo que la religión con la fe o que la filosofía continental que manipula los instrumentos del arte y se basa en la mera experiencia cotidiana. Pues es evidente que el deseo de conocimiento no es suficiente para adquirirlo, sino el estudio arduo de la realidad. Cabe mencionar que la necesidad de creer en Dios puede ser explicada por la psicología y por las ciencias sociales.

MÉTODO: los métodos de la ciencia son diversos, los cuales varían dependiendo de la clasificación, dado que “podemos clasificar los modos de devenir al azar, causales, sinérgicos, conflictivos (dialécticos) o finalistas. El limitarse a un único modo de ser o de devenir, a expensas de todos los demás, da lugar a una ontología particular: una visión unilateral del mundo. Sólo la integración de los diversos modos de ser y de devenir puede dar una ontología realista, es decir, una ontología compatible con nuestro conocimiento científico de la realidad (…) En particular, semejante ontología inspirada en la ciencia contemporánea tenderá a ver al hombre como un sistema biopsicosocial que participa de procesos en los que el azar y la causalidad se combinan con la cooperación y el conflicto, así como con la finalidad” (Bunge). Inclusive “la investigación científica no avala al indeterminismo radical, porque no reconoce que haya caos. Sin embargo, sería absurdo negar que hay accidentes a todos los niveles, y en particular que la existencia humana es un tejido de accidentes y necesidades. Pero estos accidentes, lejos de ser caóticos, son cruces de líneas legales” (Bunge). Además, no todos los modos de devenir conciernen a todos los niveles de organización, pues “la psicología científica no es teleológica. Sin embargo, no niega que los vertebrados superiores puedan comportarse en vista de algunas metas. Pero lejos de explicar la conducta en términos de una finalidad inmaterial irreductible, los psicólogos científicos tratan de explicar la conducta intencional en términos de procesos neurofisiológicos estimulados y constreñidos por determinantes genéticos y ambientales” (Bunge). En ese sentido, los objetos físicos no poseen funciones ni intenciones, los objetos biológicos poseen funciones y los animales racionales poseen intenciones, por ejemplo: no podemos decir que el sol quiere calentarnos, pues hay millones de soles en el universo que no calientan a nadie y nuestro propio sol llevaba miles de millones de años existiendo sin calentar a nadie; en el aspecto biológico, nuestra garganta tiene la función de generar voz, pero no podemos afirmar que su finalidad sea esa, pues existen muchos animales con garganta y sin voz y nuestra propia especie permaneció miles de años sin generar sonidos, ya que inicialmente su función era transportar alimentos al estómago y permitir la respiración, por lo que la voz fue una mera contingencia; y los fenómenos sociales como las revoluciones no pueden explicarse meramente como acontecimientos, pues al conllevar intrínsecamente intenciones y deseos: debe explicarse también la finalidad, por lo que las ciencias sociales no solamente explican el cómo, sino también el por qué de los fenómenos.

Asimismo, la característica que subyace a los diversos métodos de la ciencia consiste en su probabilidad, pues debido a que el estudio de la realidad no es exacto, nunca habrá verdades absolutas sobre la misma, sino sólo probables, pero de una probabilidad cada vez mayor. De este modo, la ciencia interroga a la naturaleza y encuentra lo que probablemente es, al contrario de la religión o la filosofía continental que imponen dogmáticamente sus posturas (entiéndase deseos, gustos, argumentos de autoridad, opiniones, conveniencias y creencias). Asimismo, mediante la ciencia no necesitamos de la fe, pues sus resultados nos permiten creer menos y saber más. En ese sentido, los métodos científicos resultan muy provechosos, además de que toda teoría científica está sometida a contraste con otras teorías y con la realidad, por lo que es autocorrectiva y posibilita el progreso. De modo que no hay verdades absolutas (entiéndase planas), sino que la complejidad científica se adapta cada vez mejor a la complejidad de la naturaleza. En ese sentido, Bunge explica que las únicas condiciones para que una hipótesis o teoría sean tomadas en serio en la ciencia o tecnología modernas son que el mecanismo en cuestión sea concreto (en vez de inmaterial), sujeto a regularidades legales (en vez de milagroso) y escrutable (en vez de oculto). Además, si no se encuentra ningún mecanismo plausible para dar cuenta de datos controvertidos, como los milagros, telepatía, curación por la fe, alucinaciones colectivas y psicología de masas, el científico puede cuestionarse los propios datos: puede suspender su juicio e incluso dudar si los datos describen hechos objetivos. De este modo, toda aseveración sobre la realidad puede ser escrutada y verificada por la ciencia, pero no sólo eso, sino que toda persona que la estudie puede comprobar tales argumentos por sí misma. En este sentido es provechosamente comparativo el hecho de que “el creyente busca la paz en la aquiescencia; el investigador, en cambio, no encuentra paz fuera de la investigación y de la disensión: está en continuo conflicto consigo mismo, puesto que la exigencia de buscar conocimiento verificable implica un continuo inventar, probar y criticar hipótesis. Afirmar y asentir es más fácil que probar y disentir; por esto hay más creyentes que sabios” (Bunge).

CAMPO: No puede existir una ciencia sin presupuestos filosóficos (como pretendía el positivismo), por lo cual la ciencia actual ha adoptado postulados metafísicos que la sustentan. Hablar de metafísica podría parecer arbitrario, pero hay que recordar el origen de dicha disciplina, pues Romero Baró explica que “la metafísica nace y se construye a partir de la praxis científica. Para constatarlo basta la observación histórica de los sistemas metafísicos en sus orígenes. Muy palpable resulta en Aristóteles (…) para quien se fueron haciendo necesarios estudios de índole metafísica (…) después de haber recabado un buen número de adquisiciones científicas (…), poniéndose de manifiesto que la metafísica es un estudio profundo y universal de los fundamentos mismos de la ciencia física”. Por tanto, toda metafísica que no parta de la ciencia corre un riesgo muy grande de errar, pues incluso contradiría el propio significado del término. En ese sentido, la ontología que subyace a la ciencia es el materialismo moderno, en el cual no se tiene una visión simplista de la materia como la poseen los idealistas o los mecanicistas, así, Bunge explica que “el materialismo que sugiere la ciencia contemporánea es dinamicista antes que estatista. También es pluralista, en el sentido de que reconoce que una cosa material puede tener muchas más propiedades que las que le asigna la mecánica” (Bunge). De este modo, solamente tienen existencia real los objetos materiales y tales objetos poseen propiedades, sin embargo, “…las propiedades, relaciones y cambios de las mismas, de los objetos materiales, son reales tan sólo de manera derivada: en sentido estricto son abstracciones. Por ejemplo: las distancias entre las cosas no son reales: sólo las cosas espaciadas lo son. Análogamente, los sucesos no son reales: sólo las cosas cambiantes son reales” (Bunge). Ahora bien, todo objeto material pertenece a un sistema y esto facilita su explicación, ya que “todo sistema puede analizarse en su composición, ambiente, (mecanismo) y estructura” (Bunge), asimismo, “un sistema es real si, y solamente sí, está compuesto exclusivamente de partes reales (materiales)” (Bunge). Dentro de cada sistema existen elementos emergentes, de este modo, “El materialismo emergentista (o moderno) afirma que si bien todo existente real es material, las cosas materiales se dividen en al menos cinco niveles de integración cualitativamente diferentes: físico, químico, biológico, social y técnico. Las cosas de cada nivel están compuestas por cosas de niveles inferiores y poseen propiedades emergentes, de las cuales sus componentes carecen. Por ejemplo, un subsistema cerebral capaz de tener experiencias mentales de algún tipo está compuesto por neuronas, células gliales y otros tipos de células, ninguna de las cuales es capaz de tener pensamientos; del mismo modo, una empresa comercial, aunque está compuesta por personas, ofrece productos que ningún individuo podría producir” (Bunge), esta postura se contrapone a los planteamientos simplistas de los mecanicistas y los vitalistas, por ejemplo, en el caso de la composición de la vida, “El mecanicista confunde la célula viva con su composición; el vitalista pasa por alto esta última, así como la estructura y el entorno, y se centra, en cambio, en las propiedades emergentes (suprafísicas) de los organismos (...) (Los dos errores) se evitan al convenir que los componentes de una célula no están vivos y al suponer que se autoorganizan según modos conocidos para la física, la química (de tal modo que de su composición emerge la vida)...” (Bunge). De este modo el materialismo científico es el modo más completo y por ello el menos reduccionista de explicar la realidad.

Consecuentemente, el materialismo emergentista es una teoría que parte de los hechos estudiados por la ciencia y por tanto es verificable en cada circunstancia en que la ciencia se aplica, en ese sentido “la continuación de la civilización moderna depende, en gran medida, del ciclo de conocimiento: la tecnología moderna come ciencia, y la ciencia moderna depende a su vez del equipo y del estímulo que le provee una industria altamente tecnificada” (Bunge), asimismo “la técnica moderna es, en medida creciente –aunque no exclusivamente—ciencia aplicada. La ingeniería es física y química aplicadas, la medicina es biología aplicada, la psiquiatría es psicología y neurología aplicadas; y debiera llegar el día en que la política se convierta en sociología aplicada (…)” (Bunge). Este hecho conlleva un efecto determinante, pues la tecnología como los autos, las medicinas y la comida genéticamente mejorada: han sido generados sobre la base del materialismo científico y por ello es incongruente aprovechar tales elementos por un lado y ser filosofastro, escéptico de la ciencia o religioso por el otro. En ese sentido, quien crea que el universo no está constituido de la forma como la ciencia lo expone: no debe utilizar los beneficios de la tecnología que se sustenta en dicha base ontológica; de ese modo, todo religioso, escéptico ante la ciencia o filósofo continental que sea congruente con su postura metafísica no puede por ejemplo, asistir al médico, sino que tiene que buscar sanarse por los medios que su religión o ideología generen. De la misma forma, por medio de la ciencia y la filosofía es posible evidenciar que la inmortalidad es imposible (esto lo explico en mi ensayo “El Yo”) y que las experiencias cercanas a la muerte son meramente fenómenos psicológicos.

Por otro lado, el ataque que se le suele hacer a la ciencia consiste en afirmar que es una forma de poder (Foulcault), que parece imponerse injustificadamente, que no admite otras posturas y que genera una educación dogmática (Feyerabend). Foucault confunde las aplicaciones políticas de la ciencia con su estructura metodológica, pues es un hecho que la ciencia se puede manipular para fines tan desastrosos como la bomba atómica (tan arduamente citada), o que al enfocarse en metas meramente prácticas la ciencia se parcializa; pero los conocimientos que la ciencia genera no varían conforme al poder en turno, por ejemplo: el estudio del genoma humano se realiza predominantemente en países capitalistas y sus resultados podrían utilizarse como forma de discriminación genética, sin embargo, si dicho estudio se realizara en su totalidad en un país comunista los resultados serían los mismos, pues el código genético es uno. Por otro lado, Feyerabend plantea que la ciencia se impone sin justificación, pero hemos visto que la ciencia es la única disciplina que aborda la realidad mediante una experiencia objetiva y que siempre está sometida a verificación, por tanto es razonable que no admita otras posturas que la retracen; además, si la educación tiende a ser dogmática será tarea de la pedagogía corregirla, pero es ridículo rechazar todo un conjunto de conocimientos tan sólo por una de sus aplicaciones.

Finalmente, con respecto a la ciencia, la tarea del filósofo que pretenda hablar de la realidad será mejorar la metafísica de la ciencia, así como partir del conocimiento científico para reflexionar sobre el universo, la vida o la humanidad y de ese modo contribuirá en la adquisición de conocimiento verdadero. Y la tarea del científico será no negar o evadir la parte filosófica de la ciencia, sino acercarse a ella para mejorar sus teorías, objetivos y cosmovisiones.

CUESTIÓN: Aún cuando mediante la ciencia sea posible responder qué existe, cuáles elementos son reales y cuales no, cómo funcionan las cosas y por qué funcionan de cierto modo: las respuestas que se generan derivan de responder el cómo y el por qué, por ello propongo que sus interrogantes primordiales sean éstas últimas. Esto ocurre en razón de que la ciencia parte de objetos reales para su estudio y no se ocupa de lo que no sea concretamente escrutable, sino que da por hecho que existe todo aquello que sea material. Asimismo mediante la ciencia no es viable responder el para qué de la vida, pues no es lógicamente posible proceder de los hechos a los valores.


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