…Y el futuro nos alcanzó. A unos días del fatídico 29 de noviembre, la suerte parece echada en América Latina. Ese día en Honduras se realizarán las elecciones presidenciales en las que saldrá el sucesor de José Manuel Zelaya, al tiempo que en Uruguay se realizará la segunda ronda electoral, acto en que se definirá al sucesor de Tabaré Vázquez como presidente de aquella nación sudamericana.
En el caso hondureño la burguesía parasitaria de libremercado, es decir aquella que no hace más que vivir tanto de la explotación de los trabajadores mediante las alianzas que tiene con los grandes capitales trasnacionales, está a un paso de conseguir su tan ansiado objetivo. Erradicar cualquier posibilidad de un gobierno le reste privilegios. Todo eso a costa de los propios trabajadores hondureños, tanto del campo como de la ciudad. Los antiguos terratenientes apoyados por los militares de Romeo Vásquez y que tienen como cara visible a Roberto Micheletti se están saliendo con la suya. Mientras Zelaya hace huesos viejos en la embajada brasileña en Tegucigalpa, los golpistas pueden darse el lujo de prometer que el gobierno de facto dejará libre unos días el gobierno. La descarada maniobra del golpismo parece ser la puntilla en contra de las movilizaciones que la izquierda ha impulsado como repudio al conservadurismo que predomina a la sociedad hondureña.
Para colmo de males, el propio gobierno de Barack Obama ya comenzó a ceder en favor de los golpistas, tal cómo se esperaba cuando varios de sus propios funcionarios están metidos hasta el cuello detrás de los empresarios librecambistas de Honduras. No se olvide que en 1998 el actual embajador de Estados Unidos en la nación centroamericana fue uno de los principales negociadores en la integración del malogrado Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Por cierto, que no fue fácil echar abajo dicha propuesta, pues la burguesía parasitaria de America Latina ya se veía favorecida por los grandes negocios que iba a realizar al estrechar, aún más, sus vínculos con el capital extranjero. Para la oligarquía terrateniente latinoamericana esa alianza es estratégica porque le permite potenciar su dominio sobre los habitantes de la región sin tener que arriesgar un solo centavo.
El hecho de solamente existir a estas alturas dos candidatos con posibilidades de ganar las elecciones del próximo día 29 de noviembre, Porfirio Lobo (del Partido Nacional y Elvin Santos (del Partido Liberal, el mismo en que militan Micheletti y Zelaya), o que el opositor esté al frente en las encuestas, con cosas que pasan a segundo término. No se trata de problemas de barandilla, tal como quisiera que se redujese el señor Micheletti, sino de la cancelación de un futuro para Honduras. Pero una cancelación que podría extenderse hacia el resto de América Latina e incluso hacia el resto del mundo. A pesar de su talante como político oportunista, José Manuel Zelaya fue destituido nada más por pretender reformas democratizadoras. Resulta absurdo que a unos meses del final de su gobierno, un congreso constituyente lograse elegir a sus integrantes, redactar una constitución, convocar a elecciones, realizar todo el proceso electoral y definir a los funcionarios del gobierno. Todo lo anterior en menos de cinco meses. ¿Quién en su sano juicio realmente creería que eso implicaba la perpetuación de Zelaya en el poder?
Definitivamente no. Tanto el fallo del poder judicial como el congreso hondureño demostraron que su actuación fue por consigna. Lo cuál no es raro si se observa que detrás de muchos políticos y ministros de justicia se encuentran los intereses de la familia Flores Facussé, comenzando por el expresidente Carlos Flores Facussé. Debe reconocérsele a esa oligarquía terrateniente hondureña que ha sabido sortear los embates de los partidarios de Zelaya, de manera que a cada movimiento de los zelayistas en que logran cierta ventaja, los empresarios responden con algún tipo de treta que les regresa la ventaja política. En los últimos días, el consenso mundial para desconocer las elecciones presidenciales convocadas para el 29 de noviembre ha sido roto gracias a que Roberto Micheletti le dio a Estados Unidos el pretexto que necesitaba: prometió ausentarse del poder unos días. Así, a justo menos de una semana de realizarse los comicios, las esperanzas para echar abajo al golpismo se van reduciendo. Si Lobo o Santos ganan las elecciones el problema no se resolverá, pero la vía democrática se estará cancelando. Ahora bien, la disyuntiva es precisamente que tan dispuesto (primero) y que tan madura (después) está la organización de los trabajadores en Honduras. De lo anterior depende que escenario se haga real. Desde la simple acumulación de una ofensa más en contra del pueblo, hasta el brote de focos guerrilleros al más puro estilo guevarista.
El asunto hondureña, como he señalado anteriormente, es un problema que atañe a toda América Latina, sobre todo considerando que a la zona se le toma como la cabeza o mejor dicho la región en que más progresos ha tenido la renovación de la izquierda. Pese a que la posible recuperación económica promete alargar el ciclo económico largo, y con ello las posibilidades revolucionarias de los pueblo, si no se resuelve de mejor manera el asunto hondureño la regresión podría adelantarse. Basta con mirar lo que está aconteciendo en Nicaragua para comprender que la reacción se está fortaleciendo ya no exclusivamente en Honduras, sino más allá de ésta. Claro que Daniel Ortega ha dado demasiados pretextos, pero aún así las manifestaciones del pasado 21 de noviembre no deben despreciarse.
Al sur del continente nos encontramos con otro evento que el 29 de noviembre podría implicar un viraje en la correlación de fuerzas en América Latina: la segunda vuelta de la elección presidencial en Uruguay. Más allá de que José Mújica formó parte del gabinete del malhadado Tabaré Vásquez, lo cierto es que el candidato del Frente Amplio (FA) representa la única alternativa electoral que tienen los trabajadores. Una alternativa que solamente podrán hacer efectiva para la clase obrera en función de no relajar la movilización, sino en incrementarla.
Los sondeos que presentan diversos medios de comunicación sobre la elección uruguaya señalan que Mújica le lleva a Luis Alberto Lacalle (candidato del Partido Nacional) entre 8 y 10 puntos porcentuales. No se olvide que en la primera ronda, realizada el 25 de octubre pasado, el candidato del FA obtuvo 3l 48.16% de la votación, mientras que su contendiente del próximo domingo 29 consiguió apenas el 28.94%, casi 20 puntos porcentuales menos. Por si fuese poca la ventaja que ha tomado Mújica, en las elecciones de octubre el Frente Amplio alcanzó la mayoría tanto en la Cámara de Senadores como en la Cámara de Diputados. De tal modo que la izquierda tendrá mayoría.
Sin embargo, cabe reflexionar que aún ganando las izquierdas podrían perder con Mújica. La desmovilización de los trabajadores para dar paso al avasallamiento de la persona, de la gran figura es uno de los principales riesgos. Aunque debe tomarse en cuenta que las formas de movilización populares no pueden ser las mismas durante la campaña electoral que ya en pleno ejercicio de gobierno. Se requiere de formas más conscientes, menos desgastantes y más efectivas.
Como he señalado en ocasiones anteriores, la clase obrera se encuentra en un momento decisivo en la historia. O la oleada renovadora se transforma para dejar atrás el voluntarismo y el culto a la improvisación, o tendrá que volver a padecer una etapa de sojuzgamiento ante la recomposición de los grandes capitalistas mundiales. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!
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