lunes, enero 25, 2010

Reyertas 74: Naufragio concertado

Concertación desconcertada

Si en la historia reciente de América Latina ha existido una nación que viva de las apariencias, esa ha sido Chile. Durante los más de 16 años que perduró la dictadura de Augusto Pinochet, se hacia referencia al milagro económico de la nación andina. Por todos lados se hicieron loas a la imposición de las reformas neoliberales pinochetistas. Todavía hacia 1985 se presumía el milagro chileno generado por la privatización de las empresas estatales y la reducción del gasto público. Sin embargo, la creciente movilización popular comenzó a evidenciar que la economía del Chile pinochetista no era más que la simple fachada. La organización del pueblo chileno generó un movimiento social sólido, que superó ampliamente el simplismo de las confrontaciones dispersas. Las protestas del pueblo chileno de finales de la década de 1980 evidenciaron que el neoliberalismo tan presumido por Pinochet, había generado una gran desigualdad social: grados crecientes de miseria y concentración acelerada del ingreso.

Tal descontento derivó en la realización de un Plebiscito Nacional que puso sobre la mesa la continuidad de Augusto Pinochet como presidente de Chile. De aquel ejercicio electivo surgió una gran coalición de los partidos opositores a la dictadura: la Concertación de Partidos por el No. En el frente de partidos se integraron todas las expresiones del espectro político del centro hacia la izquierda. El resultado de esos elementos fue que en el plebiscito del 5 de octubre de 1988 el resultado fue el triunfo del No, con 56% de la votación, a la continuidad de Pinochet. Así, en 1989 se realizaron unas nuevas elecciones presidenciales en las que la Concertación se mantuvo unida lanzando la postulación de Patricio Alwyn, quién ganó la votación. A partir del 11 de marzo de 1990, 16 años y medio después del Golpe de Estado mediante el que Salvador Allende fue derrocado por Pinochet, por fin llegó a su final la dictadura.

Desde entonces, y hasta 2010, la Concertación había conseguido colocar a cuatro presidentes que surgieron de entre las filas de sus partidos: Patricio Alwyn Azócar, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Ricardo Lagos Escobar y Michelle Bachelet Jeria. Sin embargo, ninguno de esos gobiernos fue capaz de desactivar la esencia del Estado ni del aparato de gobierno dejado por Pinochet. Lo anterior ha alcanzado tal punto que muchas de las protestas en contra de los gobiernos de la Concertación son organizadas por la misma gente que antes era militante incondicional de ella. Es notable que en el pasado proceso electoral uno de los contendientes que mayor fuerza alcanzó (con poco más del 20% de los votos emitidos el 13 de diciembre de 2009) fuera Marco Enríquez-Ominami, quién fue miembro del Partido Socialista y por tanto de la Concertación. Ese tipo de situaciones demuestran que a lo largo de estos 20 años, el frente de partidos que han gobernado Chile se ha mantenido en un proceso de lento desgaste ocasionado por una política que impone los intereses de la oligarquía chilena a cambio de renunciar a la defensa de los intereses del pueblo chileno.

El espejo cobrizo

Los gobiernos de la Concertación muy pronto adoptaron la costumbre pinochetista de encubrir con oropel la verdadera situación económico-social de Chile. Según los propios datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), en los 20 años recientes Chile y Venezuela han sido las naciones latinoamericanas que más han incrementado su Producto Interno Bruto (PIB) per cápita. Ambas economías generaban en 1990 unos US$2,400 por persona. Para 2009, las estimaciones del FMI, apuntan a cifras superiores a los US$8,000 generados por cada habitante. Ese resultado coloca tanto a Chile como a Venezuela en niveles similares o superiores a México y Uruguay, que son las naciones que históricamente perciben el mayor PIB per cápita en América Latina. No obstante, al revisar un poco más detenidamente las estadísticas del FMI se puede apreciar que la mayor parte del crecimiento del indicador referido, tanto para Chile como para Venezuela, se ha dado desde hace siete u ocho años, lo cuál coincide con el comienzo de la escalada de precios de las materias primas en los mercados mundiales. La ecuación se completa cuando se descubre que las empresas paraestatales PDVSA en Venezuela y Codelco en Chile han sido, respectivamente, el pilar sobre el que sostienen dichas economías. El caso de la extracción petrolera ha sido más mencionado en la prensa internacional en este plazo, pero la minería de cobre también ha sido una actividad muy lucrativa. En otras palabras, el milagro económico que representan los gobiernos de la Concertación no es más que un espejismo ocasionado por la fiebre de los precios del cobre.

Pero a diferencia de la situación venezolana, en el Chile concertado, la riqueza obtenida por los altos precios del cobre no se ha traducido en un esfuerzo por desarrollar las fuerzas productivas. En lugar de ello el ingreso de las exportaciones cupríferas ha servido para apuntalar a una burguesía oligárquica cuyo mayor interés en la vida es defender los intereses de la burguesía imperialista. Quién no atina a comprender el porqué la “popularidad” de Bachelet como presidente de su nación no se tradujo en un nuevo triunfo de la Concertación en las urnas, es porque no ha querido tomar en cuenta la decepción profunda que ésta ha causado entre el pueblo chileno. Cuando más del 40% de los ciudadanos de una nación se niegan a participar en el proceso para elegir a su gobierno se debe a que no encuentran motivación alguna para hacerlo; no la encuentran debido a que conciben que en realidad nada será distinto, nada cambiará aunque cambie el gobernante.

Esa decepción, esa apatía del pueblo chileno por participar en los procesos electorales es la que fue aprovechada por los partidos de la derecha pinochetista aglomerada en la Coalición por el Cambio que postuló a Sebastián Piñera. En otras palabras la rancia burguesía parasitaria que apoyó a Pinochet y que se ha visto como el sector usufructuario del auge cuprífero es la que aprovechó el desgaste de la Concertación. Haciendo uso de todos los medios posibles consiguieron que por fin el gobierno no sea un intermediario entre ellos y sus necesidades, sino que les ha llegado la hora para colocar a uno de sus miembros más adictos al frente del gobierno chileno. Piñera, también conocido como el Berlusconi sudamericano por su fuerte actividad empresarial que alcanza hasta la posesión de medios de comunicación masiva, no es un personaje con el cuál la oligarquía parasitaria tenga que negociar, sino el depositario terrenal de sus intereses de clase.

El cachorro desteñido

Cómo correctamente han dilucidado muchos otros camaradas, el hecho que un candidato como Marco Enríquez-Ominami haya obtenido poco más del 20% de la votación, siendo que representó a la porción de la Concertación más radical, es un gran avance para las fuerzas populares. Aunque, tampoco es buena idea comenzar a colocar a Enríquez-Ominami en un pedestal, ni ser tan confiados con su presencia política. Es cierto que las personas pertenecen a la clase en la que se desarrollan, por lo cuál cambiarían de clase social según la etapa que atraviesen, es decir que el cambio de clase es una posibilidad. Por la simple existencia de esa pequeña posibilidad es que el nacimiento no determina la clase social de los individuos. Aunque, no se puede negar que la etapa formativa de una persona, sin ser determinante en todos los casos, resulta primordial para la conformación de una conciencia capaz de ser consecuente. En el caso de Marco Enríquez-Ominami se hace un gran énfasis en que es el hijo de Miguel Enríquez, aquél dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) que fue asesinado por el régimen militar en 1974. El médico Miguel Enríquez fue un personaje que emanó del seno de la pequeña-burguesía radicalizada de los años sesenta, pero de alguna manera consiguió integrarse con la clase trabajadora.

Sin embargo, Marco Enríquez-Ominami ha tenido siempre una formación y una integración plena en una familia burguesa-progresista. Su madre, Manuela Gumucio, es hija del finado político democratacristiano Rafael Agustín Gumucio. Además, al poco tiempo de asesinado Miguel Enríquez, la señora Manuela contrajo segundas nupcias con otro político socialista, Carlos Ominami, quién adoptó al pequeño Marco. Esas relaciones familiares le han garantizado a Enríquez-Ominami una vida bastante cómoda, a la par de una formación profesional como filósofo y cineasta en universidades francesas.

Tras su graduación, en los años noventa, se dedicó a trabajar en los medios de comunicación. En realidad su actividad política es muy reciente, aunque militaba en el Partido Socialista desde 1993. Ese pasado, sumado a una práctica política más tendiente a las cúpulas de la política que a la organización de base, apunta a que Enríquez-Ominami no es un personaje en quién la clase obrera pueda depositar una confianza ciega. Por ese detalle es que sería necesario tener mucho cuidado con el desarrollo que vaya teniendo la carrera política de Marco Enríquez-Ominami.

No obstante, el que la fracción escindida de la Concertación haya alcanzado el 20% de los votos en la primera vuelta es un fenómeno que requiere especial atención en el futuro próximo. Sobre todo a consecuencia de las previsibles rupturas que se manifestarán al seno del frente electoral. No hay nada que desgaste más una alianza que los fracasos, pues para los participantes el no cumplir con los objetivos implica que no hay motivos para seguir cediendo parte de su autonomía.

El peso del pasado

La elección de Santiago Piñera como presidente de Chile para el período 2010-2014 fue un triunfo del pinochetismo. Hablar de Piñera es referirse al típico caso de los empresarios que amasaron su fortuna aprovechando la cercanía con los personajes principales de la dictadura. Durante la segunda mitad de los años setenta, Piñera aprovechó las relaciones políticas de su familia para afianzar su actividad empresarial. La cuál va desde la industria de la construcción (en 1974 fundó la Constructora Toltén), hasta el transporte aéreo de pasajeros (es accionista de Línea Aérea Nacional de Chile, LAN). Pasando por una amplia gama de empresas.

Respecto a su participación política, Piñera comenzó como miembro de la Democracia Cristiana, pero hacia 1989 se integró abiertamente con la derecha pinochetista de Renovación Nacional (RN). Organización que lo postuló para Senador en dicho año. Desde entonces los vínculos entre los círculos pinochetistas y Sebastián Piñera se han ido estrechando hasta tal punto que, éstos, lo han cobijado lo suficiente para convertirse en uno de los empresarios más acaudalados de Chile. Los pleitos judiciales por una actividad empresarial poco escrupulosa con el cumplimiento de la ley han sido una constante en la carrera de Piñera, pero gracias al respaldo de RN ha salido avante en cada litigio.

Además del apoyo de los partidarios del dictador, también la incapacidad de los gobiernos de la Concertación ha sido aprovechada por el ahora presidente electo. Como aseguró el historiador Gabriel Salazar: “Si asumimos que Chile está definido por un sistema neoliberal, con un gobierno de Piñera no cambiará para nada el país. Piñera ni siquiera va a poder perfeccionar el modelo porque como lo dejó instalado Pinochet funciona perfecto” (véase Proceso, 1734, p. 39). Es decir, la Coalición por el cambio, que postuló al empresario, no cambiará las cosas, sino que las mantendrá como las ha hecho la Concertación. Para la oligarquía chilena la llegada de uno de los suyos a la presidencia no significa otra cosa que el dejar de depender de administradores bajo su égida. Ahora los propios capitalistas parasitarios estarán tomando el control pleno del gobierno chileno, eliminando a todo intermediario.

Para los trabajadores en Chile, la derrota de la Concertación es un retroceso, sobre todo por la incapacidad mostrada para obligar a la burguesía progresista a asumir los intereses de las clases subsumidas. Aunque, en la nación andina se percibe un fuerte descontento social, solamente hace falta una amplia organización social que facilite el crecimiento de la conciencia obrera. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!

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