Casi sin respiro pasó el primer mes del 2009. Entre los estragos de la crisis económica mundial, diversos acontecimientos políticos de orden local, pero con repercusión internacional y foros mundiales, la correlación de fuerzas en la lucha de clases a escala mundial continua polarizándose.
Además de la “cálida bienvenida” que los mercados financieros le dieron a Barack Obama como el 44to presidente de los Estados Unidos de América: con el desplome del 4.01% del índice bursátil Dow Jones; hay, cuándo menos, tres sucesos más que nos indican las diferencias que se van ampliando entre los imperialismos. Cronológicamente la primera del año fue la disputa del gas entre Ucrania y Rusia. De no ser por el insignificante detalle de que los gasoductos instalados en Ucrania que la empresa estatal rusa Gazprom decidió dejar de abastecer, en pleno invierno boreal, son los mismos que sirven para abastecer a las naciones del centro de Europa (varios de ellos miembros de la Unión Europea), el hecho podría pasar como un típico acto de avasallamiento imperialista hacia una nación menos desarrollada. Es la segunda vez en cuatro años que el gobierno ruso toma medidas de este tipo, afectando también a la UE, por lo que no es extraño el papel que ha desempeñado la diplomacia europea para mediar el conflicto. Adicionalmente, es oportuno recordar el papel que Ucrania desempeña como aliado del imperialismo estadounidense para contener el crecimiento del imperialismo ruso. El que hasta el momento se haya contenido el conflicto mediante el establecimiento de una comisión de observadores internacionales, no permite descartar esta situación específica como un indicador y un antecedente de la agitación que el emergente imperialismo ruso está provocando frente al resto de los imperialismos. La profundización de la crisis económica limitará las posibilidades de negociación de Rusia con la UE y los yankees: con la caída de los precios de las materias primas, incluidos los hidrocarburos, los rusos han perdido una ventaja política importante. Aunque mantiene las de ser el principal poseedor y productor de gas natural en el planeta, además de haber aprovechado la bonanza de precios para modernizar a sus fuerzas armadas.
El segundo evento a señalar es el desaire que Obama le hizo al Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), sobre todo después de la reunión que EU convocó en noviembre pasado para abordar el tema de la crisis económica mundial. De esto se desprende un doble mensaje. Por un lado, deja claro que la línea que mantendrá su gobierno será la de la reconstrucción de las estructuras del mercado interno estadounidense, por encima de la recomposición de las relaciones internacionales. Por cierto, que al respecto, llama la atención que con celeridad el nuevo mandatario del imperialismo hegemónico ya promovió sus primeras reformas administrativas en materia laboral, que posiblemente le serán un buen instrumento político para conservar la legitimidad. Por el otro lado, también manda la señal que en materia de relaciones diplomáticas el gobierno de Obama no empleará las reuniones multilaterales como instrumentos para avanzar en sus objetivos estratégicos, sino que, asumiendo un estilo similar al empleado por el gobierno chino, priorizará los acuerdos bilaterales para imponer su posición en el ámbito multilateral.
El tercer elemento, que expresa la polarización de los intereses imperialistas se manifestó con el enfrentamiento verbal que tuvieron el primer ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, contra el presidente de Israel, Shimon Peres, por la reciente invasión israelí a Gaza. Dicha disputa no es fortuita ni aislada, sino el producto de la presión social que está alcanzando a los propios gobiernos. Mientras Israel es el “niño consentido” del imperialismo estadounidense, en Turquía, al igual que otras naciones de la Unión Europea, se han realizado fuertes protestas de apoyo al pueblo palestino (ojo: nunca a Hamas) que obligaron a sus gobiernos a asumir una actitud “políticamente correcta” y llamar a detener la ofensiva israelí. Da la casualidad que en el caso de Turquía, Erdogan, no ha sido el gobernante más hábil y amado por los turcos; por ello mismo ha sido el más receptivo para canalizar la demanda popular ante el gobierno de Israel. Estas situaciones, aparentemente intrascendentes, podrían degenerar en la profundización de las contradicciones interimperialistas en la medida que los efectos de la crisis mundial arrecien, sobre todo si se asumen políticas erróneas que prolonguen la fase recesiva.
Hasta aquí podría pensarse que el suponer que los pequeños sucesos expuestos puedan tener una repercusión mayor en los próximos meses y años, sea una especulación más propia de un adivino que una previsión seria, basada en las tendencias objetivas. Nada más equivocado. Una de las circunstancias más recurrentes durante los periodos en que la tasa de ganancia se desploma (crisis) es que la competencia entre las diversas facciones de la burguesía se endurece hasta llegar a grados de verdadero encono: cada capitalista hace lo posible, sea legal o ilegal, para mantenerse en los negocios. Ello se debe a que hay luz al final del túnel, la cuál para nada es una ilusión, para el capital al final de cada crisis se encuentra la auténtica tierra dónde brotan la leche y la miel, es decir, al comenzar el periodo de recuperación económica las propias condiciones generadas por la crisis serán las que permitan volver a encontrarse con que en el mercado se pueden obtener tasas de ganancia relativamente altas. Pero en tanto el ciclo vuelve a recuperar su paso ascendente, los propios gobiernos, en cuánto más integrados estén por funcionarios proclives al capitalista, estarán más dispuestos a defender los intereses de éste. Conforme esas relaciones se van estrechando y complejizando, las naciones se van envolviendo en la bandera de las necesidades de sus capitalistas consentidos, lo que las conduce a enfrentamientos políticos con otras (también impulsadas por el capital) que pueden ir resolviéndose mediante los métodos más diversos que puedan imaginarse: desde los arreglos diplomáticos más inverosímiles hasta la guerra más descaradamente sangrienta.
En la esquina opuesta, las clases subsumidas también estado demostrando que pueden continuar dando pasos hacia la consolidación de organizaciones capaces de generar trasformaciones profundas, aunque todavía no hay algo firme en el plano internacional. En América Latina los movimientos sociales siguen teniendo mucha influencia sobre los procesos electorales, cada vez la democracia representativa que han diseñado los capitalistas, está más condicionada por las clases subsumidas. En El Salvador, el 18 de enero, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) ganó 37 de los 84 escaños en disputa en el Congreso, convirtiéndose en la primera fuerza política de aquél país. Una semana después, el 24 de enero, mediante referéndum, los bolivianos aprobaron con casi 62% de los votos la nueva Constitución política.
Mientras tanto, en Europa, a finales de 2008 y los primeros días de este año, los jóvenes griegos lograron movilizarse en conjunto con los trabajadores. Exhibieron así lo reaccionario del gobierno heleno en su obcecación por mantener a su burguesía cercana a la que encabeza la Unión Europea. Algo similar a lo ocurrido en protestas anteriores en Francia e Italia. Por cierto, que en la primera, ocho sindicatos estallaron una huelga general desde el pasado 29 de enero, en contra de las medidas que el gobierno de Nicolás Sarkozy ha tomado para enfrentar la crisis económica mundial. Una característica importante de estas movilizaciones es que además de ser las más grandes de las últimas dos décadas en Francia, también tienen mayor capacidad de organización que las insurrecciones juveniles de los años recientes.
Junto a los fenómenos descritos en América Latina y Europa, y como oposición al WEF, se desarrolló a fines de enero la novena versión del Foro Social Mundial (FSM) que en esta ocasión llevó a cabo el subtítulo de “Belem expandida”, en alusión a que el acto central se desarrollo en la ciudad brasileña de Belem. Hasta ahora el FSM ha sido el proyecto transformador más acabado del que disponemos los trabajadores, lo cuál no quiere decir que cumpla con el objetivo de servir para coordinar a los muchos movimientos regionales y locales que existen actualmente. La tolerancia a la pluralidad que es la esencia de su Carta de principios, ha quedado tan abstracta que se ha pasado de la discusión con tolerancia a las ideas distintas al incluyentismo más absurdo. No hay discusión sobre proyectos transformadores, hay presentación de proyectos locales como si fuesen los “casos de éxito” que nos presentan las revistas sentimentales y la prensa amarillista. Una enseñanza desagradable que nos ha dejado la historia es que ni las grietas entre la burguesía, ni los proyectos localistas ni los movimientos electorales son capaces de llevar a cabo trasformaciones sociales perdurables si no van respaldadas por un proyecto revolucionario sólido. La discusión ha sido postergada para favorecer la inclusión a ultranza. Para sacar al Socialismo del siglo XXI de la simple consigna es necesario discutirlo ampliamente, comenzando por la crítica objetiva y despiadada de los intentos fallidos, así como de los intentos que aún permanecen. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario