viernes, agosto 06, 2010

Memoria Proletaria 13: Teoloyucan, 1914

Introducción

Por cabalístico que pudiesen parecer algunas fechas en la historia, ello no implica que el destino de la humanidad esté predeterminado por los astros, las runas, el tarot, las líneas de la palma de la mano o las manchas de humedad que aparecen en las estaciones del metro. En la historia como en la vida, las coincidencias ocurren independientemente de nuestra voluntad humana. Aunque es innegable que algunas de ellas son provocadas, lo cierto es que no es posible correlacionar voluntad-coincidencia.

Lo anterior viene a colación por una cuestión de fechas extrañamente coincidentes: el 13 de agosto. Por un azar de la historia en esa fecha, pero en el año de 1521 el último de los tlatoani de México-Tenochtitlán, Cuauhtémoc, fue apresado por las tropas de Hernán Cortés. Con ello se consumó la conquista sobre el pueblo mexica; muchos historiadores comienzan a contar el período de la Nueva España a partir de ese momento. No sin cierta razón. Cierto que las expediciones de conquista continuaron durante varias décadas más hacia el norte y sur de lo que en su momento fue el virreinato novohispano, pero la parte medular, la civilización que tenía mayor trascendencia en la región en tiempos de la colonia eran los mexicas. Una vez derrotados éstos y dada la alianza plurinacional que los pueblos indígenas conformaron entorno a los españoles, la organización de la nueva colonia española fue relativamente más sencillo.

Casi cuatro siglos más tarde, en 1914, un nuevo evento marcó un punto de inflexión en la misma fecha: 13 de agosto. En esa fecha se firmaron los Tratados de Teoloyucan, documento que formalizó el final de la dictadura de Victoriano Huerta. Señalamos que esto fue en términos formales porque en la práctica Huerta había renunciado a la presidencia desde el 14 de julio de 1914, por lo que para mediados de agosto la presidencia era ejercida por Francisco Carvajal, político cercano al dictador. Los Tratados fueron firmados entre los dirigentes de la división noroeste del Ejército Constitucionalista (Álvaro Obregón, Lucio Blanco y Othón P. Blanco) con los representantes huertistas (Lauro Villar, Gustavo A. Salas y José Refugio Velasco).

Teoloyucan, en aquélla época, era una pequeña población al norte del Estado de México. El poblado, según los señalamientos de Alfonso Chavero, fue fundado hacia el final del período clásico prehispánico. Se presume que su nombre original era Teohuilloyocan (lugar lleno de cristal de roca) pero cuya pronunciación fue corrompida durante la colonia hasta su actual forma. Se sabe, por las matrículas tributarias, que durante el posclásico, ya bajo la hegemonía regional de los mexicas, Teoloyucan estaba sometido a la administración de Cuauhtitlán. De los poco más de 1,000 habitantes que tenía el pueblo en el momento de la conquista, la mitad era de origen nahua y la otra otomí. Durante la colonia los españoles dividieron administrativamente la comunidad en siete estancias de indios y cuatro de españoles.

Durante la independencia, los habitantes participaron activamente en el movimiento hasta el triunfo de la república en 1824. Al año siguiente, el primer gobernador del Estado de México, Melchor Múzquiz publicó el decretó mediante el cuál se creo el municipio de Teoloyucan. Durante el siglo XIX la comunidad se enfocó en actividades agrícolas mediante cultivos de maíz, trigo, frijol, cebada y pastos. Sin embargo, su crecimiento demográfico en cuatro siglos no había sido llamativo, para mediados del siglo XIX contaba con poco más de 4,500 habitantes. La política modernizadora del porfiriato se materializó en la llegada de migrantes provenientes del norte de la península itálica que fundaron la Colonia Venecia.

La ubicación geográfica de Teoloyucan como paso del ferrocarril hacia el norte cercano a la Ciudad de México, hicieron del pueblo un sitio militarmente conveniente. Esto fue observado por los Constitucionalistas que establecieron ahí su cuartel para asediar a la ciudad de México durante la guerra en contra de la dictadura huertista.

Más allá de los elementos anteriormente planteados, es preciso agregar que los Tratados, más allá del valor historiográfico que suele atribuírseles, también representaron un parte aguas durante la revolución mexicana que sintetizó tanto el cúmulo de procesos anteriores como sirvió como condicionante para los sucesos posteriores. Eventos en cuyo desarrollo estuvo involucrado de manera determinante el proletariado mexicano.

Para esclarecer estos elementos es preciso contextualizar lo que acontecía alrededor de la dictadura de Victoriano Huerta.

La dictadura del chacal

Como es bien sabido, la primera etapa de la Revolución Mexicana estuvo definida por la lucha de las fuerzas democratizadoras en contra de la dictadura de Porfirio Díaz. Esta etapa de guerra no duró más de seis meses. Así, para el segundo semestre de 1911 se instituyó un nuevo gobierno con Francisco I. Madero al frente de la nación. El nuevo gobierno representaba la línea política del ala revolucionaria más moderada: la burguesía nacionalista. No se olvide que el propio Madero había sido un personaje que se oponía a la vía armada como medio para termina con la dictadura porfirista. Fue solamente cuando agotó todas las opciones democráticas, o mejor dicho, cuando hizo conciente que no había alternativas pacíficas para la transformación social en México cuando aceptó aliarse con las fracciones revolucionarias de la oposición. Mas el carácter moderado de la política maderista no debe buscarse en su resistencia personal a recurrir a la vía armada, sino en su política misma. Madero representaba a una burguesía nacional surgida de los más de 30 años de Porfiriato, pero que comenzaba a ser desplazada directamente por la burguesía imperialista, tanto europea como estadounidense. Para ese segmento la urgencia de sustituir al antiguo régimen por sus propios representantes políticos era una necesidad para no ser aniquilados por el capital monopolista. Sin embargo, el estilo personal de Francisco I. Madero para gobernar no fue el más acorde con la situación nacional ni con las necesidades de esa incipiente burguesía mexicana.

La incapacidad maderista para neutralizar las demandas de varios de los grupos que se aliaron en el levantamiento contra el Porfiriato, llegó al extremo de ocasionar la continuidad de la guerra. En sentido inverso, el gobierno de Madero tampoco fue capaz de liquidar a los partidarios del antiguo régimen dictatorial. Personajes que representaban la restauración porfirista como Félix Díaz (sobrino de don Porfirio) y Bernardo Reyes mantuvieron una gran influencia sobre el ejército mexicano.

Mientras el zapatismo y el orozquismo se batían contra el ejército federal para obligar a Madero a cumplir con un programa revolucionario agrarista, a principios de 1913, los porfiristas preparaban las condiciones políticas básicas para derrocar al débil régimen maderista. El resultado de esa situación fue la Decena Trágica. Diez días de combates entre el grupo de rebeldes del ejército mexicano leales a Díaz y Reyes, que terminaron con la traición del general Victoriano Huerta contra el presidente Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez gracias a la intermediación del embajador estadounidense en México Henry Lane Wilson.

El golpe de Estado perpetrado por Huerta representó, hasta cierto punto, un intento por restaurar el antiguo régimen porfirista pero sin ninguno de los personajes que lo representaban. Con don Porfirio exiliado en Europa y dada la incapacidad del general Félix Díaz, el camino para un nuevo protagonista estaba abierto. Elemento que aprovechó perfectamente el general Huerta. El 19 de febrero firmó junto a Félix Díaz y el embajador Wilson el Pacto de la Embajada, el gobierno estadounidense se comprometía a reconocer a un nuevo gobierno siempre y cuándo fuese designado legalmente. Así, el mismo día se obligó a Madero y Pino Suárez a renunciar, lo que dejó la presidencia en manos del ministro de Relaciones Exteriores, Pedro Lascuráin, quién asumió la presidencia tras acordar con Huerta el nombramiento de éste como su ministro del Exterior a cambio de permitir que Madero y Pino Suárez fuesen exiliados de México. En 45 minutos Lascuráin juró como presidente, designó a general Huerta y envió su renuncia de efecto inmediato al Congreso. Sin embargo, los golpistas no cumplieron con su parte. Al tercer día de la nueva dictadura militar, el 22 de febrero, Madero y Pino Suárez, junto al general Felipe Ángeles, fueron sacados con rumbo a la cárcel de Lecumberri, pero en el camino los dos primeros fueron asesinados por el mayor Francisco Cárdenas.

La dictadura militar de Victoriano Huerta no vaciló en recurrir al uso de la represión para imponer su propia concepción sobre el orden a la nación. El asesinato de opositores fue un recurso común. Primero Madero y Pino Suárez, presidente y vicepresidente respectivamente. Poco tiempo después fueron asesinados, en agosto, el diputado Serapio Rendón en la cárcel de Tlalnepantla y en octubre el senador Belisario Domínguez en el panteón del Xoco. En estos dos últimos casos se trataba de reputados opositores a la dictadura que se habían pronunciado duramente contra ésta y contra la disolución del Congreso.

Sin embargo, la respuesta de los grupos maderistas no fue tarda ni menor. Para finales de marzo ya había sido promulgado en Ramos Arizpe el Plan de Guadalupe por el gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza. Rápidamente los antiguos grupos que se habían levantado en armas contra el Porfiriato, se volvieron a sublevar ahora contra el huertismo, con excepción de las huestes de Pascual Orozco quién se adhirió a la dictadura por su oposición al régimen maderista. Los firmantes del Plan de Guadalupe se integraron en el Ejército Constitucionalista que reconocía a Carranza como su máximo jefe. Mientras en el centro y sur del país, los zapatistas reformaron el Plan de Ayala para ir contra el huertismo.

Hasta este punto la historiografía tradicional, es decir la que concibe la historia como el producto de las decisiones de los grandes personajes, mantiene su gran vigor explicativo. Donde sus esfuerzos de interpretación se van debilitando es al referirse al papel que desempeñaron los trabajadores en la revolución. Por alguna extraña razón solamente se concibe como grupos revolucionarios a aquellas organizaciones que tomaron las armas; los movimientos sociales que ejercieron presión política comúnmente son ignorados. Sobre los trabajadores también pesa otro error frecuente: suponer que su única estructuración orgánica puede ser a través del sindicalismo. Más aún solamente se reduce la idea de una organización de clase a la forma moderna de los sindicatos, la cuál difiere notablemente de las características que tenían en los primeros intentos. Tal como lo expuse en Memoria Proletaria 5: Apunte sobre el sindicalismo en México, los primeros experimentos por crear organizaciones clasistas de trabajadores en México se gestaron durante los últimos años del gobierno juarista: eran sociedades mutualistas que tenían el objetivo de mejorar las condiciones de vida de los obreros mediante la cooperación solidaria y el altruismo. La Sociedad de Socorro Mutuo, la Junta Promotora de las Clases Menesterosas, la Sociedad Política Fraternal y el Congreso General de Obreros de la República Mexicana fueron las primeras expresiones del proletariado organizado. Muchas de esas organizaciones tuvieron la influencia directa de los grupos anarquistas y logias masónicas. Ninguna de esas organizaciones consiguió superar la represión porfirista, su capacidad de acción quedó muy limitada. Fue hasta la irrupción de los Clubes Liberales organizados en torno al floresmagonismo que las formaciones de clase consiguieron tener una verdadera ingerencia política, aunque aún bastante limitada. El triunfo de la revolución maderista significó una efervescencia social que se tradujo en la multiplicación de los experimentos organizativos de los trabajadores urbanos. Aunque dado el predominio del anarquismo y de la masonería en ese período las organizaciones obreras seguían teniendo un carácter mutualista, así en 1911 surgieron: la Confederación Nacional de las Artes Gráficas, Mártires del siete de enero, Fe y Trabajo, Mártires del Trabajo, la Gran Liga del Trabajo y la Cámara Nacional del Trabajo.

Fue hasta el año siguiente, 1912, que se dio un avance cualitativo con la fundación de la Casa del Obrero, posteriormente conocida como Casa del Obrero Mundial (COM). El valor histórico de la COM radicó en que no se trataba de una nueva agrupación sindical sino de un centro dedicado a la difusión y formación ideológica de los obreros. La anterior aunado a la diversidad ideológica (en su fundación participaron grupos anarquistas, socialistas, masones y liberales), posibilitó que la COM tuviese una gran ingerencia en el movimiento obrero.

El grupo anarquista Luz fue el principal convocante para la fundación de la Casa del Obrero Mundial

Rápidamente la Casa se convirtió en el principal referente obrero, las organizaciones sindicales fueron adquiriendo, a su amparo, una fisonomía moderna aunque imbuida de las ideas anarquistas de conquistar la abolición del Estado mediante la huelga general y la acción directa. Esos principios entraban en franca contradicción con los postulados del maderismo, por lo que la COM se ubicó como una fuerza opositora al gobierno mexicano. El régimen de Madero recurrió a la represión en contra de los principales dirigentes obreros en tanto que la Iglesia Católica anatomizaba a la Casa para disuadir a los trabajadores de afiliarse a los sindicatos que la integraban. Ante esa situación la COM rompió toda relación con el gobierno y acusaron a Madero de seguir los pasos de Porfirio Díaz. Sin duda que la concepción burguesa de madero, así como su indecisión política para realizar las reformas indispensables para el desarrollo de las fuerzas productivas del país, fueron el detonante del rompimiento obrero con el gobierno.

Poco tiempo después, el maderismo fue abandonado a su suerte con la toma de la Ciudadela por parte de los seguidores de Félix Díaz y Bernardo Reyes. La Decena Trágica fue enfrentada por el gobierno tras varios rompimientos políticos con fuerzas aliadas, incluyendo a la clase trabajadora. Pero, más allá de los diferendos ideológicos de la COM con el régimen de Madero, fue evidente que ésta tampoco estaba dispuesta a aceptar la implantación de una dictadura como la huertista.

Al mismo tiempo que en el norte se organizaba el Ejército Constitucionalista y en el sur el Ejército Libertador reformaba el Plan de Ayala para adecuarlo contra el nuevo gobierno militar, en abril de 1913, la COM organizó la primera conmemoración del 1 de mayo que se hacía con una manifestación pública. A partir de ese acto fue que se le agregó el carácter de Mundial a la Casa del Obrero. En esa fecha 25,000 trabajadores marcharon desde el Zócalo hasta el Hemiciclo a Juárez, entregaron un pliego de demandas a los diputados Gerzayn Ugarte y Serapio Rendón, para finalmente celebrar un mitin en el teatro Xicoténcatl (hoy sede del Senado de la República).

Unos días después del primer acto conmemorativo del Día Internacional de los Trabajadores, la COM convocó a realizar, el 25 de mayo, un mitin en el Teatro Lírico en protesta contra la dictadura huertista. El régimen intentó impedir la realización del acto clausurando el teatro, sin embargo los organizadores decidieron trasladarlo al Hemiciclo a Juárez. Dentro del grupo de oradores participaron personajes como los dirigentes de la COM Antonio Díaz Soto y Gama, Pioquinto Roldán y los diputados Hilario Carrillo y Serapio Rendón. El tono de los discursos fue de condena a la dictadura, por lo que Huerta respondió recrudeciendo la represión contra la Casa. Varios dirigentes fueron aprehendidos y se deportó a cinco trabajadores inmigrantes que participaron en la fundación de la organización.

La agitación política de la COM continuó pese a que la facción hegemónica, los anarquistas, habían conseguido una declaración en que los trabajadores se negaban a hacer política en el campo del patriotismo. Así, y ante el desembarco de los marines estadounidenses en el puerto de Veracruz, recuérdese que el gobierno de Woodrow Wilson se negó a reconocer los acuerdos firmados por el embajador Henry Lane Wilson. Ante esa situación Huerta ordenó la clausura definitiva de la COM el 27 de marzo de 1914. La medida fue inútil para la causa dictatorial. Los trabajadores comenzaron acercamientos con el constitucionalismo a través del general Álvaro Obregón. Al mismo tiempo, los anarquistas aprovecharon sus relaciones con organizaciones internacionales de trabajadores para difundir en el mundo la situación que se presentaba en México.

Manifiesto publicado por la Casa del Obrero Mundial

Radicalización revolucionaria

Huertismo

La carrera militar de Victoriano Huerta comenzó al amparo del gobierno juarista quién en 1871 lo recomendó para ingresar al Colegio Militar. Se destacó como elemento fiel al Porfiriato, incluyendo su participación en la represión de 1903 contra los pueblos mayas de Yucatán. Al estallar la revolución maderista a Huerta le fue encomendado el combate contra los zapatistas en Morelos, en donde se destacó por sus formas sanguinarias para reprimir a los pueblos. Pero, ni el terror que ejerció le fue suficiente para derrotar a los revolucionarios. A la renuncia de Díaz, Huerta se ofreció para escoltar al dictador hacia el puerto de Veracruz.

De manera inexplicable, al llegar a la presidencia, Madero no se atrevió a desmontar la estructura militar porfirista; al contrario, pretendió servirse de ella. Sin duda que el ejemplo más notable de esa política fue el general Huerta, a quién se le designó jefe de operaciones para combatir la insurrección de Pascual Orozco en el norte del país. El ejército maderista derrotó a los orozquistas, y su jefe tuvo que exiliarse durante algunos meses en Estados Unidos.

Mientras tanto, Huerta fue llamado a la Ciudad de México para comparecer ante la Secretaría de Guerra por desacato. Pero en medio de su proceso estalló la Decena Trágica. Una vez más Francisco I. Madero repitió su error de confiar en la institucionalidad de los militares porfiristas, designó al general Victoriano Huerta como comandante militar de la capital. Durante los diez días de combates Huerta se mostró leal al presidente, pero por debajo se orquestaba la traición. El 18 de febrero le ordenó a Aureliano Blanquet que apresase a Madero y Pino Suárez. Un día después, ya firmado el Pacto de la Embajada entre Félix Díaz (cabeza de los sublevados), Victoriano Huerta (jefe del ejercito maderista) y Henry Lane Wilson (embajador de los Estados Unidos en México), se obligó al presidente y al vicepresidente a renunciar.

Al usurpar la presidencia, Huerta se hizo rodear de militares fieles al Porfiriato. La idea era restaurar el antiguo régimen. Aunque también tuvo la capacidad para atraerse a algunos revolucionarios enemigos del maderismo, como fue el caso de Pascual Orozco, éste convalidó el golpe de Estado al unirse a las tropas huertistas el 27 de febrero de 1913, cinco días después del asesinato de Madero.

Pero la mayoría maderista no se quedó de brazos cruzados. A los alzamientos armados en el norte y sur del país se agregaron las protestas en la capital. Por ello, Huerta ordenó el asesinato de los dos principales congresistas opositores: el diputado Serapio Rendón en agosto y el senador Belisario Domínguez en octubre. Poco después de este último el dictador ordenó la clausura del Congreso.

Para colmo, el gobierno estadounidense de Woodrow Wilson no aceptó los tratados firmados por su antecesor, William Taft, y la dictadura huertista. No se trataba de una cuestión democrática sino de un pretexto para invadir territorio mexicano. Así, en abril de 1914 el puerto de Veracruz fue tomado por la marina estadounidense. A la guerra contra constitucionalistas y zapatistas, había que agregar una nueva contra los EE.UU.

Zapatismo

El general porfirista, y posteriormente huertista, Aureliano Blanquet fue enviado por la dictadura a combatir contra los zapatistas. Fue inútil, el Ejército Libertador del sur alcanzó en esta época su mayor esplendor. A la demanda histórica de los pueblos indígenas por la posesión de la tierra, se sumó la indignación ante el intento de restauración porfirista. En Memoria Proletaria 9: Zapatismo se abordó con mayor amplitud el tema del papel desempeñado por el Ejército Libertador del Sur. Por lo que aquí nada más me limitaré a subrayar el esplendor de los zapatistas durante la etapa de guerra en contra de la dictadura de Victoriano Huerta. Cuando consiguieron controlar territorios en los estados de Morelos, Puebla, Guerrero, México y Distrito Federal.

Constitucionalismo

La caída del gobierno de Francisco I. Madero fue el detonante para la insurrección de los grupos revolucionarios veteranos. En el norte del país la experiencia asimilada de la guerra contra el Porfiriato sirvió para que los grupos armados se integrasen en sólo cuerpo: el Ejército Constitucionalista. El llamado inicial fue hecho por el entonces gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, quién promulgó el 26 de marzo de 1913. A el se incorporaron casi todas las fuerzas revolucionarias con excepción de los zapatistas.

Para hacer más sencilla la operación del EC, Carranza, dividió a sus fuerzas en tres divisiones, la del Noreste, la del Norte y la del Noroeste. La primera estuvo encabezada por el general Pablo González, la segunda (la más grande y poderosa) estaba al mando de Francisco Villa y la tercera bajo las ordenes de Álvaro Obregón. El éxito del Plan de Guadalupe para unificar a los revolucionarios fue su generalidad. Al centrarse en el derrocamiento del régimen huertista las contradicciones entre los distintos grupos que conformaban el EC quedaron ocultas. No se olvide que mientras la División del Norte estaba conformada por una amplia gama de sectores populares dirigidos por un antiguo bandolero, Francisco Villa; Obregón había hecho carrera como político maderista y González era un militar de carrera. De cierta manera Villa tenía mayor cercanía con el pueblo, pero Obregón tenía una idea más precisa de cómo desenvolverse en la política.

A diferencia del Ejército Federal (los pelones) el EC tenía mayor tamaño, más experimentado y habilidad para el combate. Lo que representaba una enorme ventaja.

El colapso

La complicada situación de la dictadura huertista, entre la guerra contra los grupos revolucionarios y la intervención estadounidense de 1914 se hizo aún más difícil hacia mediados de ese año. En mayo la División del Norte, tomó la ciudad de Torreón y el 22 de junio la de Zacatecas. Ese fue un golpe brutal para las tropas federales pues esas ciudades albergaban importantes nudos ferroviarios que conectaban los transportes y las comunicaciones del norte con el centro, así como la costa del Pacífico con la del Golfo de México. Pocas semanas después, el 15 de julio de 1914, Victoriano Huerta renunció a la presidencia dejando en su lugar a uno de sus allegados en ella: Francisco Carvajal. Para finales de julio-inicios de agosto, Obregón había aprovechado la situación para establecer su base de operaciones en el norte del Valle de México, más precisamente en la localidad de Teoloyucan. Desde ahí esperaba el momento adecuado para hacer su entrada a la capital. Una espera que nada tuvo de pasiva, pues desde ahí realizó una serie de acciones políticas para debilitar al gobierno de Francisco Carvajal. Entre ellas las platicas entre sus representantes con los principales dirigentes de la COM. Finalmente, el 9 de agosto de 1914 Alfredo Robles Domínguez, en representación del EC se reunió con el Secretario de Guerra y Marina, José Refugio Velasco, del gobierno federal se reunieron para acordar el retiro de los federales de la Ciudad de México. Así, cuatro días después, el 13 de agosto, los huertistas firmaron en el camino entre Teoloyucan y Cuauhtitlán los tratados que dieron término formal a la dictadura. Al día siguiente Obregón entró en la Ciudad de México al mando del EC. Una semana después, el 20 de agosto, llegó Venustiano Carranza a tomar su lugar como presidente interino, puesto que se había arrogado desde el Plan de Guadalupe al designarse jefe supremo del Ejército Constitucionalista.

Firma de los Tratados de Teoloyucan

Por cuenta de Obregón, el 21 de agosto fue reabierta la Casa del Obrero Mundial, y un mes después el general le entregó a la organización obrera el edificio del antiguo convento de Santa Brígida.

Depuración revolucionaria

Rompimiento revolucionario

El brillante triunfo político y militar que obtuvieron los revolucionarios con la firma de los Tratados de Teoloyucan fue puesto al filo por las veleidades de Carranza. Las medidas tomadas por el nuevo presidente no solamente agudizaron las divisiones políticas al arrancar una persecución en contra de los zapatistas y villistas, sino también estuvo cerca de echarse en contra a los trabajadores. La crisis dejó una situación incierta, por un lado se abrió la oportunidad para que los grupos más radicales (zapatistas y villistas) realizasen una revolución social más profunda, pero al mismo tiempo, esa ruptura de la unidad dejaba abierta las condiciones para una reacción restauradora.

Al asumir la presidencia, Carranza comenzó la guerra en contra de los zapatistas porque éstos no reconocieron al Plan de Guadalupe. Casi al mismo tiempo, se ordenó la destitución de Francisco Villa al frente de la División del Norte por la desobediencia de éste al haber tomado la ciudad de Zacatecas sin permiso, desconociendo los acuerdos alcanzados en las Conferencias de Torreón realizadas a comienzos de julio de 1914 entre villistas y carrancistas. En realidad Carranza estaba aplicando una política de clase al deshacerse de los dirigentes sociales que representaban a las clases populares. Pero lo hizo fuera de tiempo, desde la perspectiva de los intereses políticos de la burguesía, y con formas desmedidas; el resultado fue enardecer el anticarrancismo entre el pueblo. Por fortuna villistas y zapatistas pactaron una alianza que unificó a la facción radical, lo que le cerró el paso definitivamente a la restauración conservadora.

Pero Carranza estuvo a punto de cometer otro gran error: excluir a los trabajadores organizados, comenzando por los de la COM. La idea del nuevo presidente era que el asunto obrero debía resolverse mediante la creación de una legislación para el sector, pero debía evitarse su organización como clase. Esa política fortalecía, al interior del COM, las posiciones anarquistas que huían a toda costa del nacionalismo. Fue la intervención de Álvaro Obregón, quién fue concediéndole privilegios a las organizaciones sindicales afiliadas a la Casa, lo que cambió diametralmente la situación. El 10 de febrero de 1915 los trabajadores tomaron partido por los constitucionalistas y el 17 del mismo mes decidieron suspender las actividades de la COM para integrar los Batallones Rojos. Acción que resultó decisiva para el gobierno carrancista.

Convención de Aguascalientes

En un principio, la Convención Republicana había sido convocada excluyendo a los villistas y a los zapatistas, como se ha afirmado arriba por causa de la aversión de Carranza a darles concesiones políticas a esos grupos. Sin embargo, esos dos ejércitos habían sido los grandes artífices de la derrota del huertismo que fue concretada en los Tratados de Teoloyucan. Por ello es que a la postre los constitucionalistas se vieron forzados a abrirle espacio a villistas y zapatistas, que juntos rápido consiguieron hacerse del control de la Convención, cosa que fue rechazada por los carrancistas. Así, mientras los convencionistas designaban como presidente de México al minero coahuilense Eulalio Gutiérrez Ortiz el 1 de noviembre de 1914, los carrancistas desconocieron los acuerdos de la Convención al tiempo que se preparaban para una nueva guerra.

Conocida foto del archivo Casasola: Villa y Zapata flanqueando al presidente nombrado por la Convención, Eulalio Gutiérrez Ortiz

En diciembre del mismo año, las tropas de Francisco Villa y Emiliano Zapata tomaron la capital para instalar el gobierno de Gutiérrez, mientras Carranza instalaba su gobierno en Veracruz. Durante la guerra de facciones que se desató entre constitucionalistas y convencionistas los trabajadores, nuevamente, desempeñaron un papel determinante. Incluso las famosas batallas de Celaya entre el ejército dirigido por Villa contra el encabezado por Obregón serían imposibles de entender sin la participación decisiva de los trabajadores. No solamente a través de los Batallones Rojos que apoyaban a Obregón, sino por la actividad organizativa que los miembros de la COM desplegaron en el país durante finales de 1914 y 1915. La ventaja que los trabajadores organizados les brindaron a los constitucionalistas fue en todos los rubros. Hasta en aspectos tan aparentemente sin importancia como la disponibilidad del armamento. A los convencionistas requerían les era vital mantener la frontera para conseguir armamento proveniente de Estados Unidos, a miles de kilómetros del centro del país. En cambio, los trabajadores de la Fábrica Nacional de Armamentos, afiliados a la COM, colaboraron con los constitucionalistas desmontando las líneas de producción para trasladarlas a San Luis Potosí en donde estaban a disposición de los carrancistas. Esa serie de hechos fueron los que posibilitaron que para mediados de 1915 Carranza instalase su gobierno nuevamente en la Ciudad de México.

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