Hace casi un año una antigua amistad me comentaba que estaba harta de escuchar el lugar común: “si a Estados Unidos le da gripa, a México le da pulmonía”. Por aquello días el tema de moda era la crisis financiera que estaba ocurriendo en la potencia imperialista. Poco después vendría la ocurrencia del secretario de hacienda, Agustín Carstens sobre el catarrito que a lo sumo padecería nuestro país. Tal comentario pretendía ser fundamentado por la solidez alcanzada en el sector bancario mediante las reformas que se realizaron después de la crisis de 1995. Sin embargo, los sucesos que se han ido desencadenando durante todo el 2008 y lo que llevamos del 2009, han terminado por sepultar el optimismo gubernamental. Sin mencionar que como efecto colateral, el hartazgo de aquella persona amiga se ha transformado en incertidumbre por el futuro. En anteriores colaboraciones para esta Asaltando la Red (véanse Reyertas 6, 16, 17, 18, 20, 21 y 23) se ha ido argumentando la fragilidad real de la economía mexicana y se ha documentado el análisis con datos que, en un ánimo presidencialista, podrían calificarse de catastrofístas. Por desgracia, para quién comulgue con las ideas de Felipillo I, el espurio, el ánimo del pesimismo no está involucrado ni en los análisis realizados ni en las síntesis a las que se llega. Por el contrario, el objetivo central de los artículos que he presentado no es más ni menos que el de mostrar una fría y cruda realidad, sin adornos propios del subjetivismo. Se trata de demostrar una tesis producto de un estudio sistemático y permanente de la realidad, que es: en las situaciones de crisis el capitalismo funciona con la lógica de hacerle pagar los costos negativos siempre al mismo sujeto, es decir, a los trabajadores.
Las reformas estructurales neoliberales, han permitido que la fuerza de trabajo se deprecie, incrementando la explotación de los trabajadores. La consecuencia ha sido que la masa de ganancia tienda a magnificarse (no confundir con la tasa de ganancia que por el contrario tiende a reducirse).
Uno de los más atacados por las reformas neoliberales es el sistema de Seguridad Social, comenzando con los esquemas de pensiones, tema que hemos abordado anteriormente (véase, Reyertas 11). Al pasar de sistemas pensionarios basado en la solidaridad de clase, que manejan los recursos mediante instituciones controladas directamente por el gobierno, a sistemas de cuentas individuales, manejados por instituciones privadas, el resultado es la reducción del “costo indirecto” de la fuerza de trabajo para los capitalistas. Sin contar con el jugoso negocio que se le entrega a las instituciones financieras. Este tipo de reformas se han aplicado o al menos intentado aplicar en todo el mundo. En Europa, Francia e Italia han tenido fuertes movilizaciones obreras ante la inminencia de reformas con ese rumbo. En América Latina naciones como Chile o Argentina se han visto orilladas a hacerle severas reformas a las reformas; en Chile se tuvo que poner límites a las ganancias que estaban obteniendo los bancos por el manejo de las cuentas para el retiro y en Argentina, tuvieron que nacionalizarse los fondos de retiro, ante la posibilidad de que los bancos utilizasen esos recursos para paliar la crisis de liquidez. En Estados Unidos, esos esquemas pensionarios no solamente destruyeron por completo la seguridad social, sino que le abrieron la puerta a los bancos para que metiesen sus manos en los recursos de los trabajadores para usarlos como propios en la especulación con Fondos de Riesgo, que en muchos casos se perdieron o por el resultado inherente a los mercados financieros o en fraudes como los de Madoff o el de Standford, sin contar los que aún no han visto la luz pública. El periodista David Brooks hizo una recopilación de casos que muestran la situación que se ha generado para los trabajadores pensionados en E.U. (véase La Jornada, 15/02/09, p. 21). Entre los casos retomados por Brooks, los medios de comunicación han resaltado el de Ian Thimermann, quién a sus 90 años tuvo que conseguir un empleo repartiendo volantes para un supermercado en California, pero el recuento no para ahí. A sus 60 años, la enfermera retirada Maureen Ebel de Pennsylvania, inició hace poco tiempo como empleada doméstica, tras haber perdido a manos de Bernard Madoff los ahorros de toda su vida; en Florida, a sus 73 años Irwin Salbe sigue buscando un trabajo que le permita solventar sus gastos. Estas son solamente tres muestras que nos ofrece Brooks, pero no son casos aislados, se repiten cada vez más en los E.U.
En México, las reformas a los sistemas de pensiones están obligando a una parte de la burguesía a proponer medidas para contener los crecientes problemas que se desprenden de los nuevos regímenes pensionarios. No es para menos. En las semanas recientes, diversos especialistas en el tema han revelado que mientras los administradores de fondos de pensiones ganaron al rededor de 29 mil millones de pesos en 2008, las cuentas para el retiro perdieron 80 mil millones en el mismo año, eso sin descontar el efecto de la inflación.
Por el lado de los salarios en la entrega publicada en Reyertas 24, utilizando datos provenientes del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) y de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), quedó demostrado que el valor de la fuerza de trabajo, es decir, el salario promedio que es el mínimo para la reproducción de la fuerza de trabajo, ha venido creciendo por debajo de la Población Económicamente Activa (PEA). Tal milagro económico lo han conseguido las políticas neoliberales de contención del salario mínimo. En términos reales, esto es descontando la inflación de la Canasta Básica, éste se ha reducido 6.5% desde diciembre de 2001 hasta enero de 2009. El objetivo de los capitalistas que ha orientado tal atentado contra los trabajadores ha sido el de estimular la productividad del país para atraer las inversiones del extranjero.
Según la lógica neoliberal, al fomentar la inversión de los capitalistas del exterior se crearían fuentes de empleo. No obstante, nada de ello ha ocurrido en la realidad. Felipillo I, el católico, hace un supuesto cierto al señalar que al final de la crisis vendrá un periodo de auge. Verdad de perogrullo. La historia económica del capitalismo no es otra cosa que un encadenamiento ad infinitum de periodos de auge y crisis. Lo que el insigne abogado con posgrado en economía (según él) oculta es que dentro de los márgenes de una economía capitalista el único instrumento que permite aprovechar plenamente los periodos de auge y reducir los padecimientos de las crisis es un mercado interno sólidamente constituido. El cuál en el caso mexicano está ausente, pues, como señalé en el post anterior (ver Reyertas 25) la estructura productiva en el país es básicamente semi-artesanal. Para colmo, el modelo bajo el que se han reconformado las fuerzas productivas del país, sobre todo a raíz de la vigencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ha sido el peor posible para la economía mexicana. Aludiendo a la fórmula fácil del aprovechamiento de las ventajas comparativas y el estimulo a toda costa de la Inversión Extranjera Directa (IED), se privilegió a los sectores exportadores por encima de los que permitirían una articulación del mercado interno. Este modelo resulta el más nocivo para una nación, pues en el caso de la agricultura, al priorizar la exportación se desatiende la demanda interna, que según los tecnócratas puede suplirse con importaciones. En el caso de la industria, ésta se ha concentrado en los sectores de manufactura de bienes intermedios (que ni son materia prima en sí, ni son bienes de consumo) para la exportación; lo curioso del caso es que este tipo de industria requiere de importar tanto los insumos que consume y también los bienes de consumo que resuelven las necesidades la subsistencia tanto de los capitalistas mismos como de la fuerza de trabajo. Así, cuando las crisis cíclicas del capitalismo estallan, los trabajadores se encuentran en la completa indefensión. En la edición del 8 de febrero de 2009 de la revista Proceso, la reportera Marcela Turati hizo una recopilación de comentarios de trabajadores residentes de Aguascalientes (uno de los estados en que más creció la manufactura de exportación), que pintan de manera exacta la desesperación de los nuevos desempleados ante los cierres y paros técnicos de varias plantas. Trabajadores que ni tienen medios de subsistencia ni dinero para conseguirlos.
Pero no hay lugar para catastrofismos, no debemos entrar en pánico ante la crisis, al fin, los trabajadores la pagarán, otra vez. La oportunidad que nos ofrece esta crisis, es la de escoger el lugar en el que estaremos al final de ella, (Slim dixit) lo que para los trabajadores significa: la organización de la clase para que ahora sean los capitalistas quienes paguen la crisis que crearon. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!
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