jueves, febrero 26, 2009

Problemas fundamentales del universo. Análisis filosófico del conocimiento, dios, el alma, el universo, la nada y la libertad, 14:

La Nada

Dialéctica de la fealdad, la falsedad y la maldad

(Primera de tres partes)

Por: Sagandhimeo

Para Lalo y Ligia,

Por su apoyo.

INTRODUCCIÓN

Comúnmente los filósofos se ocupan de problemas positivos, es decir, de clarificar aspectos que disfrutan cierta autonomía, tales como la belleza, el amor, la verdad, la bondad, la felicidad y el ser. En esta obra se hace lo opuesto, pues considero que hablar de tales temas tiende a cierto esquematismo y estatismo. Por el contrario, hablar de cada aspecto relacionándolo con su opuesto nos brinda un espectro más amplio de discusión.

En tal sentido, para que cada concepto se acerque a la realidad, optaremos por el método dialéctico, donde cada cual forma una unidad con su opuesto. Pero no deseo encajar tales elementos en una dialéctica a priori, por lo que empezaré por analizarlos conceptualmente y proseguiré estudiándolos tal como se presentan en la realidad, sea ésta cotidiana, biológica o social.

Por último propondré una síntesis de la investigación, donde el concepto de la nada será central, pues por consistir en lo opuesto de “el ser”, se constituye como la idea negativa por excelencia.


1. La fealdad

Para empezar la fealdad no es un objeto, sino un juicio. Siempre hablamos de que algo es feo, pero no de que la fealdad sea algo por sí misma. Es decir, para que la fealdad exista, requiere de un sujeto que se la atribuya a algo. Por eso mismo no puede existir la fealdad absoluta. Nada puede ser feo en ausencia de alguien que lo juzgue así. Tanto lo feo como lo bello son juicios estéticos.

Ahora bien, ¿Qué queremos decir cuando juzgamos que algo es feo? En primera instancia estamos rechazando tal objeto, ya sea porque no nos atrae o porque nos causa repugnancia o simplemente porque no lo consideramos bello. Pero no encontraremos un criterio para delimitar a todos los objetos bellos o a todos los que sean feos, pues cada persona tendrá su propio juicio personal, por lo que la fealdad siempre será una cuestión de perspectiva.

Sin embargo, el problema no acaba allí, pues las personas no poseen juicios estéticos totalmente arbitrarios, sino que hay ciertos patrones determinantes. En el plano biológico, solamente los humanos (y tal vez otros primates) podemos hacer juicios estéticos los cuales poseen un origen psicológico, en tanto todo juicio es un proceso mental, el cual sólo se da dentro de un cerebro altamente desarrollado. En ese sentido, la fealdad se derivó del instinto de supervivencia, donde empezamos a juzgar como feos a aquéllos elementos distintos a nosotros o que pudieran perjudicarnos. Esto es muy claro cuando se juzga qué animales consideramos bellos y cuáles feos. Aunque no sea una generalidad sino sólo una tendencia, repudiamos aquéllos animales que son lo menos parecido al ser humano, como las arañas , las serpientes y la mayoría de los insectos, a su vez consideramos bellos aquéllos animales que más se asemejan a nosotros, como los perros, los gatos o los monos. Esto ocurre porque el patrón de belleza, así como cualquier otro patrón humano (patrones de medida, juicios de valor, etc.) parten de nosotros mismos.

En el caso de la belleza humana, el factor sexual funge un factor determinante. Tendemos a considerar más bella a una persona que posea características convenientes para la reproducción, tales como la juventud, la fortaleza física, un buen desarrollo hormonal (en los hombres cierta musculatura y en las mujeres cierto volumen) y un rostro bien proporcionado, entre otros. Todos estos factores obedecen a dos patrones, que nuestros genes tienden a buscar un mejoramiento de la especie (sobre la función de los genes véase mi obra EL SER) y que como nuestro patrón de medida somos nosotros mismos: buscaremos una pareja que sea igual o más atractiva que uno mismo. Esto explica el antiguo dicho “nunca falta un roto para un descosido”, en donde los patrones de belleza de cada miembro de la pareja parten de ellos mismos, por lo que se consideran mutuamente bellos, aunque sea posible que nadie más piense lo mismo. Por el contrario, personas que posean mucha belleza en el sentido de características convenientes para la reproducción, tenderán a poseer patrones de belleza sumamente restringidos y aunque se tiende a pensar que las personas más bellas tienen más relaciones sexuales, el Informe Hide muestra que la mayor actividad sexual la poseen las mujeres menos atractivas. A su vez algunas estrellas porno han afirmado que tienen menos relaciones sexuales que la mujer común.

En otras palabras, la fealdad se origina biológicamente en lo ajeno a uno mismo, incluso lo asociamos a lo que puede dañarnos. Y en el plano sexual determina nuestros patrones de belleza, al grado de propiciar una mayor actividad sexual en la gente poco atractiva y viceversa.

No solamente los factores biológicos determinan nuestro juicio sobre la fealdad, pues debido a que el ser humano es un ente biopsicosocial, también existen factores económicos y culturales, entre otros. En ese sentido, tendemos a considerar feas a las personas que pertenecen a un grupo social económicamente inferior, como los “negros” o los “nacos”, cuyos referentes son los esclavos de áfrica y los indígenas (totonacos). Es decir, mientras el origen de lo feo se remonta a nuestras primeras cosmovisiones (como lo que nos es ajeno), dentro de nuestro desarrollo histórico-social hemos generado nuevos estereotipos de fealdad, todos ellos condicionados por el modo en que nos relacionamos con nuestros semejantes.

Por ejemplo, aun cuando sintamos atracción sexual por razones biológicas, el tipo de personas que nos parezcan bellas varía en razón de condiciones históricas. Por ejemplo, hubo culturas como la china que consideraban bella a la obesidad porque eso simbolizaba abundancia. Se podría argumentar que esto representa una desviación con respecto al equilibrio que se busca para la reproducción, pero sería igualmente desequilibrado considerar bellas a las modelos actuales, pues su delgadez raya en lo patológico. Es decir, aun cuando nuestra percepción estética posea un origen biológico, también forma parte de un desarrollo histórico, donde la posición social y las tradiciones determinan en gran medida nuestro juicio.

Por otra parte, los juicios estéticos adquieren una nueva dimensión en el arte (sobre qué es el arte véase mi obra LA EPISTEME). Pues en tal disciplina no se muestran los objetos tal como son en la realidad, sino imitativamente, por lo que las cosas que se inscriben en una obra artística no pueden juzgarse como llanamente feos o bellos, en tanto forman parte de una totalidad, la cual es creada por el artista (Schiller). En ese sentido, podemos apreciar elementos bellos y feos en el arte (los cuales pueden entenderse como armoniosos y desarmoniosos, equilibrados y desequilibrados, rítmicos y arítmicos o, grotescos y serios, según la apreciación), pero éstos poseen un valor estético superior a los objetos cotidianos, en razón de que contribuyen al sentido de la obra. Sin embargo, tendemos a catalogar como feos aquellos géneros artísticos que no alcanzamos a comprender o que son sumamente distintos a lo que estamos acostumbrados, así por ejemplo la música del siglo XXI le puede parece grotesca a la gente que nació 50 años antes, pues los estilos son muy distintos a los de su época y lo mismo sucede con los jóvenes en relación con la música del siglo pasado, incluyéndome. Por lo regular se afirma que tales géneros suenan “siempre igual”, con lo que se evidencia la falta de sensibilidad para los mismos.

Por todo esto, dejarnos llevar por los estereotipos sociales de fealdad limita nuestra percepción sensible sobre el mundo, pues si optamos por una actitud en la que busquemos siempre elementos armoniosos en lugar de prejuzgar la realidad y al arte: lograremos un mejor desarrollo de nuestra sensibilidad. En ese sentido, tanto nuestros gustos sexuales, como sociales y nuestras apreciaciones artísticas tendrán un espectro más amplio y enriquecido si somos capaces de valorar lo que es bello dentro de lo que otros juzgan como feo. Así, tendremos más oportunidades sexo-sentimentales, una mayor convivencia social y un mayor deleite artístico. Por la misma línea, las grandes innovaciones en el arte han ocurrido en razón de que el genio artístico es capaz de crear de maneras que en primera instancia pueden juzgarse como grotescas, de esto tenemos un ejemplo en la obra de Picasso.

lunes, febrero 23, 2009

Reyertas 26: Quién la pague

Hace casi un año una antigua amistad me comentaba que estaba harta de escuchar el lugar común: “si a Estados Unidos le da gripa, a México le da pulmonía”. Por aquello días el tema de moda era la crisis financiera que estaba ocurriendo en la potencia imperialista. Poco después vendría la ocurrencia del secretario de hacienda, Agustín Carstens sobre el catarrito que a lo sumo padecería nuestro país. Tal comentario pretendía ser fundamentado por la solidez alcanzada en el sector bancario mediante las reformas que se realizaron después de la crisis de 1995. Sin embargo, los sucesos que se han ido desencadenando durante todo el 2008 y lo que llevamos del 2009, han terminado por sepultar el optimismo gubernamental. Sin mencionar que como efecto colateral, el hartazgo de aquella persona amiga se ha transformado en incertidumbre por el futuro. En anteriores colaboraciones para esta Asaltando la Red (véanse Reyertas 6, 16, 17, 18, 20, 21 y 23) se ha ido argumentando la fragilidad real de la economía mexicana y se ha documentado el análisis con datos que, en un ánimo presidencialista, podrían calificarse de catastrofístas. Por desgracia, para quién comulgue con las ideas de Felipillo I, el espurio, el ánimo del pesimismo no está involucrado ni en los análisis realizados ni en las síntesis a las que se llega. Por el contrario, el objetivo central de los artículos que he presentado no es más ni menos que el de mostrar una fría y cruda realidad, sin adornos propios del subjetivismo. Se trata de demostrar una tesis producto de un estudio sistemático y permanente de la realidad, que es: en las situaciones de crisis el capitalismo funciona con la lógica de hacerle pagar los costos negativos siempre al mismo sujeto, es decir, a los trabajadores.

Las reformas estructurales neoliberales, han permitido que la fuerza de trabajo se deprecie, incrementando la explotación de los trabajadores. La consecuencia ha sido que la masa de ganancia tienda a magnificarse (no confundir con la tasa de ganancia que por el contrario tiende a reducirse).

Uno de los más atacados por las reformas neoliberales es el sistema de Seguridad Social, comenzando con los esquemas de pensiones, tema que hemos abordado anteriormente (véase, Reyertas 11). Al pasar de sistemas pensionarios basado en la solidaridad de clase, que manejan los recursos mediante instituciones controladas directamente por el gobierno, a sistemas de cuentas individuales, manejados por instituciones privadas, el resultado es la reducción del “costo indirecto” de la fuerza de trabajo para los capitalistas. Sin contar con el jugoso negocio que se le entrega a las instituciones financieras. Este tipo de reformas se han aplicado o al menos intentado aplicar en todo el mundo. En Europa, Francia e Italia han tenido fuertes movilizaciones obreras ante la inminencia de reformas con ese rumbo. En América Latina naciones como Chile o Argentina se han visto orilladas a hacerle severas reformas a las reformas; en Chile se tuvo que poner límites a las ganancias que estaban obteniendo los bancos por el manejo de las cuentas para el retiro y en Argentina, tuvieron que nacionalizarse los fondos de retiro, ante la posibilidad de que los bancos utilizasen esos recursos para paliar la crisis de liquidez. En Estados Unidos, esos esquemas pensionarios no solamente destruyeron por completo la seguridad social, sino que le abrieron la puerta a los bancos para que metiesen sus manos en los recursos de los trabajadores para usarlos como propios en la especulación con Fondos de Riesgo, que en muchos casos se perdieron o por el resultado inherente a los mercados financieros o en fraudes como los de Madoff o el de Standford, sin contar los que aún no han visto la luz pública. El periodista David Brooks hizo una recopilación de casos que muestran la situación que se ha generado para los trabajadores pensionados en E.U. (véase La Jornada, 15/02/09, p. 21). Entre los casos retomados por Brooks, los medios de comunicación han resaltado el de Ian Thimermann, quién a sus 90 años tuvo que conseguir un empleo repartiendo volantes para un supermercado en California, pero el recuento no para ahí. A sus 60 años, la enfermera retirada Maureen Ebel de Pennsylvania, inició hace poco tiempo como empleada doméstica, tras haber perdido a manos de Bernard Madoff los ahorros de toda su vida; en Florida, a sus 73 años Irwin Salbe sigue buscando un trabajo que le permita solventar sus gastos. Estas son solamente tres muestras que nos ofrece Brooks, pero no son casos aislados, se repiten cada vez más en los E.U.

En México, las reformas a los sistemas de pensiones están obligando a una parte de la burguesía a proponer medidas para contener los crecientes problemas que se desprenden de los nuevos regímenes pensionarios. No es para menos. En las semanas recientes, diversos especialistas en el tema han revelado que mientras los administradores de fondos de pensiones ganaron al rededor de 29 mil millones de pesos en 2008, las cuentas para el retiro perdieron 80 mil millones en el mismo año, eso sin descontar el efecto de la inflación.

Por el lado de los salarios en la entrega publicada en Reyertas 24, utilizando datos provenientes del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) y de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), quedó demostrado que el valor de la fuerza de trabajo, es decir, el salario promedio que es el mínimo para la reproducción de la fuerza de trabajo, ha venido creciendo por debajo de la Población Económicamente Activa (PEA). Tal milagro económico lo han conseguido las políticas neoliberales de contención del salario mínimo. En términos reales, esto es descontando la inflación de la Canasta Básica, éste se ha reducido 6.5% desde diciembre de 2001 hasta enero de 2009. El objetivo de los capitalistas que ha orientado tal atentado contra los trabajadores ha sido el de estimular la productividad del país para atraer las inversiones del extranjero.

Según la lógica neoliberal, al fomentar la inversión de los capitalistas del exterior se crearían fuentes de empleo. No obstante, nada de ello ha ocurrido en la realidad. Felipillo I, el católico, hace un supuesto cierto al señalar que al final de la crisis vendrá un periodo de auge. Verdad de perogrullo. La historia económica del capitalismo no es otra cosa que un encadenamiento ad infinitum de periodos de auge y crisis. Lo que el insigne abogado con posgrado en economía (según él) oculta es que dentro de los márgenes de una economía capitalista el único instrumento que permite aprovechar plenamente los periodos de auge y reducir los padecimientos de las crisis es un mercado interno sólidamente constituido. El cuál en el caso mexicano está ausente, pues, como señalé en el post anterior (ver Reyertas 25) la estructura productiva en el país es básicamente semi-artesanal. Para colmo, el modelo bajo el que se han reconformado las fuerzas productivas del país, sobre todo a raíz de la vigencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ha sido el peor posible para la economía mexicana. Aludiendo a la fórmula fácil del aprovechamiento de las ventajas comparativas y el estimulo a toda costa de la Inversión Extranjera Directa (IED), se privilegió a los sectores exportadores por encima de los que permitirían una articulación del mercado interno. Este modelo resulta el más nocivo para una nación, pues en el caso de la agricultura, al priorizar la exportación se desatiende la demanda interna, que según los tecnócratas puede suplirse con importaciones. En el caso de la industria, ésta se ha concentrado en los sectores de manufactura de bienes intermedios (que ni son materia prima en sí, ni son bienes de consumo) para la exportación; lo curioso del caso es que este tipo de industria requiere de importar tanto los insumos que consume y también los bienes de consumo que resuelven las necesidades la subsistencia tanto de los capitalistas mismos como de la fuerza de trabajo. Así, cuando las crisis cíclicas del capitalismo estallan, los trabajadores se encuentran en la completa indefensión. En la edición del 8 de febrero de 2009 de la revista Proceso, la reportera Marcela Turati hizo una recopilación de comentarios de trabajadores residentes de Aguascalientes (uno de los estados en que más creció la manufactura de exportación), que pintan de manera exacta la desesperación de los nuevos desempleados ante los cierres y paros técnicos de varias plantas. Trabajadores que ni tienen medios de subsistencia ni dinero para conseguirlos.

Pero no hay lugar para catastrofismos, no debemos entrar en pánico ante la crisis, al fin, los trabajadores la pagarán, otra vez. La oportunidad que nos ofrece esta crisis, es la de escoger el lugar en el que estaremos al final de ella, (Slim dixit) lo que para los trabajadores significa: la organización de la clase para que ahora sean los capitalistas quienes paguen la crisis que crearon. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!

lunes, febrero 16, 2009

Reyertas 25: ¿Rudo? y Cursi

A raíz de la publicidad de una película protagonizada por Gael García y Diego Luna, en los últimos meses se ha vuelto fórmula común hablar de la contradicción rudo contra cursi para caracterizar diversos fenómenos de la vida cotidiana en México. En muchas ocasiones el abuso de los términos fuerza su significado. Formalmente en español el rudo es aquél personaje: 1) tosco, sin pulimiento, naturalmente basto, 2) que no se ajusta a las reglas del arte, 3) dicho de una persona: que tiene gran dificultad para percibir o aprender lo que estudia, 4) descortés, áspero, grosero, 5) riguroso, violento, impetuoso (según la Real Academia Española). En cambio, el cursi es aquél que: 1) se dice de un artista o escritor, o de sus obras, cuando en vano pretenden mostrar refinamiento expresivo o sentimientos elevados, 2) dicho de una persona: que presume de fina y elegante sin serlo, 3) dicho de una cosa: que. Con apariencia de elegancia, es ridícula y de mal gusto. Por diversos motivos, mediante esta contraposición la prensa nacional difundió la semana anterior el encontronazo entre el empresario Carlos Slim (el rudo) y el gobierno de Felipe I, el católico, (el cursi). Felipillo y sus compinches no le perdonan a Slim que ante el Congreso de la Unión haya descrito un rudo escenario económico al señalar: “Va a haber una caída importante del comercio internacional. Se va a caer el empleo; va a haber mucho desempleo, como no teníamos noticia en nuestra vida personal. Van a quebrar las empresas, muchas chicas, medianas y grandes. Van a cerrar los comercios, va a haber locales cerrados por todos lados, los inmuebles van a estar vacíos. Es una situación que va a ser delicada.” Aunque al final remató con un. “No quiero ser catastrofista”.

Los señalamientos dieron al traste con la idílica imagen que Felipe I, el espurio, pintó sobre el país en su cursi ponencia: Riders On The Storm: Mexico Overcoming The Crisis (que en español equivaldría a Jinetes en la tormenta: México remontando la crisis). Para el “presidente del empleo” nuestro país hizo la tarea de sanear sus sistema de pagos (es decir, los bancos) después de la crisis de 1994. Con ello, la difícil situación mundial tendrá pocos efectos para el país y estará en condición de integrarse a las cinco economías más importantes del planeta hacia el año 2050. Esa capacidad financiera coloca, según Calderón, a México a la altura de los otros imperialismos emergentes conocidos con el acrónimo BRIC (Brasil, Rusia, India y China). Así, los comentarios de Slim desataron la virulencia del gabinete de Felipillo. Particularmente del secretario del Trabajo, Javier Lozano Alarcón, famoso por su vocación de golpeador mediático, calificó de aventuradas las declaraciones del empresario y remató acusándolo de haberlas hecho para ocasionar que “las empresas se abaraten para luego comprarlas”. Aunque no fue el único secretario que se lanzó contra Slim. Para el martes 10 de febrero la cargada integraba a Agustín Carstens (Hacienda), Alberto Cárdenas (Agricultura) y a Juan Molinar Horcasitas (director del IMSS).

No se trata aquí de proyectar a Carlos Slim bajo el tamiz del maniqueísmo que reduce a capitalistas buenos y capitalistas malos. Definitivamente no. Sin embargo, es preciso señalar que la descripción que le endosan los secretarios presidenciales al capitalista catastrofista corresponde al carácter que ha definido a los capitalistas en nuestro país desde su conformación como nación. La burguesía en México ha sido históricamente poco audaz, prefiere el rentismo a estimular la inversión que desarrolle las fuerzas productivas. Carácter que se agudiza en los periodos en los cuales la ideología liberal se ha convertido en la hegemónica. Específicamente durante el porfiriato los capitalistas nacionales se orientaron a promover el latifundismo, lo cuál generó las condiciones apropiadas para que fuesen los capitalistas extranjeros quienes corriesen el riesgo de desarrollar las fuerzas productivas. No es casual que las inversiones que durante ese periodo permitieron expandir los ferrocarriles, la modernización de la industria minera y el inicio de la industria petrolera, hayan provenido principalmente de Estados Unidos e Inglaterra. En las décadas recientes, las del neoliberalismo, se ha priorizado la inversión extranjera, no es casual que hoy casi la totalidad de la banca esté en manos de capitales extranjeros, así como los transportes y las manufacturas de exportación. En todos esos rubros, la columna vertebral de la economía mexicana, los capitalistas mexicanos son simples socios menores (incluso prestanombres) de los capitalistas extranjeros. En cambio, solamente fue el programa emanado de la Revolución Mexicana, el que logró desarrollar el mercado interno gracias a la política de sustitución de importaciones y la reforma agraria. Dicho programa, que en muchos sentidos era proteccionista, subvirtió la máxima de los economistas liberales de no permitir el gasto público, pues éste inhibe el gasto privado. Tal subversión, que no implicaba por ningún lado una idea socialista, sustituyó al conservadurismo de los capitalistas por la intervención directa del Estado, sobretodo después del gobierno del general Lázaro Cárdenas.

Con el proyecto legado por el cardenismo se fue creando una nueva burguesía integrada por muchos de los burócratas que aprovecharon sus cargos para enriquecerse. No obstante, en el largo plazo, esos nuevos capitalistas terminaron aliándose con los capitalistas-rentistas y adoptando su prácticas. Eso mismo permitió que hacia finales de la década de los 70 e inicio de los 80, fuesen precisamente algunos de los militantes del partido gobernante entonces (el PRI) los que instaurasen las reformas estructurales neoliberales en alianza con los capitalistas extranjeros y algunos capitalistas, de excepción, nacionales. Ejemplo de los primeros fueron las alianzas que estableció Zedillo con las empresas norteamericanas para impulsar la privatización de Ferrocarriles Nacionales; y ejemplo del segundo caso fue la alianza entre Carlos Salinas con el arriba citado Carlos Slim para la privatización de Teléfonos de México.

La obstinación calderonista por defender a ultranza las políticas neoliberales aún en medio de la tempestad deriva de que Felipe I, el católico, representa los intereses de esa burguesía conservadora que prefiere vivir de las rentas que le deja el libre mercado a desarrollar las fuerzas productivas del mercado interno. Lo anterior se refleja más claramente en la falta de inversión en el desarrollo de ciencia y tecnología. La mayor parte de ésta se realiza en nuestro país con recursos públicos a través de las universidades, no es casual que en la UNAM y el IPN sean las puntas de lanza, pero sí deja ver la ausencia de inversión privada en ésas actividades. Cabe resaltar, que la parte del desarrollo tecnológico no se reduce simplemente al de crear nuevas máquinas sino también implica el desarrollo de procesos de trabajo más eficientes, lo cuál implica la misma organización de la fuerza laboral. Justamente ese segundo elemento ha sido una de las actividades que mejor ha desarrollado el señor Slim: adquirir compañías en quiebra para reordenar sus procesos de trabajo y posteriormente venderla con ganancia. Eso es algo que los capitalistas nacidos en el país no suelen hacer.

Por el contrario, uno de los resultados de la política neoliberal ha sido que las condiciones laborales se desempeñen mayoritariamente bajo condiciones semiartesanales o artesanales. Según los datos del propio Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) de los 43.5 millones de mexicanos con empleo (en promedio) que había en 2008, únicamente dos millones se consideran empleadores, es decir, o son dueños de medios de producción o representan a los dueños de los medios de producción. Esa proporción representa apenas al 4.7% de la población ocupada y al 17.5% de los trabajadores independientes (según la categorización del INEGI). Esto quiere decir, que el 82.5% de la economía se desarrolla gracias a lo que la oficina estadística denomina: Trabajadores por cuenta propia, es decir, artesanos y semiartesanos; esto es gente que posee un medio de producción pero que no tiene la posibilidad de delegar en otros las tareas de dirección. Otro elemento que da mayor idea de lo poco que en realidad están desarrolladas las fuerzas productivas en México, es que esos dos millones de empleadores es todavía menor que la masa de fuerza laboral que se emplea sin remuneración alguna, la cuál en 2008 rondó el promedio de los tres millones de trabajadores. Estos datos explican buena parte del porqué el valor de la fuerza de trabajo en México está tan disminuido como lo mencionábamos en la entrega anterior (ver Reyertas 24: Víctima de su propio infierno). Para construir un proyecto alternativo al capitalismo, para nosotros los trabajadores es indispensable que las fuerzas productivas se desarrollen de forma plena, ya que eso permitiría incrementar la intensidad y la fuerza de trabajo, con lo cuál se posibilita la reducción de la jornada laboral, y a su vez, siembra las condiciones materiales para la abolición del plusvalor. La ruda cursilería del calderonismo revela el tamaño de las fisuras entre las diversas facciones de la burguesía, pero lo importante está en que los trabajadores requerimos de la construcción de las condiciones materiales para nuestra liberación. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!

jueves, febrero 12, 2009

Problemas fundamentales del universo. Análisis filosófico del conocimiento, dios, el alma, el universo, la nada y la libertad, 13:

El Ser

Análisis filosófico del universo

(4ta. y última)

Por: Sagandhimeo

Por otra parte, el hecho de que el trabajo determine nuestra convivencia, evidencia que una concepción de la historia humana requiere de una categorización materialista. Por ello, la supuesta división en edad antigua, media, moderna y posmoderna: cae en la arbitrariedad, pues el pensamiento no determinó cada etapa ni sus crisis y aun cuando no podamos suprimir el factor intelectual, es la propia práctica humana la que determina su desarrollo social, es decir que, aun cuando la religión imperó en la edad media y la polis en el mundo antiguo, “lo indiscutible es que ni la Edad Media pudo vivir de catolicismo ni el mundo antiguo de política. Es, ala inversa, el modo y manera en que la primera y el segundo se ganaban la vida, lo que explica por qué en un caso la política y en otro el catolicismo desempeñaron el papel protagónico” (Marx). Por tanto, mediante el trabajo los grupos humanos fueron generando diversos modos de organización, tales como el primitivo, el eslavo, el germánico y el asiático (Marx), los cuales cumplen con la pluralidad que requiere todo nivel, pero además, de estos modos surgió el modo esclavista, el feudal y el capitalista, que forman parte del máximo desarrollo en el nivel social, como veremos en adelante.

3.2.3.1 Esclavismo. Los diversos modos de producción precedentes contribuyeron al aprovechamiento de los recursos naturales y al desarrollo de las sociedades, pero llegaron a un estancamiento, pues agotaron sus posibilidades cuantitativas y se hizo necesario un salto cualitativo, este paso se dio cuando los pueblos dejaron de agruparse para el bien común y comenzaron a invadir y conquistar a otros, esto no podía darse con anterioridad, pues no existía la suficiente división de trabajo para que pudieran coordinarse en una guerra invasora. Los pueblos conquistadores sometieron a los conquistados esclavizándolos, convirtiéndolos en cosas, pues la primera forma de propiedad privada fue hacia las personas. Esta situación aceleró la producción material, pues grupos enteros de personas fueron obligadas a trabajar incansablemente para el beneficio de unos cuantos. A la vez que tal evento es una atrocidad tiene un carácter de necesidad, pues permite el desarrollo en el nivel social, por ello Aristóteles vio en la esclavitud una naturalidad, sin embargo sentenció que los esclavos dejarán de ser necesarios cuando las máquinas se muevan por sí mismas, pronosticando su propio futuro. Tal desarrollo se relaciona con la capacidad creadora del hombre, pues el desarrollo de instrumentos se encontraba en tal precariedad, que era necesario que la mayoría se dedicara a trabajos mecanizados, a fin de que unos cuantos pudieran desarrollar su creatividad.

3.2.3.2. Feudalismo. En cierto momento los esclavos fueron excesivos, al grado de que en la antigua roma había un esclavo para la más ínfima nimiedad, por lo que al agotar sus posibilidades cuantitativas se hizo necesario un salto cualitativo. En el inicio de esta etapa el desarrollo de los medios de producción aumentó, al grado de que era preferible otorgar la libertad a los esclavos y mantener una servidumbre que se ocupara de los feudos, es decir, que desarrollara la producción agrícola. De este modo, la producción alcanzó un mayor nivel de complejidad y por ende las relaciones sociales también. Durante esta etapa se observó el carácter de necesidad del desarrollo del campo y se justificó teológicamente como un designio de Dios, pero no fueron capaces de vislumbrar la transitoriedad de tal etapa.

3.2.3.3 Capitalismo. El desarrollo del campo propició también el desarrollo comercial y como el feudalismo ponía demasiadas trabas al intercambio: surgió una ideología que luchaba por una libertad absoluta de la producción: el liberalismo. En esta etapa los grupos humanos no solamente intercambian sus productos mediante el dinero, sino que tratan de generar más dinero del que ya tienen (capital), pues el desarrollo tecnológico permite un mayor enriquecimiento económico. Para ello requieren de una mercancía que mediante su uso genere valor: la fuerza de trabajo. Por lo que si el esclavo había recuperado cierta libertad en el feudalismo, volvía a ser un objeto en el capitalismo: aquél que genera un plusvalor (absoluto). A su vez, el desarrollo de las fuerzas productivas redujo el tiempo de trabajo mediante nuevas tecnologías (plusvalor relativo). Nuevamente esta etapa es necesaria para el desarrollo de la producción, pero transitoria en tanto agote sus propias posibilidades cuantitativas, lo que los economistas clásicos como Smith y Ricardo no alcanzaron a comprender, pues creyeron que el capitalismo era la culminación de los anteriores modos de producción, lo cual es contradictorio, pues si llevamos un avance cualitativo desde el big-bang hasta la fecha, no puede resultar que “antes había historia, pero ahora ya no la hay” (Marx), lo que se explicará más adelante.

En esta etapa se ha generado la tecnología suficiente para que todas las personas trabajen poco tiempo en labores mecanizadas y puedan dedicarse a la creatividad, así como se ha generado el alimento suficiente para que todos estemos bien alimentados, pero la distribución de los recursos sigue privatizada. En ese sentido, los estados colonialistas acostumbraban ejercer una dominación política sobre otros pueblos, pero en ésta época donde lo económico subordina lo político: se ha optado por el imperialismo, donde la dominación ya no requiere someter a los pueblos como colonias, sino que basta con sujetarlos económicamente. Esto conlleva al neoliberalismo, en donde se pretende una libertad absoluta de las empresas para comerciar, incluyendo el lucro de los servicios básicos que el estado brinda como seguridad social. Con el pretexto de una máxima libertad económica se están disminuyendo cada vez más las prestaciones laborales y los servicios básicos como la salud, la pensión, el agua y otros. Además, el conocimiento de la naturaleza ha tendido a la mayor explotación de los recursos naturales, pues la búsqueda de incremento del capital ha subordinado cualquier otro interés.  En concreto, los científicos pronostican que el petróleo se consumirá entre el 2010 y el 2040, por lo que en poco tiempo las contradicciones entre un excesivo enriquecimiento de unos cuantos a costa de la naturaleza y de la mayoría de la población: está cerca de colapsarse. Esta visión capitalista pretende justificarse en ciertos casos por el neodarwinismo, en donde se sostiene que la competencia es natural en los seres vivos, sin embargo los organismos optan por la competencia  (como el parasitismo) como un recurso entre otros, sobre todo cuando  no es posible ignorar (comensalismo) o asociarse con otros (mutualismo), pues incluso reducir nuestra complejidad social a la mera animalidad no es razonable (Engels). En ese sentido, la libre competencia no es más que un pretexto para suprimir o absorber a competidores menores y concentrar el capital en menos manos. Donde el crecimiento anárquico de la producción requiere reducir costos como los salarios o la reducción de personal, y orientar los productos hacia mercados cada vez mayores (MOR), en razón de que la competitividad requiere producir cada vez en mayor proporción para disminuir costos y así eliminar a la competencia con precios cada vez menores, por lo que llegará el día en que existan unas cuantas empresas en sobreproducción y una enorme masa de trabajadores desempleados o mal pagados con un bajo poder adquisitivo, por lo que el capitalismo se agotará por sí mismo. Cabe mencionar que el aparente desarrollo social en el siglo XX fue un efecto de la globalización, pero actualmente se están erosionando los beneficios que brindaba, tan sólo en Estados Unidos los salarios no han aumentado en los últimos años (MOR).

Por tanto, mientras la producción se genere socialmente y el beneficio sea privado, se agravará la pobreza general, por lo que requerimos de un socialismo, aquél en el cual no solamente todos disfrutemos de la producción, sino que todos tengamos la posibilidad social de crear. Esto está relacionado, inclusive, con el avance cualitativo del nivel social, pues en un principio las creaciones tecnológicas se producían esporádicamente por alguna persona ingeniosa, pero en los últimos decenios, la producción pulula a todos los niveles (artística, científica, etc.) en razón de que se efectúa mediante grupos humanos y no por meros genios aislados, esto fue impulsado en última instancia por el propio capitalismo, pues la competencia impulso la agrupación de personas con objetivos en común, pero estamos llegando al punto en que el mismo sistema impide que más y más personas participen en la creación de nuevas tecnologías, en tanto que la producción capitalista tiende a enfocar la especialización en pocas manos, por lo que se están agotando sus posibilidades cuantitativas y requiere de un salto cualitativo: la producción a todos los niveles se verá frenada por una falta de consumidores (como se explicó en el párrafo anterior). En ese sentido, si la evolución del universo se complejizó con la creatividad genética y se aceleró con la creatividad humana: existe la posibilidad de acelerar aún más tal creatividad con la producción plenamente social, en donde todas las personas tengan la posibilidad de especializarse y desarrollar su creatividad al máximo. Por tanto, el movimiento cualitativo del universo en nuestro planeta requiere necesariamente de un socialismo, el cual no puede partir de la mera utopía, pues requiere basarse en las condiciones materiales de la sociedad para dirigirlo hacia una mayor complejidad: un socialismo científico (Engels).

Ahora bien, el socialismo posee un carácter de necesidad en tanto se constituye como un mayor grado de desarrollo, pero su acontecer en espacio y tiempo es contingente (pues ya se ha explicado anteriormente que todo lo que es necesario requiere de un tiempo y espacio casual). En ese sentido, no porque el socialismo real en la unión soviética haya fracasado, significa que todo tipo de socialismo es un error, pues el socialismo soviético no logró la cientificidad sino que se burocratizó. El socialismo científico ocurrirá necesariamente si la sociedad alcanza la suficiente madurez para complejizar sus relaciones, de otro modo corremos el peligro de extinguirnos por la amenaza ecológica o de estancarnos como las especies que llevan millones de años sin mutar. En ese sentido, que el socialismo sea necesario no significa que forzosamente se dará en nuestro planeta, pues otros organismos pueden haber alcanzado ya tal complejidad o incluso en un nivel cualitativo mayor. Cuba es el mejor ejemplo de socialismo científico en la actualidad, aunque contenga deficiencias.

3.2.4 Nivel técnico. Hemos visto que los protagonistas del nivel biológico son los genes (con problemas fundamentalmente de supervivencia), en el nivel social el protagonista lo es el individuo (con problemas fundamentalmente sociales), pero sin que los genes dejen de estar latentes. Siguiendo la misma secuencia, en el nivel técnico serán las sociedades las protagonistas (con problemas fundamentalmente tecnológicos), sin que el individuo y los genes dejen de estar presentes. Pero no hay garantía de que esto suceda, pues la producción tecnológica anárquica puede acabar con el ecosistema y se estancará a falta de nuevos mercados, aunado a una gran población paupérrima; a menos que se dé un salto cualitativo hacia una socialización de la producción: una revolución social. Tal salto se efectuará cuando la sociedad misma sea capaz de tomar el papel protagónico en su conjunto, pues las transiciones históricas como la del esclavismo al feudalismo y del feudalismo al capitalismo: ocurrieron sin la intervención directa de los individuos, dado que sus intereses individuales en conflicto derivaron inintencionalmente en tales sistemas (Sánchez Vázquez). En cambio, la transición del capitalismo al socialismo mediante la praxis (véase mi obra LA PRAXIS): será una transformación en la que converjan los intereses y voluntades de manera consciente, por lo que tal proceso será verdaderamente libre, producto de la voluntad social.

Lográndose tal transición y su consumación en el comunismo, el desarrollo tecnológico será central, pues no solamente todos disfrutaremos de los beneficios como la óptima distribución de servicios médicos y alimentos, sino que aceleraremos la transformación de la naturaleza en todos los niveles, es decir, si nuestra tecnología empezó siendo meramente física y química, seremos capaces de manipular el código genético a nuestro antojo y mejorar la vida al máximo: suprimiendo la mortalidad y maximizando nuestras capacidades psíquicas. Además lograremos generar energía nuclear óptimamente, con lo que se hará posible viajar interestelarmente y buscar formas de vida en niveles menores, iguales o mayores que el nuestro. Además crearemos seres vivos que la genética nunca habría podido generar y desarrollaremos la cultura y las artes al máximo. Todo ello sin mencionar que podemos pasar al nivel que le siga al técnico, lo cual resulta inimaginable por ahora.

Conclusión

Hemos visto que la existencia del pensamiento es una certeza, éste implica que existe la realidad, la cual tiene que ser material y tiene que estar en movimiento, tal movimiento tiene que poseer un sentido y éste tiene que ser dialéctico ,y todo ello podemos conocerlo, en tanto podemos transformarlo. En tal caso, nuestro conocimiento debe ser también dialéctico para que se aproxime a la realidad, la cual nunca podrá ser aprehendida en su totalidad, puesto que está en movimiento, pero lo importante es que mediante la transformación de la naturaleza podemos darle un sentido a la existencia: aquél que pertenece al mismo sentido que lleva el universo: hacia el desarrollo.

Asimismo, el significado de la existencia se evidencia en esta convergencia humana hacia el desarrollo del universo, lo cual nos brinda una comprensión y una razón de Ser: existe porque se complejiza, por lo que el nihilismo no tiene fundamento, en tanto que no cabe el sin-sentido en la dialéctica del universo. Este sentido dialéctico lo podemos percibir hasta en la mera cotidianidad, pues todo proceso implica aspectos cuantitativos y cualitativos y nada carece de sentido, siempre que se le asigne su nivel de desarrollo correspondiente. Vemos pues, que el sentido de la existencia consiste en algo muy específico y objetivo, por lo que no tiene ninguna relación con la angustia por la muerte, por atractivo que parezca.

Por otra parte, la ontología materialista dialéctica había permanecido escondida, tanto porque Engels dejó su trabajo en mero bosquejo, como porque los siguientes marxistas se enfocaron en el aspecto social, sin que podamos culparlos, puesto que es el nivel que nos corresponde superar. Y también porque  los marxistas rusos tendieron a una rígida esquematización teórica o a una dogmatización de la teoría.

Incluso, la ontología del materialismo dialéctico tiene mayores posibilidades de impulsar a la ciencia que la emergentista, pues a ésta última le falta la visión de totalidad y el sentido social del marxismo, tanto como los mayores beneficios tecnológicos y médicos en la actualidad son consumidos por unos cuantos. En ese sentido, el marxismo es científico en tanto parte de las condiciones materiales y de su complejidad.

Bibliografía

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MOR (Documento colectivo), Perspectivas ante el periodo 2006-2012.

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Sagan, Los dragones del edén.

Sánchez Vázquez, Filosofía de la Praxis.

Simpson, G. G. El sentido de la evolución.

 

lunes, febrero 09, 2009

Reyertas 24: Víctima de su propio infierno

El talk show protagonizado por Ernesto Zedillo y Felipe Calderón durante el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) se convirtió en uno de los espectáculos más indignantes para los mexicanos. Entre bromas con el expresidente y la frivolidad rocanrolera en sus participaciones, Felipe el católico, aceptó que prefiere abstraerse de la realidad porque el país es un infierno. No es para menos, entre el fracaso de la política de seguridad y las evidencias del agotamiento del modelo económico, es una tentación preferir los “escenarios equilibrados que el manejo de las cifras negativas”. Es cierto que, al construir escenarios es fácil caer en subjetivismos, pero éstos son tanto por optimismo como por pesimismo. La objetividad radica en partir de la tendencia demostrada por los hechos y considerando el peso de las inercias circundantes. Así, se puede prever el margen de acción real que, en dado caso, se manifestará en más de un escenario factible con diversos grados de probabilidad.

En cuanto a la economía mexicana hay poco margen para decir con seriedad que ésta estará dentro de las cinco más grandes del mundo hacia el año 2050. Las reformas estructurales neoliberales no han hecho más que ralentizar el crecimiento del mercado interno. Según datos del propio Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), durante el periodo 1950-1979 la tasa anual de crecimiento de la economía fue de 6.47%. Ello permitía que el valor de la producción se duplicase cada 11 ó 12 años. En cambio, en el periodo 1980-2008 la tasa promedio de crecimiento apenas alcanzó el 2.66%, dos y media veces menor. ¿Es un escenario equilibrado pensar que México estará entre las cinco economías más grandes del plantea en el 2050 siguiendo el rumbo actual, cuando la economía mexicana tarda casi 30 años en duplicar su valor y la menor de las cinco más grandes (Gran Bretaña) es 1.5 veces mayor? La respuesta de Felipillo I, el espurio, es un rotundo sí. Los equilibristas que gobiernan la nación suponen que lo más objetivo, probable y posible es que durante 45 años se paralice la producción británica en 2.7 billones de dólares, para que México lograse alcanzarla, mientras las economías que están entre ambas crecerán por debajo de la mexicana.

A Calderón la realidad le resulta infernal porque su gobierno quedó atrapado en medio de una guerra entre empresarios agroexportadores, que para ganar los mercados recurren a su poder de fuego. La violencia desatada por el narcotráfico en todo el país pescó al gobierno federal en una posición en la cuál su capacidad de reacción ha sido inexistente. Tan irrelevante es el poder de las fuerzas armadas en el combate al narcotráfico que la violencia solamente disminuyó después que los principales narcoempresarios se reunieron a realizar acuerdos que les permitan reordenar sus negocios (ver Proceso, 1682, 25/01/2009).

La situación de impotencia en que se colocó el gobierno federal, no es más que un resultado de sus propias acciones: construyó su propio infierno. El establecimiento de un modelo de acumulación liberal ha ido desarticulando gradualmente al mercado interno. Cierto es que, con las aperturas comerciales se beneficiaron algunos sectores económicos (los exportadores), pero a costa de asfixiar al resto. Anclar la producción nacional a las demandas del mercado mundial, bajo la anquilosada teoría de las ventajas comparativas, es suicidio. Las necesidades de los compradores internacionales no necesariamente coinciden con las necesidades de un mercado interno dado. Cuando se vuelca las fuerzas productivas hacia los productos que mayor rendimiento dan en el mercado mundial, inevitablemente se dejan de producir las mercancías que satisfacen las necesidades del mercado interno. En consecuencia, el capital, expresado como medios de producción, invertido en los sectores que no son de exportación; se deteriora, tanto por la disminución del dinero circulante como por la corrosión de los medios de trabajo. Para los neoliberales, éste no es un problema: se puede suplir lo que deja de producirse internamente con importaciones. Tan sapiente solución olvida un insignificante detalle: cuando una economía depende de las importaciones para satisfacer una necesidad social, fomenta la inflación debido a que 1) la producción interna no es suficiente para hacer contrapeso a los costos de importación, y 2) porque queda a merced de los precios del mercado internacional (incluyendo la variable de la paridad cambiaria).

Adicionalmente, dado que el carácter de los capitalistas latinoamericanos, mexicanos incluidos, es predominantemente conservador (desde su consolidación en el siglo XIX prefieren el rentismo al desarrollo de las fuerzas productivas) se prioriza la inversión extrajera en lugar de la generación interna de capital. Aquí el problema es que la inversión extranjera supone el establecimiento de empresas internacionales en territorio nacional para que sean éstas las que corran los riesgos que implica el mercado, pero también son éstas las que obtienen los grandes beneficios en los periodos de auge económico: la exportación de capital se magnifica anulando las ganancias por las exportaciones.

Otro elemento que se deriva de la situación arriba expuesta, y que también ha sido determinante en la construcción de este infierno que Felipe I (el católico) debe gobernar, es la grave situación en que se halla la fuerza de trabajo. Las condiciones laborales en México han fortalecido a los capitalistas ilegales (narcotráfico) y otros grupos delictivos, entre otras razones, porque el desempleo y la ausencia de empleos dignos obligan a muchos trabajadores a buscar su en cualquier actividad que le genere a toda costa un ingreso. La complicación es que aún reactivando la economía costaría muchos esfuerzos recuperar a esa fuerza de trabajo debido a que las condiciones inherentes a la economía ilícita, ocasionan la desmoralización real de los trabajadores.

Los 30 años de bajas tasas de crecimiento económico mencionados arriba, se expresan también en la desaparición de condiciones laborales que puedan considerarse decentes. Con base en los criterios de que un trabajo debe garantizar un ingreso suficiente, el derecho a la salud y a la seguridad social encontraríamos una realidad que, aún siendo lo más “equilibrados” que nos permita la objetividad, no son lo suficientemente esperanzadores como para pronosticar que México estará entre las cinco economías más importantes del mundo en 2050. Utilizando los datos oficiales el panorama de la clase trabajadora es el siguiente. La proyección demográfica presupone que entre 2005 y 2008 la Población Económicamente Activa (PEA) creció 6.25%, mientras que la ocupación laboral solamente lo hizo 5.91%; 0.34 puntos porcentuales por debajo del crecimiento de la PEA. Esto es, en 2005 la PEA fue de 42.7 millones de mexicanos, para 2008 llegó a 45.4 millones. En contraste, la ocupación pasó de 41.2 millones de trabajadores en 2005 a 43.6 millones en 2008. No obstante, esto solamente mide la cantidad de trabajadores que hay sin contabilizar su situación laboral. El empleo con estabilidad laboral y seguridad social es mucho más reducido que eso: para 2008 apenas 15.25 millones de trabajadores cumplían con ambas condiciones: solamente uno de cada tres trabajadores, tomando a la PEA como referente, tenía un trabajo decente. Esta cifra queda mucho más escuálida al compararla con el referente de la población en edad de trabajar, mayor a 14 años, que en 2008 fue de 73.7 millones.

El valor de la fuerza de trabajo también ha sido golpeado por el neoliberalismo. Diversos trabajos académicos coinciden en la depreciación aguda del salario mínimo. Sin embargo, metodológicamente ese no es el valor real de la fuerza de trabajo. El mínimo que requiere la fuerza de trabajo para su reproducción, es igual al salario medio. Según los datos aportados por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en México el salario medio por jornada en 2005 era de $139.13 y en 2008 de $164.17, que representó un incremento nominal de 18%. Sin embargo, al eliminar el factor de la inflación, descontando las variaciones de los precios al consumidor, tal incremento fue de 2.6% ó $3.62 por jornada. Aunque cabe señalar que durante 2008 el salario medio sufrió una pérdida real de 1.97% con respecto al 2007, equivalente a -$2.87 por jornada.

Eso significa que, otra vez, los trabajadores están pagando el costo de la crisis. Pero, lo más preocupante es que, pese al descontento creciente, no hay una acción coherente de las organizaciones que defienden los derechos de las clases subsumidas. Los propios sindicatos se abstienen de representar los intereses de sus agremiados, evidenciado por la tasa de estallamiento de huelgas, el cuál se contrajo de 2007 a 2008, pasando del 0.3 % de los emplazamientos, en el primero, al 0.1% durante el segundo. El que instancias como el Diálogo Nacional, en su séptima versión, se obstinen en mantenerse a la zaga del descontento social (todavía discute si conforma o no una nueva central obrero-campesino-social), resulta alarmante; más cuando es una de las expresiones más terminadas de lucha con la que cuentan las clases subsumidas. Urge que el espontáneo descontento social se organicé, o de otro modo, los capitalistas tendrán el campo libre para profundizar la opresión contra la sociedad mexicana. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!

lunes, febrero 02, 2009

Reyertas 23: Breve postal del mundo actual

Casi sin respiro pasó el primer mes del 2009. Entre los estragos de la crisis económica mundial, diversos acontecimientos políticos de orden local, pero con repercusión internacional y foros mundiales, la correlación de fuerzas en la lucha de clases a escala mundial continua polarizándose.

Además de la “cálida bienvenida” que los mercados financieros le dieron a Barack Obama como el 44to presidente de los Estados Unidos de América: con el desplome del 4.01% del índice bursátil Dow Jones; hay, cuándo menos, tres sucesos más que nos indican las diferencias que se van ampliando entre los imperialismos. Cronológicamente la primera del año fue la disputa del gas entre Ucrania y Rusia. De no ser por el insignificante detalle de que los gasoductos instalados en Ucrania que la empresa estatal rusa Gazprom decidió dejar de abastecer, en pleno invierno boreal, son los mismos que sirven para abastecer a las naciones del centro de Europa (varios de ellos miembros de la Unión Europea), el hecho podría pasar como un típico acto de avasallamiento imperialista hacia una nación menos desarrollada. Es la segunda vez en cuatro años que el gobierno ruso toma medidas de este tipo, afectando también a la UE, por lo que no es extraño el papel que ha desempeñado la diplomacia europea para mediar el conflicto. Adicionalmente, es oportuno recordar el papel que Ucrania desempeña como aliado del imperialismo estadounidense para contener el crecimiento del imperialismo ruso. El que hasta el momento se haya contenido el conflicto mediante el establecimiento de una comisión de observadores internacionales, no permite descartar esta situación específica como un indicador y un antecedente de la agitación que el emergente imperialismo ruso está provocando frente al resto de los imperialismos. La profundización de la crisis económica limitará las posibilidades de negociación de Rusia con la UE y los yankees: con la caída de los precios de las materias primas, incluidos los hidrocarburos, los rusos han perdido una ventaja política importante. Aunque mantiene las de ser el principal poseedor y productor de gas natural en el planeta, además de haber aprovechado la bonanza de precios para modernizar a sus fuerzas armadas.

El segundo evento a señalar es el desaire que Obama le hizo al Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), sobre todo después de la reunión que EU convocó en noviembre pasado para abordar el tema de la crisis económica mundial. De esto se desprende un doble mensaje. Por un lado, deja claro que la línea que mantendrá su gobierno será la de la reconstrucción de las estructuras del mercado interno estadounidense, por encima de la recomposición de las relaciones internacionales. Por cierto, que al respecto, llama la atención que con celeridad el nuevo mandatario del imperialismo hegemónico ya promovió sus primeras reformas administrativas en materia laboral, que posiblemente le serán un buen instrumento político para conservar la legitimidad. Por el otro lado, también manda la señal que en materia de relaciones diplomáticas el gobierno de Obama no empleará las reuniones multilaterales como instrumentos para avanzar en sus objetivos estratégicos, sino que, asumiendo un estilo similar al empleado por el gobierno chino, priorizará los acuerdos bilaterales para imponer su posición en el ámbito multilateral.

El tercer elemento, que expresa la polarización de los intereses imperialistas se manifestó con el enfrentamiento verbal que tuvieron el primer ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, contra el presidente de Israel, Shimon Peres, por la reciente invasión israelí a Gaza. Dicha disputa no es fortuita ni aislada, sino el producto de la presión social que está alcanzando a los propios gobiernos. Mientras Israel es el “niño consentido” del imperialismo estadounidense, en Turquía, al igual que otras naciones de la Unión Europea, se han realizado fuertes protestas de apoyo al pueblo palestino (ojo: nunca a Hamas) que obligaron a sus gobiernos a asumir una actitud “políticamente correcta” y llamar a detener la ofensiva israelí. Da la casualidad que en el caso de Turquía, Erdogan, no ha sido el gobernante más hábil y amado por los turcos; por ello mismo ha sido el más receptivo para canalizar la demanda popular ante el gobierno de Israel. Estas situaciones, aparentemente intrascendentes, podrían degenerar en la profundización de las contradicciones interimperialistas en la medida que los efectos de la crisis mundial arrecien, sobre todo si se asumen políticas erróneas que prolonguen la fase recesiva.

Hasta aquí podría pensarse que el suponer que los pequeños sucesos expuestos puedan tener una repercusión mayor en los próximos meses y años, sea una especulación más propia de un adivino que una previsión seria, basada en las tendencias objetivas. Nada más equivocado. Una de las circunstancias más recurrentes durante los periodos en que la tasa de ganancia se desploma (crisis) es que la competencia entre las diversas facciones de la burguesía se endurece hasta llegar a grados de verdadero encono: cada capitalista hace lo posible, sea legal o ilegal, para mantenerse en los negocios. Ello se debe a que hay luz al final del túnel, la cuál para nada es una ilusión, para el capital al final de cada crisis se encuentra la auténtica tierra dónde brotan la leche y la miel, es decir, al comenzar el periodo de recuperación económica las propias condiciones generadas por la crisis serán las que permitan volver a encontrarse con que en el mercado se pueden obtener tasas de ganancia relativamente altas. Pero en tanto el ciclo vuelve a recuperar su paso ascendente, los propios gobiernos, en cuánto más integrados estén por funcionarios proclives al capitalista, estarán más dispuestos a defender los intereses de éste. Conforme esas relaciones se van estrechando y complejizando, las naciones se van envolviendo en la bandera de las necesidades de sus capitalistas consentidos, lo que las conduce a enfrentamientos políticos con otras (también impulsadas por el capital) que pueden ir resolviéndose mediante los métodos más diversos que puedan imaginarse: desde los arreglos diplomáticos más inverosímiles hasta la guerra más descaradamente sangrienta.

En la esquina opuesta, las clases subsumidas también estado demostrando que pueden continuar dando pasos hacia la consolidación de organizaciones capaces de generar trasformaciones profundas, aunque todavía no hay algo firme en el plano internacional. En América Latina los movimientos sociales siguen teniendo mucha influencia sobre los procesos electorales, cada vez la democracia representativa que han diseñado los capitalistas, está más condicionada por las clases subsumidas. En El Salvador, el 18 de enero, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) ganó 37 de los 84 escaños en disputa en el Congreso, convirtiéndose en la primera fuerza política de aquél país. Una semana después, el 24 de enero, mediante referéndum, los bolivianos aprobaron con casi 62% de los votos la nueva Constitución política.

Mientras tanto, en Europa, a finales de 2008 y los primeros días de este año, los jóvenes griegos lograron movilizarse en conjunto con los trabajadores. Exhibieron así lo reaccionario del gobierno heleno en su obcecación por mantener a su burguesía cercana a la que encabeza la Unión Europea. Algo similar a lo ocurrido en protestas anteriores en Francia e Italia. Por cierto, que en la primera, ocho sindicatos estallaron una huelga general desde el pasado 29 de enero, en contra de las medidas que el gobierno de Nicolás Sarkozy ha tomado para enfrentar la crisis económica mundial. Una característica importante de estas movilizaciones es que además de ser las más grandes de las últimas dos décadas en Francia, también tienen mayor capacidad de organización que las insurrecciones juveniles de los años recientes.

Junto a los fenómenos descritos en América Latina y Europa, y como oposición al WEF, se desarrolló a fines de enero la novena versión del Foro Social Mundial (FSM) que en esta ocasión llevó a cabo el subtítulo de “Belem expandida”, en alusión a que el acto central se desarrollo en la ciudad brasileña de Belem. Hasta ahora el FSM ha sido el proyecto transformador más acabado del que disponemos los trabajadores, lo cuál no quiere decir que cumpla con el objetivo de servir para coordinar a los muchos movimientos regionales y locales que existen actualmente. La tolerancia a la pluralidad que es la esencia de su Carta de principios, ha quedado tan abstracta que se ha pasado de la discusión con tolerancia a las ideas distintas al incluyentismo más absurdo. No hay discusión sobre proyectos transformadores, hay presentación de proyectos locales como si fuesen los “casos de éxito” que nos presentan las revistas sentimentales y la prensa amarillista. Una enseñanza desagradable que nos ha dejado la historia es que ni las grietas entre la burguesía, ni los proyectos localistas ni los movimientos electorales son capaces de llevar a cabo trasformaciones sociales perdurables si no van respaldadas por un proyecto revolucionario sólido. La discusión ha sido postergada para favorecer la inclusión a ultranza. Para sacar al Socialismo del siglo XXI de la simple consigna es necesario discutirlo ampliamente, comenzando por la crítica objetiva y despiadada de los intentos fallidos, así como de los intentos que aún permanecen. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!