lunes, enero 19, 2009

Reyertas 21: Asumiendo la herencia

Se acerca el final de la presidencia imperial de George II, el mundo alcanza el punto de inflexión, propiciado por el desastroso manejo de la crisis capitalista en la cuál se encuentra sumergido el mundo. Por un lado, la administración Bush jr. hizo generó tanta desconfianza que ahora todos suponen que cualquier cosa que haga la presidencia de Obama será mejor, aunque nada solucione. Paralelamente, la intensidad de la crisis ha demostrado la necesidad del propio capitalismo por transformar las estructuras que regulan sus funciones vitales. Entre estas dos tendencias se inscribe el legado que Barack Obama heredará a partir del próximo martes 20 de enero, cuando asuma formalmente la presidencia imperial. Pero, en específico ¿qué podemos esperar los trabajadores del primer presidente no anglosajón en la historia del imperialismo norteamericano?

Sin duda que sería demasiado ingenuo esperar grandes cambios, pero algunos habrá.

Las dos líneas enunciadas arriba, enmarcan las posibilidades de acción para el futuro presidente, pero ambas tienen matices interesantes que no deben dejarse pasar: varios se entrecruzan. Para tener una interpretación autosuficiente para caracterizar con precisión la situación actual y la que se derivará.

En primera instancia, la crisis actual no solamente exhibe las falsedades postuladas por los intelectuales orgánicos del capital sobre la superación de la economía “real” (proceso de producción de mercancías) como la fuente de generación de riqueza, pues con el desarrollo de los mercados financieros, ya no es necesario generar mercancías “reales” para poder obtener grandes ganancias, según nos dicen. También demuestra la falta de rigor metodológico de las teorías postulantes del Sistema-Mundo; sus limitaciones en la interpretación y aplicación de las tesis de Kondratiev sobre los Ciclos Económicos Largos, pues el simple estallido de la actual crisis y dada su magnitud, queda claro que las últimas dos décadas no fueron de la curva descendente, por el contrario, ahora es cuando comienza tal curva. Pero vayamos por partes.

El surgimiento de grandes fortunas a partir del desarrollo de los mercados financieros, más específicamente de los instrumentos de especulación económica sin la necesidad de generar mercancías en el sentido tradicional no subvierte las leyes básicas mediante las cuáles se desarrolla el capitalismo. Por más que se pretenda dividir las actividades económicas en tres grandes sectores (agropecuario, industrial y servicios) para inducir la idea de que las economías altamente desarrolladas crean la mayor parte del valor (más del 60%) en la parte de servicios, específicamente en los rubros bancario y financiero, este tipo de actividades solamente generan las mercancías indispensables para que la distribución y el cambio se desarrollen de forma óptima. El desarrollo de los mercados financieros perfecciona la circulación de mercancías, pero depende inevitablemente de la creación de mercancías. Así, el desfase recurrente entre la circulación de dinero en todas sus formas existentes y la sobreacumulación de plusproductos sin realizar (mercancías que no llegan a ser consumidas) culmina con el acontecimiento de crisis. El que después de alcanzar altos precios, los instrumentos financieros, se desplomen no es más que el efecto de que el consumo alcanza sus límites objetivos. La crisis hipotecaria surgida a mediados de 2007 fue precedida por las altas expectativas en los mercados financieros por obtener altas tasas de ganancia de la venta de inmuebles, pero cuándo las condiciones objetivas de la economía hicieron imposible el que esos bienes se siguiesen consumiendo al ritmo de producción, la liquidez cesó arrastrando tras de sí a todas las actividades relacionadas con ella, independientemente si éstas se desarrollaban o no en los mercados financieros.

En el caso de las interpretaciones derivadas de los postulados de Kondratiev sobre los ciclos económicos, el error es todavía más serio. Al desarrollar su teoría sobre los ciclos largos, el economista ruso, demostró dos elementos fundamentales del desarrollo capitalista: 1) que pese a mantener su esencia intacta, el capitalismo no tiene formas de acumulación perpetuas, tanto el modelo de acumulación histórico como la formación socio-económica tienden a desgastarse conforme van creciendo, y 2) para subsistir, el capitalismo está obligado a transformar ambas formas. En el caso de este segundo hallazgo, Kondratiev enuncia una serie de elementos comunes que acontecen durante esos procesos de desgaste-reestructuración, algunos pueden ser cuestionables, pero los esenciales son la reconfiguración de la infraestructura productiva y la adaptación de nuevas tecnologías. Durante los periodos de auge el capitalismo no requiere de modificar de manera significativa tales elementos, es durante los periodos de reflujo que le urge modificarlos. Con estos elementos a la mano sería algo irreal señalar que desde inicios de la década de los 70 hasta la fecha, la economía mundial se encuentra en una fase de contracción, como lo hacen los postulante de la teoría del Sistema-Mundo. En efecto entre inicios de los 70 e inicios de los 90 se presentó una curva descendente, pero desde inicios de los 90 hasta el estallido de la actual crisis la curva había sido ascendente. El agotamiento del modelo neoliberal y las propuestas de solucionarlo mediante la intervención del Estado en la creación de nueva infraestructura, así como la aplicación de nuevas tecnologías para la producción (incluyendo algunas de menor impacto ambiental) no es algo que se haya presentado de forma coincidental. Es la respuesta intuitiva que el capital tiene para sobrevivir, medidas que tardarán varios años en dar los frutos necesarios para una nueva etapa de auge, pero que perfilan la posibilidad de una restauración del capitalismo. Por tanto, resulta demasiado aventurado decretar la desaparición del modo de producción capitalista hacia mediados del siglo XXI.}

En lo referente al marco político en el cuál asumirá la presidencia Barack Obama, es preciso identificar que aunque la presidencia de Bush resultó nefasta tanto para el mundo como para los propios estadounidenses, hay que señalar que no todo lo que hizo George II mal se debió a su estilo personal de gobernar, sino en mucho a las propias limitantes que le impuso la correlación de fuerzas (plasmada en las instituciones) al seno del imperialismo. Recuérdese que la política monetaria no fue una decisión que él haya tomado directamente, Alan Greenspan fue el creador de la burbuja hipotecaria durante su larga estancia, de más de 20 años, al frente de la Reserva Federal. Pero además, Greenspan logró permanecer al frente de esa institución ya que demostró haber asimilado bien la correlación de fuerzas. Otro elemento que contribuyó con la crisis actual fue la derogación de las limitantes legales para la especulación (Glass-Steagall Act) en 1999, durante la presidencia del demócrata Bill Clinton.

El punto es que, así como el junior tejano estuvo obligado a mantener ciertos lineamientos políticos para mantener el establishment creado por los padres fundadores; de la misma forma Obama tendrá que mantenerlos. Aquí entonces, los caminos que podría tomar como presidente son dos: o abiertamente comienza a realizar reformas encaminadas a generar ese nuevo modelo de acumulación que tanto requiere el capital o le apuesta a realizar reformas superficiales encaminadas a extraerle hasta la última gota útil al modelo neoliberal. Cabe aclarar que el optar por una u otra no será excluyente de la eventual adopción de elementos identificados con el camino opuesto, eso dependerá de la correlación de fuerzas coyuntural a la cuál se enfrente.

Al revisar la información sobre la política institucional se pueden percibir elementos para desconfiar de la veracidad sobre la decisión de Obama para aplicar un proyecto que transforme el modelo de acumulación actual. La reticencia dentro de los congresistas de su propio partido (que son mayoría) a aplicar medidas radicales para enfrentar la crisis, el predominio de viejos políticos que contribuyeron decididamente a construir el actual modelo o que tienen fuertes compromisos con las facciones burguesas hegemónicas, v. gr. Hillary Clinton o Rahm Emanuel. La propia toma de posición con respecto a problemas cruciales, no parece demasiado vigorizante para el propio capitalismo. Más allá de proponer un rescate financiero que brinde garantías a las empresas para una aplicación real y eficiente de los recursos, de la propuesta para reformar el sistema de salud y la cierta disposición para disminuir el bloqueo económico contra Cuba, otras sugieren el continuismo: sacar las tropas de Irak para llevarlas a Afganistán, el apoyo a los grupos financieros y empresariales de Wall Street, redefinir los acuerdos comerciales para fortalecer el libre comercio en favor del imperialismo y la aplicación de una diplomacia más refinada que en la administración de Bush II, pero encaminada a proteger los intereses estadounidenses mediante la sumisión del resto de las naciones, sobre todo de América Latina.

Para los trabajadores de América Latina es necesario tener claros estos elementos para no dejarse llevar por la euforia irracional que se ha generado alrededor de la elección de Obama. La precisión, la agudeza y la madurez política harán falta más que nunca, porque habrá posibilidades de avance, pero también la sofisticación para reprimir la movilización social se incrementará, al incremento de la brutalidad de las fuerzas armadas equipadas por E.U. se añadirá la sutilidad de los acuerdos comprometedores pero sin compromiso. Ni la derrota ni la muerte son opciones ¡NECESARIO ES VENCER!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece atinado el llamado a la precaución y la madurez. El problema de la "esperanza" que despierta Obama es el aire fresco que le inyecta al capitalismo que comenzaba a ser ubicado con claridad como enemigo de la humanidad, el bienestar de la gente y la sustentabilidad del medio ambiente a partir de la crisis económica y financiera.

Pero quien crea que la crisis del sistema es resultado de la psicosis/ alcoholismo/devoción religiosa/ incoherencia de W. Bush (a cual más reales y objetivas), o de la desmedida "ambición" y corrupción (igualmente reales) de los banqueros y empresarios fraudulentos, se está engañando. Del mismo modo que se engaña quien crea que la solución es la asunción de un hombre honesto y perteneciente a las minorías. Este post deja muy clara la inevitabilidad de las crisis recurrentes en este sistema.

Cierto que es tranquilizante pensar que siempre queda "un rayito de esperanza" (cuidado con el deja vú), pero la mejor esperanza, la que más espacio deja para la tranquilidad del alma, es la que se basa en las posibilidades reales de cambio, y esas están en las manos de la gente trabajadora de E.U. y del mundo. Quienes confiamos en esas, nuestras fuerzas, sabemos que unidos, organizados y luchando en todos los espacios y desde todas las trincheras, venceremos.

Anónimo dijo...

¡Ah! Pero ciertamente, la presión política que las clases subsumidas pueden hacer, incluye precisamente recordarle a Obama sus promesas de honestidad, de cambio y atención a las minorías. Es un arma que hay que usar sin miedo y sin cortapisas. Cuba y Venezuela están moviendo ya sus piezas. L@s camaradas migrantes mexicanos en EU también deben hacer lo propio.

El punto por recordar ante las posibles reformas suavecitas de Obama, es que cada paso que podamos avanzar, es un espacio ganado, no concedido. Y debe convertirse en un nuevo espacio de lucha y no en un remanso de conformidad.

Gracias por el espacio.

Asaltante rojo dijo...

Muchas gracias por tus comentarios Ana Clara. A lo que comentas, agrego. Le toca a los trabajadores norteamericanos el obligar por todos los medios políticos a su alcance el obligar a Obama a que cumpla con sus compromisos. A los que habitamos en el resto del mundo nos corresponde una doble tarea: apoyar a los trabajadores estadounidenses en una política de clase y combatir cualquier forma de intervencionismo que el imperialismo pretenda imponer en nuestras naciones.