jueves, octubre 29, 2009

Problemas fundamentales del universo. Análisis filosófico del conocimiento, dios, el alma, el universo, la nada y la libertad, 29:

Materia, realidad y existencia en Mario Bunge

(tercera de nueve entregas)

Por: Sagandhimeo

1.2 MATERIA Y PROPIEDADES

Hemos visto que la materia se define por su capacidad de movimiento (energía) (1.1), lo cual nos puede hacer suponer que existen dos entidades, por lo que no tendríamos un materialismo, sino un dualismo material-energista. O inclusive podríamos pensar que sólo existe la energía, pero la capacidad de movimiento es siempre sobre algo. Para no caer en tales artilugios es preciso ubicar la energía no como una entidad, sino como una propiedad de la materia, aclarando que "las propiedades y relaciones sólo pueden ser materiales de manera derivada, vale decir en virtud de la materialidad de las cosas involucradas: no hay propiedades ni relaciones en sí mismas, salvo como abstracciones" (Bunge, 2006:33), es decir que, las propiedades y relaciones no pueden ser meros nombres porque influyen sobre la materia, pero a su vez no son directamente materiales porque no existen por sí mismas, sino que se constituyen y transforman en razón de los objetos materiales que las contienen. En ese sentido, un materialismo consecuente afirma la diversidad de propiedades, ya que negarlas nos haría simplificar el concepto de materia.

Ahora bien, se puede confundir propiedad con predicado, en tanto que "una propiedad, tal como ser pesado, se representa mediante un atributo o predicado. Las propiedades se poseen realmente; los atributos se atribuyen verdadera o falsamente" (Bunge, 2002b:16) Es decir que, la verdad se refiere a nuestros conceptos y la realidad a los objetos. La confusión se genera porque predicado o atributo se refieren a lo que se dice de un sujeto u objeto, mientras que las propiedades es aquello que poseen los objetos (individual o colectivamente), por lo que las propiedades son objetivas, no hay que confundirlas con los predicados. En otras palabras, podemos asignar predicados infinitos y arbitrarios a cualquier cosa o persona, en la medida en que tales juicios coincidan con las propiedades que poseen los objetos: tales características serán atributos de las cosas y no meros juicios del observador.

Existen dos tipos de propiedades, las intrínsecas, "tales como el número de componentes de una cosa, y propiedades relacionales, tales como la velocidad" (Bunge, 2002b:17). Es decir que, si la materia está en constante movimiento, cada objeto produce cambios dentro de sí y a su vez interactúa con otros objetos y todo ello genera las propiedades correspondientes.

También podemos clasificar a las propiedades en esenciales y accidentales, "una propiedad esencial de una cosa es la que la cosa pierde si se transmuta en una cosa de especie diferente, en tanto que una propiedad accidental es la que no influye mucho, o no influye nada, en ninguna de las propiedades esenciales" (Bunge, 1999:34). Es decir que, si una propiedad determina el que un objeto se transforme en otro totalmente distinto, será una propiedad esencial, pero si solamente genera un cambio cuantitativo será una propiedad accidental. En ese sentido, las propiedades no solamente están contenidas en la materia, sino que la transforman, generando así materia de diferentes tipos, por ejemplo, la capacidad de supervivencia es una propiedad que poseen los seres orgánicos para mantenerse vivos. Esto no hace a Bunge un esencialista, pues no sostiene que lo que determina a un objeto sea su esencia, sino que conforme los objetos se complejizan van adquiriendo propiedades que los constituyen, pero pueden ser modificadas en cualquier momento.

Además podemos clasificarlas como absolutas y relativas, “las primeras son las mismas para todos (de manera relativa a todos) (…) ejemplos paradigmáticos de ellas son la existencia real, la carga eléctrica y la entropía de una cosa física, y la composición y estructura de un sistema (…) otras propiedades como la masa y la frecuencia, así como la posición y la velocidad, dependen del sistema de referencia” (Bunge, 2006:36) En otra palabras, hay propiedades que comparten todas las entidades en un mismo nivel de organización (como la vida en el nivel biológico) y hay otras que son específicas de cada entidad, como su volumen. Por lo que el movimiento de la materia mantiene cierta uniformidad y a la vez genera la diversidad.

Por otro lado, la propiedad de la energía no es solamente intrínseca, esencial y absoluta, sino que es la más importante y no podría ser de otra forma, pues es la que define a la materia misma, es decir, "la energía no es sólo una propiedad entre muchas otras, es la propiedad universal, el universal por excelencia" (Bunge, 2006:35). Pero a su vez ésta propiedad puede resultar ambigua, pues si todos los objetos materiales la poseen parece difícil distinguirla, dado que "puesto que la energía es un universal, resulta insuficiente como "ser", "existente" o "cosa" para caracterizar una cosa en particular"(Bunge, 2006:35), por lo que si queremos describir o explicar un objeto material debemos enunciar al menos dos propiedades, incluyendo a la energía.

En pocas palabras, todo objeto se compone de materia con propiedades, pues si no existieran las propiedades no habría diversidad y éstas son materiales de manera derivada, pues toda propiedad lo es de algo: la lucha de clases se da entre grupos humanos, los pensamientos existen en los cerebros, la digestión se da en organismos determinados y la combustión en compuestos químicos específicos, por mencionar algunos ejemplos. Esto no es un dualismo disfrazado, sino un monismo materialista con un pluralismo en las propiedades (Bunge, 1981), las cuales al no poseer existencia sin sus respectivos objetos materiales: no modifican el monismo de nuestra ontología científica.

Otras propiedades que poseen todos los objetos materiales son la existencia (que veremos en el último capítulo), el espacio y el tiempo. Estos últimos poseen características muy peculiares, por lo que los abordaremos en la siguiente sección.

1.3 ESPACIO Y TIEMPO

Hemos visto que todo ente material posee propiedades y que la propiedad fundamental es la energía (1.2), si bien no es posible evaluarla en razón de que todos la poseen, sí es posible medir la energía de cualquier entidad material, en cambio existen dos propiedades que también pertenecen a toda la materia, pero que no pueden medirse: el espacio y el tiempo, los cuales no son entidades materiales, pues si así fuera el espacio tendría la capacidad de cambiar, lo cual no tiene forma de verificarse pues no es posible percibir su movimiento. Si suponemos que el tiempo es material, podría moverse de manera discontinua, pero su velocidad depende de la fuerza de gravitación de los objetos materiales, pues a la velocidad de la luz el tiempo pasa lentísimo y en la estratosfera es un poco más rápido que a nivel del mar (Sagan, 2004:205). Es decir que, "el espacio es la estructura básica de la colección de las cosas: es un conjunto de relaciones y, como tal, no existe sin los objetos relacionados, que son las cosas" (Bunge, 2002b:21). Y a su vez "el tiempo es la estructura básica de la colección de acontecimientos. Para que haya tiempo, debe haber cosas capaces de cambiar, es decir, entidades materiales." (Bunge, 2002b:21).

En ese sentido, el espacio y el tiempo no existen por sí mismos, sino que constituyen una red de conexiones entre las cosas, en tanto que los objetos materiales forman parte de sucesos. En particular, "el espacio y el tiempo no son cosas concretas, puesto que no poseen energía" (Bunge, 2006:335). Aunque suponemos que nuestro autor no quiso decir concretas, sino con capacidad de movimiento, puesto que los campos físicos no son concretos. Es decir, que el espacio y el tiempo no son materiales por no poseer energía, mientras que los objetos materiales se mueven en el espacio y en el tiempo en razón de que poseen energía.

Consecuentemente, “el espacio es el modo de espaciarse las cosas, y el tiempo el modo de sucederse los sucesos que ocurren en las cosas" (Bunge, 1981:39). Es así como podemos explicar la materialidad del mundo incluyendo al espacio y al tiempo como conexiones.

Por otra parte, al ser el espacio y tiempo una red, implica que no pueden separarse, pues uno y otro posibilitan el movimiento sucesivo (tiempo) y simultáneo (espacio), es decir que, "el espacio y el tiempo, si bien son conceptualmente distinguibles, en realidad constituyen un único bloque, el universo" (Bunge, 2006:335). Pero en otro lado, Bunge entiende el universo como la totalidad de los objetos materiales (Bunge, 1981). Nosotros consideramos que posee mayor consistencia este último argumento, pues si todo cuanto existe es material, la suma de los objetos materiales constituye la totalidad de lo existente (universo), en cambio el bloque espacio-tiempo es solamente la red que se entreteje sobre los objetos materiales, misma que hace posible los campos físicos. Es decir, espacio y tiempo son los ligamentos que unen a la totalidad de los objetos materiales, donde no haya tales objetos tampoco habrá temporalidad ni espacialidad, es decir, no habrá nada, lo que abordaremos en el último capítulo.

En pocas palabras, no debemos multiplicar los entes innecesariamente, pues para un materialismo congruente basta con una sola entidad: la materia, la cual posee propiedades y genera el espacio y el tiempo en tanto utiliza su propia energía. Pues si supusiéramos que materia, energía, espacio y tiempo son entidades irreductibles, como sostiene Arana (2001), habría que explicar cada una de sus interacciones y naturalezas de manera aislada, lo que no nos permitiría dar cuenta de la realidad eficientemente. Ya que habría que justificar la autonomía ontológica de al menos cuatro entidades y al mismo tiempo su interacción en una misma realidad, lo que nos mete en dificultades similares a las que se enfrentó Descartes con su dualismo psicofísico.

Es decir, nuestro materialismo científico no puede reducirse a una materialidad meramente concreta, sino dinámica, esto implica que todo lo material posee energía y otras propiedades, entre ellas deben estar necesariamente el espacio y el tiempo, pues entenderlos por separado generaría un pluralismo ontológico y no el monismo materialista que defendemos.

1.4 MATERIA Y EMERGENCIA

Hemos visto que el universo se compone de objetos materiales con sus propiedades (1.3), sin embargo hay propiedades que no forman parte de entes individuales, sino que forman parte de las totalidades, lo que se verá en adelante.

En general, los materialismos e idealismos en la historia de la filosofía han sufrido de limitaciones, tanto los primeros por reducir la realidad a su mera materialidad, como los segundos al insertar elementos externos que requieren una nueva explicación y así sucesivamente. En ese sentido, de uno u otro modo se admite que la realidad se compone de materia, pero al no tener un visión compleja de lo que es material, se tiende a los reduccionismos ontológicos.

Bunge trata de superar éstas dicotomías con el concepto de emergencia. En la sección anterior (1.3) vimos que la materia cambia constantemente y posee propiedades, y que dichas propiedades transforman a la materia. A su vez la materia en su transformación genera nuevas propiedades, esto es, propiedades emergentes. Es decir, "...algunos cambios, tales como el desplazamiento y la mezcla, son cuantitativos, otros como la combinación química y la formación de nuevas organizaciones son cualitativos. De modo equivalente, estos cambios involucran la emergencia (adquisición) o extinción (pérdida) de ciertas propiedades." (Bunge, 2006:37). Es decir, que la materia no sólo tiene la capacidad de cambiar, sino de complejizarse. En tal sentido, no todo cambio genera propiedades emergentes, pues para que tal hecho ocurra se requiere que los cambios sean cualitativos, es decir, que los objetos en cuestión formen totalidades o estructuras (dichas totalidades para nuestro autor constituyen sistemas, lo cual no abordaremos en esta obra, pues excedería nuestra delimitación temática).

Ahora bien, éstas propiedades emergentes a primera vista pudieran parecer un inserto idealista como el dios creador para explicar el inicio del universo, o una "imposibilidad de explicar la novedad cualitativa en términos de los constituyentes de la totalidad en cuestión y sus relaciones" (Bunge, 2006:37). Sin embargo no se cae en idealismos en tanto se conciben las propiedades como existentes derivados de la materia y no es una imposibilidad en tanto explicación pues no está reduciendo los componente a lo más simple "por ejemplo, un subsistema cerebral capaz de tener experiencias mentales de algún tipo está compuesto por neuronas, células gliales y otros tipos de células, ninguna de las cuales es capaz de tener pensamientos, del mismo modo, una empresa comercial, aunque está compuesta por personas, ofrece productos que ningún individuo [aislado] podría producir" (Bunge, 2004:188) Es decir, que las propiedades emergentes no surgen de la nada, sino que siempre derivan de objetos materiales y sus respectivas combinaciones, pues la materia se va complejizando conforme encuentra más y mejores modos de organizarse, donde lo químico posee más propiedades que lo físico y lo mismo sucede con lo biológico y lo social, ya que mientras más compleja es una totalidad más propiedades genera, pero no por ello dejar de ser material.

Esto es muy claro en la sal, pues el sodio y el cloro son sumamente dañinos para el humano, pero cuando forman el compuesto químico de la sal son sumamente benéficos, es decir, las propiedades de tales elementos se pierden en el compuesto, el que a su vez genera nuevas propiedades. La explicación se dificulta cuando se pretende explicar la emergencia de la vida a partir del conjunto de moléculas orgánicas, pues "los procesos de emergencia son mucho más difíciles de explicar que los de agregación y dispersión. Por ejemplo, no hay ninguna teoría aceptada acerca del modo en que emergieron los organismos a partir de materiales abióticos, alrededor de 3000 millones de años atrás (...) lo mismo ocurre con la emergencia de la mente..." (Bunge, 2004:40). Lo que se expondrá en la siguiente sección (1.5).

Esto puede clarificarse aun mas cuando se comprende que la energía no solamente genera un mero movimiento cuantitativo en la materia, sino que "... el movimiento puede inducir un cambio cualitativo, como en el caso de dos átomos que se aproximan y se combinan en una molécula o el encuentro de varias personas en un lugar formando un sistema social. Dicho de otro modo, es posible que el cambio cualitativo haga posible una transformación cualitativa" (Bunge, 2001:146). Es decir, que la emergencia no resulta de la mera suma de elementos, sino que cuando los objetos materiales se conjugan de modo que formen un todo, tal elemento es un nuevo objeto material, por lo que también poseerá propiedades, en tanto que “Toda propiedad lo es de algún objeto, y no hay objetos sin propiedades.” (Bunge, 2002b:16).

En pocas palabras, aunque resulta más sencillo explicar la emergencia de propiedades químicas a partir de elementos físicos (como en la sal), que explicar la emergencia de propiedades biológicas a partir de compuestos químicos o de propiedades sociales a partir de individuos humanos: el proceso es el mismo, a saber, el desarrollo de la materia mediante la formación de nuevas estructuras. Por lo que no debe entenderse la emergencia de vida y sociedades como ajena a la materia, lo que veremos en la siguiente sección (1.5).

En resumen, la materia posee energía, entreteje su propio espacio y tiempo y posee propiedades, algunas de ellas son emergentes, en tanto corresponden a las totalidades que construye la materia en su propio movimiento. Las propiedades emergentes más importantes son la vida, la mente y la cultura, lo que se verá en adelante.

(Continuará…)

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