jueves, enero 01, 2009

Problemas fundamentales del universo. Análisis filosófico del conocimiento, dios, el alma, el universo, la nada y la libertad, 10:

El Ser

Análisis filosófico del universo

(1ra de 4 partes)

Por: Sagandhimeo

Para Raúl,

Por nuestra amistad.


INTRODUCCIÓN

La principal labor de la filosofía consiste en responder a las preguntas fundamentales del ser humano y del universo, previo a esto se requiere indagar sobre qué existe, de qué están hechas las cosas y la más abstracta de las preguntas: ¿Qué es ser?, es decir, ¿Qué es la existencia y cuál es su sentido? En esta obra se intentará contestar a tales interrogantes, yendo de lo más simple a lo más complejo.

1. ¿Qué existe?

Preguntar sobre qué existe pareciera una de esas preguntas que sólo se hacen los filósofos por mera erudición, pues todos damos por sentado que existe lo que nos rodea y nosotros mismos, pero si se trata de estar absolutamente seguros de que algo existe, resulta difícil comprobarlo. Tan es así que hubo un filósofo que se atrevió a argumentar que nada existe: Gorgias. Más adelante se criticarán sus argumentos, por el momento basta decir que ni él mismo se tomó en serio su teoría, pues como escéptico creía que todo se basaba en opiniones y que no hay ningún conocimiento de la realidad. Ahora bien, podemos tratar de argumentar que existe lo que nos rodea porque lo percibimos, pero no podemos estar seguros de esto, pues un sicótico cree percibir aquello que no existe, esto implica que puedo dudar provisionalmente de todo, pero no puedo dudar de que estoy dudando pues ya lo estoy haciendo y si dudo es porque pienso: así es como llegó Descartes a afirmar que “si pienso, por lo tanto existo”,  pero del pensamiento no se sigue que yo exista, así como de la digestión no se puede deducir un yo digestor (Hume),  solamente podemos asegurar que existe el pensamiento, lo que habremos de denominar nuestra primera certeza.

Por otro lado, si sólo existiera el pensamiento, no podría hacer otra cosa que pensarse a sí mismo (como el Dios neoplatónico), es decir, pensar el pensar, lo cual es un contrasentido, pues todo pensamiento requiere de un material, tal como expone Kant: “pensamientos sin contenido son vacíos”. Por tanto, el pensamiento requiere de un material fuera de él para poder pensarlo, es decir: tiene que existir una realidad que se aprehende para que haya pensamiento. Aun se podría objetar que lo que se aprehende es mera ilusión, pero las ilusiones no pueden existir sin una realidad que las sustente, es decir, si sólo existieran éstas, no tendría sentido llamarlas ilusiones, pues no habría una realidad con la cual verificar su falsedad (Hospers), por tanto, existe la realidad, lo que será nuestra segunda certeza. Mas adelante abundaremos sobre la idea de realidad, baste decir que esto implica que los pensamientos no son idénticos a la realidad, pues requieren de un proceso de aprehensión.

Por otro lado, existen dos grandes posturas ontológicas: el sensualismo subjetivo y el objetivo. El primero lo adoptaron los empiriocriticistas, Berkeley y Fitche, entre otros, el cual sostiene que sólo existen las sensaciones y el sensor, en tal caso ya vimos que la misma sensación puede ser un engaño patológico de la mente, además se le puede aplicar el mismo criterio que al pensamiento puro: si sólo existe la sensación no puede hacer otra cosa que sentirse a sí misma, es decir sentir a la sensación, lo que se refuta con un argumento que bien pudo ocurrírsele a Kant: sensaciones sin contenido son nulas; por último, creer que sólo existen las sensaciones conlleva a un solipsismo, es decir, a creer que sólo existo yo y mis sensaciones, y ya vimos que ni el “yo” puede darse por hecho en semejantes circunstancias. A su vez el sensualismo objetivo sostiene que nuestras sensaciones corresponden a una realidad, la mayoría de las filosofías como los materialismos e idealismos parten de este presupuesto, como se verá en adelante.

2. ¿De qué está hecha la realidad?

Una vez que hemos llegado a la certeza de que la realidad existe, es momento de analizar de qué está hecha. La gran corriente de sensualismo objetivo sostiene que nuestras sensaciones y pensamientos requieren de un material para efectuarse. Ahora bien, como “pensar siempre es pensar algo” (Hume), es evidente que los pensamientos son una mera forma y no pueden tomar su contenido de otros pensamientos sin más, pues en última instancia se requiere de un contenido que no sea el pensamiento mismo, es decir que la realidad es material al menos como el contenido del pensamiento lo cual será nuestra tercera certeza. En ese sentido, no solamente los materialismos afirman que la realidad es material, pues los idealismos también lo sostienen aunque para éstos la materia sea secundaria.

Analicemos, pues, la corriente idealista. Aun cuando el idealismo ha tomado una gran multiplicidad de caminos, “todas las direcciones filosóficas idealistas coinciden, en el fondo, en admitir que la conciencia es lo primario, en tanto que la materia es lo que deriva de la conciencia” (Cherkashin). Sobre este punto nos encontramos con el más antiguo de los idealistas: Platón, quien sostenía que la materia es el receptáculo pasivo de las formas, que a su vez son ideas: sólo el alma puede moverse por sí misma. Veamos cómo responde el idealismo en diversos ámbitos. En el plano físico, se considera que la materia es un elemento pasivo, el cual no puede transformarse por sí mismo a menos que una conciencia externa la manipule, en ese sentido, la realidad es el producto de la manipulación humana o de un ser que posea conciencia, en tal caso, la realidad requiere de un ser que haya creado todo. Esto solamente provoca que desplacemos el problema: tratamos de explicar de qué está hecha la realidad y ahora tenemos que explicar la existencia de un creador (véase mi obra EL NO SER), tanto como si en lugar de explicar el funcionamiento de un reloj dijéramos que lo construyó un relojero (Hospers). En el plano biológico, el idealismo toma la forma de vitalismo, el cual postula que la vida no puede surgir de la materia inerte, sino que requiere de una fuerza vital para generarse, aquí ocurre algo similar al ejemplo anterior: si queremos explicar el fenómeno de la vida y proponemos un agente externo que la produce: desplazamos el problema a tener que expresar en qué consiste la fuerza vital, tanto como creer que un auto avanza por una fuerza automovilística y no por gasolina. Vemos pues, que el idealismo es deficiente tan sólo porque no explica la realidad en su complejidad, sino que pretende comprenderla insertando elementos injustificados.

Analicemos ahora el mecanicismo, el cual sostiene que la vida, la mente, la sociedad y todo lo real: pueden ser reducidos a mecanismos físicos. Esta corriente tuvo precursores en el atomismo griego y tuvo un gran auge debido al éxito de la física en el siglo XVII, tal postura consistía en pretender que todo fenómeno es en última instancia mecánico. Leucipo y Demócrito sostenían, por ejemplo, que el alma se compone de átomos, lo cual no explica la complejidad de nuestra psique, sino que reduce su existencia a una mera materialidad. En el plano biológico los mecanicistas modernos postularían que la vida no es más que la combinación de moléculas, pero esto minimiza la complejidad de los fenómenos, pues no basta con reunir un cierto número de elementos para formar un todo, así como un conjunto de mujeres feministas no forman una asociación feminista. En ese sentido el mecanicismo es insuficiente tan sólo porque en lugar de explicar la complejidad de la realidad, la reduce a su materialidad.

Por tanto, aun cuando la realidad se componga de materia, requerimos de una explicación más óptima de su constitución, pues concebirla como una mera sustancia pasiva conlleva tener que inventar agentes externos que le den forma o que caigamos en reduccionismos. En ese sentido, existen dos posturas que poseen una idea de materia más acabada: el materialismo emergentista y el dialéctico. Más adelante señalaremos sus diferencias, por el momento las abordaremos como una sola corriente que puede ser denominada científica, moderna o contemporánea. “El materialismo moderno afirma que si bien todo existente real es material, las cosas materiales se dividen en al menos cinco niveles de integración cualitativamente diferentes: físico, químico, biológico, social y técnico. Las cosas de cada nivel están compuestas por cosas de niveles inferiores y poseen propiedades emergentes, de las cuales sus componentes carecen. Por ejemplo, un subsistema cerebral capaz de tener experiencias mentales de algún tipo está compuesto por neuronas, células gliales y otros tipos de células, ninguna de las cuales es capaz de tener pensamientos; del mismo modo, una empresa comercial, aunque está compuesta por personas, ofrece productos que ningún individuo podría producir” (…) También es pluralista, en el sentido de que reconoce que una cosa material puede tener muchas más propiedades que las que le asigna la mecánica” (Bunge). En ese sentido, la vida, la mente y la cultura no son reales por sí mismos, pues eso conllevaría caer en idealismos, sino que su realidad reside en que se componen de materia: no existe vida sin moléculas orgánicas, no existe pensamiento (ideas) sin cerebro y no existe cultura sin grupos humanos. Resaltando que aun cuando tales elementos existan porque se componen de materia, no pueden reducirse a ella (fisicismo), pues sus elementos emergentes lo impiden.

Ahora bien, hasta aquí hemos manejado el concepto de materia como el material de la mente, lo que no debe malinterpretarse como un mecanicismo epistémico, baste decir que si bien es cierto que la materia es el material de la mente: su complejidad no depende del sujeto cognoscente. Para el materialismo moderno esto no es suficiente, pues tampoco puede definirse la materia como aquello que puede percibirse mediante los sentidos, dado que “los entes materiales no pueden identificarse con los objetos masivos, ni menos con los macizos o sólidos, desde que se descubrieron campos sin masa tales como el electromagnético y el neutrínico. Y los objetos materiales no pueden definirse como los que existen independientemente del sujeto, porque un idealista objetivo afirmará la existencia autónoma de objetos inmateriales tales como ideas.” (Bunge) Por tanto, debemos encontrar un factor que determine lo que es material. En el apartado anterior vimos que el pensar y el sentir no pueden existir sin un material para procesarlo, pero no basta con que el material pueda aprehenderse, pues bastaría con aprehenderlo de una sola vez para que terminara su accionar, el hecho de que la mente pueda aprehender una y otra vez el material del exterior: manifiesta que tal elemento se mueve. Es así como llegamos a nuestra cuarta certeza: la realidad se mueve, o, como explica Bunge, “podemos pues caracterizar un objeto material como un objeto que puede estar por lo menos en dos estados, de modo que puede saltar de uno a otro”. Esto coincide en cierto sentido con Hegel (quien parte de Heráclito), pues él postulaba que la realidad se compone en primera instancia por la triada “ser-nada-devenir”, es decir, que el ser solamente “es” cuando posee la posibilidad (la nada) de devenir. También coincide de cierto modo con el atomismo griego, pues Demócrito postulaba que los átomos (el ser) requieren de un vacío (nada) para moverse (devenir). También podemos encontrar cierta similitud en Heidegger, pues postula que “ser y tiempo se determinan recíprocamente”. En ese sentido, el espacio y el tiempo no pueden existir por sí mismos, pues hemos visto que explicar la realidad mediante agentes inmateriales es injustificado, por lo que el espacio sólo puede ser materia espaciada y el tiempo materia en movimiento (Engels, Bunge). Cabe mencionar que no se trata de trivializar el concepto de tiempo en Heidegger, baste decir que toda idea de tiempo implica movimiento. Asimismo, la idea de eternidad no tiene posibilidades de existencia real, pues si se entiende como tiempo indefinido no se hace más que extenderlo a niveles injustificados, dado que como el tiempo no puede existir sin materia, no puede prolongarse más allá de ella; en ese sentido la idea de eternidad como un estado fuera del tiempo no tiene sentido, pues materia y movimiento no pueden separarse y, finalmente la idea de eternidad como el eterno presente no es más que una obviedad.

Mediante la certeza de que la realidad es materia en movimiento podemos hacer un breve paréntesis para analizar la postura clásica de Parménides sobre el ser, el cual consiste en plantear que la realidad es y la nada no es, pues si es no puede no ser y si no es no puede ser, por lo tanto lo que es, es y lo que no es no es. Más que un mero juego de palabras, Parménides trata de negar el movimiento, argumentando que lo que es lo será siempre y lo que no es nunca será nada, por lo que sólo puede existir  un Gran Ser estático y todo lo demás es mera apariencia: el devenir y la multiplicidad. Es difícil concebir una realidad en la cual sólo existe un gran ente (cosa) uniforme y estático, pues la única forma de que esto ocurra es que el ser no sea nada, y así es como Gorgias llega a la conclusión de que nada existe, por lo que el argumento parmenídeo se refuta a sí mismo. A su vez se puede contestar a la pregunta de Leibniz: ¿por qué existe algo en lugar de nada? Respuesta: porque la existencia absoluta de la nada es inconsecuente, en tanto que si el ser se constituye por la nada, el ser no es nada, por lo que necesariamente tiene que existir algo (y este algo debe estar en movimiento para no volver a caer en el mismo artilugio del inicio del párrafo)… (continuará)

 









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