lunes, marzo 29, 2010

Reyertas 83: Reformador deformado

El desencanto

Durante 2008 presenciamos el vertiginoso crecimiento de la figura del senador demócrata por Illinois, Barack Obama. Sin lugar a dudas, su campaña tuvo una explosividad que dejó sorprendido a todo mundo. En unos cuantos meses ganó con relativa facilidad la candidatura del partido demócrata a mediados de 2008, poco antes todo apuntaba a que esa candidatura sería de la senadora Hillary Clinton. Esa precampaña demócrata tuvo una arrasadora continuación durante la presidencial. La popularidad creciente de Obama se tradujo en el resultado de los comicios del 4 de noviembre, en los que ganó con 365 votos a su favor contra los 173 que obtuvo el republicano John McCain.

El éxito de Obama se basó en dos elementos fundamentales: el desgaste del gobierno de George W. Bush, que hacia el final de su ciclo como presidente era repudiado como uno de los peores presidentes que ha tenido EE.UU. El segundo elemento fue el discurso de cambio predicado por Barack Obama; el pueblo estadounidense lo concibió como un reformador dispuesto a componer todo lo que Bush estropeo. El estallido de la crisis económica durante el 2008 apuntaló la imagen de Obama, contrastando con el hundimiento de Bush.

No obstante, la euforia ocasionada por la elección de un presidente que prometió cambios profundos se ha ido disipando poco a poco desde el 20 de enero de 2009 a la fecha. Es cierto, Obama consiguió involucrar en su campaña al pueblo estadounidense con sus promesas. Aunque dentro de la masa ciudadana que se volcó a favor del demócrata, los grandes empresarios de Wall Street se apoderaron de un lugar privilegiado que les sirvió para ejercer una influencia decisiva sobre Obama, ello se ha ido develando con el paso de los días. Esos compromisos son los que impiden que haya cambios más profundos en EE.UU., pero sin ellos tampoco sería posible mantener la presidencia del imperialismo.

Es justo apuntar que las compañías que respaldan al actual presidente estadounidense tienen intereses encontrados con otros cárteles. Además, la viabilidad de la hegemonía imperialista de los norteamericanos depende de realizar una serie de reformas que tocan los intereses inmediatos de grupos empresariales. Sobre todo los de los cárteles que tienen desarrollada su estructura financiera por encima de la productiva. Como en el caso de la industria farmacéutica que domina todo el sector de la salud y las aseguradoras. Por ello es que ese sector ha sido el más hostil con la propuesta de reforma al sistema de salud que propuso Barack Obama. Aunque, además lidiar con la campaña negra de ese sector empresarial, el presidente de EE.UU. también tuvo que enfrentar el costo de sus propios errores y el incumplir con sus promesas.

Modelito agotado

Durante el gobierno de Ronald Regan (1981-1989) se introdujeron en Estados Unidos reformas económicas que desarticularon las redes de protección social. En contraste, se abrieron cada uno de los aspectos de la economía estadounidense al libre mercado. En lugar de ser el garante de la estabilidad nacional mediante el ejercicio de la soberanía del pueblo, se colocó al gobierno en el doble papel de policía de tránsito, por un lado, y por el otro como administrador de contratos para trabajos públicos que realizarían las compañías privadas que exclusivamente atienden intereses de mercado.

Recuérdese que hacia finales de los años setenta y comienzos de los ochenta era una necesidad para el capitalismo realizar modificaciones notables Al modelo de acumulación, para prolongar su existencia. Para los trabajadores del mundo, incluidos los estadounidenses, esa política económica resultó perjudicial. En cambio, para los dueños del capital se creó el mejor mundo posible. Es decir, tuvo resultados medibles que revitalizaron al capitalismo. Entre 1981 y 2000 el crecimiento económico de EE. UU. rondó la tasa anual del 3%; aún más, la absorción de la fuerza de trabajo mejoró considerablemente. Durante los primero años de la reaganomics (política económica) la tasa abierta de desempleo alcanzó el 9.7% de la fuerza laboral estadounidense. Esa tendencia se mantuvo en descenso constante hasta el año 2000 cuando llegó al 3.9%.

La teoría económica más básica señala que esos avances se dieron gracias a una mezcla de mayor inversión productiva y mayor ahorro. Sin embargo, al consultar los datos reales se encuentra con que el volumen de inversiones se mantiene desde 1981 alrededor del 20% del Producto Interno Bruto (PIB) estadounidense. Por su parte, el volumen de ahorros se redujo constantemente, así del representar el 20.6% del PIB en 1981 cayó hasta el 12% en 2008. Ningún ciclo económico puede reactivarse así, en consecuencia no puede haber renovación del modelo de acumulación, sin que haya un incremento de la inversión y ahorro.

El truco de los gobiernos estadounidenses ha variado muy poco: endeudar a su nación. Desde la presidencia de Ronald Reagan hasta la de William Clinton la deuda neta del gobierno se incrementó hasta superar la barrera del 50% del PIB. En cambio, hacia el final de la presidencia de Clinton esa tendencia comenzó a invertirse, pero la balanza de pagos se hizo cada vez más deficitaria, hasta alcanzar el 5.99% del PIB en 2006. En resumen. El desarrollo del neoliberalismo en Estados Unidos se financió primero gracias al endeudamiento con los bancos y después mediante la apropiación de la producción extranjera.

El instrumento que posibilitó ambas situaciones fue el mismo: la Reserva Federal, es decir el banco central de los EE. UU. Al frente de éste, tanto Alan Greenspan como su sucesor Ben Bernanke implementaron una política de dinero fácil. El objetivo es el de aumentar el circulante indefinidamente. Gracias a ello los créditos hipotecarios y demás parafernalia especulativa se facilitó, al mismo tiempo se simplificó la capacidad del dólar para apropiarse de mercancías producidas en el extranjero.

Sin embargo, el desgaste de las políticas económicas se aceleró. Muestra de lo anterior fue el gobierno de George W. Bush, durante éste el crecimiento en Estados Unidos apenas rondó el 2% anual. Además la tasa de desempleó superó en cinco de sus ocho años el 5% de la fuerza laboral. Es cierto, la crisis económica comenzó por el sector inmobiliario, pero también es la demostración sintomática de una política económica que está caducando.

Dado ese contexto, el triunfo electoral de Barack Obama fue una necesidad para el propio capitalismo. Días antes de su toma de posesión el actual presidente del imperialismo hegemónico sostenía dos vías paralelas para cambiar la situación de su nación. 1) Un plan de rescate del sistema financiero, y 2) la introducción de reformas en tres sectores: uso de combustibles, salud y educación (véase El País 11/1/09). Desde el punto de vista del capitalismo dicho plan sería lo más razonable. Sin embargo, el propio Obama no pudo ni puede desprenderse de los cárteles que lo respaldan, según algunos reportes de prensa empresas como IBM, Honeywell y Citigroup no estuvieron alejadas del proyecto de Obama para rescatar al sector financiero, incluso el 28 de enero de 2009, cuando se aprobó en la cámara de representantes dicho plan, funcionarios de esas empresas se encontraban reunidos con el presidente.

Aquel plan terminó de ser aprobado en el Congreso norteamericano a comienzos de febrero del mismo año. Sin embargo, entre la cercanía de ciertos grupos empresariales con el poder ejecutivo y las condiciones del propio rescate financiero, algunos grupos de capitalistas no quedaron tan conformes. Al respecto hay que reconocer que Obama tuvo un gran acierto al poner al frente de todo el asunto a su secretario del tesoro, Timothy Gaithner, pues éste ha sido quién ha recibido todos los ataques y protestas. El fuerte descontento era bastante previsible dado que el objetivo principal del rescate financiero es el de rehabilitar la capacidad de los bancos para prestar dinero a los sectores productivos, lo cuál va en detrimento de la especulación.

La reforma de salud

Durante décadas, uno de los problemas sociales más graves de los Estados Unidos ha sido su sistema de salud, pues en la actualidad los gastos administrativos, la falta de cobertura e información entre instituciones de salud han generado un sistema demasiado oneroso. Muchas compañías, como lo recordó Arturo Alcalde Justiniani en su artículo para el diario La Jornada “Obama y su reforma de salud” (1/8/09), sufren grandes pérdidas por las ineficiencias del sistema de salud. Sin embargo, los intereses de las compañías aseguradoras, farmacéuticas, mercaderes de la salud y políticos republicanos se centran en las ganancias fáciles y rápidas que se pueden obtener abaratando el costo de la fuerza de trabajo al obligar a ésta a pagar sus propios gastos de salud. Sin importar que muchas enfermedades comunes al trabajador se presentan de manera imprevista y representan costos impagables para éste.

Además, al capital financiero, encarnado en por las aseguradoras, a corto plazo le conviene más dejar fuera del sistema de salud a más de 46 millones de personas que tener que pagar primas de seguros por gente enferma o accidentada que paga cantidades mínimas. Ese panorama, al cuál muchos estadounidenses quedaron todavía más sensibilizados al enfrentar la crisis económica, motivó a Obama para presentar un proyecto de reforma en septiembre de 2009 que incluyó tres objetivos: ampliar la cobertura, afianzar a los que ya lo poseen y reducir los costos en el sistema de salud.

Los seis meses que han transcurrido desde el anuncio de la reforma hasta su aprobación en el Congreso estadounidense, han sido de un desgaste intenso en que los empresarios de la salud y los republicanos realizaron una campaña de desprestigio que llegó al extremo de tildar a Obama de socialista porque su reforma implicaría elevar los impuestos para solventar el gasto del gobierno en salud. Nada más fuera de la realidad.

Como los propios sectores progresistas estadounidenses señalan, la propuesta de Obama no es más que recetarle aspirinas a un enfermo de cáncer. Pues de entrada no se creó una cobertura universal, aunque si se sentaron las bases para ampliar en 32 millones la cantidad de asegurados. Al final se hizo una serie de agregados que le dan muchas concesiones a las aseguradoras, farmacéuticas y servicios privados de salud, lo cuál también limita el alcance de la reforma en pos de ganarse el apoyo de esos sectores. Ello permitió que por fin, el miércoles 24 se promulgase la reforma de salud, pero pese a que ese es un gran logro del gobierno de Obama los problemas no terminarán ahí. Ya la campaña de los republicanos logró unificarlos y dividir a los demócratas, recuérdese que en la cámara de representantes los 178 diputados del partido republicano tuvieron el apoyo de 34 miembros conservadores del partido demócrata. Además, la campaña continuará electoral de este 2010 permitirá que los republicanos continúen anatomizando a la reforma de salud y minando la base social de Barack Obama. Ello podría traducirse en que para finales de este año los demócratas pierdan la mayoría en el congreso.

Futuro de la reforma migratoria

La deteriorada popularidad del presidente estadounidense, como resultado del sainete de la reforma sanitaria, pone en entredicho algunas de las otras reformas que los Estados Unidos requieren para mantener su hegemonía planetaria. La más polémica y por tanto la que peores perspectivas tendría es la migratoria. Durante décadas la economía de estadounidense ha tenido su base en contener el precio medio de la fuerza laboral, en lo cuál desempeñan un papel central los trabajadores migrantes que llegan, en su mayoría, de América Latina. Si bien las organizaciones obreras de aquél país carecen de un carácter revolucionario, es preciso reconocerles que su capacidad organizativa les permitió tener mejores condiciones de trabajo. Lo que para los capitalistas no era buen negocio, así que se han aprovechado de la mano de obra migrante, sobre todo la ilegal, para presionar el abaratamiento de la fuerza de trabajo. No se olvide que los ilegales no pueden tener los derechos de los trabajadores organizados. Debido a ello, la xenofobia se ha incrementado de manera acelerada, sobretodo con la crisis que deja fuera a muchos trabajadores y se responsabiliza a los inmigrantes de la falta de empleo. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!

lunes, marzo 22, 2010

Reyertas 82: Criminalización del trabajo

El Paro Nacional

Las movilizaciones del pasado martes, en el marco del Paro Nacional, encabezadas por el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), demostraron que el gobierno federal carece de disposición para proteger los derechos de los trabajadores. Por el contrario, entre más lejos se hallen de cumplirse los derechos laborales, mejor para el gobierno pro-empresarial de Felipe Calderón. La guerra desplegada por el calderonismo en contra de los electricistas no es solamente una ofensiva hacia el SME, también incluye como su objetivo a toda la clase trabajadora. Por más que se empeñen los medios masivos de comunicación en difundir la versión oficialista que promueve la idea del sacrificio necesario de los trabajadores por el bien de la patria. Según esa versión, inmolar los derechos de la clase obrera será en beneficio del pueblo mexicano. Pero, ¿a qué parte del pueblo se pretende salvar cuando la abrumadora mayoría de los mexicanos pertenece al proletariado? ¿Desde cuándo los derechos son un lujo y la vía legal para proteger a algún sector de los abusos que pudiese cometer la clase privilegiada?

Las movilizaciones del 16 y 18 de marzo tuvieron el objetivo de impulsar el movimiento de los electricistas, al exigir la revisión anual de su Contrato Colectivo. Sin embargo, el trasfondo de las movilizaciones es mucho más hondo y crucial para México. Inmediatamente también se trató de jornadas de protesta ante la represión que están padeciendo los trabajadores. Solamente por recordar los casos más difundidos en los medios de comunicación tenemos: el endurecimiento de las acciones contra los miembros del SME, la proscripción de la huelga minera en Cananea, Sonora, además del constante acoso al que están sometidos los profesores de la CNTE. Al mismo tiempo, las jornadas de lucha referidas, se inscriben en el marco de la lucha por la conservación de los recursos energéticos en manos del Estado mexicano y en beneficio del pueblo. Por desgracia, la capacidad de lucha de los antiguos petroleros de El Águila no ha sido heredada por las nuevas generaciones de trabajadores del petróleo, salvo honrosas excepciones que son minoría al interior de Petróleos Mexicanos (PEMEX).

La saña

Mientras los mineros de Cananea aprovecharon las jornadas, tanto el Paro Nacional del 16 como las movilizaciones convocadas para el 18, para exigir a la Suprema Corte que se respete el derecho de huelga, los electricistas realizaron diversos actos de protesta pero con la variante de haber sido reprimidos en varias de ellas por la Policía Federal (PF). El martes la ofensiva policiaca incluyó en Hidalgo la detención de tres integrantes del SME, la persecución del hermano de Martín Esparza, secretario general del sindicato y el allanamiento de varias viviendas de electricistas. El mismo día, en el Centro Histórico capitalino fueron agredidos varios trabajadores cuando intentaban colocar las banderas rojinegras en la fachada del almacén de Cables subterráneos y Talleres de Mantenimiento, ubicado en la calle de Simón Bolívar frente a una escuela primaria y una guardería. A los PF poco les importó que en la zona hubiese menores de edad e implementaron gases lacrimógenos que pusieron en riesgo la vida de los infantes que se hallaban tanto en una primaria como en una guardería cercanas, así como a los que se encontraban en sus domicilios. Aunque dos menores de edad fueron reportados con altos niveles de intoxicación, el hecho no pasó a mayores.

Pero más allá de la indignación que ocasionare el proceder de la PF, es indispensable enfriar la cabeza para poder profundizar en los porqués de una situación como la mencionada. Es decir, qué motiva al gobierno federal a actuar con tanta saña contra los trabajadores. Explicar la acción policiaca mediante el odio podría parecer, en primera instancia, algo demasiado fácil y visceral. Sin embargo, no se trata de cualquier odio abstracto, sino de un odio concreto: el odio de clase de la burguesía hacia el proletariado materializado en la práctica de la PF. Un odio bastante justificable y hasta racional, desde la perspectiva capitalista, pues reafirma su hegemonía de clase. Pero, ese es solamente el motivo inmediato, efímero, tan secundario a largo plazo como el negocio de la fibra óptica que envolvió al decreto presidencial para desaparecer a Luz y Fuerza del Centro (LFC). Aunque en su momento, y en su contexto, ambas cosas fueron determinantes para comprender las partes, el todo de la ofensiva contra los trabajadores se halla en la propuesta de reforma laboral.

Si bien por la vía de los hechos, los empresarios, han dejado de cumplir gradualmente con las disposiciones más básicas de la Ley Federal del Trabajo (LFT), lo cual se ha realizado con la complicidad del gobierno. La Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) elude su responsabilidad para hacer cumplir la ley. También es cierto que, durante los últimos tres sexenios, el SME ha sido la organización sindical puntal en la defensa de los derechos obreros, incluso por encima de las añejas centrales como el Congreso del Trabajo (CT) o la Confederación de Trabajadores de México (CTM), o por encima de los gigantes sindicales como el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), o de las supuestos sindicatos democráticos como el de telefonistas.

La diferencia entre el SME y la CTM salta a la vista en que ésta no ha movido un dedo para defender los derechos de la clase trabajadora ni en tiempos del viejo PRI ni en los tiempos del PAN. Pero también se distingue de los sindicatos radicalizados, es decir los de la educación, en que el SME poseía una mejor capacidad organizativa de sus huestes. No es por demás recordar que ni la CNTE ni el SITUAM tienen una organización sólida.

En el caso de los mineros de Cananea, recuérdese que el Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana (SNTMMRM), solamente ha defendido los intereses del proletariado de manera tangencial. Pues, aunque es cierto que desde el comienzo de su gestión al frente de los mineros, Napito, expresó su rechazo a la reforma laboral neoliberal, no deja de ser un cacique sindical dispuesto a entregar el movimiento minero ante una propuesta que le permita reforzar su control personal sobre la organización. Sin embargo, también hay que reconocer que la soberbia e impericia de los gobiernos panistas fomentan la radicalización de los propios mineros.

Reforma emPANizada

Resulta paradójico que el gobierno federal usase el 72° aniversario de la expropiación petrolera para dar a conocer su propuesta de reforma a la LFT. Ello no es casual. Era predecible, porque la izquierda más radical lo ha hecho así en los años recientes, que las organizaciones obreras intentasen una movilización llamativa para reivindicar la fecha. Por ello es que los calderonistas se adelantaron con su anuncio de reforma para eliminar el efecto político de la movilización sindical.

El sentido de la propuesta de reforma a la LFT del gobierno federal no es una sorpresa, al menos no para los lectores de este blog. Entre febrero y junio de 2009, 20 entregas 20, se abordó in extenso el adelanto que en ese mismo febrero dio a conocer el secretario del trabajo, Javier Lozano Alarcón.

La iniciativa panista tiene por objetivo menoscabar los derechos laborales por la vía de los hechos. No se trata de modificar el artículo 123 de la Constitución sino su ley reglamentaria. Antes que ningún otro se pretenden acotar los derechos de los trabajadores de huelga y libre asociación. Para los patrones, según lo que especulan, nada hay más nocivo para hacer crecer sus ganancias en el menor plazo posible que tener que pagar salarios, prestaciones y además tener que invertir en mantener condiciones de seguridad óptimas para laborar. Se olvidan del papel que han desempeñado las organizaciones obreras a lo largo de la historia, pues además de incentivar la carrera por mejorar las tecnologías aplicadas a la producción, los derechos obreros, y su consecuente defensa, permiten que la distribución amplia de la riqueza, lo que en consecuencia brinda las condiciones para un mejor desempeño económico.

A pesar de las ventajas que la organización obrera le ha traído al funcionamiento del capitalismo, la clase propietaria está empeñada en acabar con los derechos laborales. Sin embargo, no se trata de un asunto que deba plantearse en términos maniqueos de la perversidad del capitalista en contra de la candidez de los trabajadores. Se trata más bien de la expresión real de la lucha de clases: los intereses, y necesidades, de una clase imponiéndose a los de la otra para prevalecer. En ese tenor es que resalta que los puntos principales que la reforma laboral neoliberal de los panistas incluye:

  • La implementación del salario por hora laborada en lugar de por jornada
  • La legalización completa de la subcontratación
  • La legalización de los contratos a prueba sin que tengan límites precisos
  • Facilitar los mecanismos para la rescisión del trabajador
  • Coartar los derechos a la libre sindicalización y a la huelga

El pueril pretexto que tanto los empresarios como los políticos neoliberales esgrimen para justificar la reforma laboral es que todas esas cosas ya se aplican en el sector productivo de México. Mediante ese truco retórico se renuncia a que el Estado haga valer el marco legal que los mexicanos han construido. Esto equivale a una propuesta que legalice el robo o el homicidio. A los sindicatos patronales, principalmente a la Coparmex, y su discurso de elevar la productividad, la propuesta les beneficia. Quizá no es todo lo que los dueños pretenden, pero sí incluye los puntos centrales que impulsan desde el gobierno de Ernesto Zedillo. De hecho, tanto en el sexenio de Vicente Fox como en el de Felipe Calderón los responsables de la STPS tuvieron una trayectoria como dirigentes empresariales muy notable. El suceso no es casual, pues la intensión de los sindicatos patronales es la de colocar en puestos políticos estratégicos a sus principales administradores para ya no tener que depender de políticos a los cuáles deben convencer.

Con respecto a los partidos políticos más extendidos hay que señalar que en el caso del partido del presidente, el PAN, la aprobación de la reforma es una urgencia, pues les daría el respaldo de los empresarios. Apoyo que requieren para tener alguna oportunidad en las elecciones del 2012. De no conseguirla, la tendencia al triunfo priista será casi irreversible.

En el caso del PRI, a este le conviene mostrarse ante la sociedad como un opositor, e incluso hacer algunas críticas agudas. No obstante, también le conviene presentar un voto dividido que sirva para la aprobación de la reforma y así, tener el menor daño posible frente al pueblo y a los capitalistas.

Respecto al PRD, dada su poca imaginación, lo más seguro es que asuma la misma posición que adopte la Unión Nacional de Trabajadores (UNT). Es decir, un rechazo verbal que en la práctica solamente será la incorporación a algunas movilizaciones de protesta con la finalidad de conducirlas a la inacción. Lo que se traduciría en mantener los privilegios de los dirigentes de la UNT y del PRD.

Unidad Obrera

El posible descabezamiento jurídico del SME será un elemento decisivo. Eso lo sabe el gobierno, de ahí su inflexibilidad en la liquidación de LFC. El verdadero negocio no es la fibra óptica sino la reforma laboral. Sin una organización obrera sólida que le dé unidad a la oposición en contra de la reforma laboral su aprobación será inminente.

Las acciones contra el SME y los mineros sacan a ambos grupos obreros del tema de una reforma laboral, al menos en términos formales. En lugar de ello se obliga a esos grupos a entrar en la dinámica pelear por sus asuntos inmediatos, su defensa físico-jurídica y la liberación de sus presos políticos. Así pierden todo objetivo general. Por tanto, aunque suene demasiado cruel no es tiempo de reparar en el rescate de los presos políticos, sino de la unidad de fuerzas en contra de la reforma. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!

lunes, marzo 15, 2010

Reyertas 81: La crisis griega

La venganza de Troya
Desplome mundial
Para muchas naciones, sobretodo las mal-denominadas subdesarrolladas, la crisis económica les afectó con mayor virulencia después de 2009. Algunas de las naciones europeas, que en el imaginario neoliberal se han colocado como los grandes ejemplos de la funcionalidad del modelo monetarista en su versión europea, cayeron en la crisis en este momento.
Al menos las dos crisis económicas más recientes, la de 2001 y la de 2008, tuvieron una constante muy clara, comenzaron en los Estados Unidos. Pero además, en ambos casos el contagio internacional se fue reproduciendo por el mundo con un año, o más, de retraso. Sin embargo, la propagación de las crisis no ha sido algo aleatorio, sino que sigue caminos bastante determinados. Tanto en 2001 como en 2008, comentaba arriba, el punto de origen fueron los Estados Unidos, pero la primera economía europea en contagiarse fue la misma en los dos momentos: Gran Bretaña. Ello se debió a la intensa vinculación financiera que se ha construido entre la bolsa de valores neoyorkina y la bolsa londinense. A su vez, la compenetración entre los sistemas financieros europeos permite que en el lapso de unos cuantos meses se propaguen los efectos devastadores de la crisis económica. Al dar un rápido vistazo a los datos sobre crecimiento económico en la década reciente, se puede notar que durante la crisis de 2001 naciones como Francia, Grecia y España fueron las primeras en seguir la tendencia anglosajona (EE. UU. y G. B.), mientras que las demás economías de la eurozona (Alemania, Irlanda, Italia y Portugal) incurrieron en la crisis hasta el año 2003.
Pero la situación fue muy distinta en el caso de la depresión comenzada en diciembre de 2007. Tanto para los Estados Unidos como para la Gran Bretaña 2008 fue un año marcado por el estancamiento. Mientras los británicos presenciaron, en dicho año, una tasa de crecimiento del PIB de apenas 0.7% y los estadounidenses la consiguieron del 0.4%. En realidad los efectos recesivos más nocivos se hicieron presentes hasta el año de 2009 cuando la generación de riqueza fue abiertamente negativa, -4.4% para G. B. y -2.7% en el caso de los EE. UU. En la eurozona se registró la misma tendencia aunque no con la misma intensidad ni con los mismos tiempos. Irlanda, Italia y Portugal comenzaron a registrar fuertes retrocesos en su capacidad productiva desde 2008, para el año siguiente, esas economías no solamente tuvieron tasas negativas del PIB sino que su economía se despeñó, al igual que le ocurrió a Alemania. En esos cuatro casos la generación de riqueza fue inferior al -3%, incluso, los irlandeses se tuvieron que conformar con la pérdida del 7.5% de su producción con respecto al año previo.
En cambio, economías como la española y la griega, al menos en un principio siguieron exactamente los mismos patrones que el caso anglosajón. Es decir, una inmensa aglomeración de deudas cuyos efectos fueron pospuestos mediante la especulación financiera que en la actualidad ha diseñado una serie de mecanismos sumamente complejos e ininteligibles hasta para sus creadores, pero que hacen las veces de armas de destrucción masiva al depredar los recursos nacionales con su súbita ruina. Para colmo, tanto el gobierno español como el griego siguieron el camino de sobre desarrollar los instrumentos de especulación hipotecaria. Ello no puede ser un elemento casual, como tampoco lo puede ser el que compañías vinculadas a los principales bancos estadounidenses hayan sido las principales beneficiarias de los créditos hipotecarios.
Por si lo anterior no bastase, aunque nadie puede decir a ciencia cierta qué son los Hedge Funds, sus efectos en el mundo han sido muy claros. Al propagarse su utilización en todo el sistema financiero internacional, gracias a las altas rentas que ofrecían, sus efectos rompieron las barreras nacionales. De esa forma, al colapsar, cuando las tendencias a la sobreproducción y el subconsumo fueron excesivas, los beneficios de los Hedge Funds sirvieron como una aspiradora de riqueza que ha quebrado empresas en cada punto del planeta.
Pero, además del quebranto del sistema financiero especulador, la crisis griega demuestra el fracaso del modelo de integración europea. Para la mayoría de los analistas económicos burgueses el problema griego, que amenaza con arrastrar a todo el sistema financiero del euro, se debe al enorme déficit público de la República Helénica. Su hipótesis la basan en el argumento de la construcción de un gran engaño griego: para igualar la economía griega con el resto de las europeas se recurrió a incrementar las deudas, desde 2001 hasta 2010 los débitos de Grecia crecieron hasta alcanzar el 113.7% del PIB heleno. Ello sin contar que para el 2012 ya está comprometido en pagos de la deuda pública el 120% del PIB calculado para ese año. Este problema lo explican los economistas burgueses con la carencia de leyes en la Unión Europea que obliguen a sus integrantes a tener disciplina fiscal.
En realidad, el problema de la economía de la llamada eurozona, desde una perspectiva capitalista, no es la falta de regulaciones sino el forzar la integración de economías tan desiguales como la francesa o la alemana con la de naciones con un desarrollo de sus fuerzas productivas tan limitado como en el caso de Grecia, España o Portugal. Lo único que se ha conseguido es a construir mitos a partir de chispazos; la intensidad con la que se han desenvuelto en las dos décadas más recientes, esas últimas naciones, ha extenuado su capacidad productiva con tanta rapidez que su productividad difícilmente alcanzará una plenitud capitalista del tamaño de sus pares francesa, alemana o inglesa. La española, la portuguesa y la griega son economías que han envejecido antes de salir de la adolescencia.
Revolución helénica
Unos 15 meses atrás, el final de 2008 y comienzo de 2009, Grecia estuvo marcada por una durísima ola de protestas que se agudizó tras el asesinato, perpetrado por la policía, del joven estudiante Alexandros Grigoropolus de 16 años en el barrio ateniense de Exarhia. Las manifestaciones comenzadas en el sector estudiantil pronto se generalizaron hasta que los propios trabajadores se adhirieron en la defensa de los hijos del proletariado griego. El saldo de tal oleada se reflejó más claramente en octubre de 2009 cuando el partido del primer ministro, Kostas Karamanlis, perdió las elecciones generales. Karamanlis renunció ante la situación y asumió el cargo el jefe del Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK, por sus siglas en griego), el greco-estadounidense Georgios Andreas Papandreu.
El desastre presupuestario sirvió para desenmascarar a los falsos predicadores de las izquierdas. No se olvide que Papandreu no solamente es el Primer Ministro de Grecia sino que al mismo tiempo es el jefe del PASOK, también es desde 2004 el presidente de la Organización Internacional de Partidos Socialistas, Laboristas y Socialdemócratas (mejor conocida como Internacional Socialista). Ese gobierno socialista es el que anunció la aprobación de un plan de austeridad económica que reduce el presupuesto social de la República Helénica. La mayoría socialista pasó por encima de sus objetivos fundamentales para favorecer a los grandes empresarios que operan en Grecia. Por si Papandreu no hubiese exhibido su traición al socialismo, una de las medidas que él ha tomado personalmente fue la de viajar hacia Alemania, la primer semana del mes, para entrevistarse con los principales capitalistas que invierten en la nación balcánica.
La incapacidad y traición del gobierno socialista de Papandreu no le ha pasado de largo al pueblo griego, una nueva oleada de protestas sacude en estos días a la antigua Grecia. Ya no son los estudiantes los que se han lanzado a las calles, ahora el la sagaz clase obrera. Según los reportes de la prensa internacional durante febrero y marzo se han realizado, al menos, dos huelgas generales de 24 horas; sin contar la que acaba de realizarse el pasado jueves 11.
Es difícil saber si el proletariado heleno obtendrá resultados de manera inmediata, pero aún si no lo hiciere es posible que al igual que le ocurrió al ex-primer ministro, Kostas Karamanlis, el actual Papandreu tenga los días contados al frente del gobierno griego. Lo único que hace falta en el teatro de la tragedia helena es una alternativa que unifique los verdaderos intereses de clase. Veremos de qué están hechos los revolucionarios en Grecia.
Barbas remojando
Así como la pésima forma de integrar la economía europea resultó en el consumo intenso de las fuerzas productivas griegas, de la misma manera el desgaste podría transmitirse hacia otras naciones de la zona euro. Principalmente hacia aquellas que se encuentran en condiciones similares, como en el caso de España o Portugal. Ambos países se encuentran al borde de recurrir a medidas tan severas en su política presupuestaria. Más que nada, los españoles deben estar al pendiente, pues a la saturación financiera que agudizó el subconsumo en el mundo, es preciso añadir que internamente, España, también ha tenido problemas con las deudas hipotecarias. Condiciones del mercado inmobiliario español que han reforzado la tendencia hacia el subconsumo. La incógnita será ¿cómo responderán los españoles si el gobierno del, también, socialista José Luis Rodríguez Zapatero? Recuérdese que la Revolución francesa detonó por un asunto de política fiscal y que la monarquía de los Borbón (parientes lejanos de Luis XVI) es cada vez menos popular en España.
Pero no solamente las naciones cuyas fuerzas productivas han sido agotadas por la intensidad se encuentran en riesgo de comenzar una revolución contagiada por las condiciones de Grecia, sino también naciones típicamente capitalistas como Francia podrían ser un foco revolucionario. Todavía están recientes las manifestaciones de los descendientes de migrantes y de los estudiantes franceses, además Nicolás Sarkozy tiene cada día más problemas para avanzar políticamente. El Hexágono (como llaman cariñosamente los franceses a su país) es una de las naciones de la eurozona que mejor ha librado la crisis mundial. No obstante, en Francia la alternativa electoral todavía está presente, y los trabajadores la asumen como la más vigente, muestra de ello han sido los avances que la izquierda (sobre todo el Partido Socialista) tuvo en las elecciones regionales del domingo 14 de marzo, cuando obtuvieron (según los resultados preeliminares) el 30% de los sufragios. Eso los coloca como la principal fuerza en el país.
Aunque es difícil, si en Francia el Partido Socialista no continuo el mismo camino que han seguido los socialistas españoles y griegos, sino que realizan una política mucho más apegada a las necesidades de clase, es probable que las próximas elecciones presidenciales, por fin consigan colocar a un presidente de izquierda en Francia desde la época de François Mitterrand. Tanto en Grecia como en España y en Francia se abren posibilidades que, al mismo tiempo, son un gran reto para la clase trabajadora: concretar gobiernos que no impongan el capitalismo con disfraz revolucionario, sino que se realice una verdadera revolución socialista. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!

viernes, marzo 12, 2010

Memoria proletaria 8: Día Internacional de las trabajadoras

Se ha vuelto un lugar común, al menos en la sociedad mexicana, el reparto de felicitaciones cada 8 de marzo. Se incurre por igual en esa banalización de la conmemoración tanto en escuelas, como en los centros de trabajo y en los medios de comunicación. Se ha hecho lo posible por quitarle, a esta fecha, todo contenido peligroso para el capitalismo. En ese objetivo se han aliado tanto los principales dirigentes de la burguesía internacional como esa extraña ideología pseudofeminista que se ha expandido en las sociedades modernas y que es el resultado de la mezcla entre un insulso revanchismo de género, la confusión generada por dogmas que oportunistamente se pretenden científicos y el espíritu de corsario mercantilista que ahoga a los medios masivos de comunicación. Lo anterior ha dejado como resultado que incluso muchas de las personas que se ostentan como partidarias de la revolución, desconozcan el contenido de la conmemoración y contribuyan a su degradación política.

La banalización del 8 de marzo también incluye la institucionalización internacional de una serie de fechas, tanto festivas como conmemorativas, que le van restando trascendencia a las demandas implícitas en el Día Internacional de las Trabajadoras. Tanto el Día de los enamorados, como el Día de las Madres, el Día de la Familia, e incluso, el Día Internacional de Eliminación de la Violencia contra la Mujer son fechas que se han empleado en diversos países como una manera para restarle importancia a conmemoración a la que estoy haciendo referencia. Por eso es que vale la pena dedicarle varias líneas al traer nuevamente a la memoria el cómo y por qué surgió esta conmemoración, así también es fundamental recordar cuáles son sus fundamentos políticos.

Cartel publicado en la URSS en 1832 llamando a una de las

primeras jornadas por el Día Internacioanl de las Trabajadoras

Origen

Aunque la Organización de las Naciones Unidas (ONU) reconoció hasta 1977 al 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, en realidad la conmemoración tiene un origen muy distinto y que databa de 67 años atrás. Para la ONU la fecha solamente significa el reconocimiento de la lucha por los derechos de las mujeres.

Sin embargo, el Día Internacional de las Trabajadoras se instituyó por primera vez durante la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas celebrada el 26 y 27 de agosto de 1910 en Copenhague, Dinamarca. La propuesta había surgido de un par de revolucionarias socialistas que destacaron por su decisión y compromiso con el movimiento obrero: Clara Zetkin y Alejandra Kollontai. Así, la primera jornada de lucha de las obreras se celebró el 19 de marzo de 1911.

En nuestros días se ha difundido el mito del surgimiento de la fecha del 8 de marzo a partir de un incendio que ocurrió en una fábrica de textiles en Nueva York, EE. UU. en 1857. Tal versión es completamente falsa. En 1955 el periódico francés L’Humanite publicó un artículo dando ese falso origen a la conmemoración con la finalidad de restarle vinculación con el comunismo. En realidad la fecha fue retomada de los primeros intentos realizados para crear una jornada de lucha de las trabajadoras. Estas se remontan a 1908, cuando el Comité Nacional de la Mujer del Partido Socialista de los Estados Unidos convocó a una serie de manifestaciones exigiendo el derecho a sufragio de las mujeres y el fin de las condiciones inhumanas en las fábricas. Dadas las condiciones, la propuesta se propagó rápidamente y tuvo su punto de inflexión cuando la retomaron las revolucionarias Kollontai y Zetkin.

No obstante, hasta aquí no se ha hecho explicito un punto fundamental en la conmemoración del 8 de marzo: el Día Internacional de las Trabajadoras es el resultado de dos procesos históricos simultáneos y constantemente engarzados. Por un lado se trata de la opresión social hacia la mujer y, por el otro, de la continua división del trabajo. Por ello es que las propuestas originales para instaurar una jornada de lucha de las obreras es también una oposición decidida a los feminismos burgueses (en su mayoría solamente sufragistas).

De las mujeres al feminismo

Quién suponga que la sujeción a la que las sociedades patriarcales someten a las mujeres ha sido un elemento permanente en la humanidad, comete un grave error. Las evidencias paleontológica y antropológica indican que en las sociedades prehistóricas no había una división tajante del trabajo. En las comunidades de cazadores-recolectores la mayor parte de los integrantes participaban indistintamente tanto en las tareas de subsistencia. Pero esos grupos humanos también se organizaban, para ello recurrían a las asambleas comunitarias en que tanto hombres como mujeres tenían igualdad para la toma de decisiones. En las sociedades que permanecieron aisladas por mayor tiempo, todavía hasta el siglo XIX, las formas organizativas nómadas persistieron. De tal suerte que las exploraciones realizadas por el escocés David Livingston en África, el estadounidense Lewis H. Morgan en las comunidades indígenas de Estados Unidos y los colonizadores rusos en las estepas del Asia Central, aportaron una serie de relatos bastante descriptivos sobre las costumbres de ese tipo de pueblos en que la división del trabajo por sexos aún no estaba tan desarrollada. Una muestra de esas formas de sociedad quedó plasmada en la literatura clásica rusa; en la novela Taras Bulba de Nicolai Gógol se refleja que los cosacos ucranianos de la primera mitad del siglo XIX aún conservaban formas organizativas en que el peso de las mujeres es, al menos, similar al de los hombres. En resumen, no puede afirmarse que la opresión sobre la mujer sea un elemento “natural” entre los seres humanos, sino que es una construcción social que así como fue planteada en un momento dado y bajo circunstancias específicas, también es susceptible de dejar de existir como resultado de un proceso de transformación social.

La aparición de la división original del trabajo, definiendo las tareas según el género de los individuos, trajo consigo la separación de las tareas en dos tipos distintos: trabajo productivo y trabajo reproductivo. Es decir, el indispensable para generar los medios que satisfagan las necesidades sociales y aquél que incluye todas las tareas prácticas de manutención de los individuos en sus necesidades más inmediatas. Cabe aclarar que el trabajo productivo y reproductivo a los que me he referido aquí son distintos de la forma en cómo se presentan esos conceptos en una estructura capitalista. En el caso de la división primitiva del trabajo me estoy refiriendo, por trabajo reproductivo, simplemente a las tareas de cuidado de la familia. En cambio, por trabajo productivo estoy haciendo referencia a todas aquellas tareas que tienen que ver con la agricultura, la ganadería, la producción de herramientas y artesanías.

Con el paso al sedentarismo, la división del trabajo continuó su proceso de complejización, es decir, se fueron creando cada vez más especialidades. Hasta que en un punto específico surgió una parte de la sociedad que comenzó a disponer de tiempo libre. Esa fracción de la sociedad pudo dedicarse a perfeccionar las labores intelectuales, tanto la administración de los recursos, como la generación de explicaciones sobre el mundo que rodeaba a esos seres humanos y la creación de arte. Con ello también surgieron las primeras formas del Estado. En medio de ese proceso de complejización de las tareas, la situación de las mujeres comenzó a cambiar de manera drástica. La aparición de las estructuras organizativas de la sociedad como entes permanentes, es decir como Estados, significó la consolidación de la superposición de una parte de la sociedad sobre la gran mayoría de ésta. Por consecuencia, significó la consolidación de la opresión de una minoría sobre toda la comunidad. No se deje de notar que el carácter opresivo del Estado se funda en la división del trabajo, pues ello permitió que, al haber sido la división sexual la primera manifestación de tal reparto de tareas, las mujeres fuesen las primeras en caer víctimas de dicha opresión social. Aunque, no pudo haber sido un cambio social tranquilo, hay indicios que apuntan a que el sometimiento de la mujer hacia el varón implicó un sobreesfuerzo social, sobretodo en el plano ideológico. Mientras en los vestigios culturales más antiguos se distingue una fuerte apreciación de la figura femenina: en muchos sitios se ha encontrado que las más primitivas deidades estaban asociadas con la mujer, lo cuál sugiere que en aquellas sociedades no se relegaba a las mujeres a los papeles secundarios. Algunos de esas señales permearon en las primeras civilizaciones. En Mesoamérica el culto a la Coatlicue (diosa de la tierra) estuvo muy extendido, aunque con diversos nombres. El caso mesoamericano es simplemente un ejemplo, en el resto del mundo se encuentran evidencias de que ocurrió algo similar. Justamente esas prácticas arraigadas en las sociedades primitivas se convirtieron en un gran obstáculo para el ejercicio a plenitud del dominio viril sobre las mujeres. El rompimiento ideológico impuesto por las nacientes clases hegemónicas de las sociedades fue sumamente violento en casi todas las culturas de la antigüedad. El prevalecer de las deidades masculinas, tomando a la religión como forma ideológica más dinámica entre los antiguos, requirió crear toda una mitología nueva que colocó a las figuras femeninas, primero como seres astutos pero traidores y segundo su trasmutación de sujetos en objetos. En muchas de las civilizaciones se habla de las mujeres en términos de una inferioridad moral frente al varón que solamente se mantienen en uso a causa de su utilidad como cosas que cumplen con tres funciones básicas: garantizan la reproducción de la humanidad, realizan las tareas de manutención de la familia y proveen de placer a los hombres. Para ilustrar el punto cabe recordar, una vez más, la mitología mesoamericana, en específico la mexica, en la cuál surgió el mito de Huitzilopochtli que justo después de nacer asesinó a su perversa hermana, la Coyolxauhqui, cuando ésta y sus 400 guerreros (las estrellas) pretendían matar a la madre de ambos, la Coatlicue. Más allá del lirismo del mito, se puede apreciar la asociación de la mujer a la maldad y la traición en contraste con la figura masculina que se asocia a las características más nobles de una sociedad dada. El hecho de tratarse de uno de los mitos fundacionales del pueblo mexica hace todavía más trascendente las relaciones ideológicas que se establecen en él. Entre los griegos y romanos también existen ejemplos de esas construcciones míticas: la diosa Eris se valió de la artimaña de la manzana dorada para causar discordia entre las olímpicas Hera, Afrodita y Atenea; de esa disputa entre las diosas se motivó la guerra de Troya en la que las contrincantes se valieron de todos sus recursos para engañar a los hombres. También en las llamadas culturas clásicas surgieron mitos como el de Helena de Troya, el de Europa o el de las Sabinas en que se coloca a las mujeres como simples botines de guerra. Los pueblos semitas también ofrecen ejemplos interesantes de esas construcciones ideológicas que sirvieron para crear una dominación masculina. El más difundido de todos fue el de la creación de Adán, que según la tradición, antes de recibir a Eva (subordinada a él) como su compañera tuvo a Lilith (igual a él) como su pareja. Sin embargo, los sacerdotes hebreos que se encargaron de escoger los textos paleobíblicos prefirieron olvidarse de Lilith puesto que Eva garantizaba un modelo de mujer sometida al varón.

Al tener el mismo origen que la dominación de clase, la de género tampoco es un fenómeno natural, como ya se ha dicho antes, ni mucho menos homogéneo. A todos los niveles de las sociedades en que se ha consolidado la dominación de género, se presentan inconsistencias individuales que continuamente cuestionan la hegemonía masculina. Sin embargo, su aislamiento tanto en términos cuantitativos como cualitativos permite crear las condiciones ideológicas de una sociedad tendiente al patriarcado.

Durante la época feudal se acentuaron y extendieron los patrones de dominación masculina. Gracias a la difusión de los dogmas de la corriente cristiana triunfante: el catolicismo en sus ramas apostólica y ortodoxa, el papel social de la mujer como un objeto atenido a la voluntad del hombre. Las continuas guerras entre los señores feudales, así como las confrontaciones de las cruzadas, reforzaron la sujeción de la mujer. Cada aspecto de la vida cotidiana llevaba implícito alguna forma en que se expresaba tal dominación. Desde la política en que se hacía patente la servidumbre hasta lo más privado: la sexualidad. La mujer vista tanto como botín de guerra mediante el derecho del vencedor en el campo de batalla a ultrajar a las mujeres del vencido, aunque también la mujer vista como garantía de la persistencia de la propiedad feudal. En el segundo caso, la legítima prole que una madre le diese al noble dos cosas: por un lado le permitía al dueño del feudo disponer de suficientes oficiales para mandar a su ejército en la guerra, y por el otro, garantizar el control sobre las tierras apropiadas violentamente. Esto se conseguía tanto por la herencia como por el arreglo de los matrimonios, de aquí que el linaje se convirtiese en un elemento fundamental durante la llamada Edad Media.

A la par del lento ascenso de la burguesía, iniciado desde el siglo X, se fue consolidando el llamado amor cortés. Con ese fenómeno las relaciones de dominación de género adquirieron matices que en algún sentido atenuó la brutalidad previa. La imagen femenina construida en las novelas de caballerías o en las canciones de los trovadores se concretó en la sustitución de la idea de la mujer como trofeo al guerrero más poderoso en batalla, por la de la mujer como trofeo a la mayor astucia, fidelidad y perseverancia. Sin embargo, los amores inflamados de pasión no cambiaron en esencia la situación de la mujer como objeto de la dominación masculina. Solamente dieron pie al surgimiento de una expresión distinta de ésta.

La irrupción en la historia de los prolegómenos de la clase capitalista vino de la mano de un perfeccionamiento de la división social del trabajo, a tal punto que la separación de las tareas productivas y reproductivas se hizo aun más tajante. Si entre las familias de siervos las mujeres tenían una activa participación en muchas de las labores del campo, en contraste a las mujeres burguesas se les quitó cualquier posibilidad de participación en las actividades económicas: se les relegó a la simple procreación. En realidad el modelo familiar (padre proveedor, madre formadora e hijos obedientes a los designios paternales) que tanto defienden los sectores más conservadores de las sociedades contemporáneas no es tan tradicional como dicen, sino que data de ese período entre los siglos XVI al XVIII.

Pero si bien la clase capitalista llevó hasta su máxima expresión la dominación de género, en contraste su afianzamiento como la clase hegemónica, con el establecimiento del capitalismo como modo de producción, trajo también los medios para el aniquilamiento del sometimiento de la mujer. Las ideas de la Ilustración aunadas a las transformaciones prácticas de la Revolución Industrial sentaron las bases para la ruptura con la ideología de supremacía viril.

Las ideas ilustradas se propagaron rápidamente con la Revolución Francesa difundieron una nueva propuesta ideológica en que resaltaba la igualdad de derechos para todos los seres humanos. Bueno, en realidad la igualdad que se planteaba originalmente por los revolucionarios era exclusivamente entre los hombres, lo cuál excluía tajantemente a las mujeres. Sin embargo, al igual que con los movimientos abolicionistas, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (publicada el 26 de agosto de 1789) fue el origen de los movimientos libertadores de las mujeres. Aunque también es justo decir que esos primeros movimientos estaban vinculados a la parte más conservadora de la naciente burguesía francesa, es decir al club de los Girondinos. Ese fue el caso de Marie Gouze, mejor conocida con el pseudónimo de Olimpe de Gouges, quien en septiembre de 1791 publicó la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana. A este primer esbozo de feminismo le fue realmente mal, tanto Olimpe de Gouges como muchas de sus partidarias fueron terriblemente perseguidas por su filiación aristócrata-burguesa, de hecho la escritora solicitó a la protección de la reina María Antonieta para sus propuestas. Otra de las primeras activistas que impulsaron los derechos de las mujeres durante la revolución francesa fue, la también girondina, Charlotte Corday, quién pasó a la posteridad por haber asesinado al jacobino Jean Paul Marat, el Amigo del Pueblo, mientras éste tomaba un baño medicinal. Desde una perspectiva histórica revolucionaria, el papel que desempañaron esas primeras defensoras de los derechos de la mujer, no pretendieron generar cambios realmente profundos en la organización social de la época, en mucho ello se debió a su pertenencia a la aristocracia. No podía ser de otra manera, dado que durante el Ancien Régime únicamente las mujeres aristócratas tenían la posibilidad de educarse y tener una cultura mucho más refinada, lo cuál incluye el acceso a las ideas de la Ilustración. En cambio, las mujeres que provenían de las clases sociales menos favorecidas tenían motivos para oponerse a la existencia de la aristocracia, pero carecían de los elementos teóricos suficientes para proponerse la emancipación de la mujer y su consecuente igualdad con sus compañeros hombres.

El complemento del pensamiento emancipador emanado de la Revolución Francesa, surgió como una combinación de ideas derivadas del proceso de industrialización. Por principio de cuentas debe recordarse que la Revolución Industrial ocasionó un tremendo vuelco en las relaciones sociales. El cambio de las relaciones de producción originó una transformación profunda de las relaciones familiares. Mientras a las señoritas de las buenas familias aristócratas y burguesas de la Inglaterra de finales del Siglo XVIII, sufrían los tormentos de una vida llena de lujos y ocio; las campesinas recién llegadas a las ciudades, además de las esposas e hijas de antiguos artesanos eran arrastradas a la miseria o devoradas por las máquinas.

Es cierto que en la era precapitalista la división del trabajo en los campos no era tan tajante como para alejar a la mujer, en forma absoluta, de las tareas productivas. Aunque en los gremios artesanales sí lo era. Una mujer era tan mal vista entre la tripulación de un barco como en un taller artesanal. La introducción de las máquinas, durante la revolución industrial, transformó rápidamente la situación. Al afianzarse como factor clave de la producción, el capital, realizó una doble tarea: originó una mayor especialización del trabajo al mismo tiempo que generaba una simplificación de las tareas. Por igual, la maquinaria eliminó tanto a la fuerza bruta como al conocimiento completo del proceso productivo. Por primera vez a los talleres se les permitió el acceso a campesinos recién llegados a las ciudades, a niños que pudiesen caminar y a las mujeres. En algunas industrias, inclusive, la fuerza de trabajo femenina desplazó completamente a la masculina. No necesariamente por una mayor o menos capacidad laboral, sino como consecuencia de las propias desigualdades de género; de las cuáles el capitalismo sacó provecho. Al estar relegadas de los talleres, las mujeres carecían de los conocimientos técnicos de la producción artesanal, en consecuencia en los comienzos de la Revolución Industrial el salario que las obreras podían exigir era mucho más bajo que sus compañeros con experiencia artesanal. Con el paso del tiempo, el acelerado crecimiento de la industrialización en lugar de mitigar las desigualdades laborales, las ahondaron. La enorme proletarización de familias campesinas fue una fuente inagotable de mano de obra barata para las industrias, la cuál reemplazaba constantemente a la que iba adquiriendo demasiada experiencia para lidiar y negociar con los patrones.

Según los datos que Federico Engels logró recopilar de las fuentes oficiales británicas en su libro La situación de la clase obrera en Inglaterra, para 1839 la industria textil en el Reino Unido había alrededor de 419,560 obreros, de los cuales 242,296 eran mujeres, es decir más de la mitad. Pero de éstas, el 46% eran menores de los 18 años de edad (véase F. Engels, La situación…, Cultura Popular, 1975, p. 176-177).

Mas las máquinas no solamente succionaron la sangre de las obreras, la industrialización también exigió su tributo de sangre femenina al expandir los abusos a los cuáles estaban sujetas (incluso crímenes) y a los horrores de la pauperización. El hacinamiento creciente de las grandes ciudades derivó en problemas de violencia familiar en que las víctimas más comunes eran los menores de edad y las mujeres. Golpes, insultos, vejaciones sexuales; se convirtieron en cosas cada vez más comunes en los barrios obreros. Por su lado, tanto la mendicidad como la prostitución femeninas fueron las salidas más próximas ante la miseria progresiva. Al respecto resultan interesantes los datos que C. Marx retomó de Ch. Loudon, Solution du problème de la population, pues según ellos para 1844 en Inglaterra había entre 60,000 y 70,000 prostitutas. La duración de vida de las mujeres que ingresaban a ese oficio se acortaba, en promedio, a unos seis o siete años después de comenzarlo (Véase, Carlos Marx, Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Grijalbo, 1968, p. 28).

En resumen, la proletarización de las mujeres hizo, al igual que con sus compañeros hombres, que éstas entrasen en un estado de sumisión más agudo que en cualquier etapa anterior. Dicha postración vino acompañada con la violencia, la humillación y la miseria. Aunque es justo apuntar, que las obreras se encontraron en una condición todavía más delicada que el obrero común, pues además de ser explotadas por el capitalista, padecían una doble opresión: la del patrón y la de su pareja masculina.

En medio de la extenuante situación que vivían los trabajadores ingleses se forjó el pensamiento de una joven llamada Mary Wollstonecraft (1759-1797). Mary nación en el seno de una familia de buenos ingresos, pero la ambición del padre hizo que perdiesen toda su fortuna hasta tal punto que durante la adolescencia y juventud de la pensadora inglesa, la miseria estuvo más que presente. Además de presenciar las primeras consecuencias de la Revolución Industrial, viajó a Francia para presenciar la Revolución francesa. En ese ambiente, Wollstonecraft escribió un texto decisivo que sirvió como precursor del movimiento feminista: la Reivindicación de los derechos de la mujer. Aunque Mary falleció muy joven, apenas contaba 38 años, dejando una gran cantidad de trabajos inconclusos. No obstante, sus planteamientos no se quedaron ahí.

Algunos años después, una criolla peruana, Flora Tristán (1803-1844), tomo en serio los planteamientos de Wollstonecraft y los llevó hasta un nuevo sitio: las fábricas. Tristán, como mencionaba, nació en una familia criolla asentada en el virreinato del Perú; pero la muerte de su padre, el coronel Mariano Tristán y Moscoso en 1807, dejó desamparada a la familia. Esa situación motivó a la joven Flora a probar suerte en Europa, específicamente en París. En aquella ciudad entró a laborar como obrera en un taller de litografía. Dos años después se casó con el propietario del taller, André Chazal, con quién procreó a tres hijos. Sin embargo, el matrimonio no funcionó así que la pareja terminó divorciándose. La situación civil de Tristán, como madre divorciada, la relegó socialmente. Intentó recuperar la herencia de su padre, cosa que no consiguió; pues pese a que su tío Juan Pío Tristán y Moscoso estuvo dispuesto a darle ayuda económica, no permitió que Flora obtuviese el legado de su padre. Ante el fracaso de sus tentativas, Tristán emprendió el viaje de regreso a Francia en 1838.

A partir de su vuelta a París se dedicó a participar en las campañas en favor de la emancipación de la mujer. La intensa actividad política desplegada por Flora combinaba sus experiencias personales con las ideas que aprendió leyendo los textos de Mary Wollstonecraft, a tal grado que en poco tiempo enfocó sus esfuerzos sobre el grupo de mujeres más relegado en la sociedad: las obreras. En sus últimos dos folletos, La unión obrera (1843) y el póstumo La emancipación de la mujer (1845-1846), Tristán enraizó la emancipación de la mujer en el socialismo obrero que tanta fuerza adquirió en los años 1840.

Mientras las ideas propuestas por las girondinas encabezadas por Olimpe de Gouges fueron precursoras del feminismo sufragista, que al tener un carácter de clase abiertamente burgués, se limitó a exigir una llana igualdad. En cambio, la línea de pensamiento desarrollada entre Wollstonecraft y Tristán dio pie para que las diversas ramas del socialismo generasen formas del feminismo más radicales, pero que a final de cuentas convergen en una cosa: cualquier igualdad entre hombres y mujeres tiene como requisito indispensable la liberación de la clase obrera.

Así, desde finales del siglo XIX y comienzos del XX surgió por fin el movimiento por la reivindicación de los derechos da la mujer, claro que con las diferencias antes mencionadas.

Día internacional de las trabajadoras

Cómo apunté arriba, el 8 de marzo se ha vaciado de muchos de sus contenidos originales, no porque hayan perdido validez sino porque la correlación de fuerzas ha tendido a favorecer, al menos por el momento, a las propuestas de feminismos burgueses, simplemente igualitaristas. No obstante, las propuestas que en su momento presentaron Clara Zetkin y Alejandra Kollontai incluían una crítica durísima contra ese tipo de feminismos que hoy pretenden colgarse de la jornada de lucha. Hasta el momento, los avances de esas líneas feministas han conseguido que todo se reduzca a una Jornada Internacional por los Derechos de la Mujer (tal como la reconoce la ONU).

En su defensa del día de la mujer, en 1913, Kollontai escribió: “El retraso y la falta de derechos sufridos por las mujeres, su dependencia e indiferencia no son beneficiosos para la clase trabajadora, y de hecho son un daño directo hacia la lucha obrera” (A. Kollontai, El Día de la Mujer). Pese a que la revolucionaria rusa enmarca el feminismo como parte de la lucha de clases, la idea citada aún podría ser reivindicada por los feminismos burgueses más radicalizados. El hecho es que la igualdad entre géneros, entendida en términos simples, deja en pie todas las diferencias físicas y sociales que se han construido a lo largo de la evolución de la humanidad.

Un poco más adelante, la misma Alejandra dejó sentadas las diferencias fundamentales entre las dos formas del feminismo: “¿Cuál es el objetivo de las feministas burguesas? Conseguir las mismas ventajas, el mismo poder, los mismos derechos en la sociedad capitalista que poseen ahora sus maridos, padres y hermanos. ¿Cuál es el objetivo de las obreras socialistas? Abolir todo tipo de privilegios que deriven del nacimiento o de la riqueza. A la mujer obrera le es indiferente su patrón es hombre o mujer”. En síntesis, puede ser que después de los años 1960 (más de 50 años después del texto de Kollontai), el feminismo burgués haya adoptado las reivindicaciones de protección a la mujer dada su calidad de posible madre, pero mantuvo la principal diferencia: la de clase. Nunca ha sido más patente que en la actualidad, que al acceder a los puestos de poder las mujeres se comportan exactamente en los mismos términos que los hombres. Las capitalistas explotan por igual a hombres que a mujeres. Lo único que ha conseguido ese feminismo burgués es crear la igualdad para explotar (en el caso de patrones y patronas) y para ser explotados (tanto para las obreras como para los obreros). La mayor profundidad de la propuesta de un feminismo socialista que trabajaron las revolucionarias de comienzos del siglo XX, de la cuál Kollontai fue una extraordinaria representante, también queda demostrada en que los derechos políticos (así como los civiles) son un fin en sí mismos para las corrientes burguesas. En cambio, para las corrientes socialistas solamente se trata de medios indispensables e irrenunciables para la liberación de la clase obrera. La revolucionaria rusa expresó esa idea en los siguientes términos: “Las feministas burguesas están luchando por conseguir derechos políticos: también aquí nuestros caminos se separan: para las mujeres burguesas, los derechos políticos son simplemente un medio para conseguir sus objetivos más cómodamente y más seguramente en este mundo basado en la explotación de los trabajadores. Para las mujeres obreras, los derechos políticos son un paso en el camino empedrado y difícil que lleva al deseado reino del trabajo”.

El debilitamiento de los socialismos ha definido crucialmente a las más recientes conmemoraciones del 8 de marzo. Al enfocarse en las demandas de igualdad de oportunidades, eso sí considerando que ya no es la llana igualdad jurídica sino que se han incluido propuestas para contrarrestar algunas diferencias, en un doble proceso de degradación y asimilación. Del lado de la degradación es posible advertir que entre muchos estratos sociales se considera al feminismo, comenzando por varias mujeres, como una teoría poco realista que comúnmente cae en excesos. Por la parte de la asimilación, paralelamente al proceso de degradación ideológico ante la sociedad se presenta una respuesta de asimilación que en mucho momentos resulta hasta desesperante. Aprovechándose del vago grado de consciencia de clase que generan los feminismos burgueses (dominantes) los propios mercaderes del pensamiento han logrado crear toda una serie de ideas que únicamente tienen el objetivo de vender libros. Esas circunstancias han marcado las conmemoraciones del Día Internacional de la Mujer de las décadas recientes. Han vacilado entre las débiles propuestas de los feminismos serios y la chacota de la guerra de los sexos. Por eso no es casual que en lugar de ser una jornada destinada a realizar actividades para crear consciencia sobre el carácter obrero de las mujeres, se ha convertido en una fecha para festejar a quiénes tienen útero, como si una cuestión genética fuese un triunfo personal.

Las falsificaciones

Las dos oleadas recientes del feminismo burgués que acontecieron en las décadas de los años sesenta-setenta, una, y otra comenzada desde la década de los años 1990 hasta la fecha, le han dado una mayor profundidad a las demandas de las mujeres. Aunque no demasiada.

La oleada feminista de los años sesenta se enfocó en los derechos reproductivos y de las madres. No es casual que de ese contexto hayan surgido las ideas esencialistas que pretenden ver los papeles sociales que desempeñan los hombres y las mujeres como opuestos: mientras los unos son violentos por naturaleza, las otras son maternales; unos son competitivos y las otras son protectoras. Más allá del cándido idealismo que se expresa en esa rama del feminismo burgués es preciso señalar que su aportaciones al desarrollo social no son muy distintos, incluso se combinan, que los obtenido por el igualitarismo de principios del siglo XX. Se le abrieron puertas al capitalismo para profundizar la explotación de la clase obrera. La tendencia del capitalismo a ocupar una mayor cantidad de fuerza de trabajo al tiempo que se abarata el valor de ésta se reforzó con los feminismos burgueses, sobre todo con el de la oleada sesentera ya que el pretexto de las mujeres como custodias-formadoras de los críos se derrumbó. Los derechos reproductivos y la protección de los derechos maternos incremento el caudal de mujeres que se incorporaron directamente a la fuerza de trabajo. No se trata de negar que ese paso haya sido un avance en términos sociales, de lo que se trata es que esa apenas es la mitad de la tarea. Una vez más, no se trata de generar el derecho de las capitalistas a explotar a sus obreras, sino el de liberar a la clase obrera.

Por su parte, la oleada de los años noventa del feminismo burgués ha tenido el acierto de profundizar en los derechos a la libertad sexual, también el cuestionamiento de los papeles sociales que desempeñan el trabajo productivo y reproductivo, pero además el cuestionamiento a la unívoca comprensión de la dupla identidad femenina-masculino. Sin embargo, sus limitaciones permiten que tanto la explotación de clase como la enajenación sexual continúen favoreciendo a la clase hegemónica sin mayores obstáculos. Entre los planteamientos cuestionables, como el de la idealización de la sexualidad al rechazar el binomio del género binario, y el abiertamente erróneo concepto del empoderamiento, la tercera oleada del feminismo burgués está demostrando que carece de fuerzas reales para plantear verdaderos cambios sociales que se basen una mayor equidad entre los seres humanos. Por un lado es discutible que la orientación sexual sea el origen de nuevos géneros. ¿Hasta qué punto la heterosexualidad, la homosexualidad, la bisexualidad son suficientes elementos para hablar de géneros distintos a las mujeres y los hombres? El derecho de cada trabajador a tener orientación y preferencias sexuales debe ser defendido con la misma enjundia que el derecho a la libertad; pero parte de la consciencia de clase implica asumir las condiciones objetivas de vida para poder construir una subjetividad libertadora, que no es lo mismo que solapadora de la enajenación. Por el otro lado, el empoderamiento (whatever that means) no es más que una nueva palabra que intenta enmascarar un problema antiguo del feminismo: reproduce los derechos de explotación entre las capitalistas y las obreras.

Pero las falsificaciones de la liberación de las mujeres no terminan aquí. Hasta este punto solamente me he referido, muy sintéticamente a las tendencias con mayor fundamentación teórica, pero el capitalismo también se ha encargado de educar a las trabajadoras con ideas bastante descoloridas sobre la equidad entre géneros. Las dos adulteraciones populares más importantes en nuestros días son el revanchismo y el igualitarismo. Ambos son fervientemente impulsados desde los medios de comunicación masiva y se han ido fijando en el pensamiento de muchas personas de las maneras tan sutiles como diversas. La guerra de los sexos y las historias de éxito de mujeres que han logrado empoderarse son dos de los instrumentos en que se han afianzado dichas tendencias populares.

La deferencia entre ambas radica no tanto en su contenido, sino en los matices que persiguen: una va enfocada a mujeres con un carácter más fuerte que pretenden hacer sufrir a sus compañeros la opresión de la cuál ha sido objeto el género femenino. Mientras que a las igualitaristas se centran más en que las mujeres pueden realizar exactamente las mismas labores que los hombres, pero mejor. El efecto de ambas adulteraciones feministas es que la unidad y compromiso de clase se dificulta al establecer la barrera ideológica que separa a los hombres de las mujeres. Barrera que, en ocasiones, genera una desconfianza falsa pero infranqueable.

El llamado

El repliegue del socialismo ha resultado en el estancamiento de la teoría, incluyendo el trabajo sobre la construcción de una propuesta revolucionaria sobre el feminismo. Es necesario recuperar tan abandonada tarea. Es cierto que la revolución del proletariado será la base de una verdadera liberación del ser humano y la aplicación de verdaderos criterios de equidad. Sin embargo, dicha base no podrá dar frutos sin una estructura teórica que le dé cuerpo a una nueva vida que supere las relaciones sociales que ha creado el capitalismo. Pero también es cierto que no es necesario esperar hasta que la revolución se afiance para comenzar a practicar nuevas formas para relacionarse con los demás: formas que en sí mismas sean una crítica feroz y demoledora a las relaciones capitalistas. Lo anterior pasa por desarrollar también una nueva ética y una nueva moral que no se basen ya en dogmas que apoyen el predominio de la clase hegemónica, sino que se fundamenten en una perspectiva que sea al mismo tiempo de clase y científica.

La construcción de una nueva teoría socialista del feminismo implica replantearse las diferencias entre trabajo productivo y reproductivo, así como los roles sociales que tanto hombres como mujeres desempeñan socialmente frente a dichas formas del trabajo. Pero también el replantearse la propia sexualidad e, incluso, las relaciones de pareja; en los últimos años tanto las tendencias pro-anarquistas como algunas corrientes del liberalismo burgués progresista se han planteado el poliamor, ese es un avance en cuanto a la crítica de la pareja fundada en la propiedad privada (característica del capitalismo) pero en ninguna de sus vertientes logra realmente ser una superación de la ideología dominante. Al respecto será importante encontrar una mediación entre el libre ejercicio de la sexualidad con el compromiso. En una sociedad socialista es incomprensible la apropiación del cuerpo ajeno, pero también es inadmisible el desapego individualista que fomenta el capitalismo. Hallar una mediación entre la libertad sexual (incluyendo orientación y preferencias) con la tendencia evolutiva a la moderación de la sexualidad. Es falso el planteamiento de la ciencia burguesa sobre la monogamia como un producto de la constante evolución de la especia humana, pero también es necesario que para el pleno desarrollo de la sociedad sus integrantes lleven sus capacidades intelectuales hacia el perfeccionamiento, lo cuál implica la necesidad que la razón no elimine a las pasiones, pero que tampoco éstas se impongan a la razón. Tanto la violencia como la inacción suelen ser producidas, al menos en parte, por el predominio de lo hormonal sobre lo racional.

Es una tarea dura, además de grande, pero es inaplazable para avanzar hacia la liberación de la clase obrera. Por lo pronto, podemos ir comenzando con retomar el espíritu original de la jornada del 8 de marzo: fomentar que las obreras del mundo eleven sus niveles de consciencia como parte del proletariado y unan sus demandas a las de todo el movimiento obrero.