La Episteme
(quinta parte)
Praxis
“El pensador medita la virtud, la verdad, la felicidad; pero el hombre activo se limitará únicamente a poner en práctica las virtudes, a comprender las verdades, a disfrutar de días felices.”
Friedrich Schiller
La ética y la filosofía política son las ramas de la filosofía que estudian la idea de lo bueno y de lo justo, así como la estética estudia la idea de lo bello o estético. Sin embargo poseemos una disciplina de lo estético que es el arte y no poseemos una disciplina de lo bueno y de lo justo. Por tanto, mi propuesta consiste en generar una disciplina totalmente práctica que, por ser una disciplina autónoma y no una ciencia o filosofía, tendrá su propio método. Esto sería imposible si las disciplinas de la cultura no se hubieran desarrollado cabalmente como en la actualidad. Ahora bien, existen diversos tipos de prácticas: hay una práctica artística, una práctica filosófica, una práctica científica, una práctica religiosa y una práctica productiva entre otras, es decir, una práctica para cada actividad humana. Mi propuesta, partiendo de Sánchez Vázquez, consiste en generar una disciplina práctica que conjugue la actividad ética con la política.
Ahora bien, para que dicha práctica no sea mera espontaneidad, requiere una teoría que la respalde, es decir que la praxis debe ser una práctica pensada (conciente) y no una mera teoría estática (como las filosofía continentales) o una mera practicidad (como el pragmatismo o el utilitarismo), en otras palabras, debe conformar una unidad entre teoría y práctica, en la cual cada una se alimente de la otra en un movimiento dialéctico (marxismo). Además, debe poseer un objetivo que transforme a la realidad, lo cual es posible en razón de que el humano es ante todo un sujeto histórico, en tanto que si bien está determinado por su propia historia: él mismo hace la historia. Por tanto, en la medida que sus acciones se realicen con conciencia histórica y social: podrá efectuar la transformación del mundo.
Dicha transformación social tiene cierta relación con la transformación material, dado que, como expone Marx, la sociedad posee una estructura económica y una superestructura (ideológica, jurídica y política) que se determina por la primera. Esto no es arbitrario, pues si la realidad es material, tal como enseña la ciencia actual, es evidente que lo social no puede poseer una autonomía completa, debido a que su existencia reposa sobre elementos materiales (los pensamientos existen en los cerebros, la lucha de clases se da entre individuos concretos, etc.). Históricamente, esta base material es clara, pues aun cuando la religión imperó en la edad media y la polis en el mundo antiguo, “lo indiscutible es que ni la Edad Media pudo vivir de catolicismo ni el mundo antiguo de política. Es, ala inversa, el modo y manera en que la primera y el segundo se ganaban la vida, lo que explica por qué en un caso la política y en otro el catolicismo desempeñaron el papel protagónico”. En ese sentido, la práctica productiva consiste en la transformación del mundo en relación con los medios de producción y la práctica social (praxis) consiste en la transformación del mundo en relación con la interacción de los individuos, sin olvidar que están determinados, en última instancia, por las condiciones histórico-materiales.
Ahora bien, ¿Cómo es posible que la praxis transforme a la sociedad en analogía con el trabajo que transforma el mundo material? Para que esto sea realizable es necesario que, en la medida de lo posible, los individuos superen la contradicción que surge entre el “yo” y el “ellos”, es decir, que se supere el antagonismo surge entre el bien común y el bien individual, entre los intereses individuales y los intereses sociales. Dicha superación se efectúa mediante la síntesis “nosotros”, en la cual las decisiones ético-políticas se optimizan.
INSTRUMENTO: Para tomar las mejores decisiones éticas y políticas, se requieren de dos instrumentos: la inteligencia y la sensibilidad, esto no es en absoluto arbitrario, dado que, como explica Bunge, “tenemos que contar con la emoción junto con el cálculo. La razón debería estar clara: el órgano de la emoción (el sistema límbico) está vinculado anatómica y fisiológicamente al órgano de la cognición (la corteza cerebral). Esta es la razón por la que el racionalismo radical se expone a que le vaya tan mal como el emotivismo radical”. Ahora bien, es un hecho que todos poseemos una experiencia cotidiana de la vida, la cual genera un conocimiento trivial de la realidad. Pero si el conocimiento subjetivo (perspectivo) que adquirimos en el arte, el conocimiento objetivo que nos brinda la filosofía y la ciencia y el conocimiento práctico que adquirimos mediante la interacción racio-sensible de la realidad: lo aplicamos (praxis) en esa misma experiencia cotidiana: generaremos un conocimiento integral, el cual nos posibilitará tomar la mejor decisión ético-política, lo que se explicará en adelante.
MÉTODO: Para conjugar la inteligencia, la sensibilidad y el conocimiento integral en la vida práctica se requiere de dos métodos que las dirijan hacia el mundo social: la empatía para la cuestión ética y la concientización para la cuestión política.
La empatía consiste en la habilidad para entender las necesidades, sentimientos y problemas de los demás, poniéndose en su lugar, y responder correctamente a sus reacciones emocionales. Bajo esta definición se pueden apreciar los rasgos conjuntos de inteligencia y de sensibilidad. Sobre este punto, Schiller se pregunta, “¿cómo podemos ser justos, afables y humanos hacia los demás, si carecemos de la capacidad para acoger fiel y verdaderamente en nosotros una naturaleza ajena, para adaptarnos a situaciones extrañas, para hacer nuestros los sentimientos de los demás?”. Es decir que, para entender cabalmente la realidad social y tomar las mejores decisiones éticas, debemos conocer tanto los aspectos subjetivos que nos muestra el arte, como los aspectos objetivos que nos muestra la ciencia y la filosofía, pero también debemos ser capaces de conocer al prójimo vivencialmente (mediante la sensibilidad y la inteligencia), pues sólo así entenderemos cabalmente los problemas de la sociedad. Ahora bien, tanto lo estético como lo bueno son propiedades valorativas que están sujetas a una percepción subjetiva (a diferencia de lo sagrado que pretende imponer su valoración como algo absoluto). En ese sentido los valores escapan al escrutinio de las disciplinas duras como la filosofía o la ciencia, pues no es posible determinar objetivamente el valor de las cosas, es decir, saltar del hecho al valor. Por tal razón tanto la religión (que intenta dogmatizar sus nociones valorativas), como el arte (que no utiliza a la inteligencia) o la filosofía y la ciencia (que no usan la sensibilidad): han fracasado en sus intentos de determinar lo que es bueno para toda situación, pues el deber ser va más allá del ser, del sentir, o del pensar aisladamente. Esto sucede en razón de que no es posible determinar a priori lo que es bueno o malo, o decidir entre dos valores contrapuestos en una misma circunstancia; pues los valores éticos son un elemento emergente entre el sujeto, el objeto y las circunstancias específicas, tal como explica Frondizi, y no un mero juicio a priori. Por tanto, las filosofías continentales no tienen posibilidad de forjar una ética práctica, pues pretenden determinar a priori el deber ser o derivarlo de meras emociones.
Por otro lado, la concientización (entendida como la acción de conocer y percibir nuestro papel en el entorno, por lo cual se implican los instrumentos ya mencionados en esta disciplina) es el método que complementa a la empatía, pues como ya he mencionado, no podemos reducir la práctica social a un mero ejercicio de voluntades (ética), dado que vienen implicados los intereses (política). Ahora bien, mientras la síntesis de voluntades en conflicto se supera con la empatía, la síntesis de intereses en conflicto se supera con la conciencia social, en otras palabras, sólo cuando se logra converger los intereses particulares en intereses comunes: las acciones políticas pueden realizarse para el beneficio social. Por ello no será suficiente una conciencia al margen de la sociedad, sino una que se posicione dentro de ella: una conciencia de clase; en ese sentido, la superación de la contradicción entre el yo y el ellos no puede darse en abstracto, dado que, como explica Marx, “…La ciencia burguesa toma como concreto algo plenamente abstracto. Estas relaciones no son de individuo a individuo, sino de trabajador a capitalista, de arrendatario a proletario, etc. Si elimináis esas relaciones, habréis eliminado la sociedad entera”. Por tanto, solamente tomando conciencia de las relaciones reales entre los hombres se puede transformar el mundo. Ahora bien, para adquirir dicha conciencia se necesita una comprensión de la realidad como totalidad, tal como explica Kosik, por lo cual, como explica Sánchez Vázquez, se requiere que los intereses de clase sean universalizables, es decir, que puedan extenderse a toda la sociedad y sólo así podrán superar la lucha de clases. Para que los intereses puedan llegar a la universalidad, requieren coincidir con las necesidades reales y evitar las falsas necesidades (aquellas que tienden al lujo y no al desarrollo humano). Consecuentemente, la clase proletaria, en la medida en que no requiere ejercer la explotación y dominación de ninguna otra clase, es la única que puede universalizar sus intereses (tales como la democracia, la justicia, la educación, la alimentación, la salud y la vivienda para todos, entre otras), superando la mera ideología, y de ese modo podrá tomar conciencia de su papel en la sociedad y convertirse de clase en sí (como ya lo es la clase burguesa) en clase para sí (efectuando la supresión de clases), y con ello suprimir la explotación del hombre por el hombre. En concreto, la clase dominante no puede lograr una conciencia total, pues aun cuando tenga acceso al conocimiento de las disciplinas, no está dispuesta a perder sus posesiones y su respectiva justificación. Las clases marginadas (como los indígenas) y explotadas están más cerca de adquirir la conciencia total, pues sus intereses coinciden en el mayor grado posible con las necesidades, pero no poseen el suficiente acceso al conocimiento científico o filosófico. Solamente los intelectuales tienen posibilidades de adquirir dicha conciencia en tanto no están tan arraigados a los bienes materiales y poseen el mayor acceso al conocimiento disciplinado, por lo que radica en ellos concienciar a la población para lograr la emancipación social.
En pocas palabras, la superación dialéctica del yo-ellos en el nosotros, permite conciliar los intereses y voluntades divergentes en intereses y voluntades comunes, por lo cual es posible efectuar la bondad y la justicia óptimamente. Esto hace posible el conocimiento integral de la sociedad, pues el paso de la mera ideología al conocimiento efectivo es posible mediante la universalización del posicionamiento (aunque nunca lo sea del todo).
CAMPO: El conocimiento que genera el arte nos permite interpretar, el de la filosofía ordenar y el de la ciencia conocer la realidad, pero solamente el conocimiento de la praxis nos permite transformar el mundo, tal como expresa Marx en su famosa cita. Esto se debe a que el conocimiento de la praxis surge precisamente con la práctica, la cual, al modificar el mundo provoca que tenga que ser reaprendido y al hacerlo volvemos a transformarlo en un movimiento dialéctico sin fin.
En ese sentido, las transiciones históricas como la del esclavismo al feudalismo y del feudalismo al capitalismo: ocurrieron sin la intervención directa de los individuos, pues sus intereses individuales en conflicto derivaron inintencionalmente en tales sistemas (Sánchez Vázquez). En cambio, la transición del capitalismo al socialismo mediante la praxis: será una transformación en la que converjan los intereses y voluntades de manera consciente, por lo que tal proceso será verdaderamente libre, producto de la voluntad social. Dicha transformación es posible en razón de que los medios de producción han alcanzado el desarrollo suficiente para satisfacer las necesidades de toda la población; en otras palabras, en las etapas precedentes al capitalismo, la tecnología no había alcanzado el crecimiento suficiente para abolir la esclavitud, la servidumbre o el proletariado, según el caso, pero actualmente ya es posible abolir todo tipo de explotación, lo cual converge con la sentencia de Aristóteles: Los esclavos dejarán de ser necesarios cuando las máquinas se muevan por sí solas. En la actualidad la globalización ha dificultado el proyecto emancipatorio del que hablamos, en concreto, el primer mundo posee una clase explotada en minoría, incluyendo a los indocumentados, por lo que no tiene condiciones sociales factibles para una revolución socialista; el cuarto mundo posee escasos medios de producción que arrebatarle a la clase dominante, por lo que tampoco allí es viable, sin embargo, en el tercer mundo existe tanto medios de producción como una gran población explotada, por lo que en esos países hay muchas posibilidades revolucionarias.
CUESTIÓN: La praxis, debido al carácter que lleva en su nombre, no tiene posibilidad de responder ninguna pregunta mas que el para qué. Responder a ¿Para qué vivir?, o ¿Para qué actuar en beneficio de los demás?, sólo puede responderse por la misma practicidad de la vida, sin olvidar que no es una practicidad gratuita, sino que parte del conocimiento de las otras disciplinas. En ese sentido, mientras cada disciplina tiene sus objetivos particulares que en cierta medida pueden alejarlas entre sí, la praxis las revitaliza al conducirlas hacia el ámbito ético-político.
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