lunes, septiembre 06, 2010

Reyertas 106: El cuarto del horror

Los percances ocurridos en torno al IV Informe de Felipe Calderón resultan ridículos a más de uno. Aún en caso que se compartiese la idea del absurdo político, no por ello deja de ser necesario esforzar por comprender la situación: hasta éste tiene una razón. El lugar común que los medios de comunicación oficialistas han estado explotando es la banalización de la situación, reduciéndola a caprichos de los congresistas. Esto cumple una función: alejar a la gente del fondo del asunto y, por tanto, evitar que la reflexión conduzca hacia mayores niveles de concientización política.

La complicada situación mexicana es resultado directo de las turbiedades alrededor del ascenso de Felipillo I, el espurio, a la presidencia. La sospechosa elección, sumada a la velada amenaza militar desplegada desde la media noche del 1 de septiembre de 2006 (la cuál permitió realizar el protocolo de la toma de protesta presidencial) y al respaldo pasivo que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) son los factores que determinan la ilegitimidad del calderonato. Dicho golpe de Estado sigue teniendo consecuencias a casi cuatro años de consumado. La política belicista en contra del narcotráfico se ha vuelto el programa de gobierno del sexenio. Por ella la degradación moral de la sociedad se extiende cada vez más. La hostilidad militar hacia la población civil, la estrategia burda de combate a los cárteles y la forma desigual para atacar a las organizaciones delictivas han rendido frutos. Por un lado, un ambiente violento que limita la disposición social a la protesta. Por otro, se justifica la aplicación de medidas de gobierno que reconstruyen al autoritarismo.

No obstante los avances de Felipillo I, el teólogo, para fabricarse una base para sustentar su permanencia en el gobierno han tenido sus costos. El más importante de ellos es la recomposición del PRI como garante de los intereses de la burguesía. Hecho que quedó reafirmado con el triunfo priista en las elecciones de 2009. El rompimiento propiciado por el calderonato, mediante la difusión del acuerdo entre el PAN y el PRI para la aprobación del presupuesto 2010, dio el pretexto para que el priismo endureciese sus posiciones a tal grado que ahora representa la oposición más sólida contra el panismo.

Actualmente, dadas las traiciones que se han hecho a sí mismos los perredistas y el raquitismo del PT o Convergencia, resulta que el único partido electoral capaz de ser oposición es el PRI. Lo cuál por ningún motivo es una esperanza para la clase trabajadora; en más de una ocasión ese partido ha sido el más fiel servidor del capital monopolista.

La confrontación en la Cámara de Diputados para conformar la Mesa Directiva del segundo año de sesiones de la LXI Legislatura no se reduce a un capricho priista. Se trata de exhibir su fortaleza política. Finalmente los panistas están obligados a negociar con ellos para cumplir la voluntad de su patrón, el presidente, y el PRD es un partido muerto cuya sepultura ha quedado pospuesta por lo manipulables que son los chuchos ante el calderonato.

1. Discurso triunfalista

El triunfo popular que representó en 2006 la inasistencia de Vicente Fox a perorar su último informe presidencial quedó incompleto al no crearse una nueva forma de comparecencia del poder ejecutivo ante la nación. De esa manera, el día del presidente solamente quedó ajustado a los “nuevos tiempos” pero sin cambiar de fondo. El cuarto informe de Felipillo I, el breve, fue la mejor demostración de la vigencia del culto presidencialista.

El discurso que Felipillo I, el espurio, leyó en el patio principal de Palacio Nacional frente a un ato de cortesanos, fue una arenga que hizo gala de la demagogia que ha caracterizado al presidencialismo. Aprovechando los festejos patrios Calderón hizo uso y abuso de algunos pasajes históricos. Redujo la Independencia a la lucha de unos cuantos personajes, la Reforma a la Batalla del 5 de mayo (omitiendo el triunfo del Estado laico) y la Revolución no fue más que la pugna contra el Porfiriato. Ese hipócrita fervor nacionalista fue mezclado con una serie de cifras que, casualmente, siempre son las más grandes o las más altas o la primera vez en la historia de México. Las únicas deficiencias del país referido por Felipillo I, el teólogo, tienen su origen en la prehistoria nacional (antes de 2006). Las secuelas del autoritarismo, el subdesarrollo económico y la delincuencia organizada.

Sin duda un discurso autocomplaciente en que Felipillo I, el breve, es el gran prócer nacional. Su andanada demagógica no tiene desperdicio, inclusive describió un panorama apocalíptico para dar a entender a los mexicanos que solamente hay de dos sopas: o se aprueban sus propuestas o desaparecerá el país.

Aunque es justo decir que los discursos que tres días después ofrecieron los siete partidos políticos con representación parlamentaria no fueron mejores. Oscilaron entre la apología presidencial y la crítica visceral. No se trató de discutir un programa político o un proyecto de nación, sino de acaparar la atención de las clientelas para la siguiente elección.

2. Terca realidad

El discurso autoelogioso tiene su clímax en lo que el presidente considera sus grandes logros: combate a la pobreza, superación de la crisis mundial, guerra contra el crimen organizado y protección del medio ambiente. Alguien que esté medianamente enterado de la situación de cada uno de esos rubros sabe lo falso panorama idílico que, según Calderón, nos ha construido a todos los mexicanos con su arduo trabajo. Para esclarecer el mensaje ofrecido el 2 de septiembre por Felipillo I, el espurio, van algunas acotaciones sobre la economía, la política y la seguridad.

Economía

Resulta un insulto a la razón lo que Calderón presume como logros en el combate a la pobreza. Comenzando por la cobertura del programa Oportunidades superior al de los mexicanos por debajo de la línea de pobreza extrema. Conseguida por la expansión del programa hacia las ciudades. Una política que realmente estuviese enfocada a eliminar la pobreza no se centra en los magros subsidios, dónde quedó el libre mercado. En el mejor de los casos, con el Oportunidades, una familia de cinco integrantes percibiría hasta $2,900 al mes. Es decir, $19 diarios por persona. Lo suficiente para aparentar en el mundo la supresión de la pobreza extrema (ingresos menores a un dólar al día) en México.

Tener acceso a un poco de dinero no garantiza tener lo necesario para sobrevivir. Menos salir de la miseria. Se requiere que tener mercancías disponibles para intercambiar y la única manera de tenerlas es producirlas. En varias regiones del país la adquisición de los insumos básico se encarece muy por encima de los ingresos de cada hogar. El que se entreguen recursos asistencialmente a las mujeres no garantiza el uso racional de éstos, pues factores externos como, el transporte difícil o los acaparadores también disipan el voluntarismo de los programas de combate a la pobreza. Mientras el país carezca de un proyecto integral para desarrollar las fuerzas productivas de un mercado interno, cualquier apertura al mercado mundial está condenada a profundizar la situación del país como una neocolonia del imperialismo estadounidense. Algo tan sencillo que hasta un presidente en funciones debería comprender.

El calderonato es repelente a cualquier frase que contenga la mínima brizna de crítica. Consecuentemente al hablarse del fracaso económico lo que a Felipillo I, el espurio, le gusta revirar es la fabulosa creación de empleos en su gobierno. Para demostrar sus grandes éxitos se recurre a cifras que, en el mejor de los casos, resultan sospechosas. Según el mensaje presidencial hasta el 31 de agosto, durante lo que va de 2010, se habían creado más de 630,000 empleos. La Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) ofrece al público los datos hasta julio recién transcurrido, en estos se constata la generación de poco más de 500 mil trabajos. Curiosamente la tasa de desempleo sigue estando por encima del 5% de la Población Económicamente Activa (PEA), 5.7% en julio.

Sin contar que la inflación neutraliza los magros incrementos salariales.

Los esfuerzos por convencer a los mexicanos del afortunado gobierno que tienen, incluyen una serie de cifras alegres para demostrar el éxito de las reformas calderonistas para echar a andar la economía mediante la apertura de nuevas empresas. Tanto la inversión estatal en infraestructura como la disponibilidad crediticia para las Pequeñas y Medianas Empresas (PyMES) se financian con los ingresos impositivos obtenidos gracias al arduo trabajo de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP). Labores que incluyen tanto la ampliación del padrón de contribuyentes fiscales como la creación del Impuesto Empresarial de Tasa Única (IETU), que en realidad es un caballo de Troya para finiquitar al Impuesto Sobre la Renta (ISR). A éste se le han hecho reformas en los sexenios neoliberales que limitan su carácter progresivo. Una reforma fiscal útil al país se enfocaría en incrementar la tasa de este último para las grandes empresas, mientras se eliminan los mecanismos de exención.

También se presume que la política energética cumple con el doble propósito de combatir el cambio climático y acelerar el desarrollo económico. La construcción de más centrales de generación eléctrica suele ser un despilfarro puesto que mediante la legislación secundaria se privatiza al sistema eléctrico. El esquema de generación independiente, además de fomentar amenazas ecológicas como la que pende sobre el estado de Tabasco, también ocasiona una defraudación al erario nacional: parte de la infraestructura creada queda sin ser utilizada.

La liquidación de Luz y Fuerza del Centro (LFC) tampoco es el remedio publicitado. Porque las pérdidas que la empresa reportaba, y que fueron el argumento para eliminarla, fueron producto de una política de sabotaje. A LFC no se le permitió expandir su capacidad de generación, en contraste se le forzó a vender la energía por debajo del precio al que se le obligaba a adquirirla de la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Esto imposibilitó financiar la modernización de la infraestructura. En realidad los trabajadores de LFC hacían milagros para que la red eléctrica no colapsase. En los casi once meses posteriores a la liquidación, quedó demostrado que el personal subcontratado por CFE para atender la demanda en el centro del país carece de la capacitación y experiencia fundamentales para operar un sistema tan antiguo. Los propios ahorros que se harían con la desaparición de LFC son una falacia, al igual que los 50,000 millones que ahora se emplearían en el programa Oportunidades. La razón es sencilla. En lo inmediato el costo de la liquidación implica un gran desembolso. Suponiendo que Felipillo I, el teólogo, dijese la verdad, dos años y medio de salario para cada electricista implica que cada uno de los aproximadamente 25,000 liquidados recibió $195,000. Ello haría un total superior a los $4,875 millones. Reduciendo en 10% los ahorros publicitados. Encima de ello la modernización del sistema eléctrico en el centro del país implica renovar toda la infraestructura de distribución y comercialización, aún haciéndose mediante subcontrataciones (práctica violatoria del derecho laboral pero fomentada por los panistas) implicará inversiones muy superiores a los $50,000 millones que se supone perdía LFC.

Para acabar de vanagloriarse en su discurso, Calderón lanzó una clara amenaza a la soberanía nacional: su gobierno trabaja en “modernizar” la industria petrolera. Es claro que la reforma de 2008 aunque fue un avance importante para los librecambistas, no los dejó satisfechos. En lugar de poner en marcha aspectos importantes para el desarrollo de la industria petrolera, como la construcción de la nueva refinería en Tula (siguen sin iniciarse las obras), se fomenta la malversación de los recursos petroleros a través de la confiscación fiscal y el desvío de fondos a través de PMI (véase Nancy Flores, “PEMEX: legal, la privatización del erario” en Contralínea, 5 de septiembre de 2010, p. 30-36.) Recursos que además de beneficiar a transnacionales petroleras también han servido para inflar las reservas internacionales presumidas por Calderón, según él alcanzan ya los US$106,000 millones. La intención del calderonato es obvia: sabotear a PEMEX para justificar la apertura a las transnacionales. El problema es que eso traería la perdida de la soberanía energética.

En síntesis, el modelo económico solamente ha servido para echar a andar programas económicos de alta publicidad y baja efectividad. Eso ha generado una importante masa susceptible de ser asimilada por el narcotráfico.

Violencia social

Los operativos policiaco-militares en contra de la delincuencia organizada no han conseguido más que colocar como rehenes a los civiles. Se justifica con el falso argumento del arrinconamiento de los cárteles y su violenta respuesta. Para convencer a los mexicanos de lo justo que resulta la muerte de casi 30,000 personas en cuatro años, el gobierno ha sobredimensionado los tres golpes dados en el año reciente a los cárteles: el asesinato de Beltrán Leyva, el de Ignacio Coronel y la detención de Edgar Valdez. Por si fuese poco, en su mensaje del 2 de septiembre, Felipillo I, el breve, busca corresponsabilizar al pueblo mexicano en su guerra, la cuál extiende hacia todo el crimen y no solamente al narcotráfico como afirmó desde el principio de su mandato.

Por su parte, no se necesita ser vidente para preveer que la guerra de Calderón no es para erradicar al narcotráfico ni al crimen, sino para depurar a los beneficiarios de aquél. La intervención directa de los Estados Unidos en Colombia y Afganistán con el objetivo de erradicar la producción de drogas en esas naciones, ha resultado infructuosa si se evalúa ese criterio. Pero ha sido éxitosa si se busca a los que ahora se benefician de esa rama productiva. En el caso de Afganistán es mucho más evidente que el capital monopolista estadounidense es quién ahora fomenta la producción y controla la distribución en la nación que más opio produce.

Con toda esa violencia fomentada desde el mismo gobierno, también se consigue el objetivo de obstaculizar que las clases subsumidas ejerzan su derecho de protesta, e incluso a cambiar de gobierno. Mientras las instituciones para el pueblo están siendo erosionadas para protegerse en contra del pueblo.

Política

El decreto mediante el cuál se adelanta el denominado apagón analógico es un ejemplo clarísimo de la política del calderonato para favorecer los intereses del capital monopolista, al tiempo que se generan clientelas electorales. Las condiciones que se proponen solamente favorecerían a las compañías que ya controlan las telecomunicaciones. Esto tiene la finalidad de congraciar al PAN con esa facción de los capitalistas. Mientras tanto, el programa sugerido para cambiar los receptores analógicos por digitales, tiene la clara intención de garantizar un elemento para encausar el voto en las elecciones presidenciales de 2012 a favor del partido en el gobierno federal.

Con todo, hoy más que nunca el PAN es percibido como el seguro derrotado en el 2012. La suposición no es sin sustento ya que el PRI está capitalizando el descontento social contra el gobierno y el sabotaje que los chuchos le han hecho a las izquierdas, incluyendo la sepultura del PRD. Las izquierdas más populares están creciendo, pero desarticuladamente y la figura del “peje” las polariza entre el rechazo y la devoción. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡Necesario es vencer!

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