La crisis económica en Estados Unidos ha tenido repercusiones en todos los sentido, en el ámbito de las elecciones presidenciales de noviembre próximo, ha ido inclinando la balanza en favor del candidato demócrata Barack Obama. Ese hecho ha sido celebrado por diversos personajes de las izquierdas latinoamericanas, pues ven con simpatía al Senador por Illinois. Esas simpatías se fundamentan en la oposición que el candidato Demócrata ha manifestado hacia la política belicista de George Bush Jr., o en en el trillado estribillo que reza: “a los latinoamericanos nos va mejor con presidentes Demócratas”, pero nada más. La memoria es un poco traicionera, pero ¿qué no fue con un presidente Demócrata, John F. Kennedy, que se dio la invasión financiada por la CIA a Bahía de Cochinos e inició el Bloqueo contra Cuba?, ¿No fue el Demócrata Harry S Truman quién inició la guerra fría y presionó a los gobiernos latinoamericanos para alinearse con Estados Unidos?, ¿En qué partido militaba Lyndon B. Johnson cuando su presidencia apoyó a los militares brasileños a derrocar a Joao Goulart, Jango, iniciando la era de las dictaduras militares en el continente? Y ¿los inequitativos Tratados de Libre Comercio entre Estados Unidos y el resto de las naciones americanas no tomaron su modelo del suscrito con Canadá y México en 1993, durante la presidencia del Demócrata Bill Clinton? ¿Ya se nos olvidaron todos esos sucesos?
Qué Obama sería distinto porque el momento económico revela la bancarrota del neoliberalismo e incluso la insostenibilidad del capitalismo “concentrador”, si se quiere (tal como lo proclama el señor Marcio Pochmann, véase La Jornada, 13/X/2008, p. 7). Eso no es más que una fantasía basada en otra gran fantasía. Toda una celebración del subjetivismo. Cierto que el neoliberalismo demuestra ya fuertes síntomas de inviabilidad como forma histórica, concreta, del capitalismo; lo que no se traduce automáticamente en la crisis final del modo de producción en sí. No obstante, como bien recordaba José Luis Calva en su artículo Wall Streetanic, los fundamentos teóricos de cada modelo de acumulación han oscilado entre la función del Estado como regulador de última instancia del mercado y el mercado regulado por sí mismo. La consideración de esos elementos objetivos debe conducirnos a cuestionarnos la posibilidad de que el propio capitalismo se recomponga estructuralmente, y por tanto, lo prudente que resultaría comenzar a gritar a los cuatro vientos la muerte del capitalismo.
La recomposición del capitalismo podría llevarlo a establecer mecanismos de mayor control por parte del Estado: limitando hasta cierto punto, no evitando, la concentración de la riqueza; pero, a contrapelo de los buenos deseos del mencionado economista brasileño Pochmann, el capitalismo no estaría renunciando a sus dos únicos principios filosóficos, que dan realidad a su existencia: mayor explotación para ganar y mayor opresión para explotar.
Resulta terriblemente ingenuo, pensar, tal como lo hace Ignacio Ramonet, que el desplome de Wall Street es comparable a la caída del Muro de Berlín o que mediante la aplicación de medidas neokeynesianas se alcanzará mayor justicia social para los ciudadanos y el capitalismo salvaje habrá muerto. Cierto que Obama ha manifestado mayor inclinación a realizar reformas tendientes a regular la acumulación de capital. Eso permitiría al imperialismo estadounidense resolver sus necesidades, entregándole los medios para su subsistencia, al tiempo que se le provee de los materiales indispensables para reconstruir los aspectos dañados de su hegemonía mundial, como consecuencia del propio desgaste del neoliberalismo.
El papel de América Latina en las circunstancias expuestas, resulta determinante para el proyecto de la reconstrucción del imperialismo. Por un lado, sigue teniendo un papel estratégico para Estados Unidos como “espacio vital” (cualquier cosa que eso signifique), y por el otro, porque las experimentos más avanzados que se han hecho para crear un modelo económico regulado por el Estado, se han hecho justamente aquí. Sin proponérselo, Venezuela, Ecuador y Brasil podrían estar generando las experiencias prácticas que inspiren a los asesores de Barack Obama en cuanto al contenido que deben darle a las reformas que se harán en los próximos años para mantener con vida al capitalismo.
Además de exhibir el estado de descomposición al que ha llegado el neoliberalismo, la actual crisis económica, que por cierto se encuentra desde hace casi un mes en su punto más bajo y posiblemente se mantenga ahí al menos durante uno o dos trimestres, también nos demuestra dos cosas extra. Una que dado el grado de internacionalización del capital ninguna nación escapará a los efectos de la crisis, pero variará su forma concreta, en cada nación, en función del sector que más expuesto se halle a la economía estadounidense. Por ejemplo, México tiene muchos puntos por donde el daño se extienda: el comercio internacional tendrá menores exportaciones debido al desplome de los precios de las materias primas (comenzando por el petróleo) y a que las maquiladoras tienen como principal cliente a las empresas de EU que están quebrando. Por el lado del sector financiero, porque los principales bancos en México son extranjeros y tarde o temprano, si no es que ya ocurre, tendrán que transferir el dinero obtenido en las sucursales mexicanas para solventar los costos de las matrices, además, el auge del sector financiero se debió a las altas inversiones especulativas que se realizaron en los años recientes en la Bolsa Mexicana de Valores, el retiro de los inversionistas está conduciendo a qué el precio de las acciones de las empresas caiga y con ello disminuyen las fuentes de financiamiento: quiebras y fusiones son el panorama oscuro para la seguridad laboral de millones de mexicanos (según datos del INEGI nada más en agosto cerraron 885 empresas en el país). La acelerada pérdida de empleos en Estados Unidos también afecta a la fuerza laboral mexicana que se encuentra allá, lo que reducirá el ingreso de muchas familias, a la par que presionará en México hacia el incremento del ejército industrial de reserva debido al retorno de una parte importante de migrantes.
Por el otro lado, demuestra que el papel de las personalidades en la historia, como encarnación del estado concreto de la lucha de clases de su tiempo, no es trivial ni despreciable. La sociedad estadounidense ha creado con sus propias manos las condiciones materiales para que los actuales dirigentes hagan, pero las condiciones subjetivas de esos dirigentes, a lo largo de los últimos siete años ha permitido que el neoliberalismo haya acelerado su descomposición: el manejo incorrecto de la economía estadounidense, sobre todo manteniendo invasiones bélicas en dos naciones al mismo tiempo y sin posibilidades de triunfo en ninguna, ha favorecido la concentración de la riqueza a costa de la destrucción de las fuerzas productivas en EU (los actuales dirigentes de la sociedad mexicana deben tomar esto en consideración, ya que tampoco han demostrado tener muchas luces). Justamente, en ese marco es donde un personaje como Barck Obama, damos por descontado que John McCain continuará la desastrosa política del gobierno actual, se convierte en un arma de dos filos para América Latina. Si llega a ser electo como el 44to presidente de su nación y hace realidad sus promesas de campaña, creando un esqueleto que permita la recomposición de los medios de producción estadounidenses, se logrará que las condiciones de vida de las sociedades en el mundo sean un poco menos críticas. Pero, por el otro lado, partiendo del mismo supuesto, sentará las bases de la recomposición de la hegemonía estadounidense entre los imperialismos. Es decir, las sociedades mundiales tendrán menos perspectivas de futuro. Sin duda que para América Latina es casi indiferente (recuérdese que es difícil discutir con un necio) quién sea el próximo presidente de EU, de cualquier forma los gobiernos de la región, sin importar su filiación a derecha o izquierda, tendrán que llegar a acuerdos con la Casa Blanca para que los proyectos puedan sobrevivir. Los revolucionarios necesitamos apostarle a las clases subsumidas estadounidenses, al avance de su Clase Obrera. No hay opción para morir o ser derrotados, ¡NECESARIO ES VENCER!
2 comentarios:
Hola,
Muy interesante y oportuno. Por un lado das respuesta a algunas preguntas acerca de las consecuencias de la crisis que me habían surgido a raíz del Reyertas anterior. Por otra, el recordatorio acerca de las experiencias anteriores en Latinoamérica con los presidentes estadounidenses demócratas me parece, más que pertinente, necesario.
Lo que creo que necesitará un pronto desarrollo más profundo es el asunto de apostarle a las clases subsumidas estadounidenses. De entrada: ¿Cómo se encuentra el mapa de la lucha de clases en Estados Unidos(y en particular en lo referente a las clases subsumidas) de frente a la crisis? ¿hay relaciones y similitudes con América Latina?
Saludos.
Lorena.
Por principio, agradezco los comentarios que haces a este post, aunque con casi un mes de retraso. Es bastante halagador saber que el trabajo que realizamos ayuda a los demás a tener una idea más clara sobre lo que está pasando en el mundo, finalmente ese es uno de nuestros objetivos principales. Por otro lado, tienes toda la razón en cuanto a la necesidad de profundizar cuál es el estado que guarda la lucha de clases en Estados Unidos y su vinculación con América Latina: no será un trabajo sencillo dar ese panorama, pero se vuelve cada vez más urgente hacerlo, sobre todo a raíz del triunfo de Barack Obama. En efecto era el menos peor, pero hay un gran revuelo en el mundo que quizá no esté tan fundamentado; ese tipo de cosas solamente podrán irse esclareciendo en función de que tengamos claro el propio mapa y las correlaciones de fuerzas que existen al seno del imperialismo hegemónico.
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