lunes, mayo 24, 2010

Reyertas 91: Entre tsunamis y tigres

En las semanas recientes la violencia empleada los opositores al régimen tailandés se apoderó de cierto lugar en los medios de información que emplean la red mundial. Lamentablemente, al menos en México, los sucesos en Tailandia no han tenido la difusión que ameritan. Quizá por la lejanía geográfica o por la falta de identificación cultural, pero el hecho es que poco se mencionan. La propia izquierda ignora lo que acontece en el sudeste asiático. Particularmente me queda la impresión, muy subjetiva eso sí, que el problema se debe a que las organizaciones políticas en nuestro país sustituyen la formación política por lo inmediato. Es decir, son provincianas.

Respecto a las organizaciones conservadoras la ausencia de interés sobre los asuntos orientales no extraña, pues su concepción es individualista, su atención por lo exterior es limitada. Por el lado de las izquierdas, la ausencia de esfuerzos por informar y explicar lo que está pasando en Tailandia es desalentadora. Uno de los principios normativos de las organizaciones políticas alineadas en el flanco izquierdo del espectro, sobretodo las socialistas, es el internacionalismo.

Podría ser que al encontrarnos en el llamado hemisferio occidental, tan próximos al imperialismo hegemónico amén de la gran cantidad de elementos culturales que retomamos de los europeos, el deslumbrante brillo de éstos nos impida observar los procesos de acumulación de capital que se están manifestando en el extremo oriental de Asia. Lo que está provocando tensiones sociales con el Estado. Esos enfrentamientos entre los partidarios del Frente Unido Nacional por la Democracia contra la Dictadura (FUNDD), mejor conocidos como los camisas rojas, y quienes respaldan al gobierno del primer ministro Abhisit Vejjajiva, Alianza Popular por la Democracia (APD) o los camisas amarillas; no son manifestaciones aislada: vienen repitiéndose desde 2006 cuando ocurrió el más reciente golpe de Estado. Aunque tampoco son ajenos a la región ese tipo de conflictos. En Nepal e India las guerrillas maoístas siguen presentes, en Myanmar, Camboya y Sri Lanka son comunes las protestas por democratizar a sus respectivos regimenes. Por ello, los eventos en el reino de Tailandia ni son nuevos ni son aislados. Lo que sugiere que algo importante está ocurriendo en el sudeste asiático. Por el momento, me conformaré por ensayar una exposición sobre la situación tailandesa.

1. Tailandia, guía no turística

El Reino de Tailandia se encuentra, junto a Vietnam, Laos, Camboya, Malasia y Myanmar, en la península de Indochina. Salvo en el norte, es una nación costera de tierras bajas. No hay precisión sobre el momento en que comenzó el poblamiento de la región, pero se calcula que fue alrededor del IV milenio a.C. La mayoría de la población pertenece a las etnias thai y lao, ambas provenientes del territorio que ocupa la actual China.

Durante el primer milenio de nuestra era, la región estuvo controlada por el imperio Jemer, con sede en Angkor (hoy Camboya). Fue hasta el siglo XIII cuando los thai formaron su primer Estado: Sukhothai. Con ello se estableció la religión budista. Del siglo XIV al XVIII la inestabilidad política en la península permitió que cambiase continuamente la dinastía gobernante, lo que se agravó con la expansión del Islam en el sudeste asiático. Fue hasta 1782 cuando, el hasta entonces reino de Siam, obtuvo una relativa estabilidad política con el ascenso de la dinastía Chakri. Ese mismo año se estableció la capital en Bangkok, como es actualmente.

El comercio de azúcar hacia China le permitió a esta dinastía afianzarse a comienzos del siglo XIX, pese a que en la misma época la península fue presa del colonialismo europeo. En 1826 los británicos invadieron Birmania, en respuesta el reino siamés firmó acuerdos con occidente permitiendo el establecimiento de consulados en Bangkok. Décadas después, en 1867, Francia reclamó para sí el territorio de Camboya; para evitar ser colonizado el reino de Siam renunció a sus derechos dinásticos sobre aquella nación. Más adelante, aún en el siglo XIX, el despojo continuó: los franceses le arrebataron Laos y Gran Bretaña se apoderó de la península de Maluca.

A finales del siglo XIX e inicios del XX se comenzó en Siam un proceso de modernización del país al estilo occidental. Bajo el reinado de Rama V se estableció un gobierno basado en una burocracia centralizada, a la usanza europea de la época, fue abolida la esclavitud y se eliminó lo que quedaba de feudalismo.

Sin la Primera Guerra Mundial no tuvo mayores repercusiones para el reino de Siam, su economía sí estuvo fuertemente lesionada por la crisis de 1929. Esto ocasionó conflictos internos que desembocaron en el golpe de Estado de 1932, el cuál permitió establecer un régimen de monarquía constitucional. Poco después, el proceso democratizador siamés cambio el nombre oficial, así en 1939 comenzó a llamarse Reino de Tailandia (tierra de los Thai).

Tras la invasión japonesa a Camboya, en el marco de la Segunda Guerra Mundial, Tailandia se alió con el Eje. La consecuencia fue que al terminar la guerra con la derrota de los japoneses en 1945, los conflictos internos se recrudecieron a tal punto que el rey Rama VIII en 1946. A partir de ese momento los tailandeses han combinado largas dictaduras militares con cortos períodos de gobiernos civiles.

En medio de la Guerra Fría, Tailandia se alineó con el bloque capitalista, lo que le valió ser un socio estratégico para los intereses estadounidenses en las guerras de Vietnam y Camboya. En un momento dado, el territorio tailandés se convirtió en un refugió político para los desplazados surgidos de las guerras en Indochina. Finalmente, en 1992 se logró establecer un gobierno civil más perdurable aunque su existencia se limitó hasta 2006 cuando un nuevo golpe de Estado derrocó al Primer Ministro Thaskin Sinawatra.

Además del gobierno ineficiente de Thaskin hay que sumar la crisis económico-social ocasionada en la región por los tsunamis que en diciembre de 2004 la arrasaron. Las protestas que antecedieron al golpe de 2006 fueron suscitadas por el pésimo manejo de las secuelas dejadas por la catástrofe. Pero los problemas no se detuvieron ahí. El nuevo régimen no fue considerado legítimo debido a la manera en que se instauró, dando pie a oleadas de protesta como las de 2008-2009 y la de 2009-2010, ambas encabezadas por los camisas rojas. Para 2010 el gobierno de Vejjajiva cuenta con un cuerpo de partidarios, los camisas amarillas cuya misión es frenar a los opositores al régimen que emanen de la sociedad tailandesa.

Pese a que, al igual que América Latina, Tailandia intentó industrializarse a finales del siglo XIX lo cierto es que sus esfuerzos apenas comenzaron a concretarse en el último tercio del siglo XX. La rama textil ha sido el centro de dicho esfuerzo. En cierta medida ello ha permitido el desarrollo urbanizador de centros como Bangkok y Thon Buri, los únicos considerables. Con todo, la economía tailandesa sigue siendo básicamente agrícola, sobresaliendo el cultivo del arroz.

2. A la sombra de los tigres

Como señalé arriba, a diferencia de Hong Kong, Taiwán, Singapur y Corea del sur (los denominados tigres asiáticos) que consolidaron fuertes centros industriales; Tailandia ha tenido grandes problemas para hacerlo. No obstante, el desarrollo acelerado de los tigres ha conseguido supeditar la economía tailandesa a las fluctuaciones de éstos. El desplome de esas cuatro economías en 1997, conocido como el efecto dragón, tuvo un efecto altamente nocivo para las naciones vecinas, caso de Tailandia, pues gran parte de sus ingresos comerciales dependen de las materias primas que les venden. Durante más de tres años los tailandeses estuvieron pagando los costos de la crisis originada por sus vecinos. Para contrarrestar los daños recibidos, el gobierno puso en práctica en el año 2000 un plan de reestructuración.

La ganancia económica del plan fue inmediata, en mucho ayudada por la recuperación de los tigres asiáticos. Si bien la economía tailandesa no recobró las tasas de crecimiento superiores al 8% que le fueron habituales a lo largo de la década de 1990, lo cierto es que desde 2000 hasta 2009 el crecimiento anual promedio es del 4%. Mientras su inflación en el mismo período ronda el 2.5% al año. Vale la pena aclarar que esas condiciones positivas dependen por completo de su balanza comercial. Con excepción de 2005 la balanza comercial tailandesa registra superávit en cada año desde 1998. Esto es, exporta más mercancías que las que importa. Aunque justamente esas exportaciones se dirigen hacia las naciones de la región.

3. Crisis política

Si el proceso de industrialización tailandés parece avanzar en buenos términos, bajo la mesa se encubre una serie de abusos políticos, que bien cumplen aquella máxima atribuida al escritor francés Honoré de Balzac que reza: “Detrás de cada fortuna hay un crimen”. Lo anterior viene a colación pues el origen de la situación actual en Tailandia se encuentra en la corrupción de sus políticos profesionales. Más precisamente durante la época en que el cargo de Primer Ministro fue ejercido por el empresario Thaksin Shinawatra. Su gobierno estuvo plagado de irregularidades que derivaron en un escándalo por tráfico de influencias que se descubrió a comienzos de 2006.

Conforme fue creciendo el descontento social frente al gobierno de Thaksin, la corte real fue abandonándolo. El propio desarrollo de la situación la volvió insostenible. El 19 de septiembre de 2006, faltando menos de un mes antes para los comicios del 15 de octubre, y aprovechando que el Primer Ministro se encontraba en Nueve York para una conferencia de las Naciones Unidas, los militares encabezados por Sonthi Boonyaratglin derrocaron al gobierno con la venia del rey Rama IX. Los sublevados crearon el Consejo para la Reforma Democrática bajo la Monarquía Constitucional para asumir los poderes ejecutivo y legislativo de gobierno.

Las protestas en contra del golpe militar no se hicieron esperar, unas horas después de ocurrido éste se dieron las primeras manifestaciones de descontento social. En ellas participaron tanto partidarios de Thaksin como sus críticos, incluyendo a la Alianza Popular por la Democracia (APD), pero opuestos a la vía golpista. Buena parte de las clases subsumidas se integraron a las movilizaciones. Sin embargo, la facción que se impuso al interior de los manifestantes fue la que apoyaba al magnate derrocado. Así se dio origen al Frente Unido Nacional por la Democracia contra la Dictadura (FUNDD). Como resultado de las protestas los gobiernos militares de los generales Sonthi, primero y luego el de Surayud Chulanot tuvieron que acelerar la transición hacia un gobierno civil.

Bajo la nueva Constitución de 2007 se realizaron elecciones parlamentarias en diciembre de ese año, en las cuales obtuvo la mayoría el recién formado Partido del Poder Popular (PPP). Un mes después (enero de 2008) asumió el cargo de Primer Ministro Samak Sundarajev. Dado que todo ese nuevo régimen seguía estando custodiado por los militares, los camisas rojas del FUNDD volvieron a las protestas a mediados de 2008. Las protestas se fueron agudizando hasta que en el 9 de septiembre Samak renunció al gobierno. Días después su partido eligió como nuevo Primer Ministro a Somchai Wongsawat. El descontento no cesó, además el Tribunal de Justicia comprobó que el PPP cometió fraude en las elecciones parlamentarias de 2007, por condena Somchai fue separado de su cargo a comienzos de diciembre. Unos días después fue electo como Primer Ministro Abhisit Vejjajiva, principal dirigente del partido conservador APD, por la mayoría que se conformó tras la disolución del PPP. Los camisas rojas consideraron que el nuevo gobierno seguía estando bajo la tutela militar, además acusaron a Abhisit y su partido de traicionar la democracia.

Después de una tregua de cuatro meses, el FUNDD volvió a las calles en abril de 2009. Los disturbios fueron reprimidos por el ejército mientras Abhisit declaraba el estado de excepción el 12 de abril. Pero el problema no se resolvió, solo se postergó.

Casi un año después de la represión de 2009, el 14 de marzo del presente, los camisas rojas volvieron a las calles de Bangkok. Durante las nuevas jornadas de protesta se incluyeron derramamientos simbólicos de sangre frente a los edificios de gobierno. Seis días después, el 20 de marzo, más de 100,000 camisas rojas provenientes del campo y de las zonas urbanas marginadas realizaron la toma pacífica de Bangkok. Las protestas iban en aumento aunque la violencia se mantenía contenida.

La situación comenzó a cambiar a partir del 3 de abril, cuando los militantes del FUNDD decidieron sitiar el distrito financiero. Los enfrentamientos entre los manifestantes y las fuerzas armadas se extendieron. Comenzó a haber muertos como resultado de los disturbios. Para el 19 de abril el gobierno decidió militarizar la zona financiera, al día siguiente dio instrucciones para que se abriese fuego contra los camisas rojas en casos extremos. Aunque el descontento continuó, sobre todo con la intervención de los camisas amarillas (militantes del APD que pertenecen a la burguesía y pequeña burguesía).

El FUNDD intentó darle una solución al conflicto al proponer adelantar las elecciones, hasta cierto punto dejando de lado su demanda por la renuncia inmediata de Abhisit y la disolución del parlamento actual para poder integrar uno nuevo. Lo que fue rechazado en primera instancia por el Primer Ministro. Sin embargo, para el 3 de mayo fue el propio Abhisit quién le propuso a los camisas rojas que se realizasen elecciones el 14 de noviembre. Ello fue recibido por los manifestantes como un comienzo favorable para llegar a acuerdos perdurables. Sin embargo, el 5 de mayo los camisas amarillas se opusieron al acuerdo, recrudeciendo los enfrentamientos entre militantes del FUNDD y los de la APD.

Las confrontaciones le dieron pretexto al gobierno para desconocer los acuerdos alcanzados el 13 de mayo, por lo que se le dio un ultimátum a los camisas rojas para desalojar Bangkok a más tardar el día 17. Sin embargo, las protestas continuaron con la diferencia que se había incrementado la violencia, hasta el 3 de mayo solamente había 27 muertos. En cambio, a partir del desconocimiento de los acuerdos hasta la ofensiva final del ejército contra los piquetes de los camisas rojas el 19 de mayo, se menciona en la prensa internacional que hubo al menos 37 muertos, incluyendo al general Khattiya Sawasdiphol (afín a los manifestantes).

4. La herencia

Los enfrentamientos en Tailandia no son un evento anecdótico que pueda olvidarse a la vuelta de los años. Por más que Thaksin sea el representante político de una burguesía industrializada que se vale de una base social integrada por las clases subsumidas, que él mismo explota, también es cierto que todo lo sucedido en los años recientes es resultado de un largo proceso de industrialización en que ni se consigue afianzar un desarrollo de las fuerzas productivas ni el antiguo régimen rentista es ultimado. La burguesía terrateniente representada por el ejército y la APD están consiguiendo imponerse y posiblemente la organización popular haya sufrido un golpe definitivo, pero las demandas sociales por mayor democratización tendrán que ir siendo asimiladas por el régimen, lo que invariablemente ocasionará cambios profundos, aunque es incierto hasta qué punto y con qué velocidad. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!

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