sábado, enero 16, 2010

Memoria proletaria 6: Notas para una historia del neozapatismo

En los últimos diez años he intentado en tres ocasiones el hacer un estudio histórico sobre el movimiento originado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, con el objetivo de esclarecer mi propia concepción sobre el neozapatismo. De ellos solamente el primero, realizado en 2001 con motivo de la Marcha del color de la tierra, lo realicé en solitario. Los siguientes dos, en 2006 y 2007, más bien fueron trabajos conjuntos para el Círculo de Estudios del Marxismo Ortodoxo y Recalcitrante (CEMOR). El primer intento mencionado fue un documento para consumo personal que titulé: El EZLN; puertas abiertas a la revolución. A la distancia y con nueve años más de experiencia ahora encuentro muchos de los defectos en mi concepción sobre el neozapatismo. Sin embargo, tal documento me sigue siendo útil para poder distinguir algunos puntos generales sobre el desarrollo del fervor zapatista desatado en 1994. El segundo documento al que hago referencia fue el artículo que en el CEMOR se preparó para el número especial de la revista Palabras Pendientes sobre la Otra Campaña. El escrito también fue publicado por Asaltando la red en dos entregas: Cavilaciones 1: La otra teoría. Tareas pendientes y Cavilaciones 2: La otra teoría. Tareas pendientes, 2. El objetivo de tal artículo era mucho más práctico que teórico, de ahí que haya sido tan bien recibido en los círculos de militantes (adherentes) zapatosos, pues argumentaba en favor de la creación de instancias sociales para la generación de una nueva teoría sobre la transformación. Por obvias razones, aquél documento apenas incluía una semblanza histórica sobre el neozapatismo, sin embargo su tono crítico aún le da cierta vigencia a esa parte de la elaboración. Finalmente, en el mismo CEMOR surgió la necesidad de tener un diagnóstico propio sobre las condiciones en que la lucha de clases se presentaría durante el período 2006-2012. Dicho documento, jamás alcanzó a concluirse pero el avance que se tuvo contiene un apartado completo dedicado al neozapatismo que es el estudio mejor elaborado que se ha escrito hasta el momento. En ese texto no tuve la responsabilidad directa de su redacción, aunque participé en las discusiones sobre el asunto; polémicas que rindieron frutos bastante ricos pues, al menos quienes nos involucramos en el asunto, llegamos a coincidencias fundamentales sobre el tema. Sin embargo, dicho avance no puede darse por un punto definitivo sobre el neozapatismo. En lugar de ello, me dejó la claridad de una necesidad apremiante para la clase trabajadora de realizar una liquidación de la conciencia neozapatistas. Eso sí, sin escatimarle el alto valor histórico que conlleva su lucha, pero aclarando los porqués de la incompatibilidad entre la prosa-poética de su pensamiento y las necesidades del proletariado como clase para pasar de serlo en sí a convertirse para sí.

El presente no es, como podría suponerse dado el comentario arriba expuesto, el cuarto intento por realizar una dolorosa pero necesaria liquidación del pensamiento neozapatista en función de las necesidades de la clase trabajadora. El objetivo del presente texto que ahora entrego a los lectores es mucho más modesto: presentar una breve reseña sobre la historia del neozapatismo que sirva para además de aclararnos, tanto al autor como al lector, el devenir de la lucha más importante de la última década del siglo XX. En forma paralela, también se espera que el presente texto vaya abriendo algunas líneas temáticas que permitan identificar nítidamente los elementos que motivan el aislamiento de las comunidades chiapanecas zapatistas del resto de la lucha de las clases subsumidas, principalmente de la clase trabajadora como tal.

Como se recordará el primer día de este 2010 se cumplió el 16° aniversario del levantamiento armado del EZLN. Si bien la lucha armada duró unos cuantos días, el 12 de enero de 1994 el presidente Salinas de Gortari ordenó al ejército mexicano el cese de las hostilidades, lo cierto es que fueron días que sentaron las bases de un cambio en la correlación de fuerzas a escala internacional. Cualquier valoración sobre el neozapatismo que no reconozca la importancia de éste como suceso que relanzó las perspectivas revolucionarias de la clase trabajadora, estaría partiendo de un vicio de origen que la haría caer en el subjetivismo. El EZLN surgió justamente en el momento en que la oscuridad teórica era más intensa para la clase obrera. El coletazo final de la Unión Soviética había sepultado las esperanzas de un mundo distinto al capitalista. Peor aún, si dicho colapso fue producto de un fuerte reflujo revolucionario que siguió al fracaso de la oleada revolucionaria de los setenta, el derrumbe soviético sacó a la luz una serie de secretos deshonrosos que terminaron de quebrantar los restos del ánimo revolucionario de los trabajadores. De hecho, en su libro Imperio el otrora marxista radical, Antonio Negri, postuló que con el fin del bloque socialista había llegado el final de las oleadas revolucionarias. Ahora los trabajadores veteranos ya no transmiten a los más jóvenes las experiencias de lucha para el surgimiento de una nueva. En esos términos Negri y, su cómplice, Michael Hardt proclamaron el acta de defunción del Viejo Topo del cuál hablaba Karl Marx. Según la metáfora del fundador del materialismo histórico, la clase obrera no puede estar todo el tiempo tensando las condiciones antagónicas de la lucha de clases; por tanto, al igual que los topos al construir sus galeras subterráneas, los trabajadores realizan la transmisión de sus experiencias de organización y lucha de forma oculta a los ojos del capitalista. Eventualmente, esa experiencia se mezcla con las condiciones prácticas de los nuevos trabajadores. Pero, Hardt y Negri adoptan la subjetiva hipótesis sociológica de la brecha generacional sin mayor crítica; terminan trasponiéndola a la situación presente de la lucha de clases para apuntar que los movimientos actuales tomen su distancia de los anteriores. El neozapatismo, es la demostración práctica del error en que incurren ambos pensadores otrora marxistas radicales. Tanto el EZLN como los movimientos que han retomado planteamientos de éste, no desconocen las experiencias anteriores de lucha como entidades sociales (quizá como individuos haya varios que lo hagan) sino que las niegan. No se trata de una negación que ignore el pasado sino una que de manera intuitiva sabe que eso fracasó y que, por tanto, ese no es el camino. Cierto que a muchos colectivos les vendría bien profundizar más en esa historia de fracasos, pues la simple intuición como método para comprender la realidad, hace tabla rasa del pasado y no separa lo afortunado de lo inconveniente.

Como señalé en el texto que preparé en mayo de 2001: el de transformarse en el momento preciso para mantener viva la movilización de su base. Sus ajustes no han sido, siempre los más precisos para el desarrollo de la lucha de clases. Aunque sí han sido los más oportunos para fortalecer el de las comunidades indígenas chiapanecas. Todos esos cambios que ha realizado el neozapatismo han sido tanto en lo estratégico como en lo táctico. De tal manera se aprecian tres grandes etapas en el devenir histórico del EZLN. En el primero se trataba de una organización guerrillera muy del estilo de las guerrillas setenteras en América Latina. La segunda, se caracterizó como un movimiento armado cuyas diferencias más radicales se hallaban en los métodos para conseguir la identificación del grupo armado con las comunidades chiapanecas. La tercera se trata de un cambio radical en cuanto a la orientación de las estrategias de lucha, la guerrilla como método de lucha pospuesto.

Al igual que muchos de las organizaciones guerrilleras, es decir que priorizaron la guerra de guerrillas como vía de lucha, que surgieron durante los años sesenta y setenta como el Partido Revolucionario Obrero Clandestino-Unión del Pueblo (PROCUP), la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR), Partidos de los Pobres (PDLP), la Liga 23 de Septiembre; las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN) fueron el producto de la coincidencia de un grupo de fuerzas que convergieron en América Latina. Primero, el endurecimiento de la política represiva hacia los movimientos sociales aplicada por la mayoría de los países de la región como consecuencia de la presión que ejerció sobre ellos el gobierno de los Estados Unidos. Segundo, la polarización de la lucha ideológica en el contexto de la guerra fría. Tercero, el triunfo de la revolución cubana. Cuarto, la falta de seguimiento político que consolidase los resultados de la reforma agraria. Quinto, el anquilosamiento del régimen revolucionario, mediante el crecimiento desmedido de la burocracia y la corporativización de las organizaciones sociales, agrarias y obreras. Sexto, la exclusión de la juventud de los espacios político-organizativos de la sociedad, cuyo efecto mayor fue la falta de renovación en las estructuras sociales.

Esas condiciones, que tuvieron su versión en varias naciones de América Latina, ocasionaron una exacerbación de las contradicciones entre las clases sociales. A tal punto que el enclenque desarrollo de las estructuras institucionales democráticas fue rápidamente rebasado por las protestas sociales de las décadas de los sesenta y setenta. La resistencia de la burguesía neocolonial en México ocasionó que las vías institucionales se estrechasen. Hecho al cuál habría que sumar el extremismo infantil de muchos jóvenes a quiénes el entusiasmo por el triunfo de la revolución cubana había obnubilado. No es extraño que en Madera, Chihuahua, el 23 de septiembre de 1965 un grupúsculo de pequeño-burgueses radicalizados haya intentado emular el asalto al cuartel Moncada que fue encabezado por Fidel Castro el 26 de julio de 1953. Es cierto, que el proceso de pacificación que sucedió a la Revolución Mexicana nunca fue absoluto, algunos grupos armados se mantuvieron alzados contra el gobierno mexicano. Un ejemplo claro de ello fue la guerrilla zapatista encabezada por Rubén Jaramillo en las montañas de Morelos, que se mantuvo activa hasta 1959. Sin embargo, las guerrillas de los sesenta y setenta retomaron muy pocos elementos de ese tipo de movimientos.

Entre la imitación del modelo foquista cubano y la contracción de los caminos institucionales, la proliferación del extremismo tuvo campo fértil. De esa manera, dirigentes comunitarios que provenían del magisterio como Genaro Vázquez Rojas o Lucio Cabañas, se convirtieron en míticos héroes de la pequeña-burguesía radicalizada. Además de crear el panteón de mártires necesario para retroalimentar esa política guerrillera, también se consiguió que la burguesía se concentrase en fortalecer todo el aparato de represión interna. El problema no es que la clase obrera no estaba lista para enfrentar la reacción de la burguesía. Algo que no era difícil de preveer dada la carencia de una organización nacional de clase que pudiese organizar con mayor efectividad las acciones de lucha.

El costo político de aquél aventurerismo sesentero y setentero todavía lo estamos pagando hoy. Las fuerzas armadas están más enfocadas a combatir la disidencia que a proteger a la nación o erradicar a la delincuencia organizada. La educación ha cedido su papel formativo para convertirse en un instrumento domesticador que anestesia la conciencia y prepara entrena para la explotación: de tal modo que en la actualidad hasta los más animosos activistas sociales suelen padecer una infinidad de vicios políticos producto de una mezcla entre soberbia práctica e incapacidad para la comprensión de la teoría, en otras palabras la ausencia de una praxis. La pluralización de las instancias de gobierno ya no es una amenaza para la burguesía debido a que las organizaciones partidarias que han surgido en las décadas recientes, han sido continuadoras e incluso terminaron profundizando la tendencia del Partido Comunista Mexicano (PCM) a la especialización (osificación) en la vía electoral. En mucho la desconfianza que el pueblo suele tener hacia los partidos políticos emana de la degradación que produce la elevada especialización en una sola vía de lucha. Es decir, más allá de la corrupción que caracteriza al Partido de la Revolución Democrática (PRD), al Partido del Trabajo (PT), a Convergencia o al ya extinto Partido Socialdemócrata (PSD), lo que realmente los ha alejado del pueblo ha sido su sumisión ante el capital: ninguno de esos partidos ha sido capaz de rebasar los límites de la política tradicional de cúpulas y, en cambio prefieren recurrir a la inconsecuencia como modus operandi.

En su origen, allá en el lejano año de 1969, las FLN, fundadas en Monterrey, Nuevo León, no era muy distinto del resto de las organizaciones guerrilleras de la época. Es decir, conformada en buena parte por pequeño-burgueses radicalizados con una formación profesional. Antiguos estudiantes cuyas expectativas habían sido trastocadas por el movimiento estudiantil de 1968 y que ansiaban convertirse en héroes de una clase a la que solamente conocían a través de cierto sentimentalismo.

Sin embargo, la perseverancia de los miembros de las FLN tuvo sus resultados. Para el año de 1983 la organización se mudó al lejano estado de Chiapas. A diferencia de la ACNR o del PDLP, cuya aceptación en las comunidades fue relativamente sencilla debido al papel de educadores comunitarios de sus principales dirigentes, a las FLN no les fue sencillo penetrar en las comunidades rurales. Por el contrario, según lo cuentan sus propios veteranos, los primeros años en Chiapas fueron presa del rechazo de las comunidades indígenas. No obstante, esa perseverancia les obligó a desarrollar formas más amplias para relacionarse, hecho que terminó modificando sus propios proyectos e, incluso, muchas de sus concepciones políticas.

Tras una década de labor entre las comunidades más apartadas de la república, el germen de una nueva política se produjo de la fusión entre los cuadros de las FLN y los miembros de las comunidades indígenas. En medio de ese proceso se creó el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

De tal manera, es posible distinguir, hasta este punto, dos etapas de esta organización guerrillera. La primera entre 1969 a 1983, en que continúo siendo una estructura plagada de los mismos vicios que el resto de las de su tipo. Así también se distingue una segunda etapa que desde su arribo a Chiapas hasta los últimos días de 1993. En ella se distingue una fuerte contradicción entre la tendencia a actuar como una guerrilla tradicional y las bases de una nueva forma de realizar la movilización social. Fundamentos que en términos sencillos fueron dados por las exigencias de la situación en que se hallaban los pueblos indígenas y la generación de una organización, lo cuál implicó generar innovaciones. La preparación clandestina de una ofensiva armada con miras a motivar a otros sectores de la población reacción generalizada de insurrección en el país, era algo que iba en toda la línea tradicional del foquismo retomado de la Revolución Cubana.

A partir del primero de enero de 1994 el desarrollo del EZLN puede delimitarse en períodos históricos, como se señaló en el documento del CEMOR, muy bien marcados por las Declaraciones políticas que ha hecho. Es decir, las seis declaraciones políticas representan programas que se ajustan a las nuevas etapas (de la 3 a la 8) por las que ha ido atravesando el movimiento neozapatista.

La primera Declaración de la Selva, promulgada el 1° de enero de 1994, además de declararle la guerra al Estado mexicano, proponía la implementación de una serie de leyes revolucionarias aplicables a todo el país. Sin embargo, las condiciones en que se presentó la guerra hicieron que la aplicación de tales leyes se restringiese a los territorios controlados por el EZLN, a partir del cese al fuego del 12 de enero de 1994. Sin duda que el papel desempeñado por la sociedad mexicana tuvo un gran impacto en que el ejército mexicano detuviese una contraofensiva más fuerte, pero también en que el neozapatismo diese el viraje definitivo para separarse del camino tradicional de las guerrillas latinoamericanas. Durante los siguientes seis meses el primer programa difundido por el EZLN, entre enero y junio de aquel año, quedó rebasado, pues los insurgentes se habían plegado ya a la búsqueda de desarrollar estrategias de lucha por la vía pacífica, en tanto que la declaración llamaba a la lucha armada. El hueco programático fue cubierto por las habilidades comunicativas desplegadas por el vocero neozapatista, el Subcomandante Insurgente Marcos, quién a logró darle a la serie de pronunciamientos políticos guerrilleros una gran expresividad al incluir en ellos elementos retóricos extraídos de la poesía y de la tradición oral indígena. A tal grado llegó el éxito de esas innovaciones comunicativas que muy pronto el sub se hizo de admiradores en todas partes del mundo, que no solamente estaban dispuestos a seguirle, sino a solidarizarse con la organización guerrillera.

La Segunda Declaración de la Selva Lacandona resultó la formalización del viraje político que habían dado los neozapatistas en la práctica desde el cese al fuego. En esa primera instancia salió a relucir su carácter como un movimiento que ideológicamente se amparaba en la socialdemocracia de la Liberación Nacional. La evidencia es evidente, la conformación de la Convención Nacional Democrática (CND), convocada en la Segunda Declaración, además de tener el acierto de intentar integrar a todas las fuerzas políticas posibles; dio un espaldarazo a la candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. De manera informal, para no afectar la votación en favor del hijo del general Lázaro, el apoyo no fue tan explícito en aquél momento. Pero en las acciones prácticas los neozapatistas se sumaron con lo que tuvieron a la mano.

La quinta fase del EZLN es todavía más descarada en sus objetivos socialdemócratas. El apoyo a la lucha electoral queda relegado para llamar a la conformación de un frente amplio denominado Movimiento de Liberación Nacional (MLN) y, cuál émulos del unificador italiano Giuseppe Garibaldi, reconocieron la autoridad superior del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas como el dirigente que debía encabezar al nuevo frente amplio. En aquella ocasión las palabras de los propios neozapatistas fueron claras: “Llamamos a la Convención Nacional Democrática y al ciudadano Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano a encabezar este Movimiento para la Liberación Nacional, como frente amplio de oposición” (Tercera Declaración de la Selva Lacandona, 1/01/1995).

Justamente un año después, para el 1° de enero de 1996, el EZLN publicó la cuarta Declaración de La Selva Lacandona. Lo anterior marca el inicio de una nueva etapa programática para el neozapatismo, su sexta fase histórica. En el nuevo viraje destacan dos elementos que se mencionan en el documento: 1) se comienza a definir la línea indigenista de la guerrilla, o mejor dicho, se marca con mayor claridad que la demanda sectorial se convertirá en el eje de toda su lucha. 2) Se hace un llamado a la conformación del Frente Zapatista de Liberación Nacional (FZLN) como una expresión organizativa capaz de instrumentar la línea de la CND. El cambio de dirección tuvo dos posibles condiciones que sería preciso profundizar. Por un lado, el más explícito, la traición zedillista que lanzó una feroz ofensiva de exterminio mientras fingía el reinicio del diálogo. Por el otro lado, un elemento que se omite mencionar fue la nula respuesta que el ingeniero Cárdenas y su Partido de la Revolución Democrática (PRD) le dieron al llamado a encabezar al MLN. Surge la duda sobre si en realidad el reformismo perredista traicionó al reformismo neozapatista en 2001 con la aprobación de una ley indígena mutilada. De manera institucional el PRD no atendió los llamados del EZLN, sino que siempre le dio menos de lo solicitado.

La séptima etapa histórica del EZLN comenzó con la promulgación de la Quinta Declaración de La Selva Lacandona el 17 de julio de 1998. A esas alturas el programa neozapatista ya estaba completamente volcado sobre la demanda de los pueblos indígenas: la aprobación en el Congreso de la Ley Cocopa. Para ello, intenta poner en acción su nueva organización frentista: el FZLN. El éxito de las movilizaciones a escala nacional que tuvo el neozapatismo no se debieron a la gran capacidad organizativa de su instrumento frentista, pues mientras existió solamente funcionó como agencia de viajes de turismo revolucionario, sino a las simpatías que el EZLN despertó en diversas organizaciones sociales, tanto viejas como de surgimiento reciente, las cuáles rebasaron a la torpe dirección del FZLN. El fracaso de la Quinta Declaración se hizo palpable en 2001. Tras una larga marcha que unificó a diversos sectores en torno al neozapatismo, el Congreso de la Unión aprobó una versión de Ley Indígena que expoliaba el sentido original de los Acuerdos de San Andrés Larráinzar. De esa forma el movimiento quedó anulado. En parte por la parálisis que, desde mayo de 2001 y hasta junio de 2005, se apoderó de la dirigencia del EZLN. En parte, por la ruptura definitiva con el PRD. En parte por el alejamiento del neozapatismo con los movimientos revolucionarios al declarar en entrevista con Julio Scherer García que ellos eran simples rebeldes que rechazaban todas las formas de los revolucionarios. Y en parte, por la maduración de muchos de los movimientos que surgieron estimulados por el alzamiento neozapatista de 1994, dichos grupos en ocasiones se solidarizaron con el EZLN pero siempre y cuando no los distrajese de sus objetivos principales, y otros mostraron toda la enjundia rebelde pero al mismo tiempo su enorme aislamiento social.

El pasmo en que se metió el neozapatismo terminó en junio de 2005 con la promulgación de la Sexta Declaración de La Selva Lacandona. Tal evento marcó un nuevo giro en la estrategia neozapatista. En esta octava fase partía de la suposición de una modificación significativa de las condiciones reales en la estructura política. Por principio de cuentas decidieron que en las comunidades autónomas debía crearse una estructura de gobierno: los caracoles. Hacia el exterior por fin notaron que el FZLN era una instancia copada completamente por personajes distinguidos por su falta de compromiso real y su oportunismo. Pero además, apostaron todo su prestigio político en una campaña para contrarrestar al proceso electoral de 2006. Organizaron a sus simpatizantes en una estructura partidaria bastante laxa que además de sustituir al FZLN también proponía extender la concepción política del neozapatismo por el resto del territorio mexicano.

Sin embargo, los cálculos del neozapatismo se basaban en el triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador, en otras palabras: en que el presidente del país para el período 2006-2012 habría sido el político perredista. No consideraron seriamente la posibilidad de un Golpe de Estado encubierto como el que se presentó en 2006. Peor aún, aunque reconocieron que todos sus despliegues políticos se realizaron con esa condición como fondo, los neozapatistas nunca estuvieron dispuestos a modificar su estrategia política. El hecho de la realidad desplegándose en forma muy distinta a las especulaciones plasmadas en la Sexta Declaración tuvo un doble efecto. En lo interno, es decir al seno de los municipios autónomos, los gobiernos conformados han tenido buenos resultados, pues son, a la vez, el producto del pensamiento e historia de las comunidades indígenas chiapanecas. En lo externo, es decir hacia el resto de México, la Otra Campaña ha sido un auténtico fracaso. En efecto, cumplen con el objetivo de crear una fuerza externa que impida que la acción represiva de la clase hegemónica llegue hasta el punto de exterminar a los municipios neozapatistas. Aunque en el plano de generar una organización rebelde que consiga tener influencia en la transformación de la sociedad mexicana. El tropiezo puede deberse a dos elementos específicos. El uno sería la decisión del EZLN de quedarse exclusivamente con los aliados cuya pureza sea lo más absoluta posible. Sin duda que ello ha sido un arma de dos filos que les ha hecho más daño que provecho, porque si bien los puros han mostrado una gran disposición a participar en tareas de apoyo (asistencialismo) a la Sexta Declaración, también se han mostrado como los personajes más proclives al sectarismo.

El otro elemento es la tendencia que se manifiesta entre los adherentes a imponer a rajatabla toda la concepción neozapatista en el resto del país. No les importa que los postulados del EZLN hayan sido el producto de las condiciones particulares que predominan en la selva chiapaneca. Se niegan a comprender que el desarrollo de las fuerzas productivas en el resto de México, obliga plantear formas muy distintas de organización y objetivos programáticos diferentes. La obnubilación de los adherentes hacia los logros del neozapatismo en los municipios autónomos, sumado al dogmatismo de la pureza política, tiene muy alejados a los simpatizantes del EZLN en los centros más poblados del país.

Sin lugar a dudas, la irrupción del Ejército Zapatista el 1° de enero de 1994, su desarrollo político y los logros que ha tenido en la organización de sus comunidades de base, le han valido convertirse en un referente importante de la actual oleada de movimientos sociales. El otro mundo posible de los altermundistas está inspirado en la lucha del EZ. Movimientos victoriosos en el mundo y en México han reconocido y/o desmostrado que muchos de sus principios democráticos están inspirados en ideas del neozapatismo. La renovación de las izquierdas en América Latina tiene mucho que agradecerle al surgimiento del EZLN. Muchos de sus avances, incluyendo, por supuesto, la elección de Evo Morales como presidente de Bolivia, han sido posibles gracias a la renovación del pensamiento de las izquierdas que aquél generó.

Sin embargo, no todo es coser y cantar. El fracaso de la Sexta Declaración ha derivado en un proceso de descomposición que ya está bastante avanzado. A tal grado que su utilidad como protección ante el aparato represivo del Estado comienza a resquebrajarse. La propia sobrevivencia del neozapatismo exige una nueva renovación (valga la redundancia) de la estrategia a seguir. Pero en esta ocasión partiendo de escenarios más reales y con la madurez suficiente para comprender que las necesidades en el resto del país son muy distintas a las que persisten en la selva Lacandona.

Las exigencias de la lucha de clases implican, además de lo anteriormente expuesto, que los trabajadores realicemos un esfuerzo más penetrante para comprender el devenir del EZLN. Hasta aquí, no hago más que proponer algunos elementos que servirían para adentrarse en dicho proceso cognitivo.

1 comentario:

Casandra dijo...

Sí, para pensarse...
Hacía falta ese recuento, pero más que recuento en sí, esa revisión crítica de la trayectoria del EZLN.
Saludos.