La entrega pasada (ver Reyertas 67: El Pepe) dediqué este espacio al triunfo de José Mújica en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Uruguay, el pasado 29 de noviembre. El panorama derivado de ese suceso tiene un potencial alentador para las clases oprimidas en el mundo. Aunque no es el único proceso electoral de América Latina y sería un error sobreestimar el caso uruguayo cuando en las semanas recientes han acontecido otras tres elecciones que, de manera formal, mantienen equilibrada la balanza.
Partiendo de dicha lógica, en el presente artículo abordaré el peso que representan las elecciones presidenciales en Honduras, Bolivia y Chile. Al respecto cabe hacer un par de acotaciones. Primero, que no se debe perder de vista que lo electoral no es lo único, ni muchas veces, lo más importante para comprender la lucha de clases a escala global. Es decir, la lucha de clases no se resuelve en las urnas. Pero sí representa un buen elemento de análisis, que sumado a los demás indicadores, nos puede señalar un poco cuál es el estado real de la lucha de clases en el mundo. Hacer un balance más completo sobre la situación, y el cómo ha evolucionado en el año reciente, es una tarea que requiere tomar en cuenta una mayor cantidad de elementos, mucho más allá de restringirse a unos cuantos procesos electorales, y que por tanto ya comenzaré a trabajar a partir de la próxima entrega para este blog. Por el momento, baste con mencionar las implicaciones de las elecciones mencionadas. En segunda instancia, es menester dar aviso de aunque el proceso hondureño y boliviano ya han disipado mucha del polvo que levantaron, al momento de entregar estas líneas para su publicación a penas se están llevando a cabo los conteos preliminares, mientras se dan a conocer las encuestas a boca de urna que realizan las empresas de sondeo.
Pero, vayamos por partes.
Como mencionaba al inicio del presente artículo, la de Uruguay fue una elección que podría servir como aliciente a los trabajadores latinoamericanos y del mundo. Lo mismo ocurre con el caso del resultado de la elección presidencial que se realizó en Bolivia el pasado 6 de diciembre: la reelección de Evo Morales. El que Evo haya obtenido más de 5.1 millones de votos, el 60% del total, significa que pese a los grandes aspavientos que hace la oposición proimperialista, en realidad el pueblo boliviano tiene claro que el proyecto de transformación que impulsa el Movimiento Al Socialismo (MAS) se apega más a sus intereses. Por cierto, para aquellos que dan por hecho que el movimiento popular está entrando en una fase de reflujo, Bolivia les da un mentís, pues además de la reelección el MAS obtuvo más de las dos terceras partes de los escaños en el Parlamento boliviano. Eso significa, que al menos en el plano de las formalidades institucionales, los proyectos socialistas tienen claro que no basta con ganar las presidencias. Hay que defender las transformaciones sociales desde el Congreso.
Al tomar en consideración el resultado de las elecciones uruguayas y el de las bolivianas, podría pensarse que, salvo algunos detalles que es preciso cuidar, el ascenso de las izquierdas está en plenitud. Por tanto, que la revolución internacional es un hecho que se encuentra a la vuelta de la esquina. Sin embargo, el lado opuesto se presenta con otras dos elecciones que se realizaron en el transcurso de las dos o tres semanas recientes: Honduras y Chile.
El caso hondureño es un suceso muy grave porque deja claro que la postura de Barack Obama no es lo benevolente que muchos idealizaron. Por el contrario, el primer presidente de origen étnico afroamericano en los Estados Unidos mantiene una política tan imperialista hacia América Latina como todos sus antecesores desde la época de James Madison (el cuarto presidente de los EE. UU. que gobernó de
Pero no todo está perdido en Honduras. Es común que ante la derrota que hemos sufrido las izquierdas internacionales en la nación centroamericana, se sobredimensione el resultado. El triunfo electoral de Porfirio Lobo, no demuestra que todo esté perdido. Por el contrario, se exhibe que hay elementos que podrían explotarse para crecer sólidamente. No se olvide que, aunque en la actualidad Lobo es uno de los representantes más emblemáticos de la derecha militante en el Partido Nacional, sus primeros pasos en la política los dio dentro de la izquierda socialista, e incluso, con tintes procomunistas. Lobo fue de aquellos cuadros sobresalientes en Latinoamérica que fueron enviados a estudiar a las academias de Moscú. Ese pasado no le impidió al candidato triunfador en las elecciones hondureñas hacer un posgrado en una universidad estadounidense ya en la década de los años ochenta. El pensamiento político y la pragmática de “pepe” Lobo pueden haberse corrido hacia el conservadurismo proneoliberal. Pero, es notorio que gran parte del arsenal que emplea para convencer a las masas para que lo apoyen, son recursos aprendidos en sus años juveniles de izquierdista. Dentro de ese arsenal se cuenta la capacidad, es decir, la sensibilidad suficiente para adaptar su discurso a las demandas más sentidas de la sociedad y canalizarlas así en su beneficio. No debe subestimarse dicho elemento, pues éste combinado con la falta de imaginación de la izquierda hondureña que respaldó a Zelaya ha sido el elemento clave que está desarticulando a la resistencia antigolpista. Es precisamente en ese espacio abierto por Lobo entre la resistencia zelayista y el golpismo encabezado por Micheletti que la posición estadounidense ha encontrado las condiciones necesarias para descarar su apoyo en torno al golpismo. Es altamente probable que, conforme vaya avanzando el tiempo con el nuevo gobierno electo, muchas de las naciones que hoy niegan su apoyo a Lobo den un giro completo a sus definiciones políticas en forma gradual, como condición de las necesidades prácticas de las relaciones internacionales.
Los primeros resultados de la elección chilena dejan claro que el emulo chileno de Berluconi, Sebastián Piñera, tiene mayoría. Lo que en otras palabras significa que la derecha pinochetista ha aprovechado las tremendas fisuras que en estos años se crearon al seno de la coalición demócrata. Tal vez Michel Bachelet tenga una gran popularidad entre los chilenos, pero es evidente que su gobierno nunca se atrevió a cuestionar el modelo de libre mercado que se impuso desde los tiempos de la dictadura, por eso es que la Concertacesión por la Democracia quedó completamente fragmentada. Por un lado, el segmento más conservador de los demócratas, cuyo candidato, Eduardo Frei, será el que contienda en la segunda vuelta contra Piñera. Sin duda que de llegar al gobierno, éste último será un presidente con el que será indispensable mantener la guardia en alto y los puños listos ante cualquier ataque que lance este político. Recuérdese que la principal característica de Piñera es la de ser un personaje prepotente y provocador. Para colmo, contra lo que muchos izquierdistas que idealizan los procesos revolucionarios piensan, el ascenso electoral de Marco Enríquez-Ominami (hijo de Miguel Enríquez, el histórico dirigente del MIR), no es necesariamente un buen augurio. Por principio de cuentas, Marco no es Miguel y la distancia entre las posiciones congruentes del padre no se han puesto aprueba de forma suficiente en el hijo. En ese flanco habrá que darle el beneficio de la duda a Marco. Desde el otro lado, es una posibilidad muy tangible que la izquierda entre en una etapa de reflujo. La ruptura de la izquierda socialista con los demócratas del centro, implica una incapacidad manifiesta para profundizar las diferencias internas de la burguesía. Por el contrario, la agudización internacional de la lucha de clases ha conducido a que en Chile las facciones de la burguesía de mercado interno y la de libre mercado se vayan reencontrando como clase. Cosa que no necesariamente, aunque sí en lo deseable, lo hace el proletariado. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!
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