El Ser
Análisis filosófico del universo
(2da. de 4 partes)
Por: Sagandhimeo
Por otra parte, que la materia no pueda existir sin movimiento y el movimiento no pueda existir sin materia, es un argumento que fue postulado por Leibniz, Toland, Hegel, Engels y Bunge, el cual nos aclara ciertas cuestiones, como por ejemplo, no es posible que exista un cielo o un infierno, pues un estado de eterno sufrimiento o eterna dicha: implican falta de movimiento y la realidad sin movimiento no es posible. Asimismo el estado del “nirvana” que consiste en la supresión de dolores y placeres cae en la misma falta de movimiento. En ese sentido, nuestras sensaciones requieren de movimiento hasta en el más imperceptible momento, por ejemplo, aun cuando nuestros ojos puedan mirar fijamente, requieren moverse mínimamente en torno a tal punto, pues de lo contrario se oscurecería nuestra vista; esto nos remite a que las sensaciones se constituyen por una unidad de contrarios, en la que sólo somos capaces de sentir algo cuando también sentimos su opuesto (como frío y calor, dolor y placer, alegría y tristeza, etc.), todo ello en razón de que la realidad se compone de movimiento. Esto explica en cierto modo por qué la riqueza, el poder y el amor siempre parecen insuficientes, pues su falta de movimiento tiende a nulificarlos. Por tanto, ante cualquier mundo que se nos antoje imaginar: su falta de coherencia nos rebotará a la realidad, dado que si la realidad existe y se compone de materia en movimiento, nuestro entorno es el único posible, pues cualquier otro se destruiría a sí mismo debido a su incoherencia, en ese sentido podemos afirmar que la realidad es el Universo.
Hasta ahora hemos hablado del Ser como sinónimo de la realidad material, pero dicho término posee una mayor complejidad. En tal sentido, si cada objeto fuera lo que es por sí mismo, no requeriría de la interacción con los demás para existir, lo que nos envolvería en un politeísmo en el peor de los casos (en el cual cada objeto es absoluto) o en una monadología leibniziana en el mejor de los mismos (en el que no es posible explicar la interacción entre objetos, ya que no la requieren).
En ese sentido, el fundamento de cada objeto no puede estar en sí mismo, sino porque forman parte del universo, así podemos pensar que “el ser” es un gran ente que rige la interacción en el mismo, lo cual es absurdo tanto porque nos haría caer en el idealismo de un agente externo a la realidad, como porque tendríamos que explicar el ser de este gran Ser y así indefinidamente.
También podemos concebir al ser como la suma de todos los entes, lo que no explica por qué los entes son lo que son. Incluso podemos concebir al ser como lo que está presente en todos los entes, pero que algo esté presente en todo: no constituye un punto de referencia determinado, pues su influencia se anula. Tanto como si todo creciera exactamente a la misma proporción al mismo tiempo, sería imperceptible y no causaría repercusiones.
Finalmente, proponemos entender al Ser como el sentido de la existencia, es decir, que el fundamento de todos los objetos consiste en el sentido o dirección que poseen. En el lenguaje común esto nos parece muy claro, los pensamientos son coherentes cuando poseen un sentido. En la realidad todo está en constante movimiento y el hecho de que tal movimiento contenga la posibilidad de generar vida, mente y cultura: implica que la realidad posee un sentido o dirección, pues incluso un movimiento sin sentido tiende a ser aparente. Lo que nos lleva a nuestra quinta certeza: la realidad posee un sentido. Obviamente tal sentido no puede ser meramente óntico (de los entes o cosas), sino ontológico (del Ser). Esto se contrapone a la idea de que la realidad tiene una finalidad o que es caótica. Más adelante se abundará sobre el orden del universo, baste decir que el hecho de que exista un sentido implica que no puede reducirse a una finalidad ni volatilizarse hacia el caos.
3. ¿Cómo se mueve el universo?
Es momento de aplicar nuestras certezas de la materialidad y el movimiento al universo concreto, no porque queramos encajar nuestras ideas en la realidad, sino porque requerimos entender la realidad con la mayor congruencia y complejidad posible. El movimiento del universo se constituye en dos facetas: intrínseco y extrínseco, lo que conformará el resto de la presente obra.
Manejar el infinito en acto y no como potencialidad facilita generar cosmovisiones incongruentes como la de Zenón, el cual ideó una serie de paradojas. Una de ellas consiste en afirmar que racionalmente, una persona no puede recorrer un estadio de longitud, porque primero debe llegar a la mitad de éste, antes a la mitad de la mitad, pero antes aún debería recorrer la mitad de la mitad de la mitad y así eternamente hasta el infinito. De este modo, teóricamente, una persona no puede recorrer un estadio de longitud, aunque los sentidos muestran que sí es posible. Esto ocurre porque el autor maneja el concepto de infinito en acto y no como potencia, es decir, una persona recorre un infinito número de lugares para recorrer un estadio, pero porque cada lugar es potencialmente divisible al infinito, en acto el estadio se recorre en pasos, no en unidades indefinidas.
Por último, el movimiento del universo no es caótico en razón de que todo movimiento ocurre por necesidad causal y en tiempo casual (Engels, Bunge), es decir, si todo ocurriera por absoluta necesidad: todo estaría predeterminado y el universo mismo perdería su sentido. Para que el universo no sea caótico y a su vez no pierda su sentido, requiere de un elemento que le permita moverse congruentemente: el tiempo (recordando que el tiempo se constituye como la sucesión de eventos materiales. En ese sentido, por ejemplo, si el techo se me cae encima y me impide seguir escribiendo… No habrá sido un evento meramente azaroso o un destino predeterminado (idealista), sino un acontecimiento necesario-causal en un sentido: la resistencia del techo a la gravedad no es invencible y forzosamente algo o alguien estará abajo del techo. Y un acontecimiento temporal-casual en otro: que esté yo debajo del techo en este preciso momento…Este argumento coincide de cierto modo con Bunge, quien postula: “la investigación científica no avala al indeterminismo radical, porque no reconoce que haya caos. Sin embargo, sería absurdo negar que hay accidentes a todos los niveles, y en particular que la existencia humana es un tejido de accidentes y necesidades. Pero estos accidentes, lejos de ser caóticos, son cruces de líneas legales”.
Es momento de distinguir entre materialismo emergentista y dialéctico. Ambos coinciden en aspectos fundamentales como la materia en movimiento y los niveles de organización con propiedades emergentes, sin embargo, el emergentista explica de manera deficiente cómo se ha generado un nuevo nivel a partir de los otros en el transcurso de la historia natural, pues su visión no alcanza la noción de totalidad, en cambio el materialismo dialéctico concibe la naturaleza como un todo cualitativo y cuantitativo en donde la generación de un nuevo nivel se explica por una ley: “Ley del trueque de la cantidad en cualidad, y viceversa”. Tal postulado fue establecido inicialmente por Hegel y retomado por Engels, y significa lo que acabamos de exponer en el párrafo anterior: que se requiere de una pluralidad cuantitativa para dar un salto cualitativo a un nuevo nivel, esto lo observamos incluso en los aspectos más triviales, por ejemplo, para adquirir destreza en cualquier actividad, no basta aprender los elementos fundamentales (cualidad), sino que con la práctica constante se posibilita dominar alguna disciplina (cantidad), a su vez la mera práctica sin un nuevo aprendizaje no genera un mejoramiento real, sino un mero dominio de lo ya conocido.
3.2.1 Nivel universal. Es hora de trazar una brevísima historia natural que le brinde concreción a nuestra exposición, así pues, el nivel universal se compone de los elementos que abundan en todo el universo y no solamente en determinados lugares. El dato más antiguo que conocemos es el de la explosión del Big-Bang, en donde un átomo de materia sumamente comprimida explotó y dio origen a la expansión del cosmos, en los primeros momentos solamente había partículas subatómicas, las cuales son los constituyentes de los átomos: protones, electrones y neutrones. Los protones y neutrones por su parte están constituidos por quarks. Así un protón está formado por dos quarks up y un quark down. Los quarks se unen mediante partículas llamadas gluones. Existen seis tipos diferentes de quarks (up, down, bottom, top, extraño y encanto). Existen también otras partículas elementales que son responsables de las fuerzas electromagnéticas (los fotones) y débiles (los neutrinos). Todas estas partículas con el paso del tiempo se fueron enfriando y formaron 92 elementos o átomos distintos, a su vez estos átomos se fueron ligando por enlaces covalentes o metálicos para formar moléculas. Así vemos, pues, cómo la pluralidad de elementos de cada nivel y su acontecer en tiempo y espacio hicieron posible su desarrollo de modo que generaron nuevos niveles de organización de la materia. Y en el plano astrofísico, estos elementos formaron las galaxias, los sistemas solares, los planetas y todos los demás objetos astronómicos)… (continuará)
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