El pasado jueves 23 los trabajadores de Francia salieron por tercera vez en el año a manifestarse contra la reforma propuesta por Nicolás Sarkozy al régimen de jubilaciones. En este mes los sindicatos han organizado dos huelgas generales, la del día 7 y ésta. Como buen político globalizado el gobierno de Sarkozy está aprovechando la recesión económica mundial para eliminar derechos a los trabajadores.
La intransigencia exhibida por el oficialismo está unificando a la oposición. Aún peor está propiciando la movilización de los trabajadores. Independientemente del resultado de las movilizaciones, lo cierto es que la clase trabajadora está acumulando una valiosísima experiencia de lucha. Será fundamental que ésta sirva para desarrollar una conciencia de clase, lo que dependerá de la asimilación de estas experiencias. Una victoria que disperse las fuerzas del proletariado sería casi tan desastrosa como el avance de la reforma al régimen de jubilaciones que pretende Sarkozy.
1. Necker no ha muerto
Al igual que Jacques Necker, aquél ministro de Louis XVI al estallar la Revolución Francesa, los neoliberales franceses demuestran una fe siga en los dogmas librecambistas. Tal fervor es obstruido por una legislación que reconoce derechos a los trabajadores. Para la camarilla sarkoziana el problema no acaba ahí, a la protección legal hacia la clase trabajadora se añade la claridad de la sociedad sobre la relevancia que tiene ese tipo de derechos.
Esa fortaleza de las organizaciones obreras, aunque no alcanza para construir una alternativa revolucionaria de clase, ha sido la base para que Francia sea desde el siglo XIX uno de los principales imperialismos. A pesar de las dos guerras mundiales que la han arrasado. No obstante, ni al señor Nicolás Sarkozy ni a su partido la Unión por el Movimiento Popular (UMP) parece interesarles el bienestar del pueblo francés. Sus políticas carecen de cortapisas al estar orientadas en la eliminación de las trabas para la libre acumulación capitalista.
Al igual que otros imperialismos, el francés está concentrado en mantener un déficit comercial derivado de la importación masiva de mercancías. Desde 2005 la balanza de comercial francesa se mantiene con un ligero déficit que ronda el 2% de su Producto Interno Bruto (PIB). En contraste, las grandes corporaciones monopólicas de origen francés extraen grandes ganancias de diversas naciones neocolonizadas, especialmente de África y Asia. Aunque compañías como L’Oreal, Peugeot, Renault, Sanofi-Aventis, Electricité De France, Total, France Télécom, Alstom, SUEZ, BNP Paribás, Societé Générale o AGF se han establecido por todo el mundo. Ese desarrollo imperialista es el que le ha permitido a L’Hexagone colocarse, junto a Alemania, como el centro en torno al cuál se ha venido erigiendo a la Unión Europea y particularmente a la zona Euro.
Pese a su fortaleza, el capital monopolista francés fue incapaz de eludir los efectos de la crisis financiera comenzada en los EE.UU. Desde los prolegómenos de ésta, la francesa fue una de las que más duramente ha padecido sus efectos. El sistema financiero francés tuvo una serie de escándalos ocasionados por quebrantos en sus principales instituciones financieras. El caso más notorio fue el fraude descubierto en enero de 2008 en la Societé Générale, cuando fueron descubiertas las malversaciones cometidas por el corredor Jérôme Kerviel. Más adelante, esa oleada de colapsos financieros en Francia derivó en otro escándalo, la oleada de suicidios acontecida en France Télécom. En el período 2008-2010 han ocurrido 58 suicidios como resultado del endurecimiento en las condiciones laborales.
Los efectos de la crisis se agudizan para Francia, y para la eurozona, debido a que la propia recesión hace vulnerable al sistema monetario europeo a los ataques especulativos del imperialismo estadounidense. Desde su puesta en circulación el 1 de enero de 2002, el euro ha sido víctima de una paciente estrategia orquestada en Wall Street para descarrillar al imperialismo europeo. No se olvide que el conjunto económico de Europa ha sido, en los años recientes, el principal competidor de los EE.UU. por la hegemonía mundial. Tal ataque complica más la situación de la eurozona dadas las profundas diferencias en el desarrollo de las fuerzas productivas de sus integrantes. Sin embargo, los recortes al presupuesto social y la eliminación de derechos de los trabajadores han sido factores comunes aplicados por los gobiernos europeos. En otras palabras, se aprovecha la recesión para lanzar una ofensiva contra la clase obrera.
2. Flexibilización laboral sarkozyana
La presidencia francesa de Sarkozy se ha caracterizado por su hostilidad hacia las conquistas sociales, especialmente las laborales. Desde que comenzó a gobernar en
Los argumentos esgrimidos por los liberales del UMP no soportan el mínimo análisis estadístico. Empleando los datos oficiales que proporciona el Institut National de la Statistique et des Études Économiques (INSEE, por sus siglas en francés) resalta que la población en Francia ronda los 65 millones de personas. De éstas unos 28 millones corresponden a la Población Económicamente Activa (PEA), pero de ellos solamente unos 26 millones están empleados. Es decir, hay poco más de dos millones de franceses que carecen de trabajo, lo que equivale al 9.7% de la PEA, superando por 0.6% a la tasa de desocupación de la eurozona. Las elevadas cifras sobre el desempleo hacen evidente dos fenómenos paralelos. Por un lado que los trabajadores han conseguido una legislación que les permite acceder a prestaciones sociales que garantizan la subsistencia de aquellos que deben permanecer en el ejército industrial de reserva. Pero, al mismo tiempo queda evidenciada la falta de disposición del capital para garantizar que los trabajadores tengan acceso al pleno empleo.
Respecto al ingreso de esos casi 26 millones de trabajadores, el salario promedio por hora superaba en 2008 (dato disponible más reciente) los €9.2, es decir uno $155. Lo cuál no está demasiado lejos del salario mínimo en dicho año fue de €8.71 por hora, es decir unos $147. Esto hace que entre el salario mínimo y el salario promedio haya una diferencia menor al 6%. Así, la distribución del ingreso no es tan abismal como en el caso de otras naciones, como en el caso de México donde el diferencial supera el 250% entre ambos tipos salariales. En el caso francés el estrecho margen significa que el salario mínimo no tiene la función de presionar el valor de la fuerza de trabajo hacia su devaluación.
Esa situación hace para el capitalista un obstáculo para sus intereses, en consecuencia está obligado a buscar la manera de eliminar las trabas para seguir acumulando capital. Así que la salida que está empleando el gobierno de Sarkozy contempla dos requisitos: incrementar el plusvalor absoluto mediante la extensión de la jornada laboral y estirar hasta su máximo posible el tiempo que el trabajador debe servir al capitalista para ser explotado. En este segundo caso, que es el que más nos interesa ahora por ser el motivo directo de las protestas en Francia, se trata de incrementar en dos años la edad mínimo para el retiro. Esto, además de reducir el derecho de los trabajadores a optar por concluir sus últimos años con salud y de la manera que mejor les plazca, también reduce las obligaciones de los capitalistas al hacer que paguen menos por cuotas patronales para el fondo de jubilación, además incrementa el plazo para que los fondos de pensión permanezcan en manos de las compañías financieras que los manejan (lo que incrementa la exposición de dichos fondos a los riesgos de quiebra).
La idea del UMP de una política responsable es que dado el incremento en Francia de la esperanza de vida al nacer, 77.4 años para los hombres y 84.3 años en las mujeres, es que estén obligados a trabajar más tiempo, porque más de 40 años de vida productiva les parece poco. Eso sumado al reducido crecimiento demográfico, la mayor parte de la población francesa se concentra en el segmento de edades que va de los
Como se verá hay varias razones por las cuáles es preciso evitar que la propuesta de reforma a las pensiones sea aprobada en Francia. Al menos las dos principales son: en primer lugar se trata de reducir la tasa de explotación, no solamente a través de mecanismos directos como un mejor salario, sino también mediante mecanismos indirectos como obligar al capitalista a cargar con la mayor parte de las cuotas para pensiones y otros mecanismos de seguridad social, además de obligarle a pagar mayores impuestos.
En segunda instancia se trata de garantizar el derecho de los trabajadores a gozar de una jubilación digna después de una vida de trabajo. Cuidado, el derecho al retiro a partir de los 60 años no es algo que deba ejercerse automáticamente, sino que debe estar ahí para el trabajador que decida o deba hacerlo efectivo. Un trabajador requiere tener la opción entre seguir laborando o tener la oportunidad de dedicar su vida a cosas distintas (productivas o no), para lo cuál requiere de las mejores condiciones de vida posible. El desgaste es inevitable, sobretodo tras 30 ó 40 años de actividad, por lo tanto el propio trabajador debe tener la posibilidad de gozar de su retiro libre de enfermedades crónicas o discapacidades. Lo que también incluye tener los medios de vida suficientes: una pensión solvente.
Finalmente, es cierto que deben hacerse reformas a los regimenes de retiro, tanto en Francia como en el resto del mundo, pero no bajo los parámetros que está proponiendo el capital monopólico, incluido el UMP, sino partiendo de los criterios expresados arriba. La reducción de la explotación y el derecho del trabajador a optar por una jubilación. Así lo más justo para definir el punto en el cuál eso es posible para la mayoría de los casos implica recurrir a la racionalidad científica. No todas las formas de trabajo tienen el mismo nivel de riesgo, por ello es que la edad de jubilación no debe ser la misma para todos los tipos de trabajo sino que debe estar ajustada a las condiciones específicas.
3. Pour la vie (de l’ouvrier)
Sin duda que las jornadas de huelga, tanto la del 7 como la del 23 de septiembre, son completamente diferentes a las primeras manifestaciones que enfrentó el actual presidente francés. Aquéllas del otoño de 2007 estuvieron encabezadas por los sindicatos de la aviación y por los jóvenes universitarios. Lamentablemente no consiguieron afianzarse con la sociedad francesa. Ello repercutió para que los partidos no les diesen un respaldo más decidido.
En cambio, durante este año las jornadas de protesta se ha conseguido que las masas se apropien de las calles en las ciudades francesas. Marchas, patos, mítines, huelgas, volanteos y demás acciones han sido retomadas por el pueblo para protestas en contra de las reformas de Sarkozy. Tan solo durante la jornada más reciente, la del jueves 23, se calcula la participación de unos tres millones de trabajadores. Las movilizaciones encabezadas por la mayor central obrera francesa, la Confédération Générale du Travail (CGT) han venido creciendo de manera consistente; pese a la forma en que han sido minimizadas por el gobierno de Sarkozy.
Ha sido tal la fortaleza desplegada por el movimiento obrero que hasta los principales partidos con representación ante la Asamblea Nacional francesa, el Partido Socialista (PS) y el Partido Comunista Francés (PCF) se han sumado a ellas. En ambos casos el apoyo no se ha reducido a sumarse a las convocatorias para la realización de las huelgas generales del 7 y 23 de septiembre, sino que le han exigido a Sarkozy que retire su propuesta del parlamento. En el caso del PS dice comprometerse a trabajar una nueva propuesta balanceada entre las pensiones que garanticen el nivel de vida de los trabajadores y la solidaridad entre ellos, pero que al mismo tiempo permita incrementar la productividad de las empresas en Francia. En cambio, el comunicado del 23 de septiembre de Pierre Laurent, Secretario General del PCF, llama a sostener las movilizaciones en contra de la propuesta oficialista y a construir otra reforma pero que garantice el derecho de los trabajadores a jubilarse a los 60 años y vivir con dignidad sus años de retiro.
Independientemente del resultado que obtengan, aún el gobierno francés no ha dado muestras de disposición a negociar, las movilizaciones obrero-populares de Francia han sido las más importantes de Europa en el último año, lo cuál no es poco. Precisamente, ya en Reyertas 81: La crisis griega adelantábamos que conforme las protestas alcanzaran a las naciones centrales de la eurozona, los efectos serían más relevantes. A su vez, los movimientos franceses han crecido de manera acelerada desde aquellas protestas de migrantes y estudiantes de comienzos de 2007. La experiencia política que han adquirido ha sido fundamental. Lo peor que podría hacer Sarkozy es insistir neciamente en su intento. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!
1 comentario:
según lo último que investigué, el mejor nivel de vida para el ciudadano promedio de cualquier país está en Francia. Que haya tales movilizaciones en dicho país, evidencia que probablemente ocurra lo que Marx pensaba: el socialismo se dará en los países industrialmente más avanzados, yo le apuesto a eso.
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