Segundo aniversario
El pasado 25 de agosto Asaltando la Red cumplió su segundo año. No ha sido una labor sencilla la de estar al tanto de los sucesos que acontecen en la realidad cotidiana, documentar sus orígenes, reflexionar sobre sus posibles implicaciones y apreciar su justa dimensión en la situación de la lucha de clases. Sin embargo, ha valido la pena. Indudablemente que sí. Al menos al pequeño equipo de involucrados en su elaboración le ha sido de gran ayuda. Pero todo ese esfuerzo sería en vano sin el apoyo de los internautas que nos hacen el favor de leer nuestros post. Antes que a nadie va el agradecimiento a todos los que de alguna manera u otra han contribuido a mantener este esfuerzo de comprensión durante los dos años que tenemos en la red. Nuestro compromiso es el de mantener la calidad de nuestros análisis y publicaciones, para producir materiales que si bien no den una explicación acabada de los fenómenos abordados, al menos sí le sirvan a los lectores como un punto de apoyo para generar sus propios puntos de vista.
Colombia: economía y sociedad
Hace poco más de tres semanas, el 7 de agosto, tomó posesión de la presidencia de Colombia Juan Manuel Santos. Como ya he comentado en ediciones anteriores (véanse Reyertas 92: La elección de los paras y Reyertas 95: ¡Santos aprietos!), el nuevo gobernante colombiano representa la continuidad de las políticas implementadas por Álvaro Uribe durante sus ocho años de presidencia. Al mismo tiempo, a pesar de los avances que tuvo en los procesos electorales recientes, el ascenso de Santos también representa una derrota más para las endebles izquierdas en Colombia.
Sin embargo, sería un desacierto considerar a Santos como un títere manipulado por Uribe. El historial del ahora presidente colombiano, como mencioné en Reyertas 95, una trayectoria política y académica propia e independiente al ahora expresidente. En ella se destaca la aceptación que tiene su persona en los círculos de poder de los imperialismos. Especialmente entre el estadounidense y el británico. De hecho, algunos años antes de integrarse al equipo de Uribe, en 1999, publicó un libro, La Tercera Vía: una alternativa para Colombia, que escribió al alimón con Tony Blair, entonces primer ministro de la Gran Bretaña. Por consiguiente sería un error esperar que Santos maneje su gobierno bajo consignas dictadas por Álvaro Uribe. En todo caso, es un personaje suficientemente bien ubicado en el plano internacional como para que el imperialismo confíe directamente en él.
El gran poder económico del proyecto militarista que Uribe, y ahora su sucesor, aplican para Colombia, radica en los frutos económicos que la nación sudamericana ha obtenido en los años recientes. Principalmente producto de la intervención estadounidense a través del Plan Colombia.
Todavía durante la presidencia de Andrés Pastrana (1998-2002), la economía colombiana tuvo un desempeño muy pobre, su crecimiento a duras penas promedió el 0.4% anual. En contraste durante los ocho años del gobierno de Álvaro Uribe, la situación cambio de manera considerable. El despegue de la economía de Colombia fue uno de los más notables de América Latina, solamente por debajo de los de Brasil y Venezuela. Salvo en 2002 y 2009 (ambos años de crisis mundiales), el Producto Nacional Bruto (PNB) creció a tasas superiores al 4%. Incluso en 2007 su tasa de crecimiento superó el 7.5%. Así, durante los años de la administración de Uribe el promedio al que la economía de Colombia creció fue superior al 4% anual. Muy por encima de naciones más desarrolladas en la región como México.
Pero el desarrollo colombiano se debió fundamentalmente a dos circunstancias. La primera la intervención directa que los Estados Unidos han tenido en aquella nación mediante el Plan Colombia. La segunda, al bajo desarrollo de las fuerzas productivas colombianas hasta finales del siglo XX. Durante toda su historia independiente la nación sudamericana se había caracterizado por ser una economía básicamente agropecuaria, destacando sus cultivos de café. Todavía en la actualidad la producción de la agricultura representa más del 10% de su PNB, cifra muy superior a las naciones más desarrolladas de la región, para no mencionar a las grandes potencias imperialistas.
Este bajo desarrollo de sus fuerzas productivas hace que la economía colombiana sea más susceptible al ingreso de capital extranjero. Pues no hay una saturación de capital sobreacumulado. Solamente faltaban los empresarios dispuestos a exportar sus propios capitales a Colombia. El Plan Colombia facilita que las grandes empresas armamentistas de EE.UU. ingresen directamente mientras asientan las condiciones para que otros capitalistas se abran paso invadiendo el raquítico mercado interno colombiano para darle una apariencia de ensanchamiento. Sin embargo, eso no deja de ser un espejismo. Al observar la balanza comercial de Colombia resalta que ésta es negativa, es decir importa más de lo que exporta, desde el año 2001. La compra de mercancías básicas en el extranjero es una de las fuentes mediante las cuales las ganancias obtenidas por las trasnacionales regresan a sus propietarios originales.
A eso es preciso agregar que la bonanza uribista no se tradujo en progresos sociales significativos. Más del 50% de los colombianos se mantienen por debajo de la línea de pobreza. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) apunta que el Índice de Desarrollo Humano (IDH) ha tenido un avance muy lento en los diez años recientes. Entre otros factores porque la distribución del ingreso es sumamente desproporcionada.
Esa miseria combinada con la política represiva ejercida por el uribismo, son elementos que han restringido la movilización social. Por lo tanto, las propuestas de izquierda tampoco han progresado demasiado en estos años. Toda esa situación se ha traducido en la tendencia declinante que están padeciendo las organizaciones guerrilleras como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Ambas están padeciendo un momento crucial al enfrentar sus horas de mayor debilidad.
Sometimiento de Uribe al imperialismo: Frente al narco
Las grandes ponderaciones que se hacen sobre el Plan Colombia como una estrategia que ha presentado grandes resultados en el combate al narcotráfico son una gran mentira. Las propias autoridades estadounidenses reconocieron en marzo pasado que el 90% de la cocaína que se consume en ese imperialismo proviene de Colombia. El informe más reciente, al alcance del público, de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), el correspondiente al 2007, muestra que la superficie de cultivo para los arbustos de coca en Colombia ha disminuido. Sin embargo, la capacidad de la nación sudamericana para la producción de cocaína supera las 600 toneladas métricas de coca. Más del doble de lo que puede producir Perú, el segundo productor mundial. En sí, los productores de cocaína han mejorado la intensidad de los cultivos. En el año 2000 en Colombia se producían 4.2Kgs por hectárea cultivada. En cambio, para el 2006 la productividad por unidad territorial alcanzó los 7.8 Kgs.
Sin duda el Plan Colombia ha sido todo un éxito. La pregunta es ¿para quién?
Sometimiento de Uribe al imperialismo: las guerrillas, FARC y ELN
La presidencia de Álvaro Uribe resultó un negocio redondo para el capital monopolista estadounidense. Por una parte, el capital sobreacumulado de su industria armamentista encontró un espacio en el cual realizarse y con ello realizar la ganancia de los empresarios de la guerra. Por otro lado, el negocio de las drogas pasó a la administración directa del monopolismo.
En tercera instancia, el imperialismo consiguió arrinconar a las expresiones de lucha de los trabajadores. En ese proceso la gestión de Juan Manuel Santos al frente del Ministerio de Defensa fue vital. No solamente se trató de la ofensiva en contra de las guerrillas, la cuál desde la masacre de Sucumbíos tiene a las organizaciones insurgentes al punto de la desaparición (al menos en su forma actual). También se trata de los sindicatos, organizaciones indígenas, populares, ambientalistas e incluso las partidarias. Crear un entorno de violencia generalizada con el pretexto del narcotráfico y posteriormente vinculando a los cárteles de la droga con las guerrillas permitió establecer medidas de excepción que se propagaron por toda Colombia hasta casi desaparecer a las expresiones de las izquierdas. Sin duda que en ese sentido, la nación sudamericana resultó ser un laboratorio de los servicios militares y de inteligencia del imperialismo estadounidense para perfeccionar tácticas de contrainsurgencia efectivas para aplacar las resistencias que han proliferado en América Latina durante la última década, antes que su proceso de maduración las haga más peligrosas.
Finalmente, pero no menos importante. El imperialismo estadounidense ganó algo valiosísimo en términos militares. Siete bases militares en territorio colombiano (Malambo, Palanquero, Apiay, Cartagena, el Pacífico, Tolemaida y Larandia) que le servirán a los marines para proteger, en primera instancia, el primer círculo del espacio vital estadounidense. Es decir, la región de América Central y del mar Caribe. En segunda instancia, le permitirá desplegar, en caso de necesidad, sus fuerzas hacia el resto de América del Sur. No se olvide el papel fundamental que las bases militares en posesión de las fuerzas armadas estadounidenses tuvieron tanto en la masacre de Sucumbíos (en 2008) como en el golpe de Estado de Honduras (2009). Desde el territorio colombiano entregado a los EE.UU. bien se estarían operando acciones de desestabilización en contra de los gobiernos latinoamericanos más cercanos a las izquierdas.
A grandes rasgos esa fue la línea seguida por el gobierno de Álvaro Uribe y sin duda será la misma que siga Juan Manuel Santos. Con esa política de Seguridad Democrática el imperialismo pretende estrechar su control sobre América, justo en momentos en que se hace más evidente su decadencia como potencia hegemónica en el mundo. Revertir la situación colombiana e impedir que las políticas que se aplican en ella se extiendan por América Latina, es un asunto que incumbe a los trabajadores de todo el mundo. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!
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