En meses recientes se vienen desdoblando dos fenómenos al seno de la Unión Europea cuya incubación ha sido larga. Primero, el derrumbe de las economías integradas muy forzadamente a la comunidad económica, cuyo caso más dramático hasta el momento es el de Grecia. Segundo, el derrocamiento en las urnas del partido laborista en Inglaterra. Sobre el primer caso hay un acercamiento disponible en este blog para que el lector lo consulte en Reyertas 81: La crisis griega. En el segundo tema, aunque no había sido abordado aquí, era un elemento que se venía gestando a lo largo de la década reciente. No se olvide que el primer ministro saliente, Gordon Brown, llegó al cargo como heredero de Tony Blair quién, debido a su complicidad con George W. Bush para las guerras contra Afganistán e Irak, había perdido mucho del apoyo del pueblo británico.
Algo que no debe pasar inadvertido para los dilectos lectores de este medio virtual es que la situación política que terminó con más de una década de gobiernos laboristas en Gran Bretaña está estrechamente ligada a la debacle de las economías del PIIGS (despectivo acrónimo en inglés que se refiere a Portugal, Irlanda, Islandia, Grecia y España). Por ello es preciso hacer una actualización de los comentarios vertidos dos meses atrás, haciendo a la par el esfuerzo por exponer los puntos de contacto con las elecciones parlamentarias inglesas.
1. El rapto de Europa
Desde la perspectiva capitalista la crisis griega tiene una explicación muy simple: la irresponsabilidad del gobierno heleno al haber gastado más de lo que tenía. En realidad esa dilucidación más que simple es simplista. El afán por simplificar en lugar de aclarar el fenómeno no hace más que oscurecerlo más. Por el contrario, desde el punto de vista del materialismo histórico la situación económica griega tiene una complejidad mucho más profunda que atraviesa no solamente el tema financiero, sino que implica asuntos de política mundial, mercado mundial, mercado interno, política europea, mercado europeo, sociedad europea y griega, además de la situación para las fuerzas productivas y la fuerza de trabajo tanto en la república helena como en toda Europa.
La información que poco a poco se va difundiendo nos permite constatar que la crisis económica en Grecia se inscribe en el contexto de una guerra financiera que los imperialismos anglosajones están librando en contra de la Unión Europea. Sería un grave error suponer que, dado lo anterior, la Hélade es una víctima colateral. Por el contrario, la banca estadounidense la enfocó como un objetivo para inmiscuirse en el control monetario para desestabilizar las finanzas europeas. En otras palabras, Grecia se convirtió irónicamente en el caballo de Troya de los yanquis.
El razonamiento económico en realidad es muy simple, es el mismo que los monopolios aplican desde hace más de un siglo: fomentar una especulación bursátil que ellos mismos controlan a través de la manipulación de la oferta y la demanda financiera. Desde la puesta en circulación del euro el 1 de enero de 2001 más de un entusiasta vaticinó que el futuro de la hegemonía imperialista estaba en la Unión Europea como sustituto natural de los Estados Unidos.
Tal candidez no contaba con que el imperialismo estadounidense no se dejaría morir tan sencillamente. Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 los EE. UU. lanzaron un par de guerras con el pretexto de combatir al terrorismo. Pero en realidad fueron desplegadas para contener a los posibles imperialismos competidores, incluida la Unión Europea. A la par que se intentaba controlar el mercado petrolero mediante la irrupción en el Medio Oriente (Irak) y el control sobre una zona estratégica para el transporte de hidrocarburos hacia China, India y el mar Índico (Afganistán), los estadounidenses aprovecharon su situación como productor de la moneda mundial, el dólar estadounidense, para incrementar sin límites la circulación de ésta. De esa forma los EE. UU. pretendían apropiarse de la producción internacional de mercancías. El hecho es que al aumentar el circulante su capacidad de compra se incrementó sustancialmente. Con ello mató dos pájaros de un solo tiro, porque además de incrementar sus importaciones también consiguió elevar la circulación interna de mercancías, todo lo anterior sin tener que forzar su productividad ni elevar desproporcionadamente la inflación. Tan sólo en el período 2001-2006 la balanza comercial estadounidense duplicó su déficit, lo que significa que tuvo más importaciones que exportaciones. En 2001 las mercancías importadas excedieron en casi US$398,272 millones, en cambio para el 2006 el excedente superó los US$803,546 millones; lo que equivale a un incremento del 102%. Ese déficit comercial es el que ha sostenido el nivel de vida de la sociedad estadounidense, pues en contraste con aquél la inflación en 2001-2009 solamente ha crecido 22%, menos del 3% en promedio anual.
Sin embargo, como es menester, el valor del dinero circulante es equivalente al de las mercancías en circulación, ello presupone que al haber un incremento de circulante haya una elevación de los precios. Así que el problema es hallar dónde ocurrió esa inflación. La respuesta es bastante obvia: en el resto del mundo. Desde 2003-2004 se viene manifestando de manera más clara en el mercado de las materias primas: petróleo, oro, platino, plata, cobre, etc.
A la par que se da ese repunte de los precios como consecuencia del incremento del circulante de moneda mundial el resto de las monedas de las naciones altamente industrializadas se fortalecen. Eso reduce la capacidad de exportar, pues al tener un valor cambiario alto, los posibles compradores prefieren reducir o buscar otros vendedores. Para las grandes potencias europeas (Francia, Alemania e Italia) eso podría parecer un asunto sin mayor significado puesto que sus mejores ingresos provienen de la exportación de capital, no de mercancías. Pero para las naciones que apenas aspiran a ser tan imperialistas como las que encabezan la U. E. la situación se vuelve trágica: quedan atrapados entre la incapacidad para exportar y la falta de liquidez para importar o pagar sus deudas.
A continuación este embrollo siguió desarrollándose de la siguiente manera. Mientras la saturación mundial de dólares fortalecía a monedas como el euro o el yuan chino, los genios financieros de Wall Street se ocupaban de introducir los caballos de Troya en Europa aprovechando la desigualdad existente entre las potencias y economías como la de España, Portugal, pero sobretodo con Grecia. Los gobiernos griegos contrataron deuda con Alemania y Francia principalmente, la cuál posteriormente cambiaron por Hedge Funds y credit default swaps (seguros de incapacidad de pago) haciendo caso de los consejos que Goldman Sachs le había dado, tal como lo reveló el New York Times el 14 de febrero de 2010. Lo ocurrido posteriormente fue un auténtico acto de sabotaje. Tal como lo expuso la socióloga Danielle Bleitrach, militante del Partido Comunista Francés (PCF) en su artículo ¿Nos damos cuenta que somos víctimas de una jugada mortífera?, publicado en español por el portal rebelión.org, estas empresas financieras de Wall Street comenzaron a ir a contracorriente del resto de los especuladores unas semanas antes que estallase la crisis en Grecia. Es decir, mientras todo mundo cambiaba dólares por euros, estos sicarios financieros estadounidenses, como los denominó el Juan Manuel Bueno Soria (experto en derecho internacional), vendían euros a US$1.50, los cuales ahora pueden recomprar a US$1.30. Esa práctica monopolista encareció a tal punto el euro que eventualmente la deuda griega se volvió impagable.
Durante los dos meses recientes el asunto griego ocasionó una polémica al interior de la U. E., sobre el rescate financiero a la economía de Grecia. Finalmente este fue aprobado el 7 de mayo por una cantidad de más de €110,000 millones. El motivo del retardo se debió a varias razones, por un lado es claro que la crisis griega ya tuvo efectos muy fuertes sobre el resto de las economías europeas, comenzando con las más débiles: Portugal y España. A ellas dos les urgía que Grecia fuese rescatada, pero no eran las únicas pues al menos 13 de las 16 naciones que integran la zona del euro tuvieron que aplicar recortes de emergencia antes sus elevados déficit presupuestales. En términos del propio presidente de la Organización para la Cooperación para el Desarrollo Económico (OCDE), José Ángel Gurría (el ángel de la dependencia), el contagio de la crisis griega ya ocurrió.
Por el otro lado, había dos motivos de preocupación para los opositores al rescate financiero griego. Uno el legal, se generaría un mal precedente pues según el acuerdo de Maastricht prohíbe el rescate de las naciones insolventes. Dos el financiero, dado el tamaño mucho mayor de las economías portuguesa y española, una insolvencia similar sería terrible para la zona euro, por lo que rescatar a Grecia limitaría la capacidad financiera para auxiliar a éstas en caso de urgencia.
El nerviosismo sobre Portugal y España no es menor, el primero tiene una deuda pública que equivale al 77% de su PIB, para colmo las agencias calificadoras redujeron a fines de marzo la calificación de esta nación, lo que afectará la capacidad portuguesa para contratar deuda e incrementa los tipos de cambio que debe cubrir. La segunda, es la que presenta un mayor índice de desempleo en toda la U. E., 20.05% en el primer trimestre de 2010, y una deuda pública equivalente al 53.2% del PIB español.
2. ¿Prometeo en overol?
Pese a ser una guerra entre capitalistas e incluso entre imperialismos, la clase trabajadora quedó atrapada en medio de estas refriegas como la parte sacrificable en aras del bien nacional de la Unión Europea. El rescate griego incluye la condicionante de realizar reformas estructurales para reducir el gasto público, pero también para reformar el sistema de pensiones. Pero también los programas internos que están aplicando los gobiernos de España y Portugal incluyen la inmolación de su proletariado. En el caso de los lusitanos se plantea el congelar los salarios de los empleados públicos, lo que se extendería a muchas empresas del sector privado. Del lado español las medidas que está adoptando el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero incluyen la propuesta de reformar la ley para extender la edad de jubilación hasta los 67 años.
Ante esa situación los trabajadores no se han quedado cruzados de brazos. A finales de abril los sindicatos portugueses realizaron una serie de huelgas que duró tres días en las que, incluso los trabajadores de los trenes programaron paros de labores durante las horas de mayor tránsito. En Grecia, apenas este sábado 15 de mayo se llevó a cabo una manifestación encabezada por el Partido Comunista Griego que reunió a 12,000 personas que se oponen a las medidas de austeridad y recortes a las pensiones que pretende implantar el gobierno del socialista Georgios Papandreu.
Una de las acciones que se preparan para los próximos meses, a la cuál se convocó durante dicha manifestación, es la realizar un paro general de labores para el 20 de mayo en contra de los recortes. La respuesta del gobierno del Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK) ha sido la represión. Tan sólo el pasado 5 de mayo la policía reprimió una movilización de trabajadores que tuvo saldo de decenas de heridos y tres muertos.
De primera instancia el movimiento griego no ha tenido la capacidad para obligar al partido gobernante a someterse a los intereses de la clase trabajadora, mas es notable como viene creciendo cuantitativamente el movimiento obrero en Grecia. Es posible que no detengan las reformas al gasto, pero están sentando un precedente todavía más considerable que las manifestaciones de 2008-2009, pues se percibe menor espontaneidad organizativa ahora. Que además tiene las posibilidades de expandirse hacia las naciones europeas en riesgo.
3. El colapso laborista
Desde 1997, en el Reino Unido (RU), la Cámara de los Comunes había sido controlada por una mayoría del partido laborista, lo cual se rompió en las acuerdos del 11 de mayo entre los el partido de los Tory (conservadores) y los liberales demócratas tras la falta de una mayoría clara en las recientes elecciones legislativas. Dado el desvanecimiento de las líneas ideológicas entre los partidos del R. U., hay poca diferencia entre quién encabeza el gobierno británico. Sin embargo, es preciso recordar que el Partido Laborista (Labour Party) es una organización que surgió con un sentido de clase. El laborismo tuvo su origen en el Comité de Representación de los Trabajadores que en 1900 decidieron conformar a esta organización partidaria. Formaron algunos gobiernos durante el siglo XX, aunque manteniendo su filiación socialdemócrata a toda prueba. Fue hasta la década de 1990 que, de la mano de los Miliband (Ralph y su hijo David) que el Partido Laborista abandonó todos sus principios socialistas al eliminarlos de sus estatutos en 1992. Cinco años después, asumieron de nueva cuenta el gobierno al ganar 179 de los 650 escaños del Parlamento, lo cuál permitió que su dirigente Anthony Blair asumiese la dirección. Pero durante su gestión fue evidente que todo interés social había desaparecido del partido. Bajo el gobierno de Blair no solamente se profundizaron las políticas neoliberales impuestas por los Tories desde la época de Margaret Tatcher (1979-1990), sino que la G. B. se convirtió en la comparsa de los Estados Unidos en sus aventuras bélicas de Afganistán e Irak.
La tendencia mostrada por el laborismo le fue restando apoyo social al gobierno de Blair, en las sucesivas elecciones de 2001 y 2005 fue perdiendo escaños, por ello es que para conservar el poder tras la renuncia de Blair en 1997, el partido maniobró par que quedase otro de los suyos en lugar de convocar a nuevas elecciones. Así, Gordon Brown asumió la primera magistratura británica, pero mantuvo la misma política que su antecesor.
Esa política neoliberal permitió el fortalecimiento del sector financiero inglés. El poder de este fue empleado para otorgarle préstamos a las naciones más endebles de la Unión Europea: Portugal, España y Grecia. Con lo anterior, la banca británica hizo un gran negocio que le permitía mantener un nivel de ingreso alto a los sectores sociales más cercanos. Los fuertes efectos de la crisis comenzada en EE.UU. ya habían hecho mella en la economía británica. Los problemas de pago de Grecia profundizan el problema para los financieros ingleses. Este elemento es solamente una de las múltiples causas que motivaron el derrumbe electoral de Gordon Brown y su partido laborista. El ascenso del conservador David Cameron parece cuestión de horas.
4. Nueva quiebra socialdemócrata
En Europa, los años recientes nos dejan como saldo una serie de derrotas de los partidos de izquierda: Italia, Alemania, Francia, incluso Gran Bretaña. La crisis es uno de los factores que está alejado a la sociedad de los socialdemócratas. De hecho en España no se ve lejano que empeore la situación para el PSOE de Rodríguez Zapatero. En Portugal, pese al apoyo mayoritario de la sociedad, el gobierno del Partido Socialista (PS), encabezado por el Primer Ministro José Sócrates, perdió la mayoría absoluta en 2009; entre la crisis y las medidas para resolverla, el PS bien podría volverse indeseable para la sociedad portuguesa, Mientras tanto, en Grecia el partido de Papandreu (PASOK) pronto podría ser un nuevo damnificado de la crisis. Aunque si en Grecia el movimiento obrero no ha madurado lo suficiente se corre el riesgo de abrirle el paso franco a los representantes más duros del capital monopolista. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!
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