Materia, realidad y existencia en Mario Bunge
(Novena y última entrega)
Por: Sagandhimeo
Lo que proponemos es que el sentido necesario del universo (o Ser) se desarrolla en el orden que sugiere Bunge y que coincide con la historia natural y social (físico, químico, biológico, social y técnico), pero para que tales niveles sucedan se requiere de ciertas condiciones. Por ejemplo, en el nivel físico se necesita que el universo posea cierta magnitud, en el nivel químico que haya cierta estabilidad molecular, en el nivel biológico que haya equilibrio químico en un determinado planeta o similares, en el nivel social que haya cierto desarrollo cerebral en los animales (al menos en el caso nuestro) y en el nivel técnico que tales animales hayan desarrollado las suficientes relaciones interpersonales y habilidades manuales para tal producción. Por lo que si bien el desarrollo no es lineal, tampoco podría ser cíclico, más bien posee un sentido complejo, en tanto cada nivel requiere de ciertas condiciones que hacen imposible una evolución que regresara al inicio, sólo serían posibles los retrocesos con fenómenos destructivos.
El hecho de que la mayor parte de la materia física no forme compuestos químicos, la mayor parte de los compuestos no formen moléculas orgánicas, la mayor parte de tales moléculas no formen parte de la vida y que la mayor parte de la vida no genere sociedades y tecnología; podría sugerirnos que la materia no tiende al desarrollo. Pero no estamos defendiendo un desarrollo lineal en el cual todo se dirija a un mismo objetivo, sino que el hecho de que exista una complejidad cada vez mayor en la materia, aunque sea en una mínima parte de ella: evidencia que posee una tendencia por mínima que ésta sea.
La pregunta inmediata es el cómo de este sentido que proponemos, el cual puede explicarse mediante el autoensamblado, esto es,
sea natural o artificial, el proceso de ensamblado puede ocurrir paso a paso en lugar de todo de una vez. Por ejemplo, las partículas elementales se autoensamblan para formar átomos, los cuales se combinan formando monómeros; estos se combinan formando dímeros, los cuales se combinan formando polímeros, y así sucesivamente. De este modo se autogeneraron las moléculas de ADN a partir de sus precursores (Bunge, 2004:32)
En otras palabras, la materia por sí sola tiende a ensamblarse formando totalidades cada vez más complejas y con ello podemos explicar la emergencia de la vida y de cualquier fenómeno (1.4), evidenciando que la realidad tiende a la complejidad. Estos saltos cualitativos como la vida, la mente y la cultura, ocurren en razón de que el autoensamblado forma totalidades que gradualmente alcanzan una complejidad mucho mayor de la que se originaron. Cabe mencionar que no conocemos vida fuera de nuestro planeta y el origen de la vida en el nuestro es aun desconocido, esto no merma nuestro argumento, pues que la materia tienda a la complejidad no implica que genere totalidades al por mayor. Ya que toda evolución requiere de condiciones específicas y cierta aleatoriedad, por lo que la vida emergió en nuestro planeta tan sólo una vez en miles de millones de años, cuando las condiciones la propiciaron.
Con ello estamos sosteniendo una versión restringida de la generación espontánea, lo que no se contrapone a la generación filogenética, pues aun cuando todo organismo nació de otro organismo, este hecho no puede extenderse indefinidamente, por fuerza tuvo que haber un primer ser vivo, por lo que la generación espontánea es cierta al menos una vez, en al menos un planeta (el nuestro) en condiciones muy particulares y en procesos sumamente largos.
Por la misma línea, para que la vida, los planetas o cualquier totalidad pueda formarse, no requiere de agentes externos, pues de ser así caeríamos en el idealismo, sino que hasta los fenómenos más grandes ocurrieron por la misma propiedad de la materia de poseer energía, esto es, “algunos procesos de autoensamblado, tales como los que llevan al surgimiento de estrellas y organismos, se han extendido por millones de años. Esto elimina el argumento del diseño inteligente, según el cual todo sistema altamente complejo, aun si es natural, requiere de un Diseñador” (Bunge, 2004:32). Es decir, explicando cómo se organiza la materia se hace innecesario insertar agentes sobrenaturales para dar cuenta de la realidad, pues todo tipo de existencia y todo proceso se constituyen por elementos materiales o derivados de la materia. Como tales procesos requieren de condiciones muy particulares y periodos de tiempo muy largos, tendemos a pensar que debió haber un creador, pero esto sólo agrava el problema, al tener que explicar procesos naturales y sobrenaturales en vez de sólo los primeros.
Ahora bien, el autoensamblado no debe malentenderse como un plan predeterminado, pues no es que la materia esté predispuesta para construir totalidades previamente formuladas, sino que los objetos materiales al poseer energía (1.1) y la capacidad de interactuar entre sí (2.1) tienden a ensamblarse formando o no totalidades, las cuales no poseen una finalidad, ni tampoco son meramente caóticas, pues se conforman en función de las condiciones espacio-temporales que posean. Por lo que las entidades materiales no solamente se caracterizan por su movimiento, sino que por tal movimiento son potencialmente generadoras de nuevos niveles de organización
En pocas palabras, apostamos por que el ser o sentido de la existencia se constituye en su devenir, en donde la materia por sí misma se ha autoensamblado durante miles de millones de años generando niveles de organización cada vez más complejos, desde los átomos hasta la tecnología. Por lo que consideramos permisible clarificar el problema de “el ser” el cual se constituye como el sentido de la existencia, el cual tiende a la complejidad.
En resumen, nuestra noción de existencia nos permite clarificar que el universo no puede tener un comienzo en tiempo y espacio, pues éstos pertenecen a la materia, la cual es absoluta, aunque no en sentido idealista. Y el universo no puede ser infinito en sentido de no tener fin, sino en el de poseer una capacidad de expansión ilimitada, pues siempre se encontrará en un punto determinado.
Dicha expansión forma parte del sentido de la existencia, la cual tiende a la complejidad, ya que la materia más simple como los átomos se han autoensamblado durante miles de millones de años para formar compuestos químicos, organismos vivos, sociedades y tecnología, por lo que no requerimos de un diseñador para explicar la evolución del universo.
Finalmente, no debe confundirse el sentido de la existencia con el azar o la finalidad, pues el movimiento de la materia no es caótico sino regular, aun cuando admita cierta aleatoriedad espacio-temporal. Y la finalidad es una cualidad de los vertebrados superiores, los cuales se proponen objetivos a realizar, lo que no implica que la naturaleza se comporte del mismo modo. Sino que mediante nuestra interacción con la naturaleza hemos generado nosotros mismos un nuevo nivel: el nivel técnico, el cual a su vez ha contribuido al desarrollo del nivel social en muchos aspectos, tales como el arte, la comunicación y la complejidad laboral, entre muchas otras.
Por todo ello, el sentido de la existencia consiste en su desarrollo, la cual no es ajena al hombre, pues emergimos a partir del nivel biológico y hemos generado el nivel social y el técnico, por lo que hemos contribuido al sentido del universo. En otras palabras, no podemos sentirnos ajenos o aislados del resto del cosmos, pues nos hemos desarrollado mediante nuestra interacción con el medio y hemos sido capaces de crear la cultura, (la cual se constituye tanto por el nivel social como por el técnico) por lo que nuestra aportación al ser en cuanto ser ya ha comenzado. En nosotros como humanidad, si queremos continuar participando en el sentido del universo reside el mantener y aumentar dicha aportación, pues los conflictos políticos y la voracidad ante los recursos naturales pueden hacernos descender de nivel, es decir, extinguirnos.
Si logramos resolver los conflictos sociales y ecológicos, tendremos la posibilidad de desarrollar la cultura y la tecnología al máximo, brindando a toda persona las condiciones para desarrollar su creatividad y optimizando la tecnología hasta crear vida y mantenerla plenamente por tiempo indefinido.
En ese sentido, a partir del nivel biológico, cada nivel de organización posee un problema central a resolver, el cual contribuye a generar un nuevo nivel. Esto es, en el nivel biológico el problema era la supervivencia, la cual propició las condiciones para la emergencia de una especie capaz de crear sus propios medios de subsistencia: el ser humano, reduciendo dicho problema notablemente. Esto a su vez generó el nivel social, con problemas fundamentalmente económicos y políticos.
Consecuentemente, cuando logremos la madurez social necesaria para armonizar nuestras relaciones, reduciremos los problemas económicos y políticos, lo que nos permitirá entrar de lleno al nivel técnico, en el cual el desarrollo de la tecnología se acelerará. Porque creemos que el significado de la vida consiste en mejorar nuestra relación con el medio y madurar las relaciones sociales, de modo que permitan un mejor aprovechamiento de los recursos sin dañar el ambiente y una organización social que supere la anarquía de la producción, en donde no se produce en función de las necesidades sociales, sino en función del enriquecimiento privado desmedido.
Asimismo, dentro de nuestra ontología se pueden incluir otras preguntas existenciales de gran peso, las cuales son: ¿De dónde venimos?, ¿Quiénes somos? Y ¿A dónde vamos?, es decir, ¿Cuál es nuestro origen?, ¿Qué es el humano? Y ¿Cuál es el fin o sentido de la humanidad?.
Hemos visto que venimos de bases estrictamente materiales (1.5), pues aunque no podamos decir que somos solamente carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno (los componente principales de la vida), sí podemos afirmar que nuestra complejidad psicosocial posee una base estrictamente biológica y que nuestra historia parte de bases materiales, pues no hay cultura sin individuos concretos y objetos manipulados por las manos del hombre.
A la pregunta ¿Qué somos?, podemos responder que somos individuos biopsicosociales, es decir que, poseemos una naturaleza biológica, pero que también nos determinamos por nuestras acciones individuales y por nuestras construcciones histórico-sociales, tales como la tecnología, la ciencia, la religión, la filosofía y las artes.
Y la pregunta por el sentido de la humanidad la responderemos proponiendo que no poseemos un fin determinado, pues no hemos sido creados, sino que emergimos a partir de los animales. Y tampoco aparecimos por mero azar, pues nuestra complejidad requiere de ciertas regularidades. Sino que el sentido de la humanidad consiste en su convergencia con el sentido del universo, en tanto ya contribuimos al general los niveles social y técnico y que podemos mantener o mejorar dicha participación si resolvemos nuestros conflictos políticos y ambientales, de modo que armonicemos con la naturaleza y con nuestros semejantes, en tanto esto optimice nuestra complejidad tecnológica y cultural.
Es decir, que nuestras vidas adquieren el sentido del universo cuando contribuyen al desarrollo del mismo y esto se posibilita cuando participamos de niveles de organización cualitativamente mayores, sólo armonizando con la naturaleza y con nuestro entorno social es cómo podemos continuar y multiplicar el desarrollo de cultura y tecnología, pues de otro modo la mayor parte de la población seguirá enajenada y el ecosistema se hará inhabitable.
Por tanto, el nihilismo no tiene cabida en el universo, pues todo fenómeno, tanto natural como humano posee un sentido en la medida en que forma parte de algún nivel de organización (físico, químico, biológico, social o técnico).
En conclusión, consideramos que nuestro materialismo nos brinda los instrumentos para responder algunas de las preguntas fundamentales de la filosofía, basándonos en conocimientos científicos, lo cual nos permite superar tanto a los idealismos que pretenden encajar la realidad en sus ideas, como a los perspectivismos que proponen que no podemos saber de qué está hecha la realidad o que la existencia no tiene sentido. Por lo que aquellas filosofías que desprecian a la ciencia achacándole su olvido del ser, no se dan cuenta que la propia ciencia nos ha abierto el camino para filosofar congruentemente y converger el sentido de nuestras vidas con el sentido del universo.
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