lunes, diciembre 21, 2009

Reyertas 69: El año de la gran crisis

Ha sido un largo año. No porque haya sido bisiesto o algún otro fenómeno que modifique la duración objetiva de éste, sino en términos de la cantidad de acontecimientos y de la dificultad que ha implicado para muchos de los casi siete mil millones de habitantes del planeta. Dificultades que subjetivamente hacen que se perciba mucho más prolongada la duración del tiempo. Como se impone en estos días, gracias al calendario gregoriano, es preciso comenzar a sacar las cuentas de lo que nos dejó el año 2009. Pero no se trata de hacer cuentas alegres o por un simple espíritu de llevar las cuentas. Se trata de medir la situación de la lucha de clases en el mundo y en México, con la finalidad de tener claridad sobre las necesidades que se vienen en los próximos meses y años, claro si el objetivo es el de transformar a la sociedad. En la entrega número 18 de Reyertas: 2009, el año (del temor) por venir, publicada el 29 de diciembre de 2008, realicé una serie de proyecciones basadas en la información que hasta entonces se tenía disponible. Una de las premisas básicas de aquél análisis era que la crisis económica había tocado fondo, al menos en Estados Unidos, entre finales de agosto e inicios de octubre de 2008. Lo que ha seguido desde entonces ha sido un largo período de depresión o estancamiento económico. Es decir, de la fase del ciclo medio en la cuál se despliegan por entero los efectos destructivos de la crisis sobre el sistema productivo. También se indicó que lo más factible es que dicho período depresivo se prolongase por todo el 2009 y el 2010. No obstante, también se señaló que había algunos resquicios que podían ser aprovechados por el capital para acelerar el paso hacia la fase de recuperación económica. Dichos espacios dependían centralmente de las acciones que tomase el gobierno de los Estados Unidos. En estos días, las evidencias disponibles indican que EE. UU. está ingresando en una fase de recuperación económica, debido a que pese todas las adversidades políticas, el novel presidente Barack Obama ha conseguido poner en práctica algunas medidas que tienden a la reconstrucción del sistema productivo estadounidense.

Sin duda que, al interior de la izquierda resulta una afirmación polémica la de sugerir que la fase depresiva del ciclo económico medio está llegando a su final. Las principales voces de cada una de las expresiones izquierdistas sostienen que la crisis seguirá por largo tiempo. No es extraño que se incurra en proclamar la crisis perenne, por el contrario, si algo tiene en común la práctica, el discurso, de las diversas izquierdas es que comparten el dicho que reza: el capitalismo se encuentra permanentemente en crisis. En realidad es algo muy sencillo, el discurso incendiario al que se recurre para agitar a las diversas fracciones de la sociedad, tiene un alto contenido de visceralidad. Es decir, el convencer al pueblo para organizarse y movilizarse requiere siempre de apelar a los elementos injustos del sistema capitalista. El problema con ello es que al llevar a la práctica dicho procedimiento, se incurre con mucha facilidad en la exageración e imprecisiones sobre la situación. Así, el confundir el incremento de la explotación de los trabajadores con las fases depresivas del ciclo económico se vuelve algo común. Sin embargo, no es lo mismo el incremento del trabajo impago, que la sobre acumulación del capital. El primero puede presentarse incluso en momentos en que el capital no haya trabas para seguirse acumulando libremente.

La urgencia por transformar la realidad conduce a muchos revolucionarios a ver una realidad distorsionada. Las imágenes difuminadas son una elección propia, los propios izquierdistas suelen no querer ver lo que acontece objetivamente. Así, se puede justificar el posible fracaso o justificar las prácticas equivocadas haciéndolas pasar como si fuesen lo correcto.

Además de los cambios que el equipo de Obama ha introducido, a empujones, hace falta considerar otro elemento que señala la posibilidad de estar entrando en 2010 a una fase de recuperación: el consumo de China. Es cierto que el motor de la economía mundial es el mercado interno de los Estados Unidos, cuyo peso específico oscila entre el 28 y el 30%. Por eso es que al definir los ciclos económicos medios y largos es preciso tomar como referente a la economía estadounidense. No obstante, desde hace varios años China se ha convertido en el principal aval para que los Estados Unidos tengan la liquidez necesaria para seguir inundando el mundo con dólares y adjudicándose la producción mundial. Tal operación se ha conseguido gracias a que el gobierno chino se volvió el mayor comprador de bonos de deuda del tesoro estadounidense.

No es casual que en el último año el precio de las materias primas, comenzando por el oro y el petróleo, se hayan mantenido en precios altos. El motivo fundamental de ello ha sido el consumo elevado que ha mantenido China. Si en lugar de mantener ese nivel, la economía del gigante asiático se hubiese desplomado, entonces sí la fase recesiva tendría mucha cuerda por delante. Pero al mantener su consumo, se le da un gran respiro a la economía capitalista, pues el segundo mayor comprador de materias primas del mundo es China. Ahora bien, se debate en la actualidad si la capacidad de consumo china resulta de un proceso de crecimiento del mercado interno o es un mecanismo especulativo que está inflando el mercado artificialmente. En realidad si es uno u otro, en el corto plazo, tiene poca relevancia porque el efecto es el de mantener elevadas las ventas de los mercados productores de materias primas, evitando con ello que el ciclo económico alcance su piso absoluto.

En el largo plazo, el único resultado es el de comienza a inflar una burbuja financiera que tiene posibilidades de darle sobrevida al ciclo económico largo. Pero que, cuando reviente, y como se mantienen las burbujas especulativas que desencadenaron la crisis actual, sería un desastre de proporciones cataclísmicas. No necesariamente para el sistema capitalista en su conjunto, aunque irremediablemente las tendrá hacia el imperialismo estadounidense. En esas condiciones la estructura de hegemonía que opera en la actualidad, es decir la que regula las actuales relaciones internacionales de poder, tendría que modificarse de raíz.

Al representar la economía más grande del planeta, la estadounidense también delimita la duración temporal del ciclo económico largo (el que dura entre 40 y 60 años). En esos términos, el que los efectos más destructivos de la fase depresiva del ciclo medio (que dura entre 7 y 11 años) hayan sido contenidos y con ello se abra la posibilidad de prolongar el ciclo largo es algo más que factible. De entrada, es preciso recordar que la actual fase ascendente comenzó hacia la primera parte de la década de los años noventa. Tomando como referente el desarrollo de la economía estadounidense el presente ciclo Kondratiev habría comenzado en 1993 con lo cual ya se habría prolongado la fase ascendente por más de 16 años, quedando espacio suficiente para un nuevo ciclo medio que prolongue, al menos otros 7 años al ciclo económico largo. Por su parte, tomando como referente a las siete economías más desarrolladas del mundo, es decir la de Estados Unidos más la de Japón, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia y Canadá, se tiene que la anterior fase descendente terminó entre 1993 y 1995, lo que haría que en esos años se iniciase la siguiente fase ascendente. Esto, evidentemente, da suficiente espacio temporal para que dentro de la fase ascendente del ciclo Kondratiev (largo) se inserte un nuevo ciclo medio.

Lo anterior no es nada más una discusión de interés académico. Sino que resulta fundamental para comprender mejor el momento que se vivirá en la lucha de clases en los próximos años. La extensión del ciclo económico largo implica que durante estos años se alcanzará su punto máximo, su cresta, de ahí por consecuencia lógica se desprende que la lucha de clases a escala internacional se agudizará hasta alcanzar extremos de antagonismo que no se han visto en décadas. Por un lado, el avance que las izquierdas han sostenido desde el inicio de la oleada en 1999 (el viejo topo vive, pese al acta de defunción que pretendió extenderle el otrora gramsciano Antonio Negri) debe tomar decisiones de trascendencia vital sobre cómo continuar el ascenso. Pero, la creación de riqueza no tardará en obligar a la burguesía de libremercado a buscar mecanismos para atraer la mayor cantidad posible de esa riqueza, lo cual significa quitar de en medio a la clase obrera organizada. En cuanto a las naciones imperialistas, también se presentaría una intensificación, pues ante la abundancia se fortalecerían las naciones que le están disputando ya varias zonas de influencia que antes la potencia hegemónica dominaba sin mayor obstáculo. En la actualidad ya hay regiones del planeta que le son disputadas a la hegemonía estadounidense por las naciones que más rápido se están desplegando como imperialistas. Una nueva etapa de auge en un ciclo medio, beneficiaría más a esos protoimperialismos que al mismo imperialismo estadounidense. A las disputas por el nuevo reparto del mundo, habrá que agregar que no faltarán movimientos de liberación nacional que intenten aprovechar la situación para terminar con cualquier influencia imperialista en su territorio nacional.

Tampoco debe soslayarse que los imperialismos en formación, denominados por la prensa imperialista con el acrónimo BRIC (Brasil, Rusia, India y China) son los que mejor han aprovechado la actual fase ascendente del ciclo económico largo, pero sus espectacular irrupción es más bien tardía con respecto al comienzo de la fase ascendente, si acaso datará del inicio de la presente década. Por consecuencia, también son las naciones que le pueden dar una mayor sobrevida a la tendencia actual.

Al observar las condiciones político-sociales que prevalecen en el mundo, encontramos que en las naciones ricas las condiciones son muy contradictorias. En Europa y Estados Unidos, al menos en apariencia se percibe un fortalecimiento de las facciones más conservadoras de la burguesía. En el imperio hegemónico, hace un año se veía el triunfo de Barack Obama como un triunfo de los sectores progresistas al seno de la sociedad estadounidense. Antes de tomar posesión del cargo, el presidente 44° de EE. UU. ya había dado algunas señales de ser un personaje que tendría severos problemas para cumplir los compromisos que adquirió con sus electores. Se le notaba inclinado a hacer fuertes concesiones a las empresas dominantes en el mercado estadounidense. Curiosamente las mismas que condujeron a la crisis. Ya como presidente en funciones, Barack Obama ha tomado algunas medidas que son de mucha utilidad para la economía estadounidense. Como el programa de rescate bancario o el fomento a la producción interna, mediante el estimulo al comercio con mercancías creadas internamente. Sin embargo, es claro que también le ha faltado decisión para introducir otras reformas indispensables para Estados Unidos. Entre éstas las más notorias son la Reforma al sistema de salud, Obama no ha hecho frente a las empresas farmacéuticas; ni se ha realizado una verdadera Reforma migratoria que permita sacar de la clandestinidad a una masa obrera que percibe ingresos muy inferiores a los que tiene el resto de la clase trabajadora en EE. UU. Tal indecisión está alejando a los aliados progresistas de Obama y permitiendo el retorno de los imperialistas más conservadores. Para colmo de males, el encuentro mundial para tomar medidas que contengan los efectos del cambio climático a realizarse en la ciudad danesa de Copenhague entre el 7 y el 18 de diciembre pasados; fue un rotundo fracaso. La responsabilidad del gobierno estadounidense en tal revés es muy grande, hecho que se magnifica debido a que las propias organizaciones sociales que luchan por la preservación del medio ambiente, harán más visible dicha responsabilidad.

En el caso europeo la situación no es muy distinta. Aunque no se debe olvidar que tanto en Grecia como en Francia e Italia, en el 2009 se presentaron movilizaciones sociales que llamaron poderosamente la atención. De entrada, en Grecia se recibió el 2009 con intensas movilizaciones que llegaron a los enfrentamientos entre estudiantes y la policía. Sin olvidar que esos jóvenes consiguieron el respaldo de una buena parte de los trabajadores de las ciudades helenas. En Francia, les enfants de la Patrie también salieron a las calles a poner en claro que hay una gran polarización entre las clases sociales. Los enfrentamientos en la antigua Galia se siguen presentando con la pintoresca modalidad de la quema de automóviles. Sin embargo, esa capacidad de movilización popular no se refleja en una organización que aproveche los resquicios de la política formal. Son movimientos que en algún sentido han heredado la consigna argentina del “que se vayan todos”. Tal desinterés se evidenció en las elecciones regionales que se realizaron en 2009, pues los partidos de izquierda tuvieron fuertes retrocesos. Desde el Partido Socialista Francés hasta la Liga Comunista Revolucionaria y el Partido Anticapitalista fueron incapaces para canalizar la fuerza popular en términos políticos, lo que sería un trampolín para que siguiese creciendo. En Italia, las expresiones de izquierda quedaron noqueadas tras la destitución de Romano Prodi en 2007, simplemente ya no pintan en el panorama político italiano. Pero no así, la movilización popular que ha conseguido poner en jaque al Primer Ministro Silvio Berlusconi. Como nunca antes la imagen del Cavalieri ha quedado cuestionada. La cantidad de juicios que está enfrentando el jefe de gobierno italiano ya desembocaron en algo tan serio como un llamado a golpearlo, cosa que consiguió Massimo Tartaglia el pasado 13 de diciembre, lo que indica que hay un creciente descontento en Italia que se está convirtiendo en odio. En otras naciones europeas como Gran Bretaña, España o Alemania las cosas no son demasiado distintas. Las diversas expresiones de representación formal de las izquierdas han decepcionado lo suficiente a los pueblos como para quedar a su suerte. Así, los grupos imperialistas conservadores han quedado con las manos libres para presionar a los gobiernos y obligarlos a proteger, ya no sus intereses sino, sus caprichos de clase. Mientras en España el movimiento por la independencia de Cataluña sigue en ascenso, la devastación social generada por la crisis económica está colocando al gobierno de Rodríguez Zapatero en una posición muy coincidente con las del derechista Partido Popular.

En Asia hay tres grandes focos que llamaron la atención durante el 2009. Independientemente de las guerras estadounidenses en Irak y Afganistán el peso real del continente asiático en los equilibrios políticos internacionales estuvo en la zona de Palestina, Irán y China. En los casos palestino y chino el conflicto abierto fue el elemento que marcó las tendencias en la región. Respecto a la primera habrá que recordar que el año 2008 fue despedido por el ejército israelí con la Operación Plomo Endurecido que comenzó el 27 de diciembre de 2008 y finalizó hasta el 18 de enero de 2009. Es decir, 22 días con sus noches de bombardeos constantes y diarios sobre la franja de Gaza. El pecado de los palestinos fue el sostener a un gobierno emanado de las filas de la organización terrorista Hamas. Parte de la prensa internacional definió acertadamente la ofensiva israelí con el nombre de la Masacre de Gaza. Además de los severos estragos que las acciones militares ocasionaron sobre la población civil en los territorios palestinos de la franja de Gaza, el otro resultado tal ofensiva fue que se evidenció el resquebrajamiento de la unidad israelí.

Lo anterior se reflejó en dos eventos en particular. La condena de una gran cantidad de organizaciones sociales de origen hebreo hacia el sionismo. Mientras que el segundo evento fue la polarización al interior de Israel que derivó en el fortalecimiento de los partidos de derecha en las elecciones legislativas de 2009. Con lo cual se definió de facto una alianza entre los partidos Kadima (fundado en 2005 por Ariel Sharon, conocido por encabezar las masacres de 1982 en Sabra y Chatila, y que en la actualidad es dirigido por Tzipi Livni), Likud (el partido que dice representar a la centro-derecha) y por el partido Israel Beitenu (de corte ultranacionalista). Aunque Kadima ganó las elecciones en las negociaciones posteriores fue designado como Primer Ministro Benjamin Netanyahu, del partido Likud. Ello se debió a que los otros dos grupos sionistas decidieron cerrar filas en torno a una política más imperialista hacia la región. Así, Tzipi Livni quedó al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores, uno de los tres cargos de gobierno más importantes en Israel junto al de Presidente y al de Primer Ministro. Por su parte, Avignor Lieberman quedó como uno de los líderes de la oposición más fuertes que haya tenido la historia de Israel. En las circunstancias descritas, el futuro para los territorios palestinos de la franja de Gaza y la Cisjordania, no es lo más esperanzador que pueda imaginarse. Por más que el presidente estadounidense, Barack Obama, se manifieste a favor de la creación de un Estado Palestino, la realidad es que la actual conformación del gobierno israelí y la pusilanimidad de Mahmoud Abbas en Cisjordania, aunado al aislamiento que padece el extremismo religioso de Hamas que gobierna Gaza en la persona de Ismail Haniya; son un augurio muy oscuro para el futuro de Palestina. Sin duda, el conflicto árabe-israelí seguirá movilizando a una gran cantidad de fuerzas en la región. Al mismo tiempo obligará a los estadounidenses a ser más liberales con los recursos que destina a la región para consolidar sus alianzas, con la finalidad de apuntalar a Israel.

El segundo gran conflicto asiático que marcó las tendencias internacionales, fue la sublevación uigur en China. Es cierto que el gobierno chino no se ha caracterizado por ser uno que en realidad demuestre su apego con la democracia proletaria que debiera ser la esencia de un gobierno revolucionario. Por el contrario, el autoritarismo que define a la estructura política en China se va estrechando con las tendencias librecambistas más reaccionarias, lo que podría resultar en que en pocos años el gigante asiático se convierta en el principal aspirante a heredar la hegemonía capitalista que hoy detentan los Estados Unidos. Sin embargo, no es menos cierto que la etnia uigur es una de las más atrasadas, en términos sociales, de toda China. La región que habitan no ha sido desarrollada entre otros factores, porque el pensamiento místico-religioso que profesan los uigures, inhibe el propio avance tecnológico de la región. Es cierto que como religión el Islam, en sí mismo, no es un impedimento para el desarrollo de las sociedades modernas, sin embargo, al igual con algunas facciones de otras religiones, como las cristianas, se oponen rotundamente al progreso en cualquiera de sus formas. El resultado es que en el caso de la etnia uigur la situación desemboca en una contradicción de alta complejidad. Por un lado, es un principio revolucionario el respetar la autodeterminación de los pueblos, lo cuál da cierta ventaja a los uigures. Pero tampoco se puede negar el derecho de los chinos que ya han migrado hacia la región para detonar el desarrollo de la región que habitan. Pero las implicaciones del conflicto que ocasionó enfrentamientos entre chinos de la etnia han y la uigur en julio de 2009 no se restringen a los límites geográficos de Xinjiang. Muchas de esas condiciones son las mismas que prevalecen en el caso del conflicto entre China y la región del Tíbet. El fanatismo místico-religioso centrado en la figura del Dalai Lama es fortalecido por la voracidad con que el gobierno de la República Popular China, desde la época de Mao Tse Tung. Desde que en 1950 el ejército chino invadió la región, las decisiones administrativas han sido tomadas sin tomar en cuenta a los tibetanos, lo cual evidentemente contraviene el principio obrero-revolucionario de la libre determinación. Sin embargo, ese grave error del gobierno de Beijing ha sido magnificado por décadas gracias a la intervención de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA, por sus siglas en inglés). En medio del fervor de la guerra fría la CIA ha hecho del Dalai Lama un hombre santo viviente. Con la anuencia del propio Tenzin Gyatso, 14° Dalai, la figura religiosa creada por el propio Gengis Khan durante la invasión mongola al Tíbet, ha sido explotada por el imperialismo estadounidense en momentos clave para mermar el peso en la política internacional de la República Popular de China. Dicha imagen de hombre santo viviente incluye la generación de una amnesia colectiva. Con premeditación, alevosía y ventaja se omite que las condiciones de vida para la población del Tíbet durante el mandato de Tenzin Gyatso (entonces un joven de apenas 15 años de edad) hacia 1950 eran aún más aberrantes que las padecidas por los chinos hacia 1912, cuando ocurrió la revolución que derrocó a Puyi el último emperador de la dinastía Qing. Es decir, un régimen despótico-absolutista que mantenía un modelo económico precapitalista. Las diferencias sociales eran mucho más abismales, solamente es posible imaginarlas al hacer la analogía con la situación presente de muchas naciones africanas. Mientras el emperador y el Dalai, junto a su corte, disfrutaban de una vida llena de los privilegios del mundo moderno, el resto del pueblo tenía que hace milagros para subsistir un día más. Ya no se diga la falta de acceso a una cultura más sofisticada como consecuencia del alto grado de analfabetismo y la carencia de instituciones educativas. Ese era el Tíbet del Dalai Lama. Es claro que ese panorama tibetano se olvida adrede, pues sería imposible que la ideología pequeño-burguesa que se promueve para los pueblos, tuviese un impacto tan grande como del que goza en la actualidad. El éxito de las mentiras de la CIA sobre el Tíbet ha sido tan profundo que no solamente las diversas expresiones de la derecha se adhieren a la condena contra China, sino diversas expresiones de la izquierda, caen en la trampa del sentimentalismo ramplón y se dejan manipular al adherirse a la condena imperialista. La intensificación de los conflictos chinos con las regiones uigur y tibetana, justo en medio de la fase depresiva del ciclo económico, muy probablemente no sea una casualidad sino una acción promovida y/o explotada desde el imperialismo para controlar los avances chinos.

Con respecto a Irán, la situación es igual o incluso más compleja que en los casos palestino y chino. Por principio de cuentas, la reelección de Mahmoud Ahmadineyad como presidente de Irán, la antigua Persia, realizada el 12 de julio del 2009, dejó en claras un par de cosas. Por un lado, que el régimen teocrático chiíta de los Ayatolas que se impuso con la revolución de 1978 se está agotando con cierta rapidez. Por el otro lado, se evidenció que los imperialismos están poco dispuestos a permitir que la modernización de Irán siga un camino independiente al imperialista, hay demasiado petróleo de por medio. En el primer caso, es preciso despejar de la ecuación la bruma generada por los medios de confusión masiva occidentales, pero aún así se mantiene una cosa en pie. La aparición de una disidencia iraní lo suficientemente grande como para ocasionar fuertes disturbios es evidencia del desgaste del régimen, no solamente del gobierno de Ahmadineyad. Es decir, el movimiento del que Mir-Hossein Mousavi se autodesignó como portavoz, exhibe el descontento que 20 años de turbiedades de Alí Jamenei como Ayatolá han provocado. Sin embargo, todavía es incierto que a corto o mediano plazo se organice una oposición popular sólida que detone cambios de fondo en la antigua Persia.

Respecto a la importancia internacional de Irán el asunto es mucho más delicado. Incluso las estancadas guerras estadounidenses en Afganistán e Irak se han colocado en función de la situación iraní. No en vano, la diplomacia imperialista ha insinuado la posibilidad de una guerra contra los persas; el motivo: la posibilidad de Irán como fabricante o poseedor de armamento nuclear. Al respecto, la reflexión de Alfredo Jalife-Rahme (“Irán, cercado nuclearmente por seis países y la OTAN” en Contralínea. Periodismo e Investigación, núm. 161, 8 de diciembre de 2009, p. 20-21.) resulta sumamente acertada al señalar que sería un error fatal para Irán si accede a la petición del imperialismo estadounidense de renunciar a su programa nuclear. La tensión que se ha generado en el mundo por esa situación, sin duda, será algo que siga marcando el desarrollo de la lucha de clases a escala mundial.

Con respecto al peso de las naciones africanas en los doce meses recientes, se debe señalar que ha destacado por dos situaciones muy particulares. Por un lado, los efectos de la crisis económica en Europa se han traducido en condiciones más difíciles para la emigración africana hacia el viejo continente. El racismo europeo creciente está produciendo instrumentos de control social incapaces de detener los movimientos migratorios masivos, pero sí genera condiciones mucho más inhumanas para la porción de los migrantes que no consigue arribar a su destino. Además de ello, la radicalización del racismo está produciendo el resurgimiento de las ideologías totalitarias como el fascismo y el nazismo. En España, Alemania, Austria, Italia y, recientemente, Rusia se han dado ejemplos peligrosos de lo que el ultranacionalismo (chovinismo) ocasionaría en las sociedades.

El otro elemento que en el presente año resaltó de las complejidades africanas, fue el incremento de la piratería. Desde algunos años a la fecha, la zona de Somalia ha sido un sitio de constante crecimiento para los grupos de piratas. Los conflictos separatistas entre las etnias somalíes, los depredadores intereses imperialistas por apropiarse de los recursos naturales de la región y el paso de una de las rutas comerciales marítimas más importantes del planeta frente a las costas de Somalia, son los tres elementos que han generado el auge de los piratas. Tal situación está obligando a las principales potencias del mundo, sobre todo a las europeas, a incrementar su presencia militar en la región. Al tiempo que se discute la mejor forma de resolver el problema. No sería extraño que este tipo de cosas justificase en un futuro la intervención norteamericana y europea en Somalia.

Finalmente, América Latina es la región que más afectó, y afecta, la depresión económica. A lo largo de la década que está por finalizar, la región ha sido vista como el paraíso de las izquierdas. Es cierto que es dónde más visibles han sido los logros de las diversas expresiones de izquierda, pero también es cierto que las derechas todavía tienen un gran margen de reacción. Pero hay que tener cuidado, lo anterior no quiere decir automáticamente que se esté cayendo o por alcanzar una fase de reflujo de los movimientos sociales. El resultado de esta tendencia ha sido el crecimiento de las disparidades entre el avance de los movimientos sociales. De México hasta Argentina y Chile, las cosas se presentaron durante 2009 en un muy amplio espectro. En gran parte, lo que ocurre es que gracias al apoyo del imperialismo estadounidense las expresiones conservadoras, las derechas, han tenido importantes avances. Pero eso ha dejado claro que el gobierno de Barack Obama no está dispuesto a cambiar el rumbo de la política de EE. UU. frente a la región, simple y sencillamente prefiere hacerla menos descarada. Así, en Honduras tenemos que primero los yanquis desconocieron al gobierno golpista de Roberto Micheletti y después decidieron reconocer las elecciones en que triunfo el candidato derechista, Porfirio Lobo.

Sin duda que este año, para América Latina, se caracterizó por la polarización. En algunas naciones avanzó mucho la derecha y en otras fue la izquierda la que dio buenos pasos. En cuanto a las primeras tenemos a México, Honduras, Brasil, Argentina y Chile. En la siguiente entrega me dedicaré a hacer un balance específico para la situación nacional, así que dejaré pendiente aquí el comentario sobre la tragedia mexicana.

En Honduras, el Golpe de Estado fue una acción de múltiples cobras de facturas y repercusiones. Por un lado, significó el romper el eslabón más débil de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA), lo que llevaba la intención de debilitar el avance de las izquierdas en la región. Por otro, implicó la venganza del imperialismo yanqui, pues unas semanas antes del golpe, el gobierno de Manuel Zelaya desplegó una intensa labor durante la reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA) llevada a cabo el 3 de junio en San Pedro Sula, para conseguir que se revirtiese la expulsión de Cuba del organismo. Lo cuál representó un fuerte revés para el imperialismo estadounidense, incluyendo al presidente Barack Obama. Internamente, dicho golpe también representó la vuelta al poder de la parasitaria oligarquía terrateniente que había gobernado Honduras hasta que Zelaya comenzó a darles la espalda.

El caso argentino es otro preocupante. Los gobiernos socialdemócratas de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, al menos en el papel, presumen de apoyarse en los movimientos sociales. Sin embargo, su incapacidad política y el oportunismo con que se manejan, ha aislado al gobierno de dichos movimientos. Las izquierdas en Argentina por una parte se radicalizan, pero por la otra se distancian más entre sí a cada momento. Esa situación, más la capacidad de las organizaciones más conservadoras para aprovechar los errores del gobierno, están produciendo una situación bastante complicada para mantener la tendencia ascendente de los movimientos sociales en la nación sudamericana.

En cuanto a Brasil y Chile, la situación es más o menos similar. En ambos, el desarrollo económico de los años recientes ha sido bastante bueno, aunque fortaleciendo las políticas neoliberales. A tal grado ha llegado esto que en Chile, es muy posible que el próximo 17 de enero gane la elección presidencial un candidato de la derecha más reaccionaria: el pinochetista Sebastián Piñera. En Brasil, a poco menos de un año de las elecciones presidenciales, los candidatos de la derecha llevan una gran ventaja. Ello se debe a que Lula ha conseguido que el gigante sudamericano se convierta en una de las naciones que aspiran con mayor fuerza a establecerse como nuevos imperialismos. Pero esto ha favorecido la tendencia que exige mantener en Brasil las cosas en el mismo estado. Así, tanto en Chile como en Brasil se presenta un fenómeno extraño: el de gobernantes, que formalmente se presumen como de izquierda, con una alta popularidad, pero que la preferencia electoral es hacia los partidos de las derechas.

En el extremo contrario, en El Salvador y en Colombia crecieron de forma importante las expresiones de la izquierda. El triunfo electoral del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), el 15 de marzo de 2009, en la persona de Mauricio Funes, implicó el establecimiento de un nuevo gobierno de izquierda en América Latina gracias al apoyo del pueblo. Por su parte, en Colombia durante el 2009 la arrasadora popularidad de Álvaro Uribe se fue desdibujando gracias a los escándalos de corrupción que las organizaciones sociales de izquierda fueron destapando. Aunque dichos avances todavía son insuficientes para preocupar a la derecha colaboracionista con el imperialismo que rige en Colombia, al menos es posible tomarla como el germen de organización con posibilidades muy amplias.

Pero en AL no todo han sido cambios radicales, incluso hay algunas naciones que presentan un estancamiento relativo. Venezuela, Bolivia, Uruguay y Ecuador mantienen su paso democrático, no sin problemas, pero al menos los gobiernos de esas naciones siguen siendo favorables para las organizaciones revolucionarias. En cambio, Cuba y Nicaragua sufrieron problemas serios que mantienen estancados los procesos de cambio. Mientras Cuba requiere de transformaciones urgentes que revitalicen la revolución, sobre todo en el campo económico; Nicaragua requiere que el sandinismo se renueve, eliminar de la cabeza a un personaje como Daniel Ortega, pues se corre el riesgo de destrozar todos los avances democráticos de los años recientes. Una destrucción que sería llevada a cabo por el propio Ortega.

Como puede apreciarse, en términos generales la situación durante este 2009 fue demasiado brumosa, difícil de comprender. Sin embargo, la polarización que está produciendo requerirá todavía mayores esfuerzos e incrementa la urgencia por descifrar los signos de los tiempos. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!

1 comentario:

sagandhimeo dijo...

acertada crítica a los izquierdosos de la "eterna crisis del capitalismo" que es más bien la eterna crisis de la izquierda pseudorrevolucionaria.

me agrada que se destaque el avance del socialismo del siglo XXI, a pesar de sus deficiencias hay que reconocer que es lo mejor que se ha logrado hasta el momento.