El 1 y 2 de junio de 1906 el movimiento obrero hizo su irrupción en la historia de México con el acontecimiento de la primera huelga que trascendió. Literalmente tuvo en ese momento su bautismo de sangre a manos de un padrino anglosajón y con la venia de un cura que se sintió el padre de todos los mexicanos por un período de aproximadamente 30 años.
La industrialización, con todo y clase obrera, había comenzado en México tras la conclusión del Segundo Imperio Mexicano. Como señalé en el Memoria Proletaria 5: Apunte sobre el sindicalismo en México, desde ese momento aparecieron los primeros intentos por organizar a los trabajadores. Sin embargo, esos primeros esfuerzos que persistieron durante el último tercio del siglo XIX no tuvieron demasiada trascendencia. Cayeron en uno de dos extremos: o se convirtieron en sociedades que pretendían brindar cierta complementariedad económica a los trabajadores a través de una solidaridad que en mucho mantenía las formas de los gremios de artesanos, o se adhirieron a un anarquismo un tanto desteñido para los referentes de la misma época que se tenían tanto en Europa como en América del Sur.
La realización de una huelga no es un acto de magia, requiere de todo un proceso de organización que implica establecer una larga serie de relaciones sociales que se construyen a través del tiempo. En síntesis, se requiere de un largo y sistemático despliegue de energías para conseguir que un grupo numeroso de trabajadores, sino es que todos, detenga el proceso productivo. Hasta 1906 un evento como la huelga de Cananea, Sonora, era algo inédito en México. La audacia de los mineros fue el punto de arranque para muchos de los procesos que definieron al movimiento obrero en México, pero también el conjunto de la sociedad mexicana. A su vez, la decisión tomada por la organización de los trabajadores estuvo condicionada por una serie de circunstancias específicas que se fueron incubando a lo largo de varias décadas. No fue un evento aislado.
Han transcurrido 104 años desde que en Cananea estalló la huelga y en muchos sentidos el movimiento obrero que le es deudor, lo ha olvidado o al menos infravalorado. Una parte importante para la conformación de una conciencia de clase es el tener presente los contenidos históricos que le han dado forma al México actual. De aquí, el interés en esta sección por abordar, en la presente oportunidad, el tema de la Huelga de Cananea. Eso sí, no pretende ser una reedición de la historia posrevolucionaria de bronce que nos legó el régimen de la facción triunfante que en muchos sentidos, y para legitimarse, adulteró los procesos históricos reales con la finalidad de legitimarse. Se pretende más bien, hacer una revaloración desde el punto de vista del proletariado, de lo que significó el hecho en cuestión.
Para comenzar hay que referir que el poblado de Cananea se encuentra en la parte noroeste del estado de Sonora, cerca de la frontera con Estados Unidos. Antiguamente la región era habitada por el pueblo Pima y por las constantes incursiones de los Apaches. Fue hasta el siglo XVII cuando el padre Eusebio Kino (el mismo que descubrió que Baja California no era una isla sino una península) exploró la región que comenzó la incursión europea.
Cananea, vocablo proveniente del pima que significa “carne de caballo”, fue escenario de rebeliones indígenas hacia 1686 que pretendían sacudirse el yugo español. Sin embargo, los alzados acaudillados por el jefe pima Canito fueron derrotados por el alcalde Barba Figueroa. Ello no detuvo los frecuentes ataques de los apaches en contra de la ciudad.
En 1760 se descubrieron los primeros fundos de cobre en el paraje conocido como La Cananea, lo que fue suficiente para atraer a nuevos pobladores interesados en explotar los yacimientos cupríferos de la zona. De
A ocho años de funcionar la Empresa Minera Mexicana fue adquirida, junto a otras propiedades, por el coronel estadounidense William Cornell Greene, quién fundó la The Cananea Copper Company. En tres años las propiedades del coronel Greene se multiplicaron en los alrededores, así que para 1899 decidió unificarlos en la The Cananea Consolidated Copper Company, mejor conocida como la CCCC o las
El poder económico que las minas le redituaron al empresario estadounidense, se transformaron con rapidez en influencia política. Para el 31 de octubre de 1901 fue creado el municipio de Cananea, que anteriormente formaba parte del de Fronteras. La cabecera municipal se instaló en la ciudad de Cananea. Por si eso fuese poco, gracias a los buenos oficios del señor Greene se abrió la primera línea de ferrocarril en la región, la Cananea-Naco. Con esa última obra se facilitó la exportación del mineral hacia diversos puntos de los Estados Unidos. Todo lo anterior al amparo de la dictadura de Porfirio Díaz.
1. Parto doloroso
I
Dado que las ciencias son hechas por seres humanos también están sujetas a modas teóricas que funcionan como referencia para una generación de investigadores. En el caso de las ciencias sociales no es extraño que los principales lineamientos explicativos de una teoría se filtren en el resto de las parcelas del conocimiento. No es extraño que en la actualidad la antropología, la economía, la historia, la lingüística, la psicología e incluso la filosofía den sus explicaciones sobre el mundo fundamentados en los conceptos desarrollados por los teóricos de la posmodernidad que hicieron sus primeros ensayos en el campo de la sociología. Pese a que las modas en el campo de las ciencias suelen aportar herramientas novedosas que sirven para aclarar algunas lagunas, lo cierto es que cuando se convierten en el modo de operar corriente, llevan a caminos muy alejados del conocimiento. Nos extraño que nuestros investigadores contemporáneos opten por defender su teoría antes que a la objetividad. Como la historia no es una disciplina que funcione aislada del resto de las ciencias sociales, también en ella obran las modas. Pero además de las modas de pensamiento que se generalizan en el resto de los campos sociales del conocimiento, en la historia también actúan las fuerzas terrenales que condicionan la vida social. Por su carácter como materia prima para la generación de una conciencia de un pueblo, el estudio del pasado está expuesto a los intereses políticos del régimen imperante. La canonización de un puñado de personajes no explica todo el entramado social que tuvo que resolverse para que las cosas ocurriesen. Aunque el multiplicar los objetos de estudio para escudriñar cada rincón de las sociedades no necesariamente conduce a la compresión integral de los procesos sociales, pues se corre el riesgo de perderse en las particularidades del fenómeno, es decir en convertir nuestro objeto de estudio en algo completamente desconectado del resto del mundo y del tiempo.
Respecto al caso de México, en la historiografía contemporánea algunas corrientes se inclinan por rescatar la figura de Porfirio Díaz como gobernante (como es el caso de Carlos Tello Díaz, solo por mencionar alguno). Para ellos, la dictadura porfirista representó un período modernizador que bien que mal estaba industrializando al país. Inclusive han llegado al extremo de plantear que el lapso de
Por principio de cuentas habría que recordar que las primeras décadas del México independiente se caracterizaron por la inestabilidad política, económica y social. Las guerras entre facciones se combinaron con las invasiones extranjeras erradicando cualquier posibilidad de introducir la producción industrial al país. No es que se careciese de proyectos para modernizar al país, pero los proyectos de personajes como Lucas Alamán, José María Luis Mora, Miguel Lerdo de Tejada, entre otros no tuvieron posibilidad de concretarse por la propia inestabilidad que rigió al México independiente. Fue hasta culminada la Segunda Intervención Francesa (1867), como indiqué arriba, que fue posible comenzar un proceso de industrialización. El comienzo tardío de éste proceso fue un obstáculo por la falta de tecnología y capital, al cuál había que agregar la ausencia de una fuerza de trabajo preparada para emprender tal proyecto. Por una parte, los trabajadores liberados tanto de la servidumbre en las haciendas como de medios de producción que le proporcionasen la subsistencia eran una porción social ínfima; no bastaban para ocupar los puestos frente a las máquinas. Por el otro lado, el reducido segmento social que podía ejercer el trabajo calificado estaba mal preparado para dirigir la industria fabril: los cuadros profesionales con que se contaban se enfocaban en el ejército, el sacerdocio, la docencia, medicina y el derecho. En esas condiciones, la lentitud con la cuál comenzó el proceso de industrialización durante los gobiernos de Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada no podía ser de otra manera que a marcha lenta.
Es preciso reconocer que la lentitud de la modernización de México fue acelerándose durante los gobiernos de Porfirio Díaz (1876-1880 y 1884-1911) y Manuel González (1880-1884). También es justo asentir que el gran mérito de Díaz fue el de allanar el camino legal para que las tecnologías y el capital se introdujesen en el país, pues ello permitía acelerar la instalación de nuevas fábricas. Pero, lo que es tan cierto como las dos premisas anteriores es que el proceso de industrialización de México no estaba siendo controlado por el capital mexicano sino por monopolios que contaban con el respaldo diplomático, financiero y militar de sus respectivos imperialismos.
Los nuevos sacralizadores del Porfiriato refieren que la bonanza mexicana se expresaba en el gran crecimiento que estaba teniendo el país. Al revisar los datos históricos que ofrece el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) es fácil corroborar esa afirmación. Dicho instituto lleva la cuenta del Producto Interno Bruto (PIB), el índice que mide el total de los productos creados en el país, desde el año de 1900. Ello nos permite tener datos ciertos al menos para la última década porfiriana. La revisión de tales arroja a primera vista que en 1903 se dio el crecimiento anual de la economía más grande en toda la historia nacional al llegar al tope de 11.04%, lo que supera por nueve centésimas porcentuales al de 1933 y por tres al de 1964. Un par de años después, 1905, se volvió a registrar una tasa de incremento en el PIB superior al 10%, algo que en la historia reciente del país no se conoce. Esos simples números bastarían para hablar del éxito que tuvo la política económica porfirista. Aunque vale la pena matizar un poco, pues la tasa anual de variación económica promedio durante esa década un 3.31%, algo que si bien no está mal, tampoco se puede calificar de impresionante. Además, tanto en 1902 como en 1906-1908 el país atravesó por momentos de crisis que le restaron fortaleza a la producción nacional.
Antes de canonizar al presidente Porfirio Díaz es preciso demostrar la contra afirmación sobre el papel de los imperialismos como reguladores del ritmo al cuál se industrializaba México durante la dictadura. De manera un tanto cuanto inocente el historiador Luis González y González nos provee de los argumentos para probar lo dicho. En la Historia General de México, coordinada por Daniel Cosío Villegas y publicada por El Colegio de México originalmente en 1976, cuya versión actualizada se publicó en 2000; González hace un recuento de las empresas extranjeras que dominaban el sector productivo mexicano, en ella aparecen nombres tan respetables como Rockefeller y Lord Cowdray (petróleo), Aldricht (hule), compañía San Rafael (papelera), Huntington (carbón), Guggenheim (metalurgia), United States Banking Company (banca), Pan American Railroad (trenes), Greene (cobre); sin contar con que grandes porciones de territorio propicio para el desarrollo de la agricultura o la ganadería fueron cedidos por ínfimos precios a extranjeros como en el caso de Louis Huller que recibió la mitad de Baja California o el de William R. Hearst quién obtuvo la módica porción de tres millones de hectáreas en Chihuahua.
Desde el punto de vista, no micro sino enanohistórico, del provincialismo criollo el rescate del Porfiriato solamente es posible de manera consecuente si se eleva a Díaz al grado de prócer nacional, aspiración suprema de nuestra burguesía conservadora. En una perspectiva más amplia, al dictador no se le debe endilgar ni la calidad de heroicidad ni la del villano, simplemente se trató de un instrumento político de los capitales monopolistas cuyos imperialismos se disputaban la posesión neocolonial de México.
La exportación de capitales hacia el país se realizaba no solamente al ritmo que imponían los imperialismos sino bajo las condiciones que dictaban éstos. Una vez más González nos brinda elementos fundamentales para ratificar lo dicho, cuando apunta que en los años postreros del Porfiriato los hombres de empresa fueron los preferidos del régimen por encima de las familias de abolengo. Dado que esos audaces empresarios eran principalmente extranjeros, el resultado fue la expansión de la inversión extranjera que alcanzó los 1,700 millones de dólares. Ese monto tenía tres grandes participantes: Estados Unidos con el 38%, Inglaterra con el 29% y Francia con el 27%.
El capital introducido de esos países les dio a sus propietarios la llave para adueñarse de la capacidad productiva mexicana: en la agricultura los precios fueron fijados por aquellas ramas vinculadas a la industria o a las exportaciones, dejando rezagadas a las demás. Así regiones enteras fueron elevadas o aniquiladas, baste recordar que durante la primera década del siglo XX los empresarios extranjeros se habían apoderado de la zona algodonera en el norte, el resultado fue el incremento de la producción de algodón y su respectivo incremento de precios. En cambio, en la península de Yucatán, en el mismo período, el henequén comenzó su declive que derivó en la disminución del precio y la posterior reducción de la producción. Un suceso análogo ocurrió en las zonas mineras, éstas fueron adquiridas por extranjeros que movilizaron a sus intereses la extracción de metales.
Pero la exportación de capitales tiene su reverso en la importación de las ganancias. Mejor dicho, desde la perspectiva de la neocolonia que se estaba conformando en México, la importación de capital tuvo su reverso en la exportación de ganancias para los capitales monopólicos. Éste fenómeno se presentó de bajo dos maneras complementarias: la primera fue el incremento de las exportaciones en los ramos acaparados por los extranjeros, la segunda a través de las importaciones de mercancías manufacturadas que se pagaban con las ganancias generadas por los monopolios. Entre 1904 y 1908 las exportaciones agrícolas pasaron de los 46 millones de pesos hasta alcanzar los 57 millones. Al mismo tiempo la importación de bienes industrializados pasó de 180 millones a 225 millones. Ciro Cardoso y Francisco Hermosillo resumen lo expuesto aquí en los siguientes términos: “El desarrollo de las exportaciones permitía importar más máquinas, equipos diversos, bienes intermedios, necesitados por las inversiones en capital social fijo y por la modernización de algunas de las estructuras productivas.” (Cardoso, Hermosillo y Hernández, Historia de la clase obrera en la historia de México, 1996, p. 28). En síntesis, la riqueza generada en el país beneficiaba primordialmente al capital monopolista.
Las condiciones de industrialización impuestas por los imperialismos durante los 40 años referidos, se crearon en México una situación análoga a la experimentada por los europeos durante la Revolución Industrial a comienzos del siglo XIX. El más notorio de esos aspectos similares fue el medio laboral. Jornadas laborales sin delimitación clara, bajos salarios que eran pagados en tiendas cuyo dueño era el propio patrón y en la que debían adquirir todos sus insumos, magras viviendas, servicios sanitarios, hacinamiento y carencia de medios legales para defenderse eran lo más cotidiano para el proletariado mexicano del Porfiriato.
El principal aspecto que distinguió a la Revolución Industrial de la industrialización de México fue, en el caso de nuestra nación, la política premeditada de los monopolistas que tendía a importar a la mayor parte o casi toda, la mano de obra calificada, así como la tecnología. El capital monopólico no estaba dispuesto a permitir un desarrollo industrial independiente de México. Esa experiencia no fue privativa del país sino que ocurría en paralelo con otras neocolonias de la misma época, verbi gratia Argentina o la Unión Sudafricana.
II
El esfuerzo desplegado para la industrialización del país tuvo su correlación en la legislación aplicable a los trabajadores y demás clases subsumidas. El objetivo era obligar al grueso de la sociedad a introducirse en la dinámica propia de la acumulación capitalista. Es decir, crear una masa social libre tanto de ejercer labores de servidumbre en las grandes haciendas, pero también libre de los medios para subsistir.
A pesar de dichos intentos, todavía en 1900 México era una nación básicamente agrícola. Según lo que estipulan los primeros censos poblacionales. La población Económicamente Activa (PEA), registrada en el año indicado con anterioridad, fue superior a las 5,430,000 personas. De ésta solamente el 19% eran propietarios o administradores del capital (burguesía y pequeña burguesía). En cambio, la clase trabajadora, junto con los artesanos, representaban el 81% de la población. Para colmo, de los aproximadamente 830,000 propietarios únicamente la cuarta parte se dedicaba a actividades industriales o comerciales, las tres cuartas partes restantes eran propietarios rurales.
Esto explica en buena medida la enorme capacidad del campo para absorber la mano de obra que se iba incorporando al proceso productivo. Lo que constituía un obstáculo para acelerar el proceso de industrialización.
Con la finalidad de salvaguardar dicho inconveniente, el Porfiriato recurrió a tres medidas para hacer más ágil la proletarización del país. Primero, se consiguió deslindar el valor del trabajo de los precios agropecuarios, de tal forma que en las regiones del Golfo de México, Pacífico Norte y Norte la remuneración para los obreros era muy superior a la que percibían en las actividades rurales. Aunque la mejora en los salarios no tenía una correspondencia con el incremento de la productividad exigida a los trabajadores: la explotación crecía aún más rápidamente que el valor de la fuerza de trabajo. En segundo lugar, el incremento de la represión con la pax porfiriana hizo que tanto en el campo como en los centros industriales las inversiones estuviesen a salvo, pero a costa de poner al obrero fabril como al agrícola a merced del capitalista, quién tenía plena capacidad para dictar las condiciones de trabajo. Finalmente, durante el Porfiriato se realizó una reforma fiscal que suprimió las alcabalas que cobraban los estados para sustituirla por gravámenes federales enfocados al consumo. De esa manera había dos perjudicados, los gobiernos estatales, pero sobretodo las clases subsumidas. La política fiscal porfiriana, en el ramo de los egresos, incluía la participación del Estado en la reproducción ampliada del capital pero sin inmiscuirse en la inversión en los sectores no rentables de la economía: educación y salud, principalmente.
Al menos desde 1872 existían organizaciones de trabajadores, como es el caso del Gran Círculo de Obreros de México (GCOM), en el país. Sin embargo, la lógica mutualista y cooperativista con que operaban en lugar de atenuar los efectos de la sobreexplotación los dejaba pasar. La idea de estas organizaciones más bien era la de solidarizarse con el resto de los agremiados de manera en que se supliesen las carencias individuales con la cooperación del resto. En su defecto, se trataba de organizar cooperativas de artesanos al estilo foureriano u owenista.
Un elemento adicional de la política laboral del Porfiriato para depreciar el valor de la fuerza de trabajo era fomentar la inmigración de fuerza de trabajo proveniente de Europa, tal como ocurrió en la misma época con naciones americanas como Argentina, Uruguay o Brasil, o asiática. La política migratoria del Porfiriato fue bien aprovechada por el capital monopolista que trajo consigo a lo mano de obra calificada que requería y priorizando el empleo de ésta sobre la nacional.
2. Liberalismo redivivo
I
Las dos décadas finales del siglo XIX fueron las de esplendor político para la dictadura. Las reformas e instituciones instrumentadas por Díaz desde su ascenso al poder hacían gala de una gran efectividad para contener cualquier descontento social. Cosa que comenzó a entrar en declive hacia la última década porfirista. Pero más allá de presentar explicaciones que reducen este fenómeno a un simple asunto cronológico, al inevitable envejecimiento del presidente y su camarilla de ministros, es importante adentrarse en el entramado de las relaciones sociales que se fueron desarrollando durante esa etapa.
La política de doble rasero aplicada por Díaz ante el surgimiento de opositores fue un factor más importante para explicar la prolongada decadencia del régimen, que el de la edad. Por un lado, quienes se oponían a alguna medida del gobierno, siendo éstos parte de la elite social eran combatidos con mucha suavidad. No era necesaria la brutalidad, dado que por sus propias condiciones esta clase de adversarios tenía más que perder enemistándose con el dictador que cediendo ante él. Por ellos, este tipo de problemas se resolvían a través de las negociaciones directas. Al final, el asunto se superaba cuando Díaz conseguía disminuir el poder político de sus contrincantes, en tanto que éstos se conformaban con algo que les permitiese incrementar sus caudales de riqueza.
El segundo método del Porfiriato para frenar a la oposición era el de la represión más completa posible. Por su puesto que este recurso únicamente se empleaba contra aquellos adversarios que provenían de las clases subsumidas. A lo largo de toda la dictadura de Díaz las revueltas populares fueron una constante, pero ninguna de ellas prosperó por la saña con que fueron reprimidas. En realidad aplicar esta doble política fue algo bastante hábil por parte del régimen, puesto que la capacidad económica vinculada al poder político le habría ocasionado verdaderos problemas si no hubiese negociado soluciones ventajosas para el Porfiriato. En cambio, reprimir una insurrección popular implicaba llevarla hasta sus últimas consecuencias, hasta acabar con todos los recursos que pudiesen tener los rebeldes, pues de otra forma lo único que se podía obtener era atizar los descontentos.
¿De dónde llegó entonces la decadencia del Porfiriato? Ante el férreo control que existía sobre la sociedad y la complicidad establecida con los estratos sociales altos, la verdadera oposición al régimen solamente podía venir de la combinación entre ambos sectores. Aunque para conseguir cierta sincronía entre ambas fue preciso un proceso de desgaste muy lento de las instituciones porfirianas. Éste comenzó en la propia esfera de la burguesía terrateniente que fue favorecida durante las primeras décadas porfirianas. Conforme ésta iba adquiriendo mayor poder económico iba requiriendo de mayores espacios para continuar con su aletargado proceso de acumulación. Pero, justo esas necesidades expansivas chocaron con la política de abrir el sector productivo al capital monopolista, es decir a la inversión extranjera. Al principio, durante la década de los años 1890, los críticos provenientes de esos estratos sociales privilegiados, no fueron más allá de cuestionar los elementos que les ocasionaban mayor contrariedad para seguir avanzando en la consecución de sus propios intereses. Posteriormente, la crítica se fue haciendo más ácida al interior de los sectores que tenían acceso a una formación profesional hasta que algunos de estos elementos consiguieron transgredir las fronteras sociales para introducir sus ideas en las clases subsumidas al mismo tiempo que se enriquecían gracias al contacto directo con los explotados.
La organización en que se expresa de manera completa este proceso de fusión entre la crítica ilustrada emanada de los privilegiados del régimen y la crítica terrenal de los trabajadores mexicanos, fue el Partido Liberal Mexicano (PLM). Éste tuvo su origen en la convocatoria que Camilo Arriaga, emparentado con Ponciano Arriaga, veterano de la guerra de Reforma, hizo para conformar al partido. La creciente influencia sobre el pueblo que la Iglesia Católica recuperó durante la presidencia de Díaz indignó a muchos liberales de viejo cuño. A tal punto llegaron las disputas que en San Luis Potosí comenzó en el verano de 1900 una agria disputa entre las autoridades eclesiásticas de la ciudad y el grupo de liberales encabezado por Camilo Arriaga: el Círculo Liberal Ponciano Arriaga. El debate degeneró en una convocatoria lanzada el 30 de agosto del mismo año por el círculo, en ésta se llamaba a todos los círculos liberales del país para realizar el primer congreso liberal el 5 de febrero de 1901 en la capital potosina. El objetivo de dicha reunión era conseguir la reorganización de un partido liberal a la usanza del que construyó la generación de la Reforma. Muchos de los participantes, incluyendo al propio Camilo, no tenían mayor crítica ante el Porfiriato que el abandono que hizo éste de los postulados del liberalismo para sustituirlos con la filosofía positivista.
De ese primer congreso se conformó la Confederación de Clubes Liberales de la República que tenía por objetivo coordinar los trabajos en todo el país para alcanzar el objetivo, ya expuesto, de conformar un nuevo PLM.
Además del avance organizativo obtenido en ese primer evento, Arriaga tuvo otro gran triunfo al conseguir que los hermanos Flores Magón, Jesús, Ricardo y Enrique, quiénes desde 1900 encabezaban la publicación del periódico Regeneración, se integrasen a los círculos liberales. Las polémicas desatadas por éstos, principalmente por Ricardo, nutrieron a la naciente organización. Poco a poco las posiciones políticas de los liberales se fueron radicalizando.
Pese a que durante sus primeros meses de existencia el grupo liberal estaba lejos de tener cuestionamientos más fuertes contra el régimen de Díaz, éste los percibió como una amenaza, en consecuencia se lanzó en su persecución. Cuando Arriaga y sus demás compañeros preparaban el segundo congreso liberal, en enero de 1902, una serie de operativos policiales contra los miembros del Club Ponciano Arriaga culminaron con el arresto de toda la dirección del núcleo potosino, lo que impidió la realización de la reunión nacional programada para el 5 de febrero.
La serie de aprehensiones que padecieron los liberales en todo el país permitió que surgiesen las divisiones internas. Mientras una parte, encabezada por Ricardo Flores Magón, se radicalizó, el grupo potosino se mantuvo firme en el anticlericalismo y las acusaciones contra Díaz por su defección al liberalismo.
Una vez que los principales dirigentes liberales habían sido excarcelados y pese a las crecientes divergencias, el Club Ponciano Arriaga lanzó un Manifiesto a la nación firmado el 27 de febrero de 1903. En dicho documento se colocaba a los capitalistas, el clero, la alta burocracia y milicia como los principales responsables de la pésima situación nacional. El manifiesto fue firmado por Camilo Arriaga, Antonio Díaz Soto y Gama, Benjamín Millán, Juan Sarabia, Ricardo Flores Magón, Santiago de la Hoz, Enrique Flores Magón, Juana Gutiérrez de Mendoza, Evaristo Guillén, Federico Pérez Fernández, Rosalío Bustamante, Elisa Acuña y Rosete, Alfonso Cravioto, María del Refugio Vélez, Tomás Sarabia, Alfonso Arciniega y Humberto Macías Vélez. En ese documento, también se hizo un llamado general para crear clubes liberales en el resto del país con la intención de combatir al régimen porfirista.
Sin embargo, desde marzo del mismo año, cuando se comenzó a discutir la táctica de lucha a seguir, se profundizaron las divisiones internas. El punto que las aceleró fue cuando Santiago de la Hoz fundó en la Ciudad de México el Club Redención Antireeleccionista y el diario Excélsior con la pretensión de contender contra el dictador en las elecciones de 1904. Dos procesos simultáneos se desataron con esta acción. Primero, la persecución en contra de los liberales se reactivó con virulencia y, segundo, el principal centro político para el liberalismo se trasladó de San Luis Potosí a la Ciudad de México. Es decir, del Club Ponciano Arriaga al Redención.
El acoso del régimen al que fueron sometidos los clubes llevó a Camilo Arriaga al exilio en los Estados Unidos y a los Flores Magón a la cárcel de Belén, primero, y luego a seguir el camino del refugio político con el cruce de la frontera norte.
Los primeros meses de la estancia de la dirección liberal en Estados Unidos fueron decisivos. La mayor parte del grupo tomó el partido de Arriaga, aunque éste seguía apoyando a los Flores Magón mediante la obtención de recursos que financiasen la publicación de Regeneración en su segunda época. Entre el grupo de subscritores que a instancias del ingeniero Arriaga respaldaron la edición del diario estuvo el magnate Francisco I. Madero.
El acoso por parte del Porfiriato no cesó. El hostigamiento se hacía entre la velada colaboración que la policía estadounidense con el gobierno mexicano y los agentes provocadores que Díaz tenía apostados para seguir a los liberales. Ello ocasionó que en febrero de 1905 las oficinas de Regeneración fueron mudadas de San Antonio en Texas a Saint Louis, Missouri.
Pero en St. Louis las diferencias entre los Flores Magón y Arriaga siguieron creciendo debido al contacto que los primeros entablaron con el grupo de anarquistas de Chicago, encabezados por Emma Goldman. La influencia de Ricardo en el grupo liberal se hizo más fuerte conforme iban desarrollándose los planes de éste para una generar una revolución armada que derrocase al régimen porfirista. Así, pera septiembre de 1905 se conformó la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano con Ricardo Flores Magón como su presidente. Un mes después, el propio Ricardo publicó en El Colmillo Blanco, órgano liberal, un artículo muy fuerte en contra del ingeniero Arriaga. En ese texto aquél le recrimina a éste el haberle dado la espalda a la causa e irse a refugiar al consulado mexicano en St. Louis, al amparo del gobierno que decía combatir. Aunque más de uno de sus antiguos compañeros encontraron excesiva e injustificado el ataque, lo cierto es que esa sucesión de hechos dejó completamente fuera del escenario político a Camilo Arriaga.
Por su parte, la Junta Organizadora del PLM publicó a finales de septiembre de 1905 las Bases para la Unificación del Partido Liberal Mexicano. En éstas se llamaba a todos los mexicanos a conformar agrupaciones lo más numerosas posibles y se anunciaba que la Junta se encargaría de fomentar el surgimiento de la mayor cantidad posible de publicaciones opositoras al Porfiriato.
Finalmente, tras sortear diversos problemas con la represión porfiriana, apoyada por el gobierno de los Estados Unidos, en febrero de 1906 se volvió a publicar Regeneración desde St. Louis y con la ayuda del Partido Socialista de los EE.UU. Muy pronto la publicación tuvo impacto en el naciente movimiento obrero mexicano.
II
Sin duda que dentro de la conformación del Partido Liberal Mexicano y, consecuentemente, del estallido de la Huelga de Cananea, el papel de los hermanos Flores Magón fue determinante. Por ello vale la pena hacer un breve recuento sobre quiénes fueron estos personajes.
Jesús, Ricardo y Enrique fueron hijos del matrimonio formado por Teodoro Flores y Margarita Magón. Ambos liberales de la más firme convicción en la obra de Benito Juárez. La firmeza ideológica de Teodoro lo llevó a participar en el ejército mexicano durante la Segunda Intervención Francesa, alcanzó el grado de Teniente Coronel y destacó en la batalla del 2 de abril de 1867 en la ciudad de Puebla. Tras el triunfo de la República regresó a su natal Oaxaca para habitar junto a su segunda esposa, Margarita Magón, en las comunidades mazatecas de la sierra de Huautla. Pese a su origen mestizo y criolla, el matrimonio Flores Magón se destacaron como dirigentes dentro de las comunidades indígenas. Criaron a sus tres hijos (Jesús, Ricardo, Enrique) con base en los principios del liberalismo juarista que profesaban. Pero, para darles mayores oportunidades de educación profesional a sus hijos el matrimonio decidió mudarse a la Ciudad de México en 1881.
Jesús Flores Magón. Fue el mayor de los hermanos, nación en Teotitlán del Camino el 6 de enero de 1871. Llegó a la capital del país a la edad de diez años para continuar sus estudios. En esa ciudad ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria y posteriormente en la Escuela de Jurisprudencia de la cuál egresó como abogado en 1897. Se incorporó a los movimientos sociales anti-porfiristas en 1892, cuando un grupo de estudiantes de la Preparatoria y de Jurisprudencia realizaron movilizaciones en contra de la tercera reelección de Díaz. Fue fundador del periódico Regeneración junto a sus hermanos en el año de 1900. Al año siguiente participó como delegado en el primer Congreso de Clubes Liberales en San Luis Potosí. Al regreso a la Ciudad de México, imbuido por el fervor potosino, fundó junto a Diódoro Batalla la Asociación Liberal Reformista en cumplimiento de los acuerdos del congreso.
Sus artículos críticos hacia el sistema judicial, publicados en el semanario Regeneración, le valieron la represión por parte del régimen, varias veces mediante el encarcelamiento. La oleada de represión de 1903 que llevó a la dirigencia liberal al exilio en Estados Unidos también arrastró a Jesús. Sin embargo, las polémicas, ya señaladas, entre su hermano Ricardo y el ingeniero Camilo Arriaga, lo llevaron a permanecer del lado del segundo, pues consideraba que sus hermanos (Ricardo y Enrique) estaban transitando hacia el anarquismo.
El regreso a México de Jesús se dio hasta 1911. Enseguida comenzó a trabajar en una versión más moderada de Regeneración que se editaba en la Ciudad de México y mantenía gran distancia frente a la edición que se imprimía en Estados Unidos. Durante la presidencia de Francisco I. Madero fungió como ministro de Justicia y Gobernación.
Nuevamente partió hacia el destierro en 1913 tras el golpe de Estado de Victoriano Huerta. A su regreso se dedicó a desempeñar su profesión como abogado hasta su fallecimiento el 7 de diciembre de 1930 en la Ciudad de México.
Ricardo Flores Magón. Nació en San Antonio Eloxochitlán, Oaxaca, el 16 de septiembre de 1873. Su llegada a la capital del país fue cuando apenas contaba con ocho años de edad, al igual que su hermano mayor, ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria y posteriormente a la de Jurisprudencia, aunque jamás concluyó su carrera como abogado. Se incorporó a la oposición al Porfiriato durante las manifestaciones que en 1892 organizaron los alumnos de jurisprudencia y de la preparatoria en contra de la tercera reelección de Díaz a la presidencia. En éstas participó como orador en un mitin antireeleccionista en el patio del Palacio de Minería. En su discurso le reprochó al presidente haber abandonado los principios del Plan de Tuxtepec. La agitación política lo llevó a unirse al grupo de estudiantes de derecho dirigidos por Joaquín Clausell, durante tres meses sostuvieron la publicación del periódico El Demócrata.
Tras abandonar sus estudios, salió de la Ciudad de México para radicarse en Pachuca, dónde laboró en calidad de amanuense en un despacho de abogados. Para 1900 regresó a la capital y, después de varios años de ahorros, junto a sus hermanos Jesús y Enrique, fundó el periódico Regeneración cuyo primer número fue publicado el 7 de agosto.
Asistió al Congreso Liberal convocado por Camilo Arriaga como representante del semanario que publicaba junto a sus hermanos, además del Comité Liberal de Estudiantes de San Luis Potosí. Su discurso ante el pleno fue el más radical de entre los oradores que participaron. Aunque se ganó con ello el respeto de los demás delegados, sus argumentos no fueron incluidos en la declaración final, dado el temor que su radicalidad le ocasionó a la concurrencia. Pese a ello, Ricardo se integró como agremiado de la Asociación Liberal Reformista en la Ciudad de México.
Tres meses después de la reunión liberal, los editores de Regeneración fueron aprehendidos por la policía bajo el cargo de difamación. Se les recluyó en la cárcel de Belén, en donde permanecieron hasta abril de 1902.
Una vez en libertad, Ricardo volvió a la actividad periodística en contra del régimen, ahora desde las páginas de El Hijo del Ahuizote. Sin embargo, sus críticas hacia el secretario de guerra, el general Bernardo Reyes, fueron motivo para que se le volviese a arrestar, aunque ahora en la cárcel militar de Santiago Tlatelolco. Ahí permaneció cuatro meses, de septiembre de
Allí se hicieron más claras las diferencias familiares. La polémica desatada entre moderados contra radicales alcanzó a los Flores Magón. Mientras Jesús tomó partido por el ingeniero Camilo Arriaga, Ricardo encabezaba el ala radical, acompañado del hermano menor de ambos: Enrique. Desde finales de 1904 se reanudó la publicación de Regeneración, pero en esa oportunidad ya desde San Antonio, Texas. El acoso de la policía estadounidense y de los agentes mexicanos, llevó a la mudanza de la redacción del periódico hacia la ciudad de Saint Louis, Missouri. En esa ciudad se conforma un sólido grupo que comenzó a conocerse como los magonistas. Estaba integrado por Ricardo y Enrique Flores Magón Práxedis Guerrero, Librado Rivera, así como de los hermanos Juan y Manuel Sarabia, Antonio I. Villareal y Anselmo Figueroa. Lamentablemente el grupo había perdido ahogado en el río Bravo, durante su estancia en Laredo, a Santiago de la Hoz quién junto a Práxedis Guerrero poseían una gran claridad teórica y política.
El 28 de septiembre de 1905, los magonistas, conforman la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, lo que complementan haciendo un llamado al pueblo mexicano a organizarse en contra de la dictadura. Rápidamente encuentran eco en diversas comunidades del país en que se conforman círculos de simpatizantes que hacen sus aportaciones para sostener el trabajo clandestino de la Junta y las publicaciones revolucionarias. Los avances entusiasman a los magonistas que deciden publicar el 1 de marzo de 1906 una convocatoria a todos sus partidarios para que envíen propuestas con la finalidad de integrarlas en un documento amplio que sirva como programa político para la nueva organización.
Con el objetivo de burlar la persecución de las autoridades, el grupo decide separarse. Ricardo se dirigió a Canadá, en donde estuvo en Toronto, luego a Montreal (en dónde reciben noticias sobre los sucesos de Cananea) y finalmente se establecen en El Paso, Texas, desde ahí buscan organizar alzamientos revolucionarios en contra del régimen.
A partir de septiembre, el grupo de liberales organizado entorno a Ricardo intenta llevar a cabo los alzamientos, entre ellos la Revuelta de Acayucán, pero fracasan. El cerco se estrecha en torno a la dirigencia liberal. Regeneración es vuelto a clausurar, el encargado de su publicación, Librado Rivera fue apresado por tres semanas. El levantamiento en Veracruz fue derrotado en octubre, Juan Sarabia fue detenido a finales de octubre en Ciudad Juárez y se le envió a la prisión de San Juan de Ulúa. En cuanto a Ricardo, éste tuvo que dejar otra vez la ciudad donde se había instalado. Fue primero hacia Los Ángeles y posteriormente se refugió, a comienzos de 1907, en San Francisco. En esta última ciudad pudo estar tranquilo a pesar de las hambrunas debido a que estaba completamente destruida como consecuencia del terremoto de 1906.
En tanto, Práxedis Guerrero consiguió echar a andar un nuevo órgano de prensa desde la ciudad de Los Ángeles. Justo al cumplirse un año de la huelga de Cananea, comenzó a circular Revolución. Esto le permitió al grupo establecer en la ciudad californiana un nuevo centro de trabajo al que pronto llegaron Ricardo, Librado Rivera y Antonio I. Villareal. Es durante esa etapa que comienza su relación con María Talavera, quién además de su pareja se convirtió en su principal colaboradora, pues compartía los mismos objetivos e ideología que Ricardo. Se intentó reconformar la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, pero muy pronto los detectives encabezados por Thomas Furlong dieron con la ubicación de los floresmagonistas, apoyados en la policía estadounidense realizaron un operativo el 23 de agosto de 1907 en el cuál arrestaron a todos los dirigentes de la Junta. Al poco tiempo, enero de 1908, Revolución dejó de circular.
Ricardo permaneció prisionero hasta el 3 de agosto1910, durante esos casi tres años de presidio, fue trasladado en diversas ocasiones hasta que se le envió a la prisión de Yuma. Sin embargo, el cautiverio no mermó su papel como principal propagandista de la revolución armada en México. Los fracasos insurreccionales de 1906-1907 no minaron su disposición, mucho menos la convicción de sus ideas y sobre los métodos. Sin embargo, el aislamiento impidió que dirección liberal pudiese corregir a tiempo los errores que se habían cometido durante los alzamientos de 1906. Así, la rebelión convocada para el 25 de junio de 1908 no fue bien preparada por los Flores Magón, por lo que terminó bastante disminuida por las fuerzas porfiristas antes de comenzar y los pocos grupos armados que consiguieron levantarse fueron rápidamente contenidos.
También durante esa etapa de presidio, se manifestó un fervor entre los socialistas, liberales y anarquistas estadounidenses por el floresmagonismo, ello pese al aislamiento al que estaba sometido. La entrevista con el periodista John Kenneth Turner sin duda que fue clave en ese proceso. La American Federation of Labors (AFL), a través de su dirigente Samuel Gompers y el Partido Socialista, mediante la legendaria Mary Harris (Mother Jones), condujeron esfuerzos importantes para conseguir la liberación de Ricardo.
La admiración que se generó dentro del movimiento obrero estadounidense hacia el anarquista oaxaqueño fue importante para la nueva puesta en circulación de Regeneración. Tras ser excarcelado, sus seguidores, tanto mexicanos como gringos, organizaron un mitin en su honor en la ciudad de Los Ángeles, California. Al mismo tiempo que una colecta de fondos que alcanzó para poner en operación las rotativas.
El proceso desatado por las elecciones de 1910 reavivó el ánimo revolucionario de Ricardo. Se reorganizó la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano para alistarse a la lucha armada que se acercaba. Aunque los floresmagonistas no se adhirieron al Plan de San Luis Potosí, pues el oaxaqueño le hizo ver a sus principales compañeros que la de Madero era una revolución burguesa sin contenido social. Así que los liberales se limitaron a organizar algunas acciones armadas, principalmente en la frontera con Estados Unidos, pero sin grandes logros. El mayor avance que tuvieron fue la toma de Mexicali, el 29 de enero de 1911, pero ésta les fue arrebatada en junio del mismo año por tropas maderistas. Poco antes, el propio Madero, en su esfuerzo por unificar entorno a su figura a todos los grupos revolucionarios, invitó a Ricardo a unirse al Plan de San Luis, cosa que una vez más fue rechazada por el anarquista oaxaqueño. En lugar de ello, firmó el Manifiesto del 23 de septiembre de 1911, cuyo sentido era el de dar por finiquitado el programa político de 1906 para sustituirlo por uno de corte abiertamente anarquista.
Las decisiones políticas y la decisión de mantenerse en Los Ángeles durante la lucha armada, le valieron fuertes críticas a Ricardo que provenían de sus antiguos camaradas anarquistas. En Francia, Les Temps Nouveaux se lanzaron con gran vehemencia en contra de Flores Magón, pero en descargo o franco respaldo a las decisiones del oaxaqueño salieron personalidades dentro del anarquismo de la talla de Emma Goldman y Piotr Kropotkin, quiénes festejaban el esfuerzo desplegado por los liberales.
Debido a la firme reticencia a integrarse con la revolución maderista triunfante a mediados de 1912 fue nuevamente sentenciado por violar las leyes de neutralidad estadounidenses. Permaneció en la prisión de McNeil Island, Washington, hasta enero de 1914. Al retomar su actividad política se lanzó en contra de los gobiernos de Huerta, primero, y de Carranza, posteriormente. Lo que fue motivo para que una vez más se le siguiese proceso judicial en Estados Unidos en febrero de 1916, aunque en esta ocasión solamente pasó cuatro meses en prisión, gracias a la solidaridad del Industrial Workers of the World (IWW). Ese lapso de reclusión fue aprovechado por Ricardo para dedicarse a escribir algunas piezas literarias de corte anarquista, la más conocida el drama Tierra y Libertad.
La Primera Guerra Mundial implicó un gran cambio en la política interna estadounidense, pese a la su neutralidad durante los tres primeros años, fueron proscritas las publicaciones anarquistas, entre ellas Regeneración que se había vuelto a publicar desde 1914.
Durante poco más de año y medio, Ricardo gozó de libertad, la cuál se volvió a ver truncada tras la publicación del número 262 de Regeneración. En esa edición se incluía un Manifiesto a los anarquistas de todo el mundo, que convocaba a convertir la guerra mundial en una gran revolución social que exterminase a la burguesía. Nuevamente fue aprehendido, ahora junto a Librado Rivera. Se le condenó a permanecer 21 años en prisión. Originalmente se le envió al presidio de McNeil Island, pero pronto se le trasladó al penal federal de Leavenworth, Kansas. Tras cuatro años de condena Ricardo comenzó a resentir los años de penurias y el prolongado encierro: comenzó a perder la vista rápidamente. El hecho fue aprovechado por sus partidarios para solicitar que le fuese perdonada la condena. Sin embargo, los jueces le pusieron como requisito el que solicitase perdón por sus crímenes. Debido a que hacer lo que le solicitaba la corte implicaba abdicar de sus principios políticos e ideológicos, Ricardo se negó. De ese modo, permaneció encarcelado hasta que el 21 de noviembre de 1922 falleció en la penitenciaria de Leavenworth. El motivo de su defunción es incierto hasta la fecha. Hay tres versiones. Una, la oficial, dice que fue por un paro cardiaco. La segunda, la de Librado Rivera, sugiere que fue asesinado en su celda mediante ahorcamiento. La tercera, la de otros reclusos del penal, sostiene que fue golpeado hasta morir por los custodios.
Enrique Flores Magón. Nación en Teotitlán del Camino, Oaxaca, el 13 de abril de 1877. Desde muy pequeño llegó a la Ciudad de México traído por su familia. A sus quince años de edad, siendo estudiante de la Escuela Nacional Preparatoria, en 1892 se incorporó al movimiento estudiantil en contra de la tercera reelección de Porfirio Díaz, a partir de ahí comenzó su militancia política. Más tarde terminó la carrera de auditor y contador, aunque también realizó estudios en la Escuela de Jurisprudencia. En 1900 se inició en el periodismo en el proyecto que construyó junto a sus hermanos Jesús y Ricardo: Regeneración. Tras la incautación de las prensas familiares, colaboró en El Hijo del Ahuizote que había sido fundado por Daniel Cabrera. Sus críticas hacia el general Bernardo Reyes le valieron ser encerrado en la prisión militar de Santiago Tlatelolco junto a su hermano Ricardo. Según el testimonio del propio Enrique, las discusiones que sostuvieron en ese período les permitieron sincronizar muchos elementos de su pensamiento. En enero de 1903 fue liberado, pero unos meses después, como consecuencia de las protestas que encabezó el 2 de abril en contra de Díaz, volvió a ser arrestado. En esta ocasión se le recluyó en la cárcel de Belén.
El exilio de Enrique transcurrió en varias ciudades de Estados Unidos y Canadá. El motivo de ese largo peregrinaje fue evitar la persecución a la cuál fueron sometidos los magonistas, a través de la agencia de detectives Pinkerton y de los agentes mexicanos infiltrados para provocar. Junto a su hermano Ricardo en 1905 se hizo con el control del Partido Liberal mediante la organización de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano. Sus esfuerzos rindieron frutos con la creación de diversos círculos liberales, principalmente en la zona fronteriza de México. Entre esos estuvo el club que encabezó la huelga de Cananea.
Participó en la promulgación del Programa del Partido Liberal Mexicano el 1 de julio de 1906. También tuvo una labor fundamental para sostener la publicación de Regeneración y de Revolución. Compartió con Ricardo varios ingresos a los penales de Estados Unidos, hasta 1918 en que fue enviado a la penitenciaria federal de McNeil Island, su último período de prisión en aquél país. Un año antes, las diferencias con Ricardo se hicieron demasiado profundas, por lo que sobrevino el rompimiento político en 1917. En 1923, tras la muerte de su hermano, decidió regresar a México aprovechando la amnistía a los revolucionarios que había dado el gobierno de Álvaro Obregón. Su retorno fue bastante difícil en términos políticos, pues muchos de sus antiguos compañeros de la Junta Organizadora del PLM, pues se habían incrustado como funcionarios del obregonismo. Su reintegración plena a la política nacional se dio hasta una década después, cuando en 1933 colaboró con la dirección de la Liga Nacional Agraria en la fundación de la Confederación Campesina Mexicana, una de las organizaciones que impulsaron la candidatura del general Lázaro Cárdenas del Río a la presidencia en 1934.
Finalmente, el 28 de octubre de 1954 en la Ciudad de México, falleció Enrique Flores Magón.
La trayectoria de estos tres hermanos demuestra que una pequeña parte de los pocos cuadros intelectuales que se formaban en el país se convirtió en una amenaza para el régimen porfirista en cuanto se vinculó a las necesidades de las clases subsumidas. Varios de los postulados que, sobretodo Ricardo y Enrique, defendieron desde 1905, y que habían sido motivo para alejar a los intelectuales de la democracia burguesa de la talla de Camilo Arriaga o Francisco I. Madero, fueron después retomados por éstos. No solamente se trata de los puntos del Programa del PLM que se retomaron en 1917 para la Constitución, sino de la propia idea de explotar la vía electoral (1904), primero, y después la necesidad de la lucha armada para derrocar al Porfiriato. Profundizar en esta veta promete rendir muchos más frutos para la explicación de la historia mexicana que la teoría del envejecimiento del régimen.
3. Clubs liberales
I
Si bien el Programa del Partido Liberal Mexicano se promulgó hasta el 1 de julio de 1906, es decir justo un mes después de los sucesos de Cananea, el proceso de su conformación sí influyó de manera decisiva para el estallido de la huelga. Desde su nueva puesta en circulación, a finales de 1904, Regeneración sirvió no solamente como órgano de difusión de ideas, sino como instrumento de organización política de los mismos clubes liberales. Para muchos de los obreros y campesinos cuyas primeras letras en política vinieron de la publicación emblemática del floresmagonismo, los planteamientos que se hacían en el periódico les daban solución a los problemas que enfrentaban cotidianamente o al menos les explicaba el porqué de su situación. Ese trabajo fue útil para que los trabajadores se sintiesen identificados con la causa revolucionaria que proponía el PLM.
Además el floresmagonismo tuvo el acierto de darle a su publicación un carácter bidireccional. Es decir, no solamente se trataba del discurso que se les ofrecía a los trabajadores, sino de la posibilidad, e incluso incitación, para que éstos escribiesen a la redacción de Regeneración para plantear sus necesidades. Ese mismo carácter fue bien recogido por la Junta Organizadora del PLM, que dentro de las Bases para la unificación del Partido Liberal Mexicano hicieron el llamado a sus agremiados para que expusiesen los proyectos y demandas de su comunidad o centro de trabajo. Ese material, además de enriquecer los temas abordados en el periódico fue la base para estructurar el Programa del Partido Liberal Mexicano.
Cabe destacar que a diferencia de algunos intentos recientes por hacer ejercicios similares, como en el caso de La Otra Campaña, el floresmagonismo tuvo la gran virtud de no convertir el producto de éste en una larga lista de deseos y agravios, sino que fue capaz de sintetizar y sistematizar las necesidades de los trabajadores mexicanos. El proceso para sensibilizar la problemática social fue tan efectivo que los puntos del PLM representaban la parte medular de una reforma social tan sentida y tan importante para la sociedad mexicana que 51 de los 52 puntos que contiene dicho programa fueron retomados, al menos en parte, por el Congreso Constituyente de 1916-1917, como lo indicó el historiador James D. Cockcroft en su libro Precursores intelectuales de la revolución mexicana de 1971. Aunque es preciso reconocer que el programa del PLM también tuvo inconsistencias importantes con el internacionalismo obrero, pues abordaba el asunto de la inmigración de trabajadores chinos a México con mucha xenofobia: exigía que fuese completamente prohibida su entrada al país.
Pero más allá de la trascendencia que tuvo como programa político, no debe omitirse que dicha publicación no era más que la mitad de los planes del floresmagonismo. Es decir, era el contenido. Faltaba la forma en cómo conseguirlo. El trabajo de la Junta Organizadora en ese período de 1905-1906 también se enfocó en ese problema, de ahí la preocupación por conformar círculos liberales. La idea era conseguir que las condiciones fuesen propicias para el levantamiento de una revolución armada en contra del régimen de Díaz. Una lucha comenzada por los más desfavorecidos por la dictadura, los que cada que intentaban rebelarse eran fuertemente reprimidos debido a sus condiciones de miseria y a su falta de capacidad organizativa. Sin duda que el proyecto floresmagonista estaba basado en superar la segunda de esas limitaciones, al tiempo que se neutralizaba a la primera. En algún sentido consiguieron ese objetivo, pues pese a que ninguno de sus intentos prosperó en una revolución como tal, sí consiguieron que la represión no fuese lo suficientemente efectiva, más allá de la brutalidad empleada por el Porfiriato, para erradicar el problema.
En los términos planteado, queda claro que Cananea era para los Flores Magón la chispa que detonaría una gran rebelión popular. De ahí que perseverasen en fomentar movimientos de corte similar en otras regiones del país.
II
Desde los primeros intentos del Club Liberal Ponciano Arriaga por reconformar el Partido Liberal, la intención siempre fue hacerlo mediante pequeños círculos que en cada comunidad se dedicasen a promover la organización política de la sociedad. Ese esquema organizativo fue continuado e incluso perfeccionado por los Flores Magón. Si en el manifiesto del 30 de agosto de 1900 los liberales convocaban a todos los círculos defensores del liberalismo para reconstituir al partido de la Reforma, en las Bases para la unificación la Junta no se limita a hacer un llamado, sino que desde meses atrás había procurado enviar agentes de la revolución a los principales centros productivos en la zona norte y costa del golfo de México.
La propia población minera de Cananea fue visitada por emisarios del PLM que a pesar de haber sido expulsados de la ciudad por el coronel William C. Greene, dueño de la CCCC, tuvieron tiempo suficiente para entablar contacto con Esteban Baca Calderón, Manuel M. Diéguez y Francisco M. Ibarra quienes fundaron la Unión Liberal Humanidad de Cananea. Este club fue el que dirigió la huelga.
La difusión de las ideas expuestas en Regeneración, así como su respectiva discusión con los grupos de mineros, era la actividad principal de los clubes. Aunque su accionar debía ser por completo clandestino. En teoría esto les permitía obrar sin que sus integrantes estuviesen expuestos a la represión de las autoridades porfiristas. Sin embargo, en la práctica, cada uno de los intentos de los floresmagonistas por estallar una revolución se vieron frustrados por la intervención del Estado que desactivaba oportunamente las células subversivas.
Según las cuentas de los propios miembros de la Junta, los clubs liberales que formaban parte del PLM eran, en su mejor momento, es decir después de la huelga de Cananea pero antes de las rebeliones de 1908, entre
4. Una huelga para la historia
I
Como llevo dicho líneas arriba, en 1899 el coronel del ejército estadounidenses, William Cornell Greene, adquirió los últimos terrenos de lo que sería la CCCC a cambio de 45,000 pesos mexicanos. Un precio que en su momento fue considerado excesivamente bajo. Gracias a la abundancia en los yacimientos cupríferos de la región, en muy poco tiempo Greene se ganó el apodo del rey del cobre. Este personaje era el arquetipo de los hombres de negocios que arribaron al oeste estadounidense. Como empresario era audaz, dispuesto a la aventura, obstinado para alcanzar sus objetivos, cordial con los de su entorno, paternal con sus subalternos y severo ante los errores. Todas ellas cualidades que le facilitaron el éxito como uno de los nuevos consentidos del régimen porfirista.
Por su parte, la CCCC fue el tipo de empresa que comenzaba a desplazar de su lugar de privilegio a las añejas familias de hacendados que en lugar de preocuparse por incrementar la productividad de sus tierras, les interesaba pulir o acrecentar su abolengo. En cambio, la minera de Greene introdujo rápidamente innovaciones tecnológicas que le permitieron incrementar la productividad en poco tiempo. Pero además, tenía una idea clara sobre las relaciones con la comunidad. La CCCC no solamente era dueña de todas las instalaciones industriales relacionadas con la extracción y procesamiento del metal, también se encargó de proveer a la comunidad de servicios. Durante sus años como propietario en Cananea, el coronel Greene financió proyectos como la construcción del Hospital del Ronquillo y del Círculo Social Anáhuac. Aunque por supuesto, no todos los cananenses tenían la posibilidad de acceder a esos servicios.
Mientras la CCCC marchaba triunfalmente reportándole exorbitantes ganancias a su propietario, en el resto del país, desde 1904, se comenzaba a percibir una creciente inconformidad obrera. En los estados de México y Nuevo León se realizaron modificaciones a la legislación obrera sobre accidentes con la intención de atenuar el descontento.
Por su parte, a través de Baca Calderón, Diéguez e Ibarra los trabajadores de las minas de la CCCC se habían comenzado a organizar al fundar la Unión Liberal Humanidad. A partir de ésta establecieron contacto con la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano y que a su vez había conseguido relacionar a los mineros de Cananea con la Western Federation of Miners (WFM) que era el sindicato más numeroso de la Industrial Workers of the World (IWW).
Resulta corto de miras explicar la huelga en Cananea arguyendo la xenofobia de los trabajadores como una de las causas, como sí lo hacen algunos historiadores. Una operación de esa clase requiere eliminar de un plumazo las condiciones objetivas en las que se desempeñaba cotidianamente la jornada laboral. Lo cuál sería inadmisible en esos estudiosos de la historia a partir de la vida cotidiana.
Al revisar las exigencias de los huelguistas salta a la vista, a menos que no se quiera verlo, que uno de los principales problemas que tenían los trabajadores era la xenofobia por parte del dueño de la empresa. Casi todos los puntos del pliego petitorio estaban enfocados a generar condiciones de igualdad entre los trabajadores. Ese primer indicio es útil para descubrir más adelante que, en efecto, los trabajadores de nacionalidad estadounidense percibían salarios más altos que los mexicanos por el simple hecho de su nacionalidad. Al patrón no le interesaba si ambos tenían una carga laboral similar o si eran igualmente productivos, el criterio que valía era el lugar de nacimiento. Por su parte, las labores de organización del trabajo y administrativas estaban igualmente vedadas para la inmensa mayoría de los trabajadores nacionales, no importaba cuán duro trabajasen ni su antigüedad, les estaba cerrado el ascenso a ese tipo de tareas sin importar que hubiesen demostrado su capacidad laboral.
El colmo fue cuando a finales de mayo de 1906 la CCCC anunció que habría incremento salarial exclusivamente para aquellos trabajadores extranjeros. Una comisión intentó negociar con Greene que también a los mexicanos se les aplicase el aumento, pero el dueño de la minera se negó a ello. Ese suceso desató por completo la ira acumulada de los mineros.
II
El 1 de junio los trabajadores de la mina suspendieron cualquier actividad laboral demandando que se les brindasen algunas condiciones básicas para realizar su trabajo como la destitución de capataces que actuaban con brutalidad o el mejorar la operación de los ascensores que conducían a los tiros. Pero también incluyeron necesidades que tendrían más que ver con una política laboral más amplia: igualdad de salarios entre mexicanos y extranjeros que desempeñen las mismas funciones, establecer sistemas basados en los méritos en el trabajo para determinar los ascensos, definir un criterio para darle preferencia a la contratación de trabajadores mexicanos cuando las aptitudes fuesen iguales, además exigían fijar la jornada laboral en ocho horas.
Por la tarde los mineros, encabezados por Baca Calderón, Diéguez y Juan José Ríos, organizaron una manifestación, que realizaron con mucho orden, para convocar al resto de los trabajadores de la ciudad a unirse a la huelga. Los más de 3,000 obreros partieron de las minas y al pasar frente a la maderería, los capataces, de origen estadounidense, intentaron dispersar la movilización arrojándoles agua con una manguera a los trabajadores. Una lluvia de piedras fue la contestación por parte de los huelguistas. La respuesta de los norteamericanos fue abrir fuego con sus rifles, asesinando a un obrero en forma instantánea. Comenzó la refriega entre mexicanos y estadounidenses, en medio de ella la maderería fue incendiada. Al final, los trabajadores mexicanos se replegaron hacia la sierra.
El saldo del primer enfrentamiento fue de diez trabajadores muertos del lado mexicano y al menos dos del lado estadounidense más tres de los capataces: William Metcalf, Conrad Kubler y Bert Rusler.
Mientras la población de Cananea respaldó a los huelguistas durante los enfrentamientos que se siguieron presentando ese mismo día, el coronel Greene solicitó la intervención de las autoridades al comunicarse tanto con el cónsul estadounidense como con el gobernador de Sonora, el señor Rafael Izábal. Éste se apersonó en Cananea con 100 hombres que una vez en el sitio descubrió que no serían suficientes. Como la guarnición de Rurales más cercana era la de Magdalena, por lo que tardaría no menos de 20 horas en llegar.
III
Para el 2 de junio, ante la incompetencia del gobernador de Sonora, Greene se volvió a comunicar con el cónsul estadounidense, quién ya había dado aviso al embajador Thompson, al Secretario de Estado, Elihu Root y al gobernador del territorio de Arizona, Joseph H. Kibbey. La decisión de este grupo fue tener listos cuatro contingentes de caballería en Naco, Arizona, provenientes de Fort Huachuca. Mientras tanto, la frontera fue cruzada por 275 voluntarios dirigidos por el capitán Thomas Rynning y cinco Rangers de Arizona. Las autoridades fronterizas de Sonora permitieron el acceso del grupo armado, pues venían con la complacencia del gobernador Izábal. Ese mismo día los voluntarios de Greene y los hombres del gobernador abrieron fuego en contra de los protestantes.
Al menos 22 trabajadores fueron abatidos por las armas estadounidenses, además de otros 23 que resultaron heridos durante la refriega. También fueron detenidos más de 50 personas, entre ellas, los principales dirigentes obreros: Baca Calderón, Diéguez y Ríos. Ellos fueron condenados por lo ocurrido y remitidos a la prisión del castillo de San Juan de Ulúa.
Al llegar los Rurales la masacre había sido consumada, no hicieron más que relevar a los Rangers que tenían controlada la situación. Aunque continuó habiendo enfrentamientos esporádicos durante los dos días siguientes. No obstante, fue hasta el día 6 de junio que la CCCC reanudó labores.
IV
De manera inmediata, el saldo de la huelga de Cananea, más allá de la forma en que fue reprimida, consiguió evidenciar muchos aspectos de la política que estaba desarrollando la dictadura de Porfirio Díaz. Primero, la ausencia de garantías para que los trabajadores pudiesen desempeñar sus labores con plena seguridad industrial y certeza jurídica. Segundo, el potencial revolucionario que las clases subsumidas podían alcanzar al fusionar su disposición a la lucha con un programa político y una organización diseñada para subsistir a los ataques del Estado. Tercero, Cananea solamente fue el preámbulo de una serie de movilizaciones dirigidas por el PLM que fueron dotando de experiencia a los cuadros que participaron posteriormente en la Revolución Maderista de 1910, así como en las demás acciones del período revolucionario en México. Cuarto, el ímpetu generado por los trabajadores de Cananea posibilitó las huelgas de: 1) general de la industria textil en la zona oriente el país (1906-1907), cuyo punto máximo se dio en la región de Río Blanco-Orizaba, Veracruz y, 2) la huelga que la Gran Liga Mexicana de Empleados de Ferrocarril que tuvo mayor auge en San Luis Potosí y el norte del país. Quinto, el asunto cananense reveló la disposición del imperialismo estadounidense para defender, incluso militarmente, a los capitales monopolistas que tenía incrustados en México. Finalmente, como sexto punto, aunque no menos relevante, quedó exhibida la posición de la dictadura en dos sentidos: su sometimiento al capital extranjero y que la forma de operar de las fuerzas represivas del Porfiriato, podía ser rebasada.
Cabe apuntar que tras el triunfo maderista en 1911, los principales dirigentes de la Unión Liberal Humanidad se integraron al movimiento revolucionario desempeñando diversas tareas, por un lado como gobernantes: Baca Calderón en Nayarit y Diéguez en Jalisco, aunque también como militares del ejército Constitucionalista, representantes ante el Congreso Constituyente e incluso algunas tareas educativas (en el caso de Baca Calderón).
5. Legado
La trascendencia de larga duración que tuvo la huelga de Cananea no fueron menores que las inmediatas. Por una parte representó la irrupción del proletariado industrial en la historia de México. Tradición que más adelante intentó ser retomada con la creación de la Casa del Obrero Mundial, los Batallones Rojos y la creación de las primeras organizaciones sindicales en 1914, véase Memoria Proletaria 5: Apunte sobre el sindicalismo en México.
De otra parte, Cananea representó un viraje en el tipo de demandas de clase que enarbolaban los trabajadores. De hecho se convirtieron en los precursores del moderno derecho laboral. Al triunfo de la revolución en contra de la dictadura de Victoriano Huerta, algunos de los veteranos de Cananea fueron integrados al Constituyente de 1917 en el que participaron en la conformación del artículo 123. Sin embargo, a pesar que fue un gran avance, pues junto al artículo 5°, garantiza los derechos de los trabajadores, no contó con la respectiva ley reglamentaria sino hasta 1931, durante la presidencia de Pascual Ortiz Rubio, cuando fue promulgada la primera Ley Federal del Trabajo (LFT). Las leyes laborales, pese a no llevar un carácter socialista, sino partir de la conciliación entre clases, lo cual ha tenido el mérito que al menos se enfoca en proteger más a la parte débil: a los trabajadores. Eso fue uno de los instrumentos que forzó al capital en México a desarrollar las fuerzas productivas.
En la actualidad, los gobiernos librecambistas han tolerado la violación consuetudinaria de la LFT. Lo que ha redundado en la desarticulación del aparato productivo mexicano.
2 comentarios:
Es importante resaltar el papel de Flores Magón en la revolución mexicana, me agradó el artículo.
En el texto parece que Jesús sí era anarquista o al menos cronoanarquista, ya que dice que murió en 1830, jeje.
Es un honor leer tus comentarios, camarada.
Y bueno, qué podíamos esperar estos anarquistas que se rebelan contra cualquier sistema, incluido el sistema solar. Por cierto, ya fue subsanado el error.
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