lunes, agosto 10, 2009

Reyertas 50: Nubarrones

Hace diez años los movimientos sociales a escala planetaria comenzaron una nueva oleada ofensiva que sepultó las teorías sobre una generación de jóvenes que eran indiferentes ante todo y ante todos. Se suponía que aquella era una camada educada bajo los más modernos y estrictos principios pedagógicos para evitar que la juventud volviese a ser el energetizante que alimentase los ánimos revolucionarios de las clases subalternas, como ocurrió en las décadas de 1960 y 1970. La ortodoxia foulcaultiana hablaba del arribo de humanidad a una Sociedad de control, en la cual, los propios mecanismos de exclusión e inclusión social estaban completamente interiorizados por cada individuo. Esto es, se suponía que habíamos llegado a un momento en la historia en que las instituciones disciplinarias comenzaban su declive, pues la adopción de las formas de relacionarse socialmente incluía ya la disciplina más acorde a los intereses del sistema capitalista. Sin embargo, el desgano de la generación X tenía su complemento en la pasmosa apatía que todas las expresiones de las diversas izquierdas comenzaron a reflejarse en cada uno de sus militantes. Por mencionar solamente algunos casos, los socialdemócratas se convencieron de la imposibilidad de humanizar al capitalismo y se decidieron (con su proyecto de la tercera vía) a buscar un objetivo más modesto: ser los gestores que resolviesen los puntos de mayor encono entre el capital y el trabajo. La liberación nacional no solamente se convirtió en una pieza de museo (la guerrilla se veía como un anacronismo), sino que muchos de sus dirigentes comenzaron a formar organizaciones políticas que competiesen con los partidos socialdemócratas. Los ecologistas encontraron por fin el camino de la institucionalización inocua. Los comunistas estaban tan fracturados y tan desprestigiados tras perder a su principal referente histórico que entre los pocos sobrevivientes brotó la superstición de la razonabilidad del trotskismo y en unos cuantos años esa corriente se puso de moda, aunque fiel a su esencia del escisionismo interno por lo cual no es difícil encontrar más organizaciones de esta corriente que de ninguna otra de las comunistas.

En síntesis el nihilismo que caracterizó a la denominada Generación X estuvo muy influido por la falta de proyectos que les pudiesen ofrecer las experimentadas izquierdas. Sin embargo, la reflexión autocrítica no era (y quizá siga sin serlo) uno de los principales distintivos de las organizaciones que luchan desde ese lado del espectro político. Diez años después del derrumbe del mito de la Generación X sigue sin haber una comprensión precisa sobre lo que significó ni las causas que favorecieron su aparición ni la responsabilidad que las izquierdas tuvieron en su desarrollo. Durante toda la etapa de retracción de los movimientos sociales, en las décadas de 1980 y 1990, la práctica transformadora se redujo al hacer por hacer con tal de cerrarle los espacios a la malévola derecha. Las izquierdas se acostumbraron a trabajar sin preguntarse ¿cuál es el objetivo?, ¿por qué hacer tal cosa?, ¿hacia dónde encaminar la lucha revolucionaria? Y si en un momento dado responder los cuestionamientos teórico-programáticos fue una tarea completamente prescindible, mucho más lo fue el masificar las pocas respuestas al respecto. Hasta los propios militantes de las organizaciones desconocían los principios de ésta, simple y sencillamente se trataba de hacer por no dejar.

Por fortuna, la Fiesta Social de Seattle de noviembre de 1999 demolió el mito de la apatía de la juventud y, con ello, el de la Generación X. Desde entonces y hasta la fecha los movimientos sociales han venido en ascenso a lo largo y ancho del mundo. En algunas partes han forzado a la clase dominante a aplicar cambios que les permitan mantener su posición jerárquica en la sociedad, en otros casos la movilización social ha sido determinante para defenestrar a los peores gobiernos mediante cambios completos en el régimen de gobierno y en otros más han conseguido que se implanten verdaderos gobiernos populares (que no populistas en el sentido negativo del término).

Sin embargo, la acción práctica, de la práctica, para la práctica y por la práctica misma se ha vuelto un vicio inherente a todas las izquierdas actuales. El miedo a la reflexión se ha perpetuado en la acción semi-autómata. Para colmo, la crisis económica mundial también perjudica parte del trabajo que se había conseguido en estos diez años.

La Crisis económica y las izquierdas Sísifo

Diversas voces de las sociedades en el mundo han señalado las dimensiones que tiene la actual crisis y resumen todas éstas en una gran crisis estructural del sistema capitalista. Y tienen razón. No obstante, contrariamente a lo que muchos militantes de las izquierdas pensamos, las crisis estructurales no suelen ser un campo fértil para el acontecimiento de situaciones prerevolucionarias sino por el contrario. En los diez años recientes hemos sido testigos de un ascenso de los movimientos sociales, principalmente en América Latina, en dónde hasta se ha logrado influir para crear un bloque de naciones que se identifican con una propuesta que tiende al socialismo, pese a no tener muy claro qué objetivos específicos debe tener ese Socialismo del Siglo XXI. Esto es, más allá de una abstracto sentido de liberación y de desarrollo económico independiente de la influencia del imperialismo estadounidense, aunque no con un rompimiento absoluto, se tienen pocas ideas sobre los objetivos que necesita ese objetivo de construcción regional.

Sí uno observa cómo se han venido desarrollando estos movimientos sociales, podrá percatarse que su crecimiento se ha dado a la par que el auge económico del ciclo 2001-2008 se iba desenvolviendo. Incluso en Europa las organizaciones de izquierda tuvieron un importante crecimiento que en un momento dado permitió el encumbramiento de los partidos socialdemócratas en algunas naciones, como en el caso de España y por un breve periodo en Italia. Pero el estallido de la crisis económica comenzó a corroer las bases sociales de esas izquierdas. Las elecciones recientes de diputados al Parlamento Europeo, realizadas entre el 4 y el 7 de junio de 2009, demuestran que comienza a haber un retroceso para las izquierdas entre la sociedad. Es de llamar la atención pese a que la participación, 43% del padrón, es una de las más bajas en la historia del europarlamento, los partidos de derecha hayan ganado la mayor cantidad de los escaños pero sin incrementar de manera considerable su votación absoluta. Lo que pasó es que simple y sencillamente quienes en 2004 habían votado por los partidos europeos de izquierdas ahora no lo hicieron; en mucho por decepción y en mucho por hartazgo. El punto clave que es preciso reconocer es que tal situación se deriva de una política practicista, ni siquiera pragmática, que ha regido el qué hacer de todas las organizaciones políticas de las izquierdas.

En América Latina la situación, aunque se presenta con características muy diferentes, en esencia corre el riesgo de seguir el mismo camino que el de las izquierdas europeas. Cierto que el triunfo electoral de Mauricio Funes como candidato del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) en la República de El Salvador es un síntoma de que de este lado del Atlántico el poder de los movimientos sociales es más grande. Aunque también podríamos estar ante los últimos coletazos de la oleada revolucionaria que ha conmocionado a Latinoamérica en toda una década. Un primer indicio perturbador es el Golpe de Estado que, hasta el momento, está logrando el objetivo de cerrarle los espacios a las izquierdas hondureñas. Más allá de la ilegal forma en que se quitó al presidente Manuel Zelaya para frenar las posibilidades de una nueva Constitución en Honduras, la jugada de los golpistas es a crear las condiciones para ganar las elecciones presidenciales de noviembre próximo y así desmantelar los avances que se han dado tanto al interior de la nación centroamericana como en sus relaciones con el resto de las naciones de Latinoamérica. Por su lado, tanto Venezuela como Cuba, dos de los pilares de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) están teniendo que aplicar severos ajustes económicos que podrían frenar los avances que tuvieron a lo largo de la década.

El escenario probable es que como consecuencia de haber esgrimido pretextos por más de tres décadas para huir de la elaboración teórica, las izquierdas regresen a una situación similar a la que tuvo que soportar en la década de los años 1980 y 1990. Es cierto, que de volverse realidad el escenario pesimista la tarea práctica será la defensa de los espacios conseguidos, no solamente de gobiernos nacionales, sino de los avances políticos que se han dado en muchas naciones en términos sociales, por ejemplo la despenalización del aborto en la Ciudad de México o el perfeccionamiento del presupuesto social en Porto Alegre, Brasil; o la existencia de los gobiernos autónomos de los caracoles zapatistas.

Como sea, el viejo topo sigue tan activo, o más, que cuando Marx escribió sobre él (aunque le pese al renegado Negri), pero este topo tiene que aprender a teorizar para la práctica para que nunca más una crisis estructural del capitalismo amenace derrumbar los túneles que ha construido. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!

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