lunes, marzo 01, 2010

Reyertas 79: Paso del Norte

Desde su fundación por el franciscano Fray García de San Francisco en 1659 y hasta 1888, año en que Porfirio Díaz le dio su actual nombre, Ciudad Juárez llevó el nombre de Paso del Norte. Pese a ser una ciudad de las ciudades rotas y convertidas en frontera gracias a la puntada gringo-santaannista de los Tratados de Guadalupe-Hidalgo de 1848, no ha dejado de ser uno de los epicentros donde se genera la historia de México. Nada más como muestra es obligado referir dos botones: la instalación del gobierno de Benito Juárez durante la Segunda Intervención Francesa (1862-1867) y la batalla del 10 de mayo de 1911 entre las fuerzas maderistas y las porfiristas, la cuál marcó la derrota final de la dictadura de Díaz.

Lamentablemente, en las décadas recientes, Ciudad Juárez se volvió noticia debido a la violencia que impera en la localidad. Pero, ¿en realidad el asunto de aquella ciudad fronteriza es un asunto meramente de nota roja que se arregla con más efectivos de policía y militares, como lo predica Felipillo I, el espurio?

Juarensecidio

El homicidio múltiple de un grupo de jóvenes alumnos del Centro de Bachillerato Tecnológico Industrial y de Servicios (CBTIS), del Colegio de Bachilleres 9 y de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACh) que festejaban el cumpleaños de uno de ellos, el pasado 30 de enero, en una vivienda de la colonia Villas de Salvarcar, dejó en evidencia dos cosas. Primero, que la devaluación moral de la sociedad juarense se sigue expandiendo rápidamente. Segundo, que el despliegue militar del calderonato es completamente inútil para combatir al narcotráfico y al crimen organizado.

El famoso Operativo Conjunto Chihuahua que el gobierno federal lanzó desde el 27 de marzo de 2008 no ha hecho más que incrementar la violencia a grados nunca antes vistos en aquella ciudad fronteriza. Según la información publicada por el diario coahuilense El Siglo de Torreón el 27 de marzo de 2008, en su página de Internet, el primer trimestre de 2008 fueron abatidas más de 167 personas, el más violento en Ciudad Juárez desde la guerra entre narcos que se desató tras la muerte de Amado Carrillo Fuentes en 1997. Ese hecho motivo a Felipillo I, el católico, a desplegar su operativo. Pero las cosas han empeorado desde entonces. A casi 22 meses de iniciado el Operativo Conjunto consiguió superar las cifras tanto de 1997 como las del primer trimestre de 2008, en un solo mes. Según lo reportado por el periódico Milenio en su edición electrónica del 1 de febrero de 2010, enero del presente año fue el mes en que más ejecuciones se realizaron en todo el país con 904 homicidios. Lo cuál incluye más de 260 realizados en Ciudad Juárez, el 80% de los homicidios en la entidad durante enero de 2010. Es decir, en la ciudad fronteriza se pasó de 56 asesinatos por mes, antes del inicio del operativo, a más de 260. ¿Cómo puede señalarse que ha sido una campaña exitosa cuando la cantidad de víctimas va en franco ascenso?

El argumento oficialista pretende hacerle creer a los mexicanos que la violencia creciente se debe a la desesperación de los narcotraficantes. Sin embargo, los datos duros sugieren otra cosa completamente distinta. La información recabada por el reportero J. Jesús Esquivel en su artículo “El Paso-Juárez: el tráfico de la muerte”, (Proceso, 7/II/2010, p. 14-15) los decomisos de drogas realizados por las autoridades aduanales de El Paso, Texas, no han disminuido, sino que se han mantenido en el mismo rango. Ello significa que el volumen de drogas que atraviesan la frontera en esa ciudad sigue siendo el mismo. En el año fiscal de 2008 las autoridades de El Paso decomisaron más de 39.59 toneladas de drogas, mientras que para el 2009 la cifra alcanzó los 39.81 toneladas. Con ello queda esclarecida la poca efectividad del gobierno para detener al narco, en contraste con la elevada capacidad de las organizaciones criminales para reestructurarse inmediatamente.

El negocio de las maquiladoras

Durante muchos años, Ciudad Juárez fue una ciudad pequeña pero importante en términos comerciales debido a su condición fronteriza. La vida sencilla de los juarenses en realidad transcurría sin demasiados sobresaltos. Ello, aún considerando que como paso internacional el contrabando de todo tipo de mercancías, desde electrodomésticos hasta narcóticos, fue una actividad recurrente en Ciudad Juárez desde mediados del siglo XX. Aunque eso no quiere decir que anteriormente no haya existido el comercio ilegal.

Pero todo cambio durante la década de los años 80. Las políticas reformadoras de Miguel de la Madrid le dieron al capitalismo un nuevo modelo de acumulación. La reconversión industrial sentó las bases para la resurrección capitalista de las manufacturas. Proliferó desde entonces, en México, la modalidad manufacturera denominada maquiladora. En breves palabras, me refiero al tipo de empresas instaladas, incluyendo a la fuerza de trabajo, en una localidad determinada que importan insumos de trabajo con una tasa arancelaria de cero. El pretexto para ello es que la producción resultante del proceso productivo no será para la localidad, ni siquiera para la nación, sino que se reexportara hacia la nación de origen de los insumos. Es decir, el capital monopolista encontró un mecanismo mediante el cuál introducir directamente en la súper-explotación a los obreros de las neocolonias al mismo tiempo que presiona la desvalorización de la fuerza de trabajo en la metrópoli.

La situación fronteriza de Ciudad Juárez se convirtió en una ventaja para los capitalistas norteamericanos que optaron, primero por estimular la apertura de pequeñas y medianas fábricas que contrataban para que les elaborasen determinados productos o parte de ellos. Posteriormente, gracias al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) las propias compañías estadounidenses abrieron talleres industriales de todos tamaños. Un ejemplo emblemático es el de Delphi, una de las subsidiarias de General Motors, que en 1998 instaló en Juárez su Centro Tecnológico México (MTC, por las siglas en inglés).

Las maquiladoras le dieron a Ciudad Juárez un papel como uno de los principales centros industriales del país, por lo tanto, se convirtió en un gran punto de inmigración. De tal manera que en solo 20 años, la localidad pasó de tener 544,496 habitantes, en 1980, a más de un millón 100,000 para el año 2000. Muy por encima del crecimiento que registraron otras entidades de México.

Abandono social

El desbordamiento creado por la magnitud de la inmigración ocasionó una serie de problemas sociales que se agravaron por la indolencia de las autoridades de los tres niveles de gobierno. Uno de ésos ha sido el crecimiento de la violencia. El episodio más difundido de esa brutalidad son las mal llamadas Muertas de Ciudad Juárez (no murieron simplemente sino que fueron asesinadas) o feminicidios (que más bien son femicidios porque se ultima a mujeres, a las féminas, no a las actitudes derivadas de las mujeres, no a lo femenino). Desde 1993 se registran más de 5,600 asesinatos perpetrados contra mujeres. Lo particular en esos actos de violencia es que las víctimas son mujeres jóvenes inmigrantes a la ciudad desde diversos puntos de la república que, o son estudiantes o trabajadoras de las maquiladoras. Además, en los despojos de las víctimas suelen hallarse rastros de vejaciones sexuales y mutilaciones.

Ante la situación las autoridades han actuado sin seriedad, en todo el tiempo transcurrido se han realizado acciones sin verdadera capacidad para contener ese tipo de crímenes. Los datos recabados por la reportera Nydia Egremy en su artículo “Abusos militares bajo observación del Congreso de EU” (Contralínea, 21/II/2010, p. 44-50), tan solo en 2009 fueron liquidadas 184 mujeres.

Entre el trasiego de drogas y el asesinato de mujeres, al no ser resueltos, afectan los vínculos sociales a tal punto que comienzan a degradarse éstos. A la indolencia de las autoridades para garantizar la seguridad de los habitantes de Ciudad Juárez hay que agregar que las condiciones laborales hacen imposible que los infantes tengan la atención necesaria para su formación. Por una parte, las largas jornadas laborales de los padres limitan la convivencia familiar y, por la otra, el propio Estado se desentiende de la tarea de garantizar las instituciones, así como el personal capacitado para suplir el cuidado parental. En consecuencia, el caldo de cultivo compuesto por la miseria, degradación social; conjugado con la falta de atención infantil no produce otra cosa que el agravamiento de la violencia en la entidad. Ello al extender la violencia extrema hacia la juventud.

Cada vez con mayor frecuencia los menores de edad son reclutados por las organizaciones criminales para utilizarlos como tropa contra la sociedad juarense. Tal como lo reportó en agosto de 2009 el portal TU.TV en su reportaje Los sicarios en CD Juárez son jóvenes entre 17 y 35 años de edad. Eso quedó ratificado por la masacre en la colonia Villas de Salvárcar, cuando una banda de sicarios perteneciente al Cártel de Juárez, denominada La Línea, irrumpió en una fiesta organizada por jóvenes entre los 13 y los 19 años de edad, los cuáles nada tenían que ver con las organizaciones rivales de sicarios.

La citada masacre de jóvenes también ratificó un elemento del cuál se tienen suficientes elementos para fundamentar las sospechas: la complicidad de las autoridades con los narcotraficantes. No es para menos, como actividad económica las drogas son un negocio que deja excelentes ganancias a los capitalistas que la practican. Inclusive, se ha llegado al extremo en que los responsables por los delitos son denunciados con mayor efectividad en los muros de las calles que en los ministerios públicos. En el caso de Villas de Salvárcar esto se demostró con la aparición de grafittis, tal como lo reportó en su edición del 4 de febrero el portal noticioso La rednoticias.com.

Emulación salinista

La inoperancia del Operativo Conjunto Chihuahua llegó a su punto crítico con dicha masacre en Ciudad Juárez. En términos sociales, el evento consiguió avivar el descontento contra el gobierno federal. A tal punto, que durante la propia visita de Felipillo I, el espurio, a la localidad fronteriza el pasado 11 de febrero, las protestas (estimuladas por las declaraciones presidenciales desde Japón y de la Secretaria de Gobernación, insinuando que las víctimas eran parte de las pandillas de narcotraficantes) se filtraron hasta el propio acto calderonista; rebasando los oficios del Estado Mayor Presidencial. Los reclamos de una de las madres fueron filmados y difundido por los medios periodísticos que cubrieron el evento, como Milenio Televisión.

Para paliar el descontento de los juarenses, Calderón, no encontró mejor solución que incurrir en el populismo más demagógico que pudo. Primero, después de más de 22 meses por fin se enteró que el uso de la fuerza no basta. Segundo, como ha fallado el uso del ejército, ahora sí habla de establecer un plan integral para crear empleos, prevenir las adicciones, crear espacios educativos y de convivencia juvenil, para reducir las tasas de criminalidad en la localidad. Tanto los ofrecimientos de cambio de estrategia, como las visitas de los días 11 y 18 de febrero no han sido más que simples artimañas de contrainsurgencia para calmar el ánimo de la población juarense, en particular, pero más que nada para legitimarse frente a al opinión del pueblo mexicano. Sobre todo como un esfuerzo para revertir la tendencia que su partido, el PAN, está generando en todo el país y que podría conducirlo a perder la próxima elección presidencial.

Solidaridad obrera

Dada la ineficacia y desinterés de las propias autoridades, así como de los capitalistas, por resolver la problemática que deben padecer los trabajadores juarenses, urge que el proletariado en la localidad vaya tomando en sus manos la iniciativa que rescate a la ciudad. Las organizaciones obreras necesitan hacer consciente la formación de un nuevo gobierno al estilo de la Comuna revolucionaria. Pues seguir creyendo en las promesas huecas calderonianas es apostar por el crecimiento desmesurado de la descomposición social. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!

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