Siempre es un gran placer comenzar un nuevo espacio de comunicación, de relación entre el escritor y los lectores, entre el historiador y la sociedad. Es un gran reto el difundir puntos de vista sobre la historia que salgan del dominio de la forma tradicional o más bien oficialista de escribir, de difundir, los sucesos históricos. Pues no es secreto para nadie que la identidad de una sociedad, de un pueblo o de una nación se construye con base en el tipo de historia que se articula. Aun sin percatarse de ello, muchos historiadores que se dedican a abordar solamente los grandes momentos de la historia, aquellos que causaron el gran escándalo, y a los grandes personajes que sobresalieron en momentos cruciales, no hacen otra cosa que fortalecer las ideas sobre básicas sobre las que se elabora el discurso que fundamenta la hegemonía de la clase dominante.
Con lo anterior no quiero decir que se debe desechar todo el trabajo que se ha realizado para explicar los momentos cruciales de la humanidad, no habría peor manera de malinterpretar mis palabras que esa. A lo que me he referido es a que en las formas oficialistas, de todas las naciones capitalistas, el acento se ha hecho en esos sucesos para ocultar que solamente fueron posibles gracias a la acción coordinada y conjunta de muchas otras personas. Personas a las que en ocasiones se suele hacer referencia con genéricos como: pueblo, nación, sociedad, clase subsumida, proletariado, campesinos, artesanos; pero en todas se trata del sujeto colectivo que crea hace posible las condiciones para que las cosas ocurran. Y no solamente con su fuerza de trabajo, en muchas ocasiones con su propio ingenio, con su capacidad para afrontar la vida, generando y reproduciendo ideas, costumbres, hábitos que se transmiten de generación en generación. Pero también que funciona, de cierto modo, en sentido inverso; es decir, adaptándose con rapidez a los grandes cambios que se derivan de los momentos críticos.
Valga como ejemplo el pueblo francés, al cuál se le inmiscuyó como parte de la Revolución francesa solamente en la toma de la Bastilla. En el resto del proceso, tanto en los sucesos previos como posteriores, se suele hacer caso omiso de éste. Solamente habría que preguntarse: ¿quién generaba la producción agrícola que tan mal administraron Luis XV y Luis XVI?, ¿Quién creaba las condiciones de vida suficientes para que durante siglos los reyes franceses se lanzasen en sus aventuras bélicas contra Inglaterra, las que por cierto arruinaron a Francia y la condujeron al estado lamentable en que se hallaba justo antes de la toma de la Bastilla?, ¿Cuál fue el sujeto social que respaldó al primer cónsul, Napoleón Bonaparte, en la defensa de la revolución cuando todas las potencias europeas se lanzaron en guerras para exterminarla?
Con ese fin, a partir de ahora iniciamos esta serie mensual en que nos proponemos recordar algún suceso, algún momento de la historia dándole el enfoque de lo que han hecho los trabajadores, cómo influyó su acción. Pero también en recordar a los personajes y dirigentes que en momentos trascendentes supieron darlo todo por la causa de los trabajadores. Eso sí, sin caer en la idealización de éstos, como lo hacen los biógrafos de perspectiva capitalista, pues es fundamental que se sepa que los acontecimientos decisivos todo el tiempo son definidos por seres humanos reales, que tenían virtudes, pero también grandes defectos. Ahora bien, esta sección tiene como objetivo el aportar en la construcción de la identidad de la clase trabajadora, pues hasta ahora la que tiene está severamente contaminada por la que el desde el capitalismo le han inculcado por todos los medios. Para comenzar las aportaciones en tan ardua labor conviene recordar aquí aquellas palabras que se le adjudican a Napoleón Bonaparte, y que tanto pueden marcarnos el camino: “El que quiera hacer historia, primero que aprenda de ella”.
Ya para entrar en la materia de este mes: agosto. Es preciso recordar que el pasado domingo 23 se conmemoraron 82 años de la ejecución de dos trabajadores inmigrantes en el estado de Massachusetts, en el noreste de los Estados Unidos y al este de Nueva York, acusados por el asalto a la compañía Slater-Morrill Show Company en que también resultaron asesinados el pagador de la empresa Frederick Parmenter y el vigilante Alessandro Berardelli el día 15 de abril de 1920. Unas semanas después, el 5 de mayo del mismo año, fueron detenidos el zapatero Nicola Sacco y el vendedor de pescados Bartolomeo Vanzetti; ambos eran migrantes procedentes de Italia y militantes de la organización anarquista de Luigi Galleani.
Todo el proceso judicial estuvo plagado de irregularidades. Tanto el juez que llevó la causa, el señor Webster Thayer, como el gobernador de Massachusetts, Fuller, se empeñaron en mostrar a Sacco y Vanzetti como los responsables del robo y doble homicidio. Más tarde el juez de la Suprema Corte de Justicia, Oliver Wendell Holmes, quién para entonces ya se había hecho famoso por enviar a cientos de socialistas a la cárcel durante la Primera Guerra Mundial bajo el cargo de espionaje, se negó a conocer el caso de los dos inmigrantes. Con tal negativa las oportunidades de apelación se terminaron para Sacco y Vanzetti, no quedaba más que el indulto del gobernador, pero éste se negó sistemáticamente.
El caso tuvo amplia difusión en el mundo, la evidente injusticia que estaba por cometerse contra esos dos hombres generó movimientos multitudinarios, tanto en Estados Unidos como en América Latina, Europa y Sudáfrica se realizaron manifestaciones de trabajadores exigiendo la liberación de los dos inculpados. Así, el 23 de agosto de 1927 se realizaron manifestaciones en las ciudades de Boston, Nueva York, Chicago, San Francisco, Londres, París, Buenos Aires; pero también se registraron algunos altercados frente a las representaciones diplomáticas estadounidenses en Inglaterra y Alemania.
La presión internacional de los trabajadores no hizo mella en los deseos del gobernador Fuller y la ejecución de ambos se realizó aquella noche en la silla eléctrica.
El caso no fue un capricho o un error aislado del sistema judicial estadounidense, tal como lo afirmó correctamente el intelectual izquierdista, Howard Zinn, quién en su artículo Sacco y Vanzetti de 2002 apuntó:
Pero ser pobre no era el crimen principal de Sacco y Vanzetti. Ellos eran italianos, inmigrantes, y anarquistas. Habían pasado menos de dos años del final de la Primera Guerra Mundial. Ellos habían protestado contra la guerra. Se habían negado a ser reclutados. Ellos vieron la montaña de histeria contra los radicales y extranjeros, observaron las correrías llevadas a cabo por los agentes del Fiscal General Palmer en el Departamento de Justicia, que irrumpían en casas en la mitad de la noche sin garantías para las personas incomunicadas.
Tiempo después, las sospechas que llevaron a mucha gente en varios países a exigir la liberación de Sacco y Vanzetti fue corroborada cuando en 1973 el gánster Frank “Busty” Morelli, integrante y hermano de la banda de Joe Morelli, confesó que fueron ellos quienes realizaron el asalto a la Slater-Morrill Show Company, incluyendo el doble homicidio.
El peso de las evidencias obligó a que el 23 de agosto de 1977 el gobernador del estado de Massachusetts, Michael Dukakis, aceptó públicamente que Sacco y Vanzetti habían sido tratados de forma injusta, llamando a limpiar sus nombres.
Sin embargo, es preciso reconocer que en gran medida, aunque en circunstancias completamente distintas, los motivos que condujeron a nuestro par de trabajadores a la silla eléctrica, permanecen vigentes al seno del imperialismo estadounidense. Eran trabajadores inmigrantes que hacían lo posible por ganarse la vida mediante su trabajo, su pensamiento no concebía como algo justo que siguieran existiendo las diferencias sociales generadas por el capitalismo, pertenecían a una minoría étnica que no era bien vista por la mayoría blanca anglosajona y protestante de los Estados Unidos. En la actualidad en el seno del imperialismo sigue presente la intolerancia hacia los trabajadores inmigrantes, la oposición al régimen capitalista y la intolerancia racial, de la que ahora son las principales víctimas los latinoamericanos y los musulmanes.
Estas son las razones por las cuales los trabajadores del mundo tenemos que mantener presente en la memoria la figura de personajes como Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti o Andrea Salcedo, pues se puede discrepar de las ideas anarquistas que promovían pero antes que nada fueron trabajadores migrantes como sigue habiendo muchos en el mundo (cada vez más). Esa identidad no solamente es válida para el interior de los Estados Unidos, también cuenta para Europa, Australia o Canadá, aquellas naciones que hoy requieren de una gran cantidad de mano de obra pero que reciben a esa fuerza laboral que les sirve para salir a flote económicamente de manera intolerante.
Por último, vale la pena retomar un poco de los elementos culturales que se han elaborado en torno a Sacco y Vanzetti, pues son útiles para la conformación de esa identidad de clase obrera que tanto nos hace falta como arma de lucha revolucionaria a los trabajadores de hoy en día. Al respecto vale la pena resaltar la pieza musical de Ennio Morricone Here’s to You que interpretó la cantante de folk Joan Baez.
También el homenaje que les realizaron los cantantes Francesco De Gregori y Giovanna Marini In Memoria di Sacco e Vanzetti.
2 comentarios:
Muy interesante el artículo de Sacco y Vanzetti, pero sobre todo, es de reconocerse el esfuerzo por reivindicar a los pueblos como constructores de sus historias.
Vaya una felicitación al blog por su reciente aniversario y por esta nueva iniciativa, "Memoria", que viene a refrescar consciencias y a aportar pruebas explícitas del gran papel que tienen por hacer l@s historiador@s orgánic@s del proletariado.
Enhorabuena.
Muchas gracias por las felicitaciones, estimada Ana Clara. Hemos andado abrumados por el trabajo y hasta ahora logramos darnos tiempo para responder los pocos comentarios que ha llegado al blog y al correo electrónico.
Un saludo, y una vez, agradecemos las felicitaciones.
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