El movimiento magisterial de Morelos se ha prolongado ya por más de dos meses y es la hora que ni el gobierno estatal, encabezado por Marco Adame, ni el federal han atendido realmente las demandas de los profesores. La sección XIX no es la única donde se han presentado protestas en contra de la reforma educativa que pretende establecerse mediante el Acuerdo para la Calidad de la Educación (ACE), pero sí ha sido donde la oposición del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) ha tenido mayor desarrollo. De esta situación se desprenden dos eventos que llaman la atención. El primero es la sorpresiva incursión de esa sección en la vida sindical; desde 1980 no se presentaban en Morelos actos de disidencia sindical entre los profesores. El segundo no es sorprendente, sino más bien la confirmación del papel que ha tomado la profesora Elba Esther Gordillo como operadora política que garantiza la estabilidad del gobierno panista.
Con respecto al primer evento referido, nos encontramos con que la disidencia magisterial tiene como principal motivador la lucha por obtener demandas inmediatas, que al no conseguir una respuesta política precisa se le desbordó a las instancias de gobierno a la propia dirección del sindicato. El surgimiento del movimiento también tiene como circunstancias que lo propiciaron, la forma autoritaria mediante la cuál Elba Esther designó a los representantes seccionales del Sindicato. A diferencia del resto de las secciones controladas por el oficialismo, en Morelos, la disidencia magisterial había estado atravesando por un proceso de democratización más sólido, callado pero sólido. Con relación a las secciones controladas por la oposición, como en el caso de la de Michoacán, Guerrero o Oaxaca, a la XIX se le dio un trato inadecuado, completamente despótico por parte de las autoridades locales: similar al que se le dio a las secciones controladas oficialmente, cuyos resultados tenemos a la vista. Sin embargo, la propia novedad de la rebelión seccional ha hecho presa fácil a los profesores morelenses de la inexperiencia. Ese ha sido el talón de Aquiles del movimiento, el hecho que lo ha conducido a caer en cierto grado de desorganización: mientras algunas posiciones se radicalizan, otras han ido claudicando, a tal grado que ya van al rededor de 700 escuelas (incluyendo las 30 establecidas en sedes alternas) que han iniciado el ciclo escolar 2008-2009.
Por su parte, el segundo hecho señalado arriba, es el lugar del cual se ha apoderado la dirigente del SNTE, Elba Esther Gordillo. Es ampliamente conocida su trayectoria como cabeza del sindicato de profesores, lo que incluye el papel que tenía en la estructura priísta. Con la victoria electoral del panista Vicente Fox en las presidenciales de 2000, muchos, ingenuemente creyeron que los días de la profesora al frente del sindicato estaban contados: al derrumbe del PRI le sucedería la democratización de los sindicatos, incluyendo al magisterio. Nada estuvo más lejos de la realidad. En los últimos años del priísmo, el sindicalismo monolítico se fue desgastando gracias a las propias reformas estructurales neoliberales, lo que fue en detrimento del PRI, no del corporativismo en sí. La incapacidad e inexperiencia del foxismo abrió la puerta para que el corporativismo recuperase espacios de decisión política, pese a que el número de trabajadores afiliados a un sindicato sigue en decremento. Es decir, el charrismo se ha hecho de un poder que no corresponde con su capacidad de movilización, gracias a los arreglos cupulares de sus direcciones con los gobiernos panistas. Mientras los añejos dirigentes gremiales le han dado estabilidad al panismo gobernante, los panistas les siguen dando todos los elementos para mantener sometidos a los trabajadores mexicanos.
En el contexto señalado, es evidente que Elba Esther ha sido la dirigente que mejor ha explotado las debilidades panistas. El punto clave en el cual Gordillo se afianzó como el punto de equilibrio para el panismo, estuvo entre la ruptura interna del PRI (entre la facción de la profesora y la de Roberto Madrazo) en 2004 y el gran fracaso que significó para Fox, todo el asunto del desafuero de López Obrador. Para el momento del desafuero Elba Esther ya tenía una estrecha colaboración con la fundación Vamos México, pero aún no se había posicionado con tanta claridad como la principal consejera real. Si nos atenemos a los hechos, el estilo de gobierno de Fox, hasta el desafuero se había caracterizado por privilegiar las encuestas de popularidad en lugar de llevar su línea política hasta las últimas consecuencias, algo que la profesora sí ha tenido a lo largo de su carrera política. Ese estilo de los primeros cuatro años del foxismo contrasto diametralmente con el que tuvo durante el último año de su gobierno, cuando las acciones represivas fueron más sistemáticas y contundentes (remember Atenco, Las Truchas y Oaxaca). Además, haya existido o no el fraude en 2006, está ampliamente documentado en diversos libros y artículos periodísticos, que Gordillo operó en favor de la candidatura de Calderón; utilizando diversos instrumentos, que incluían al Partido Nueva Alianza (PANAL), la estructura priísta que sigue siéndole afín (no se olvide a los gobernadores bajo su dominio) y los cuadros electorales del SNTE que fueron funcionarios de casilla o presidentes del IFE (aunque hoy Ugalde trate de darse baños de pureza con su reciente libro).
Por su parte, Calderón ha demostrado que es ahora el mejor discípulo de la profesora en el estilo para gobernar, resulta igual de intransigente para imponer sus decisiones, no es casual que la reforma al ISSSTE haya recibido tantas críticas, haya sido motivo de tantas movilizaciones y aún así no se le ha modificado una sola coma. En esa línea, no sorprende que en lo referente a la ACE, el gobierno federal tampoco esté dando verdaderas muestras de disposición para construir una reforma educativa específica para satisfacer las necesidades de la sociedad mexicana, sino que se impone la que va acorde con los intereses del capital.
Ante ese panorama desolador, podría pensarse que los profesores, tanto morelenses como todos los demás, tienen la batalla perdida en cuanto a la imposición de la ACE; y quizá sea cierto, pero por sí misma la movilización morelense puede ir mucho más lejos que lo inmediato de la reforma educativa. Siendo fríos en el análisis, el magisterio, históricamente, se ha negado a desempeñar su papel revolucionario como intelectual orgánico del proletariado, han existido muchas luchas en que han intervenido los profesores, incluso guerrillas organizadas por educadores, pero son expresiones aisladas: no podían más que fracasar como lo han hecho hasta ahora. Parte de la inexperiencia de la sección XIX se expresa en la falta de trabajo político-organizativo con los sindicatos y demás trabajadores de la región, problema recurrente en el magisterio democrático nacional, de aquí que este tipo de movimientos sean tan desgastantes, largos y con pocos frutos. A las clases subsumidas no nos conviene que el magisterio morelense sea derrotado, no necesitamos más mártires en nuestro santoral político, sino verdaderos avances revolucionarios: si los profesores no van a los trabajadores, la clase obrera tiene que ir a los profesores para romper ese círculo vicioso que nos limita las posibilidades para la liberación de la opresión y explotación capitalistas. El trunfo del magisterio pasa por la solidaridad de clase, es su condición sine qua non. No son opciones la derrota o la muerte: ¡Necesario es vencer!
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