En las entregas anteriores (Reyertas 69: El año de la gran crisis y Reyertas 70: Balance del año para México) realicé un sintético balance del desarrollo de la lucha de clases tanto en el plano internacional como en el nacional. Resta, para la presente entrega, ensayar una prospección para el año que comienza, además de algunas propuestas sobre la agenda que, desde mi punto de vista, necesita enfocarse la lucha de la clase obrera. No sobra aclarar que este ejercicio no es uno de esos intentos cargados de soberbia para decirle al movimiento lo que debe hacer. Simple y llanamente es el resultado del trabajo empeñado para comprender la correlación en la lucha de clases. Por consecuencia son las propuestas contenidas en el presente documento son propuestas que están sujetas a la discusión, pero también a la revisión y perfeccionamiento.
Por su parte, la prospectiva es también un asunto delicado. La proyección de los escenarios según su mayor factibilidad es una labor que en ocasiones asemeja a la de los oráculos. No falta quién pretenda hacer una enunciación demasiado ambigua en la que quepa tanto la opción afirmativa como su opuesto, para de esa manera presentarse ante la sociedad como el más acertado de los profetas contemporáneos. Valorar la factibilidad de un escenario requiere de partir de un acertado balance de lo acontecido el año anterior, con la finalidad de tener precisa la tendencia que está siguiendo la suma de los eventos.
En función de lo anterior, es importante no olvidar que la trayectoria que adquiere la lucha de clases está basada por el desarrollo de las fuerzas productivas. Eso permite comprender que la fase de recesión tiene, en términos objetivos, solamente dos opciones: o empeora o mejora. No hay más. Como señalé al mencionar el contexto internacional ya hay indicios del comienzo de que se entrará a una fase de recuperación económica mundial. Las medidas que ha implementado Barack Obama han estado teniendo repercusión favorable en la economía estadounidense, lo cuál se combina con la capacidad de China para que su economía no se haya desplomado como muchas otras de las naciones. Ya en otras ocasiones he señalado que el gran riesgo de la presente fase recesiva del ciclo económico medio era que a la debacle del aparato productivo estadounidense se agregase el del mercado chino. En realidad, el programa de promoción de la industria doméstica ha permitido contener la acelerada destrucción de las fuerzas productivas en EE. UU., mientras que el rescate bancario permitió controlar el valor de las casas con lo que la industria de la construcción se salvó de un quebranto mayor que, a la postre, se contagiase en el resto de las industrias. En tanto, el gobierno chino logró contener los efectos mundiales de la crisis al seguir consumiendo una gran cantidad de insumos que adquiere de todas partes del mundo. Es seguro que una buena porción de esas materias primas fue a dar a las fábricas, de ahí que China se haya mantenido como uno de los principales exportadores del mundo. Sin embargo, las amenazas de una gran depresión que marque el final del ciclo económico largo. Pese a los avances alcanzados, el gobierno de Obama no ha conseguido doblegar a la industria farmacéutica, que actúa en forma monopolista. Tampoco ha conseguido una reforma que permita legalizar a muchos de los trabajadores migrantes que han dado vida a la economía estadounidense en los años recientes. Además, el rescate bancario, Ley de Estímulo Económico que diseñó el secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Timothy Geithner, no eliminó los efectos de los instrumentos de especulación financiera (Armas de Destrucción Económica Masiva, como las refiere el académico Alfredo Jalife-Rahme), solamente contuvo sus devastadores efectos. Según los analistas más conservadores, los instrumentos financieros especulativos son incobrables pues representan, al menos, diez veces el valor de toda la producción mundial. Pero el plan Geithner no solamente funciona por contener una parte de la deuda pública que resulta incobrable, sino gracias a que la Reserva Federal, el banco central de los EE. UU., ha mantenido las tasas de interés en su mínimo nivel posible. De esa manera, el riesgo de un colapso mayor en la economía estadounidense se mantiene, pues de iniciarse una nueva fase de recuperación, y posteriormente de auge, en lugar de desaparecer esos instrumentos de especulación financiera tenderán a crecer, debe considerarse que dadas las bajas tasas de interés el precio de dichos documentos se mantiene bajo, pero en cuanto las tasas de interés vayan ascendiendo con la recuperación económica la especulación crecerá sin obstáculos y eventualmente provocarán una sobreacumulación de capital.
Con lo anterior, lo que sugiero como el escenario más probable para este 2010 es que se inicie la fase de recuperación de la economía mundial, si no es que ya lo hizo, aunque definitivamente será algo lenta dado que estructuralmente la fase ascendente del ciclo económico largo está llegando a su fin. Con esto, el inicio de una nueva fase expansiva del capital no será fácil ni tendrá los resultados inmediatos que se desearen por la inmensa mayoría de los habitantes del planeta. Por un lado, ya decía que las medidas de Obama no son suficientemente profundas, hay demasiados titubeos, por lo que no puede esperarse que el resultado inmediato sea un crecimiento sólido. Pese a las expectativas, el actual inquilino de la Casa Blanca está muy lejos de ser un emulo de Franklin D. Roosevelt y su New Deal. Esa lenta recuperación permitirá, si acaso, reactivar a una pequeña porción de la fuerza de trabajo que perdió su empleo en los últimos dos años. Las consecuencias son bastante predecibles en un escenario de esa clase es que el consumo del mercado estadounidense también se incremente muy gradualmente, lo que hará que las importaciones provenientes del resto del mundo también vayan con relativa lentitud, pues EE. UU. no es autosuficiente en la producción de materias primas, salvo algunos productos de origen agropecuario, la realidad es que debe importar la mayor parte de los insumos para la producción. El petróleo es quizá la mercancía más evidente, pues de dicha materia prima los estadounidenses importan más de las dos terceras partes de los más de 20 millones de barriles diarios que consumen. En esas circunstancias, habrá naciones que durante el presente año no logren comenzar su proceso de recuperación, pues su mercado interno es débil, así que su sector productivo depende de las compras que les hacen los Estados Unidos.
Como consecuencia del panorama descrito en el mercado mundial, la polarización de la lucha de clases es algo altamente probable. Del lado de la burguesía se haría por tres vías. Primero la intensificación de los instrumentos coercitivos hacia las clases subsumidas, lo cuál pasa por mayores esfuerzos para contener y mediatizar las expresiones de inconformidad social. Esto coloca como uno de los primeros objetivos de la burguesía librecambista a los movimientos altermundistas. Ya en los años previos la tendencia de los gobiernos es a descafeinar dichos movimientos abriendo espacios de “participación ciudadana” o “participación social” que en realidad solamente sirven como una válvula de escape de la inconformidad social, así el pueblo llega a la conclusión de haber conseguido algún avance y que eso le permite regresar a su vida cotidiana sin necesidad de elevar la participación, el compromiso y la organización política. Al referirse a estos mecanismos no se trata de abstracciones intangibles ni de adherirse a la paranoia de las teorías conspirativas. Sino de rememorar el papel que en años recientes han desempeñado algunos gobiernos de izquierda, no solamente en América Latina, también en el resto del mundo. Un primer ejemplo lo encontramos en el colapso de la izquierda italiana, que no fue capaz de hacer verdaderos cambios bajo el gobierno de Romano Prodi, aunque apeló a la “participación ciudadana” en realidad la política cupular que desempeñó durante su gestión fue una de las principales causas, no la única, de la sepultura de la izquierda en Italia. Ese mismo fenómeno ha venido ocurriendo en otras naciones como España, Grecia, Inglaterra, Estado Unidos, e incluso en América Latina. Daniel Ortega en Nicaragua, Fernando Lugo en Paraguay, Michel Bachelet en Chile, Mauricio Funes en El Salvador, Álvaro Colom en Guatemala, Tabaré Vázquez (y probablemente el recién llegado José Mújica) en Uruguay, Cristina Fernández en Argentina y principalmente Luiz Inacio Lula Da Silva en Brasil han gobernado con el discurso de fomentar y construir gobiernos con la participación ciudadana, pero comprendiendo ésta desde una perspectiva patrimonialista. Es decir, la participación de la sociedad solamente debe darse gracias a que la integre el gobierno para que no se salga del control del control de éste. El fenómeno no es algo casual, aunque tampoco hay detrás una enorme maquinaria que tenga cada aspecto fríamente calculado, se trata simple y sencillamente del carácter de clase que tienen los grupos de las izquierdas que han alcanzado su conversión en gobierno, en entes que ejercen el poder. Pese a comulgar con algunos principios de igualdad social, lo cierto es que también la burguesía ilustrada y radicalizada asume posiciones de izquierda, solamente que sus mismos intereses de clase le impiden ser consecuente con dichos principios. Su pertenencia a la clase suele ser más fuerte que el compromiso con la coherencia, con la firmeza en los principios que profesa. A lo anterior habrá que sumar la falta de claridad de las clases subsumidas, los propios trabajadores temen dejar de ser una clase en sí, al convertirse en una clase para sí. Es decir, no se deciden a dejar de ser una clase en potencia porque le temen al convertirse en una realización histórica. Esa indecisión, como factor subjetivo de la lucha de clases, deviene que todavía no existe una capacidad organizativa que les dé confianza a los trabajadores para dar el paso decisivo.
La segunda pista en la cuál se expresará el endurecimiento de las posiciones de la burguesía será en las confrontaciones entre naciones. Por un lado, en una nueva fase expansiva del capital se recrudecerán las pugnas entre empresarios por acaparar la mejor tajada del mercado mundial. Mientras eso se traduce en la intensificación de la lucha entre imperialismos, en el bando opuesto las burguesías de mercado interno tratarán de apoderarse de un espacio propio que les garantice un crecimiento sólido. De ahí que muy posiblemente se definan por las tendencias progresistas, mas no revolucionarias, de las izquierdas. La lenta recuperación económica alentará las posiciones políticas tanto de los imperialismos consolidados como en los que están en formación, pero también la de las naciones que llevan mayor trecho avanzado en su propia liberación. Entre las primeras se cuenta Estados Unidos, Japón, Inglaterra, Francia, Alemania, pero también aquellas como Brasil, Rusia, India y China. En el segundo grupo están naciones como Cuba, Venezuela, Bolivia o Ecuador. Mientras eso ocurre con las naciones que han definido un rumbo en favor del libre mercado o en favor de un desarrollo económico independiente, aquellas naciones que se han colocado en un segundo plano, como economías abastecedoras de materias primas para la producción en las naciones industrializadas, seguirán cocinándose durante 2010 en el purgatorio de la recesión, pues su carácter como economías exportadoras solamente será recompensada hasta que la recuperación de las economías imperialistas se acelere en forma clara.
La tercera forma en que se expresará la tendencia hacia el antagonismo de clase para la burguesía de libre mercado es el resultado de la combinación entre el primer y segundo elementos señalados. Es decir, el incremento del armamentismo, así como de los conflictos bélicos abiertos. Ya Barack Obama está abriendo el frente yemení sin haber cerrado realmente el afgano, el iraquí ni el guantanamero (ojo, no se olvide que el primer presidente que representa la diversidad étnica estadounidense prometió abandonar la base militar estadounidense en Cuba, de negra memoria), como la transición Bush-Obama estuvo marcada por el apoyo estadounidense a la militarización en México y Colombia. Además, las operaciones encubiertas del imperialismo en América Latina se están incrementando tal como ocurrió en los años de gobierno de Ronald Reagan: el Honduras de los contras no está tan lejano como podría pensarse a más de 20 años después de la conversión de esa nación centroamericana en un gran portaaviones estadounidense en contra del gobierno sandinista de Nicaragua.
El caso específico de México es realmente preocupante. De entrada el papel en la economía mundial que ha asumido el país es el de un simple proveedor de materiales para la producción en Estados Unidos. La consecuencia de ello será, que pese a los buenos deseos de Felipillo I, el espurio, es difícil que en el 2010 se inicie en México un proceso de recuperación económica. Pese al discurso oficial, el breve inquilino de Los Pinos sabe perfectamente que el optimismo en el plano económico es irreal. Por ello es que se empeña en fortalecer la lucha contra el crimen organizado. Hasta el momento, las corporaciones policíacas y las fuerzas armadas son las únicas fuentes de empleo que están absorbiendo de manera constante a la fuerza de trabajo que ha quedado desempleada. Entre los elementos que fueron cesados para poder presumir que se combate la corrupción, las víctimas de la guerra frontal (a lo Borras) y los desertores que prefirieron cambiarse del bando del gobierno federal al del narcotráfico, constantemente se están abriendo nuevas plazas que permiten captar de manera constante a una porción de la fuerza de trabajo, maniobra con la cual se puede disfrazar un poco el desempleo abierto que reina en el país.
De manera paralela a sus efectos económicos, la guerra de Calderón en contra del narcotráfico tiene otros dos efectos nocivos. Se justifica el incremento de la violación de los derechos humanos, al igual que los controles sobre los medios de comunicación. Además de las denuncias que cada mes se presentan en contra de abusos de las corporaciones policíacas y militares contra la sociedad, tan graves que en los meses recientes el calderonato presionó para fortalecer los controles sobre la Comisión Nacional de Derechos Humanos, de manera que hubiese continuidad con el trabajo de José Luis Soberanes. Como resultado de dicha continuidad, en la persona de Raúl Plascencia Villanueva, lo único que se hace es sepultar cualquier credibilidad que pudiese tener esa institución, pues eso significa que el encubrimiento ocasionado por las políticas federales irá en incremento. Pero el encubrimiento de los abusos del poder no se limita a callar los asuntos de derechos humanos. La difusión de la información pública, la revisión del correcto uso del presupuesto, la política monetaria y la procuración de justicia son asignaturas que en las semanas finales de 2009 quedaron a merced de Felipillo I, el mocho. Esto debido a que la responsabilidad de encabezar el Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI), la Auditoría Superior de la Federación (ASF), el Banco de México (BdeM) y el más flamante ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, son personajes que tienen algún tipo de relación con el equipo cercano a la presidencia. Tanto María Elena Pérez-Jaén como Wanda Sigrid Artz en el IFAI, son personajes identificadas con el calderonismo. En la ASF se colocó a Juan Manuel Portal Martínez, un personaje que si bien no es cercano al equipo del presidente ni siquiera al partido de éste, al menos es alguien con un perfil mucho más moderado que el anterior auditor; no se olvide que la ASF que encabezó Arturo González de Aragón fue una instancia que le causó muchos dolores de cabeza a los gobiernos panistas al evidenciar los abusos que tanto Fox como Calderón cometieron en sus respectivos períodos presidenciales con el presupuesto de la nación. El BdeM es una institución que puede dar por perdida toda su autonomía, al menos en los próximos tres años, pues al llegar a ella Agustín Carstens (el doctor catarrito), un personaje tan cercano al presidente en funciones que hasta fue su Secretario de Hacienda, la colaboración del banco central con la política económica está garantizada. Así, la forma caprichosa en la que se ha conducido la política económica del país, ahora se expande hacia el BdeM. Finalmente, con el final de los períodos de Genaro Góngora Pimentel y Mariano Azuela Buitrón en la SCJN, quedaron dos vacantes en ésta. La mayoría conservadora que acapara el Senado de la República aprovechó la ocasión para colocar a dos abogados que se han distinguido por ser bastante conservadores al ejercer su profesión, por un lado Luis María Aguilar Morales y por el otro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea. Éste último es otro insigne egresado de la Escuela Libre de Derecho, alma mater del propio Calderón, y se ha distinguido por su cercanía con las posiciones más conservadoras del derecho.
La anulación de los contrapesos políticos ya mencionados, podría abrir la puerta para fortalecer el Estado autoritario que se proyecta en la propuesta de reforma política de Calderón. El fortalecimiento del derecho de veto que tiene el presidente, no hace otra cosa que entregarle al poder ejecutivo la parte central de las funciones del legislativo. Se olvida que la esencia de la división de poderes es evitar la concentración que da pie a abusos y al autoritarismo. Esa parte de la reforma propuesta se complementa con la reducción del Congreso de la Unión. De por sí la reforma de 1978 le quitó a la Cámara de Diputados su carácter de organismo de representación de las comunidades. Anterior a dicha reforma los distritos electorales iban en relación con la cantidad de habitantes de cada localidad, en cambio, en los 30 años recientes la cantidad de diputados es una cifra rígida (300) que no guardan relación alguna con la cantidad de habitantes de cada comunidad. Para colmo, los diputados de partido, mejor conocido como plurinominales, es un simple parche que tiene el objeto de garantizar que la oposición calme sus protestas, pero que no basa la existencia de esos diputados en la representación del pueblo sino en la representación de los partidos. Pero además, la propuesta calderoniana intenta fortalecer los instrumentos de control del presidencialismo al sobredimensionar el poder de los partidos políticos como organismos de negociación sometidos al poder ejecutivo. Por un lado, la propuesta de la reelección continua de legisladores y presidentes municipales no es, como argumentan sus defensores, la profesionalización de los políticos, sino su perpetuación. Véase en naciones como EE. UU. como la reelección continua de los legisladores fortalece los vínculos entre los grupos empresariales que fungen como mecenas de tales políticos, pero también los hace más vulnerables a los poderes fácticos que actúan en el país. Adicionalmente, las propuestas sobre candidaturas independientes y la inclusión de la figura de referéndum, independientemente de la forma disfuncional en que se planean, descubren dos grandes problemas de la democracia en México: el financiamiento de los partidos y la participación de la sociedad. En realidad el problema de los partidos electorales en México es que se en lugar de ser partidos políticos plenos se restringen a los asuntos electorales, por ello es que están tan alejados de las necesidades del pueblo. Es indudable que deben establecerse controles para evitar que los institutos políticos se conviertan en abiertas sociedades anónimas, pero ello no está por el lado del financiamiento público. El que el presupuesto de cada partido se sustente en las entregas monetarias que el propio gobierno les hace, no hace más que obligar a cada contribuyente a pagar a los partidos aunque no comulgue con las ideas de éstos. Antes de reelecciones, de elevar el porcentaje mínimo para mantener el registro, antes de candidaturas independientes y a la par de vías de consulta popular, se debe obligar a que los partidos busquen su propio financiamiento entre sus militantes y simpatizantes. Si eso se hace colocando límites para evitar el lavado de dinero, pero también la apropiación por los grupos empresariales. Un partido que solamente puede recibir dinero de sus simpatizantes, en lugar de recibirlo del erario público, es un partido mucho más dinámico y apegado a los intereses de la sociedad, porque está obligado a convencer a la mayor cantidad de personas que le sea posible al tiempo que estas se sentirán más obligadas a participar directamente en la vida partidaria para cuidar la forma en que es empleada su dinero. Sin embargo, es claro que esta vía, que curiosamente nunca se les ocurre a los grandes académicos demócratas del país, atenta contra las cúpulas que se han enquistado en las dirigencias de los partidos. Sería el fin de su lucrativo negocio. La mención sobre la segunda vuelta electoral, resulta algo más bien oportunista e irreal, un elemento para legitimar la propuesta a la vista de la sociedad mexicana, pero sin la verdadera intención de realizar un cambio de fondo.
Con todo, la reforma política que Felipillo I, el espurio, se sacó de la manga en los últimos días de 2009, no es lo más peligroso, por el momento. El ataque hacia el Sindicato Mexicanos de Electricistas (SME) es también un movimiento para desorganizar más a la organización de las clases subsumidas. La profundización de la reforma neoliberal en el sector energético, ya no solamente en la industria petrolera, y la reforma neoliberal a la Ley Federal del Trabajo son amenazas que penden sobre los trabajadores con mucha mayor peligrosidad. Situación que se hace todavía más aguda durante el primer semestre del año debido a que el tiempo está corriendo en contra del SME, pues el Contrato Colectivo termina su vigencia en marzo, por lo cuál no sería extraño que esa organización, la de mayor importancia en el movimiento obrero, se enfocase por completo a su demanda inmediata.
Precisamente, partiendo de lo anterior, y considerando que en el mundo la lenta recuperación económica irá sentando las condiciones favorables para que los movimientos sociales sigan creciendo, lo cuál ocasionará mayor polarización en la lucha de clases; es que el escenario más probable que pinta para México es el peor de los posibles. Sin duda que la errática política económica del calderonato, sumada a una intensificación del autoritarismo político generará un crecimiento exponencial en el descontento social. Sin embargo, la organización social no está respondiendo a la radicalización popular. Ello implica una posibilidad muy alta de un estallido social que termine en simple revuelta, no en la revolución que están esperando los partidarios del revolucionarismo supersticioso.
Con base en lo anterior, desde Asaltando la red, se proponen un par de cosas que podrían incluirse en una agenda más amplia que le de mayor profundidad al proletariado en la dirección de convertirlo en una clase para sí. Reitero que son cuestiones modestas pero que pueden funcionar. Por un lado, la integración de una prensa obrera unificada. Existen una gran cantidad de publicaciones de toda clase de partidos revolucionarios o movimientos por los derechos de un determinado sector social, eso tanto en papel como por medios electrónicos. El gran problema es que toda esa información termina, en muchas ocasiones, dispersándose y perdiendo mucha de su influencia potencial. Además, la prensa formal, aunque ha tenido una función de vincular a los diversos movimientos sociales, está acotada para tener un papel más activo en términos revolucionarios por la simple razón de que al priorizar los criterios económicos deben abrir su línea editorial de manera que la objetividad se confunde con la neutralidad que imponen los mercaderes. Integrar una sola publicación revolucionaria que se complemente con la creación de un índice de blogs revolucionarios es una necesidad organizativa del proletariado.
Por el otro lado, es indispensable estructurar un plan de desarrollo económico NO capitalista que vaya más allá del proyecto planteado por los Diálogos Nacionales. Un plan que siente las bases de un nuevo proyecto de Nación. Por desgracia, la izquierda revolucionaria, por décadas, ha dilapidado demasiadas energías en la lucha por mejorar la calidad de la educación, por desgracia de nada sirve educar a un pueblo cuando el objetivo final de la nación es mantenerse como una productora de materias primas o semi-industrializadas para satisfacer a las grandes potencias industriales. De poco serviría mantener altos índices de profesionalización si no hay en dónde ocupar a los profesionistas, sería repetir el error cubano. Es loable exigir mayor incremento a la educación y a la investigación, el problema es ¿para qué realizar esa mayor inversión? Un plan económico revolucionario de integración del mercado interno le daría tanto un objetivo a la educación, como le daría una dirección realista, que permitiría superar el cursi lugar común de “la educación es el futuro”. La depresión económica bien puede aprovecharse para que los propios trabajadores recuperen las empresas, como ocurrió en 2002 en Argentina, o para formar cooperativas productivas tanto en el campo como en la industria. Nuevas organizaciones productivas que en efecto, sean dirigidas por los trabajadores, pero sometidas a la dirección suprema de direcciones colegiadas por rama productiva. Superar el individualismo en el que suelen incurrir los campesinos que pelean por la propiedad del ejido y la de los trabajadores que solamente pretenden mejoras económicas o crear su propia empresa cooperativa. Si la coordinación en la difusión de la información de los movimientos sociales ha hecho difícil la socialización de las luchas, la falta de alternativas que permitan solventar las necesidades económicas del pueblo son las que han hecho poco viable a la organización política popular. Ello sin olvidar que, con harta frecuencia, los revolucionarios suelen olvidar que la estructuración de una economía revolucionaria es también una lucha política. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!
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