lunes, marzo 02, 2009

Reyertas 27: Efectos de la crisis contra los trabajadores, I

En las tres ediciones anteriores se ha abordado el problema de la crisis económica mundial desde la perspectiva de los efectos que ésta tiene para los trabajadores mexicanos. Ello ha sido debido a que desde nuestros criterios el tema más apremiante, no solamente por la crítica destructiva hacia la política económica librecambista (neoliberalismo) sino porque se concibe que para construir una alternativa objetivamente viable al capitalismo es indispensable antes que nada saber lo que está sustentando tal política económica. Es decir, en efecto se trata de destruir teóricamente al capitalismo, pero no para dejar el hueco caótico de la nada en su lugar: se trata de delinear las líneas programáticas generales que nos permitirían construir una estructura económico-social completamente distinta y que no incurra en los errores del capitalismo. Parafraseando al joven Marx, se trata de partir de un pensamiento apegado a la realidad para construir el pensamiento al cuál podamos llevar a la realidad. Por supuesto que ni la crítica del capitalismo actual en México ni la construcción de la estructura superadora se pueden agotar en estos breves posts, pero al menos nos es posible delinear algunos elementos centrales sobre los cuales es necesario profundizar e interrelacionarlos con los fenómenos sociales que se ven alterados por el desarrollo ulterior de la economía.

Lamentablemente esta concentración de nuestros artículos en ese tema nos ha llevado a que se postergue la reflexión sobre otros procesos sociales importantes que están aconteciendo en la lucha de clases internacional. Solamente por mencionar dos: las implicaciones que tienen las recientes modificaciones a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y la situación del proceso electoral que se vive actualmente en El Salvador, entre otros. No obstante, por el momento, al menos en la presente entrega y la siguiente se seguirá tomando como prioridad este asunto de la crisis y los trabajadores en México, no se pierda de vista que el gobierno panista está muy activo promoviendo su famosa reforma laboral, la cuál en breve abordaremos.

En Reyertas 24 se expuso el efecto que tiene la política neoliberal sobre la situación de la incorporación de fuerza de trabajo al proceso productivo y el valor de aquélla. En el 25 se abordó las limitantes de la articulación del mercado interno. En el 26 se hizo una descripción de la tendencia que están tomando las condiciones laborales a partir del estallido de la crisis económica. Valga el tener presente el recuento anterior como referente para desarrollar el tema de la explotación laboral en México.

La idea que nos queda sobre el capitalismo es que éste promueve el consumo excesivo de productos, sobre todo cuando el referente ideológico es el American way of life. Para muchos de nosotros es claro que si no tenemos determinado nivel de consumo, si no andamos a la moda, si no estamos al día en el uso de las novedades tecnológicas que están disponibles en el mercado; somos bichos raros que no merecen estar dentro de la sociedad. En efecto, así es, el consumismo es una idea que se ha ido incrustando entre los mexicanos por cada uno de los rincones de nuestro cuerpo y de nuestra mente. A tal grado que los efectos de tal patrón de comportamiento saltan a la vista de todo el mundo: acelerado deterioro del medio ambiente y desmoralización de la sociedad. Lo contradictorio de tal situación es que cuando el crecimiento de la tasa de fuerza de trabajo incorporada a la producción es menor que la de crecimiento de la población en disponibilidad para trabajar (ver Reyertas 24), se expande el ejército industrial de reserva. Cuando al hecho anterior se le añade que entre 2005 y 2008 la tasa promedio en que creció el valor de la fuerza de trabajo, 2.6% (ver Reyertas 24) está por debajo de la tasa promedio en que se expandió la producción en el mismo periodo, 3.2% (según datos del INEGI). En otras palabras, lo anterior significa que el capitalismo ha fomentando una tendencia a lo que Paul M. Sweezy denominó: subconsumo. Por principio de cuentas es preciso recordar que no hay subconsumo sin sobreproducción, de lo cuál se corrobora que el acontecimiento de crisis como la actual no es algo que se deba a un error humano: a un mero accidente prevenible. No, son el resultado de la propia estructura capitalista. Pero, ¿cómo es que el bajo crecimiento del empleo y el la ínfima valorización de la fuerza de trabajo generan subconsumo? En realidad el asunto es muy fácil de explicar. Por un lado, cuando la población crece más aceleradamente que el empleo, esto significa que el porcentaje de habitantes que percibe un ingreso, indispensable para adquirir los bienes a consumir, se reduce: hay menos posibles consumidores o cada vez más personas dependen del ingreso de una misma. Por el otro lado, la diferencia entre el crecimiento del ingreso y el de la producción son mercancías que no se pueden adquirir porque no hay cómo adquirirlas: se acumulan.

Ese subconsumo que en su momento tiene la función de abrir las condiciones para incrementar la plusvalía relativa, mejoramiento de la tecnología y organización del proceso productivo sin incrementar la jornada laboral, es el mismo que a la postre genera las condiciones que derivan en el inicio de una crisis. La sobreproducción ocasiona que la tasa de ganancia percibida por el capitalista se reduzca en forma constante, entre más sobreproducción se acumule, más descenderá la tasa de ganancia. En contraparte, el lento crecimiento del ingreso que origina la tendencia al subconsumo necesita ser contrarrestado por algún medio; ese medio suele ser el crédito. Pero el pedir dinero prestado para el consumo tiene dos inconvenientes: 1) entre más crezca la demanda de dinero más crecerán los tipos de interés que las instituciones financieras cobrarán por prestarlo y, 2) los créditos otorgados eventualmente tienen que ser reembolsados, no son un ingreso adicional. En el primer caso esa tendencia se opone a la seguida por la tasa de ganancia hacia la baja, de tal suerte que en cuanto las tasas de interés superan a la tasa de ganancia los capitalistas no encuentran incentivos para seguir arriesgando su capital invirtiéndolo en la producción, lo cuál significa crisis. En el segundo caso, todo marchará bien mientras el crecimiento del ingreso sea igual o mayor al crecimiento de los tipos de interés, pero dado que el subconsumo implica la ampliación de la brecha entre lo producido y la posibilidad real de consumir: el ingreso eventualmente será menor al interés, bien sea por que se reduce la magnitud de asalariados o bien porque el valor del trabajo se estanca o ambas.

Pero esa tendencia al subconsumo no es algo que devenga de la nada o que sea impulsado conscientemente por los capitalistas simplemente porque llevan la maldad en sus corazones. Nada de eso. La explicación del fenómeno al cuál nos referimos no se encuentra en los maniqueísmos, sino a hechos económicos reales y que son inherentes al capitalismo mientras exista: la explotación de la fuerza de trabajo. Sin embargo, por cuestiones de espacio, ya no me es posible desarrollar aquí la explicación de cómo la explotación de la fuerza de trabajo determina el subconsumo de los trabajadores. Habrá que posponerlo para la entrega de la próxima semana. Falta además hacer algunas anotaciones sobre las propuestas que el secretario del trabajo está promoviendo para reformar la Ley Federal del Trabajo (LFT), así como las repercusiones previsibles que tendrá para los trabajadores y algunas líneas sobre el proyecto alternativo que las clases subsumidas requieren en materia laboral. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!

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