lunes, diciembre 08, 2008

Reyertas 15: Guerra contra fantasmas

A la memoria de Othón Salazar, nuestro predicador rojo

Casi de forma simultanea, mientras los trabajadores mexicanos realizan las exequias del predicador rojo, es decir de Othón Salazar, al gobierno le vale un comino cualquier luto o apariencia que guardar y se ha lanzado en forma inquisitoria contra cualquier expresión que agite a los trabajadores contra el capitalismo. Son días de crisis y a ningún empresario le conviene que sus trabajadores tomen nota que la situación económica no es un simple asunto de corrupción displicencia o incapacidad de un burócrata que despacha en oficinas federales, estatales o municipales.

En las últimas semanas han proliferado en los medios noticiosos las denuncias en torno a represión de los patrones hacia la fuerza laboral. Por el impacto político y/o el relevante lugar en el mercado interno que tienen los sectores económicos a los cuales pertenecen las organizaciones obreras afectadas, resaltan tres casos específicos, aunque no son los únicos. El primero al que nos referiremos es el despido y hostigamiento del cuál han venido siendo objeto los técnicos y profesionistas de PEMEX que decidieron organizarse en un sindicato independiente al dirigido por el charro Carlos Romero Deschamps. Como señalamos en la entrega del pasado 24 de noviembre; los trabajadores que pertenecían al Comité directivo de la Unión Nacional de Técnicos y Profesionistas de PEMEX (UNTYPP) fueron despedidos, mediante el uso de cuerpos represivos, de sus plazas laborales. Desde entonces, a la fecha, la hostilidad ha venido in crescendo, pues para evitar que la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje (JFCA) otorgue la toma de nota al sindicato petrolero, se ha obligado a varios agremiados, mediante amenazas, a desistirse de su afiliación a la UNTYPP; tal como lo denunció el abogado del gremio, el abogado Arturo Alcalde Justiniani, en su colaboración “El exterminio como política laboral” del sábado 6 de diciembre en el diario La Jornada. Es cierto que el grupo compacto que encabeza a la UNTYPP no son personajes que se hayan caracterizado por su gran capacidad política, ni por su madurez, ni siquiera asumen una posición de clase; es más, ese grupo es el que se apoderó del control orgánico de la Asociación Civil Unión Nacional de Trabajadores de Confianza de la Industria Petrolera (UNTCIP) y que prefirió bloquear el avance de las demandas en contra de los Contratos de Servicios Múltiples (CSM) porque mezquinamente calculaban que eso podía disminuir su poder sobre la UNTCIP; además ese grupo se ha agazapado en las demandas inmediatas, alentando el corporativismo, en lugar de salir a dar la batalla ideológica en el momento decisivo en torno a la reforma petrolera. No obstante, también es cierto que durante décadas la famosa categoría de “trabajadores de confianza” ha sido empleada por PEMEX para ningunear a la fuerza de trabajo altamente calificada que ni es realmente parte de las estructuras que dirigen la empresa ni es un trabajador medio de la empresa. Bajo esos presupuestos los técnicos y profesionistas han quedado indefensos en la posibilidad de mantener prestaciones laborales o la seguridad de que podrán mantener su trabajo. El propio sindicato de Romero Deschamps ha sido cómplice en tal atropello. Por eso es indispensable para la clase obrera que la UNTYPP logre su registro sindical, aunque quedaría por hacerlo todo, comenzando por erradicar de la soberbia cabecita de los técnicos y profesionistas que están del resto de los trabajadores.

El segundo caso es el del sindicato minero, primero a finales de noviembre se descubrió que las cuentas del sindicato han venido siendo congeladas con el pleno objetivo de ahogar la emblemática huelga de Cananea. Posteriormente, los días 4 y 5 de diciembre fueron aprehendidos dos de los principales integrantes del Comité Ejecutivo Nacional, incluyendo a Carlos Pavón, quién a fungido como el principal representante sindical tras el exilio de Napito. Aquí el gobierno federal se escuda de manera bastante hábil en la conocida reputación de Gómez Urrutia como un dirigente caciquil, demagogo y corrupto, bajo ese parapeto lo que está consiguiendo es favorecer los intereses de los capitalistas que buscan reducir costos en fuerza de trabajo. Al respecto cabe recordar que según los datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el salario promedio de los trabajadores mineros es el mayor en comparación con los promedios de otras ramas económicas. Mientras la media nacional era en 2007 de $4,716.3 mensuales, la fuerza de trabajo empleada en explotación de minas y canteras durante el mismo año promediaba $10,010.3 mensuales; salta a la vista muy pronto el motivo por el cuál Germán Larrea, dueño del Grupo México, es tenaz en su intento por derrotar al sindicato minero, y por su parte, el gobierno federal le ha hecho el favor de ir desarticulando poco a poco al sindicato mediante la creación de pequeños sindicatos opositores. Como se verá el asunto es mucho más complejo y tortuoso de lo que los medios muestran. Napito sin duda es alguien que carece de la autoridad moral para encabezar a los trabajadores, pero los encabeza en el gremio minero. El corporativismo del sindicato minero puede causarnos nauseas, pero su existencia como ente organizador ha permitido que se mantengan las conquistas de los mineros hasta cierto punto. El sindicato podrá no ser revolucionario, pero es preferible tener mineros con trabajo que revolucionarios muertos por el hambre en las zonas mineras, a los primeros se les puede concientizar para que reconstruyan su Sindicato como un ente revolucionario, a los segundos no se les podrá revivir para que sigan el caminos de la digna resistencia rebelde. Valga la pena añadir aquí, que las posiciones maximalistas que ha sostenido el EZLN en torno al problema del sindicato minero, tachando de colaboracionistas a todas las organizaciones que le han expresado su apoyo en contra de los atropellos del gobierno federal y de los empresarios, no hace más que colaborar con la política de la burguesía en contra de los trabajadores. De manera ingenua, sin dolo; el neozapatismo y sus fanáticos no han hecho más que colaborar con los opresores. Sus valoraciones superficiales y sectarias los han puesto del lado del capitalismo en este asunto, no de los trabajadores; del lado de la dictadura de la burguesía, no de la liberación de las clases subsumidas.

El tercer caso que muestra la nueva ofensiva contra los trabajadores, es la represión que se ha desatado contra los profesores de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) que se rebelaron contra la aplicación del Acuerdo por la Calidad de la Educación (ACE), principalmente en Morelos donde las acciones de protesta fueron más notorias: hasta ahora se tiene noticia que, hasta el momento, han sido despedidos 60 profesores, la cifra probablemente siga creciendo, por haber participado en el paro de labores, y eso gracias a la denuncia que hicieron los propios profesores morelenses el pasado 5 de diciembre. Pero la represión también ha alcanzado a profesores de otras seccionales del país, por el momento baste referirse a los de la sección 22 de Oaxaca, que justamente en la madrugada de este 8 de diciembre sufrieron la violencia de la policía federal contra el proyecto Casa Autónoma Solidaria Oaxaqueña de Trabajo Autogestivo (CASOTA) que surgió a raíz de la rebelión que en 2006 la APPO y que ha sido un apoyo para las luchas magisteriales desde entonces.

Estos tres botones de muestra revelan dos cosas fundamentales en la lucha de clases y nos esbozan un primer paso que los revolucionarios necesitamos construir. La primera es que con su acción la propia burguesía refuta definitivamente las tesis de sus grandes intelectuales, quienes ahora encarnados bajo el nombre del señor Jeremy Rifkin, ora bajo el de Andre Gorz, postulan el fin del trabajo: de la clase obrera. ¿Por qué los capitalistas se toman el fastidioso trabajo de reprimir algo que de todas maneras ya acabó o cuando menos está en irremediable extinción? La segunda, los capitalistas, al reconocer la existencia que el fantasma del proletariado que tanto le aterra no es un fantasma, revelan que saben bien cuán peligroso es: como a ninguna otra clase o sector social le ponen obstáculos para que se organice y concientice. Que los indígenas tengan los municipios autónomos que puedan, que los estudiantes marchen cuanto quieran, que los campesinos protesten cuanto les de la gana. Pero sí los sindicatos toman en serios eso de la lucha: represión ejemplar. Ese fantasma no debe darse cuenta que es de carne y hueso. Así, no nos quede duda, uno de los primeros pasos para avanzar hacia la revolución será el de defender la existencia de los sindicatos y la defensa de los derechos laborales, esa sí será una resistencia que a la larga valdrá la pena porque con sindicatos democráticos y revolucionarios el proletariado se pondrá en condiciones de tomar la ofensiva en beneficio de las clases subsumidas. Ni la muerte ni la derrota son opción ya, ¡NECESARIO ES VENCER!

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Sopas! Es como para esperar la lluvia de indignados comentarios rebeldes de los zapatistas, jejeje. Muy puntual tu crítica.

Estoy de acuerdo también con tu crítica a todos aquellos que triunfalmente anuncian "el fin del trabajo"...¿así que eso que millones de personas van a hacer a las fábricas, las oficinas, las escuelas, hospitales, etc. y por lo cual los explotan y les pagan un salario no es trabajo? ¡ah, con razón no tienen prestaciones sociales! jejeje. Digo, si históricamente éstas han estado sujetas a la relación laboral, es lógico que si "el trabajo asalariado se acabó" como sostiene Gorz, pues ya no tengamos derechos laborales.

Bonito trabajo ideológico que realizan esos señores a los opresores al decretar el fin del trabajo y que la clase obrera ya no existe. Y es que desde la caída del muro de Berlín (sí, desde aquel famoso "fin de la historia", según Fukuyama) es políticamente incorrecto hablar de clase obrera, trabajo asalariado, explotación, etc. Eso dejémoslo a los marxistas trasnochados que no se han dado cuenta que en las "sociedades posindustriales" las únicas diferencias que cuentan son las "diferencias culturales" (según Bryan Turner) de etnia, género y orientación sexual, y no las de clase...¿clase? Si ya todo es clase alta, clase media y "los menos favorecidos" o "pobres", y "pobres extremos", si se quiere ser más precisos en eso de la pobretología, ¿no?

Por otro lado: oye, en Reyertas has hecho mención de pasada respecto a la situación de los trabajadores del sector petrolero. Me parece que sería interesante que, si cuentas con información, desarrollaras más ampliamente ese aspecto en un sentido histórico y para explicar y entender lo que ocurre hoy entre ellos.
Saludos cordialísimos.
Lorena.