El pasado 25 de agosto Asaltando la Red cumplió su segundo año. No ha sido una labor sencilla la de estar al tanto de los sucesos que acontecen en la realidad cotidiana, documentar sus orígenes, reflexionar sobre sus posibles implicaciones y apreciar su justa dimensión en la situación de la lucha de clases. Sin embargo, ha valido la pena. Indudablemente que sí. Al menos al pequeño equipo de involucrados en su elaboración le ha sido de gran ayuda. Pero todo ese esfuerzo sería en vano sin el apoyo de los internautas que nos hacen el favor de leer nuestros post. Antes que a nadie va el agradecimiento a todos los que de alguna manera u otra han contribuido a mantener este esfuerzo de comprensión durante los dos años que tenemos en la red. Nuestro compromiso es el de mantener la calidad de nuestros análisis y publicaciones, para producir materiales que si bien no den una explicación acabada de los fenómenos abordados, al menos sí le sirvan a los lectores como un punto de apoyo para generar sus propios puntos de vista.
Colombia: economía y sociedad
Hace poco más de tres semanas, el 7 de agosto, tomó posesión de la presidencia de Colombia Juan Manuel Santos. Como ya he comentado en ediciones anteriores (véanse Reyertas 92: La elección de los paras y Reyertas 95: ¡Santos aprietos!), el nuevo gobernante colombiano representa la continuidad de las políticas implementadas por Álvaro Uribe durante sus ocho años de presidencia. Al mismo tiempo, a pesar de los avances que tuvo en los procesos electorales recientes, el ascenso de Santos también representa una derrota más para las endebles izquierdas en Colombia.
Sin embargo, sería un desacierto considerar a Santos como un títere manipulado por Uribe. El historial del ahora presidente colombiano, como mencioné en Reyertas 95, una trayectoria política y académica propia e independiente al ahora expresidente. En ella se destaca la aceptación que tiene su persona en los círculos de poder de los imperialismos. Especialmente entre el estadounidense y el británico. De hecho, algunos años antes de integrarse al equipo de Uribe, en 1999, publicó un libro, La Tercera Vía: una alternativa para Colombia, que escribió al alimón con Tony Blair, entonces primer ministro de la Gran Bretaña. Por consiguiente sería un error esperar que Santos maneje su gobierno bajo consignas dictadas por Álvaro Uribe. En todo caso, es un personaje suficientemente bien ubicado en el plano internacional como para que el imperialismo confíe directamente en él.
El gran poder económico del proyecto militarista que Uribe, y ahora su sucesor, aplican para Colombia, radica en los frutos económicos que la nación sudamericana ha obtenido en los años recientes. Principalmente producto de la intervención estadounidense a través del Plan Colombia.
Todavía durante la presidencia de Andrés Pastrana (1998-2002), la economía colombiana tuvo un desempeño muy pobre, su crecimiento a duras penas promedió el 0.4% anual. En contraste durante los ocho años del gobierno de Álvaro Uribe, la situación cambio de manera considerable. El despegue de la economía de Colombia fue uno de los más notables de América Latina, solamente por debajo de los de Brasil y Venezuela. Salvo en 2002 y 2009 (ambos años de crisis mundiales), el Producto Nacional Bruto (PNB) creció a tasas superiores al 4%. Incluso en 2007 su tasa de crecimiento superó el 7.5%. Así, durante los años de la administración de Uribe el promedio al que la economía de Colombia creció fue superior al 4% anual. Muy por encima de naciones más desarrolladas en la región como México.
Pero el desarrollo colombiano se debió fundamentalmente a dos circunstancias. La primera la intervención directa que los Estados Unidos han tenido en aquella nación mediante el Plan Colombia. La segunda, al bajo desarrollo de las fuerzas productivas colombianas hasta finales del siglo XX. Durante toda su historia independiente la nación sudamericana se había caracterizado por ser una economía básicamente agropecuaria, destacando sus cultivos de café. Todavía en la actualidad la producción de la agricultura representa más del 10% de su PNB, cifra muy superior a las naciones más desarrolladas de la región, para no mencionar a las grandes potencias imperialistas.
Este bajo desarrollo de sus fuerzas productivas hace que la economía colombiana sea más susceptible al ingreso de capital extranjero. Pues no hay una saturación de capital sobreacumulado. Solamente faltaban los empresarios dispuestos a exportar sus propios capitales a Colombia. El Plan Colombia facilita que las grandes empresas armamentistas de EE.UU. ingresen directamente mientras asientan las condiciones para que otros capitalistas se abran paso invadiendo el raquítico mercado interno colombiano para darle una apariencia de ensanchamiento. Sin embargo, eso no deja de ser un espejismo. Al observar la balanza comercial de Colombia resalta que ésta es negativa, es decir importa más de lo que exporta, desde el año 2001. La compra de mercancías básicas en el extranjero es una de las fuentes mediante las cuales las ganancias obtenidas por las trasnacionales regresan a sus propietarios originales.
A eso es preciso agregar que la bonanza uribista no se tradujo en progresos sociales significativos. Más del 50% de los colombianos se mantienen por debajo de la línea de pobreza. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) apunta que el Índice de Desarrollo Humano (IDH) ha tenido un avance muy lento en los diez años recientes. Entre otros factores porque la distribución del ingreso es sumamente desproporcionada.
Esa miseria combinada con la política represiva ejercida por el uribismo, son elementos que han restringido la movilización social. Por lo tanto, las propuestas de izquierda tampoco han progresado demasiado en estos años. Toda esa situación se ha traducido en la tendencia declinante que están padeciendo las organizaciones guerrilleras como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Ambas están padeciendo un momento crucial al enfrentar sus horas de mayor debilidad.
Sometimiento de Uribe al imperialismo: Frente al narco
Las grandes ponderaciones que se hacen sobre el Plan Colombia como una estrategia que ha presentado grandes resultados en el combate al narcotráfico son una gran mentira. Las propias autoridades estadounidenses reconocieron en marzo pasado que el 90% de la cocaína que se consume en ese imperialismo proviene de Colombia. El informe más reciente, al alcance del público, de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), el correspondiente al 2007, muestra que la superficie de cultivo para los arbustos de coca en Colombia ha disminuido. Sin embargo, la capacidad de la nación sudamericana para la producción de cocaína supera las 600 toneladas métricas de coca. Más del doble de lo que puede producir Perú, el segundo productor mundial. En sí, los productores de cocaína han mejorado la intensidad de los cultivos. En el año 2000 en Colombia se producían 4.2Kgs por hectárea cultivada. En cambio, para el 2006 la productividad por unidad territorial alcanzó los 7.8 Kgs.
Sin duda el Plan Colombia ha sido todo un éxito. La pregunta es ¿para quién?
Sometimiento de Uribe al imperialismo: las guerrillas, FARC y ELN
La presidencia de Álvaro Uribe resultó un negocio redondo para el capital monopolista estadounidense. Por una parte, el capital sobreacumulado de su industria armamentista encontró un espacio en el cual realizarse y con ello realizar la ganancia de los empresarios de la guerra. Por otro lado, el negocio de las drogas pasó a la administración directa del monopolismo.
En tercera instancia, el imperialismo consiguió arrinconar a las expresiones de lucha de los trabajadores. En ese proceso la gestión de Juan Manuel Santos al frente del Ministerio de Defensa fue vital. No solamente se trató de la ofensiva en contra de las guerrillas, la cuál desde la masacre de Sucumbíos tiene a las organizaciones insurgentes al punto de la desaparición (al menos en su forma actual). También se trata de los sindicatos, organizaciones indígenas, populares, ambientalistas e incluso las partidarias. Crear un entorno de violencia generalizada con el pretexto del narcotráfico y posteriormente vinculando a los cárteles de la droga con las guerrillas permitió establecer medidas de excepción que se propagaron por toda Colombia hasta casi desaparecer a las expresiones de las izquierdas. Sin duda que en ese sentido, la nación sudamericana resultó ser un laboratorio de los servicios militares y de inteligencia del imperialismo estadounidense para perfeccionar tácticas de contrainsurgencia efectivas para aplacar las resistencias que han proliferado en América Latina durante la última década, antes que su proceso de maduración las haga más peligrosas.
Finalmente, pero no menos importante. El imperialismo estadounidense ganó algo valiosísimo en términos militares. Siete bases militares en territorio colombiano (Malambo, Palanquero, Apiay, Cartagena, el Pacífico, Tolemaida y Larandia) que le servirán a los marines para proteger, en primera instancia, el primer círculo del espacio vital estadounidense. Es decir, la región de América Central y del mar Caribe. En segunda instancia, le permitirá desplegar, en caso de necesidad, sus fuerzas hacia el resto de América del Sur. No se olvide el papel fundamental que las bases militares en posesión de las fuerzas armadas estadounidenses tuvieron tanto en la masacre de Sucumbíos (en 2008) como en el golpe de Estado de Honduras (2009). Desde el territorio colombiano entregado a los EE.UU. bien se estarían operando acciones de desestabilización en contra de los gobiernos latinoamericanos más cercanos a las izquierdas.
A grandes rasgos esa fue la línea seguida por el gobierno de Álvaro Uribe y sin duda será la misma que siga Juan Manuel Santos. Con esa política de Seguridad Democrática el imperialismo pretende estrechar su control sobre América, justo en momentos en que se hace más evidente su decadencia como potencia hegemónica en el mundo. Revertir la situación colombiana e impedir que las políticas que se aplican en ella se extiendan por América Latina, es un asunto que incumbe a los trabajadores de todo el mundo. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!
Los pasados 12 y 13 del presente aparecieron en el diario Juventud Rebelde un par de textos escritos por Fidel Castro Ruz bajo el nombre común de “El gigante de las siete leguas”. El diario mexicano La Jornada reprodujo ambos escritos en sus ediciones de las mismas fechas. Los políticos profesionales, como buenos mercaderes interesados en la ganancia inmediata, no vieron en esos comentarios vertidos por Castro más que un tardío espaldarazo a Andrés Manuel López Obrador. Hecho que exhibe por los cuatro costados el provincialismo característico de nuestros representantes populares y de más de un sesudo editorialista, como en el caso de Carlos Marín quién en su columna “Asalto a la Razón” aparecida en el diarios Milenio del 16 de agosto lanzó una serie de frases inconexas que pretendían comentar el texto de Castro, pero constriñéndose a su aversión lopezobradorista. Mucho más allá de las consideraciones sobre el libro de Andrés Manuel López Obrador, La Mafia que se adueñó de México… y el 2012, los comentarios vertidos por Fidel Castro contienen aseveraciones muy fuertes en contra del gobierno mexicano, así como los dos partidos mayoritarios: PAN y PRI. Tal situación representa un rompimiento entre los gobiernos de ambas naciones. Si bien éste no es formal, dado que Fidel Castro no tiene ya cargos en el gobierno cubano, lo cierto es que se ha mantenido como el dirigente ideológico del régimen de Raúl Castro. Pese a dicho carácter informal la ruptura tiene una gran trascendencia debido a que por mucho tiempo México fue el principal aliado de la revolución cubana, aunque en los tres lustros recientes esa posición haya cambiado radicalmente. Lo cierto es que Cuba ya nada puede esperar del gobierno mexicano, pero no está en condiciones de abrir un frente de conflicto dado el papel que México está desempeñando en la región como agitador a favor del imperialismo yanqui. A ello se debe que sea Fidel y no Raúl quién lance el rompimiento: la informalidad deja abierta la puerta para que las negociaciones coyunturales tengan algún resultado significativo.
Para dimensionar mejor estas tesis que he planteado vale la pena hacer un breve análisis de la situación desatada tras los comentarios de Fidel Castro.
México y la Revolución Cubana
Durante cuatro décadas las presidencias priistas se empeñaron en convencer a los mexicanos de la valentía del país frente al imperialismo estadounidense, pues México era la única nación de América Latina que apoyaba a Cuba. El mito fue fomentado como un elemento adicional para legitimar al régimen postrevolucionario. Sin embargo, estaba fundado en dos elementos reales que le daban credibilidad: 1) el apoyo que el general Lázaro Cárdenas le brindó a los disidentes del Movimiento 26 de julio; 2) el voto en contra que México (única nación que lo hizo) emitió en la reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA) de 1962 en Punta del Este, Uruguay ante la propuesta estadounidense de expulsar a Cuba del organismo multilateral.
En el primer caso se debió a que, a diferencia de sus sucesores, el general Cárdenas tenía claro que el desarrollo de una burguesía en México requería mantener una buena distancia con el imperialismo estadounidense. Para ello había que encontrar los mecanismos en la región que permitiesen contrarrestar el aplastante poder yanqui. La mejor solución que encontró el general era que el gobierno mexicano promoviese la política de la no intervención en los conflictos nacionales, mientras clandestinamente respaldaba a los movimientos populares anti-imperialistas. Ello le dio a México una gran capacidad de negociación en la región como contrapeso a EE.UU.
El segundo momento resultó más simple, aunque también más coyuntural: la presión ejercida por el imperialismo para desterrar a la revolución cubana de la OEA orilló a que varias naciones se hiciesen a un lado para defender sus territorios de la ingerencia norteamericana pero sin enemistarse con dicha potencia. Así Argentina, Bolivia, Brasil, Chile y Ecuador decidieron abstenerse. Curiosamente la posición neutral no le funcionó a esas naciones, pues en poco más de una década todos ellos padecieron golpes de Estado encabezados por militares apoyados por Estados Unidos.
Lo que provocó la política beligerante del imperialismo en contra de la Revolución Cubana fue que se convirtiese en un tema polémico en la región. La solidaridad con Cuba fue un arma que algunos gobiernos esgrimieron para granjearse a los pueblos. Pero esa misma motivación hacía que fuesen muestras de apoyo efímeras. Se llegó a absurdos como el respaldo que el dictador venezolano, Marcos Pérez Jiménez, le dio a la Revolución cuando triunfó ésta, para unos días después rechazar a los revolucionarios. El lance fue repetido por el gobierno civil que sustituyó a la dictadura venezolana, Rómulo Betancourt arrancó su gobierno simpatizando con el grupo encabezado por Fidel Castro, pero unos años después adoptó una oposición en sintonía con la posición estadounidense. Esos apoyos intermitentes no le resultaban muy productivos al régimen revolucionario de la isla; he ahí la diferencia con México que mantuvo una política más estable en sus relaciones bilaterales con Cuba.
Pero tampoco sería prudente idealizar el papel que desempeñaron los gobiernos mexicanos. No se olvide las revelaciones que hace unos años difundió la revista Proceso con base en archivos desclasificados de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés). En ellas se daba cuenta que el agente Litempo cuyo nombre real era Luis Echeverría Álvarez se entrevistó a comienzos de los años 1970 con el entonces presidente estadounidense Richard Nixon para plantear el papel que México desempeñaría en las relaciones internacionales de la región. El objetivo acordado por ambos mandatarios fue el que el gobierno mexicano le ganase a Cuba la autoridad moral en la región enarbolando un discurso izquierdoso. En realidad la estrategia no era una novedad, pues fue el tipo de política exterior que les dio resultados a los gobiernos de Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz.
La estrategia tuvo éxito, pues Cuba quedó un tanto aislada de la región, lo que se agravó con el fracaso de casi todas las guerrillas que fueron apoyadas por el régimen cubano. Incluso, el triunfo de la Revolución Sandinista en 1979, más afín con el régimen de la isla, no fue suficiente para que se le pudiese quitar a México la supremacía ideológica en la región.
La política de solidaridad con Cuba siguió siendo un elemento para exponenciar la legitimidad de los gobiernos priistas, máxime que crecía en aquellos momentos la crítica social contra éstos. El ascenso de Carlos Salinas de Gortari a la presidencia de México en 1988, tras la sospecha de un gran fraude electoral, es el mejor ejemplo de lo señalado. El propio Fidel Castro, en el texto que dio pie a la presente reflexión (“El gigante de las siete leguas”) recordaba cómo Salinas se acercó obsequiosamente a Cuba para ganar legitimidad. A ello se prestó el propio Castro por dos elementos: 1) el Partido Revolucionario Institucional (PRI) siempre había ganado las elecciones presidenciales, por lo que no podía tener certeza sobre la realización de un fraude; y 2) la constancia que los priistas habían mostrado en su relación con la revolución cubana era un elemento que permitía mantener a ésta.
Cuba posfideliana
Actualmente el socialismo cubano se encuentra en un momento de definiciones. No ha sido tanto el retiro de Fidel Castro del poder lo que lo ha generado, sino los propios vicios que se fueron gestando, principalmente tras el acontecimiento del período especial de la década de los años 1990. Las adecuaciones obligadas por el colapso del régimen soviético han sido el germen de diversas irregularidades entre la burocracia. Esteban Morales lo expuso con mayor precisión en su artículo Cuba: corrupción, ¿la verdadera contrarrevolución? El mercado negro creado, solapado y fomentado por funcionarios del gobierno afecta gravemente a la sociedad cubana, pero más allá de ello, la red de complicidades que se genera detrás de dicho flagelo, abre un boquete por el cuál la información fluye de manera que los servicios secretos de España y Estados Unidos se han apoderado de información que compromete la soberanía de la isla, ya no solamente a la revolución.
La actual recesión económica mundial ha sido el factor que aceleró la degradación del aparato de gobierno. Las reformas económicas se hacen indispensables pero se corre el riesgo de abrir lo suficiente para permitirle al imperialismo infiltrar el aparato productivo hasta destruir la revolución desde dentro. A ello es preciso agregar el problema del envejecimiento de la jerarquía política. Por un lado exhiben lo deficiente que resulta construir regímenes socialistas en torno a la figura de personajes. El culto a la personalidad se convierte en una barrera que impide la formación de nuevos cuadros revolucionarios. La viabilidad del socialismo cubano está en duda principalmente por esos dos elementos. Los mismos que fueron los factores principales de la degradación del socialismo soviético.
Tres lustros de degradación
El escándalo desatado por Vicente Fox durante la Cumbre de las Naciones Unidas para el Financiamiento del Desarrollo celebrada en Monterrey en 2002, cuando le solicitó al presidente cubano, Fidel Castro, retirarse lo antes posible de la reunión porque estaba por llegar el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, fue el momento en que más se exhibió la degradación de las relaciones entre México y Cuba. El episodio fue conocido como el “comes y te vas”. No obstante, estuvo lejos de ser un hecho aislado o espontáneo. Por el contrario, el deterioro de las relaciones entre los gobiernos mexicano con el cubano deriva del ascenso de Ernesto Zedillo a la presidencia de México. Las razones principales fueron dos: el mayor acercamiento al imperialismo yanqui como resultado de la crisis de 1995 y la adopción de un discurso de defensa de los derechos humanos a escala mundial como un elemento para legitimar la ofensiva contra los neozapatistas de Chiapas.
Desde el zedillato México se adhirió a la condena sistemática de la política interna de Cuba. El argumento, la violación de los derechos humanos por la existencia de presos políticos en la isla. Curiosamente de 1994 a 2000 ocurrieron agresiones sistemáticas a opositores, incluyendo la persecución de militantes y simpatizantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), así como masacres contra opositores en zonas rurales: recuérdense Aguas Blancas y Acteal, solo por mencionar dos.
Durante el foxiato, especialmente el período en que Jorge Germán Castañeda Gutman estuvo al frente de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), las relaciones bilaterales entre México y Cuba alcanzaron su peor nivel. Después de ello, aunque no han vuelto a caer tan bajo, no se han recompuesto. Ello se debe a que durante los gobiernos emanados del Partido Acción Nacional (PAN) el país, junto a Colombia, se ha consolidado como el aliado estratégico del imperialismo yanqui que funciona como ariete frente a los intereses de las naciones latinoamericanas.
Cuba en México 2006
Contrariamente a las exaltadas diatribas de Carlos Marín, en el artículo señalado líneas arriba, lo cierto es que el gobierno de Fidel Castro sí le brindó cierto respaldo a Andrés Manuel López Obrador en su candidatura de 2006. Aunque a diferencia de las organizaciones de la derecha internacional, como el Partido Popular de España, que respaldaron la candidatura de Felipe Calderón, la injerencia cubana no fue ilegal. Explico. Desde 2003 el gobierno de Vicente Fox buscó la manera de descarrilar la trayectoria ascendente de López Obrador mediante el escándalo de los videos de Ahumada Kurtz. El gobierno de Cuba grabó entrevistas con el empresario de origen argentino mientras estuvo detenido por las autoridades de la isla. Esos videos fueron difundidos en México y exhibieron la conjura anti-lopezobradorista. Las revelaciones sumadas al fallido proceso de desafuero fueron elementos que catapultaron la aceptación social del candidato izquierdista. El propio Castro hace recuento de tal situación en el texto citado.
El rompimiento
Durante décadas las relaciones con México fueron útiles como punto de apoyo para la Revolución Cubana. Su importancia radicó en su consistencia. Algo que se hacía más relevante en el contexto regional. Sin embargo, el viraje dado por México en los tres lustros recientes había hecho necesario el rompimiento del gobierno de Cuba con esos gobiernos que han colocado la política exterior mexicana al servicio de los intereses del imperialismo estadounidense. Sin embargo, tal fractura no se había presentado antes por varias causas. Por un lado, los gobiernos latinoamericanos de izquierda no se habían consolidado como una opción diplomática que favoreciese al régimen revolucionario. Esa situación solamente cambió hasta 2005 cuando el Socialismo del siglo XXI promovido por Venezuela consiguió imponerse, con la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) ante la política estadounidense para la región, mejor conocida como Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA). Segundo, porque hasta 2006 no había una voz fuerte en Cuba, fuera de las instituciones oficiales, que pudiese marcar una línea de política exterior tan seria. Aún después de 2006 eso era impensable dada la larga convalecencia en que estuvo Fidel Castro. Finalmente, porque no se había dado en México el momento propicio para hacer un anuncio de ese calado, pues al contrario de Carlos Marín, el principal dirigente de la Revolución Cubana sí sabe utilizar los tiempos de la política. Por ello es que ha funcionado tan bien el culto a la personalidad de Castro.
El momento es crucial para los revolucionarios en México y Cuba. A diferencia de las múltiples facciones trotskistas que desconocen que la solidaridad de clase solamente ocurre en lo concreto, es fundamental afianzar el apoyo bilateral entre las dos naciones para hacer frente al imperialismo estadounidense, defender al socialismo cubano en el proceso de transición que enfrenta y poder derrotar a ese culto a la personalidad, que incuba su propia corrupción, sin abrir un proceso contrarrevolucionario. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!
La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), en su sesión ordinaria, hace unas horas desechó la controversia constitucional que había interpuesto la Procuraduría General de la República (PGR) en contra de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal por las reformas al Código Civil capitalino que permiten la realización de matrimonios entre personas homosexuales. Este suceso es un logro social, es una nueva conquista, pero al mismo tiempo es una evidencia más del talante del poder judicial. Utiliza como moneda de cambio el reconocimiento de un derecho para obtener la legitimidad que pierde al conculcar los laborales. En esos términos la conquista del matrimonio entre homosexuales no debe verse como algo exclusivo de un sector social sino como el avance de toda una clase.
Desde el punto de vista de la burguesía más conservadora que intenta imponer su concepción religiosa de lo moral, el asunto representa una afrenta y por ello es que apostó buena parte de sus recursos en echar abajo la reforma. La Iglesia católica desbocó sus fuerzas para evitarla, mientras que los panistas en el gobierno apoyaron a la curia empleando los recursos del Estado que están a su disposición. Sin embargo, la clase capitalista es más amplia que estos sectores y en su conjunto es capaz de esclarecerse con mayor precisión cuáles son sus intereses. Las consecuencias de la depresión económica que se viven en el país hacen que los conflictos obreros irresueltos sean una amenaza latente que encierra una peligrosidad mucho mayor que la de reconocer plenamente los derechos a la sexualidad. En parte ello se debe a que al ser una legislación local sus efectos pueden ser contrarrestados e incluso anulados mediante la aprobación de reformas en sentido opuesto en el resto de las localidades del país. Esto no sería una novedad, pues ha sido el camino que los gobiernos conservadores han seguido para contrarrestar el derecho al aborto. Tras su despenalización en el Distrito Federal ya van más de 17 entidades federativas en las que se aprueban contrarreformas que endurecen las penas contra las mujeres que recurran a la interrupción del embarazo. No sería extraño ver que en los próximos meses los congresos estatales se discutan iniciativas a proscribir lo que los textos eclesiásticos llaman: sodomía.
Ante dicho panorama queda más claro porqué, pese a todo el polvo levantado por la polémica, los capitalistas prefieren reconocer el derecho al matrimonio entre homosexuales, que en nada afecta la libertad de adopción, a realizar una defensa efectiva de los derechos de los trabajadores. Pero más allá de toda esta situación, el asunto exige definiciones políticas precisas sobre el derecho a la sexualidad. Quizá no con la profundidad de los especialistas en la materia, pero sí indicando las bases que tiene el asunto desde una perspectiva proletaria.
Acallando al monstruo
A lo largo de la historia la sexualidad, en su conjunto, ha sido reprimida en muchas formas. Las clases dominantes han utilizado diversos mecanismos para inhibirla como una manera de someter al resto de la sociedad. El objetivo es claro, el ser los propietarios de los recursos implica apropiarse de otros individuos para garantizar la perpetuación de las relaciones de dominio. Pero dadas las dificultades emanadas del proceso social de sometimiento, es que los mecanismos para conseguir éste es que se diversificaron tan ampliamente y en formas suficientemente sutiles como para ser asimiladas por los miembros de una sociedad, incluyendo a sus descendientes, como lo natural. Pese a tener una base netamente biológica, nada en la sexualidad humana puede considerarse como natural. En ésta hasta el hecho más simple es producto de la mezcla entre el desarrollo biológico de la humanidad con el de las relaciones sociales históricas. Es decir, la forma en que cada sociedad va desenvolviéndose en el tiempo se combina con las necesidades fisiológicas de los individuos cuya resolución está mediada por el entorno geográfico en que habite el grupo social, dando paso al surgimiento de tradiciones, costumbres, prácticas sociales y religiosas; a todos los elementos objetivos y subjetivos que definen a una sociedad.
Dado lo anterior queda más claro que la homosexualidad, a diferencia de lo que reza el argumento recurrente del fanatismo moralino, nada tiene que ver con lo natural o antinatural. Por cierto que tampoco la heterosexualidad tiene que ver con ese maniqueísmo.
La biología ha documentado ampliamente que en varias especies animales, incluso fuera de situaciones de cautiverio, se presentan relaciones sexuales homosexuales. No es una práctica exclusiva de la especie humana.
La conformación de parejas sexuales está ligado a un problema evolutivo común: la reproducción de la especie. El éxito de ésta depende del desarrollo de características de adaptación al hábitat. La información necesaria para atraer posibles parejas sexuales para la reproducción se transmite en todos los animales mediante el mismo mecanismo: las feromonas. Estas moléculas están compuestas por diversos químicos que al variar en concentración aportan información crucial para atraer la atención de otro organismo. En los seres humanos, la secreción de dicho compuesto se realiza a través de la sudoración. A su vez es percibido a través del olfato, aunque en la mayoría de los casos el propio receptor no es consciente de tal proceso. Por ello es que una persona nos puede resultar atractiva sexualmente incluso antes de verla. La cantidad de información que las feromonas humanas transmiten sobre quien las emite es muy grande; va desde información genética, incluyendo la propensión hacia algunas enfermedades, hasta la disponibilidad para la interacción sexual. Al llegar al cerebro, esa información es interpretada pero no necesariamente en busca de factores específicos sino de un mayor grado de compatibilidad. Ésta varía según las carencias de un organismo, pues la razón es que en la reproducción haya un mejor desarrollo de los elementos que permiten una mejor adaptación de la especie al medio. En sentido estricto esto apunta a que no necesariamente se sentirá atracción mayor atracción por alguien del sexo opuesto, pues el mismo cerebro podría pasar el detalle del género al darle preferencia al resto de los químicos.
No obstante, para bien o para mal, la sexualidad humana no sigue un determinismo biológico sino que también está conformada en un grado muy alto por una serie de condicionamientos sociales que se han construido a lo largo de la historia. Las conductas de cada individuo, e incluso las de una sociedad, pueden ser inhibidas o fomentadas por la acción que el medio ambiente ejerce sobre el ser humano y también como consecuencia de la interacción social.
En términos antropológicos existe una cantidad enorme de indicios que apuntan a que la homosexualidad existía en la misma antigüedad. En algunas sociedades era algo que se concebía como algo plenamente normal. En algunos casos se colocaba como algo deseable. El caso más conocido es el de la antigua Grecia. Entre los ciudadanos de las polis se entendía al matrimonio entre hombre y mujer como necesario para la reproducción de la especie, pero a la relación entre individuos del mismo sexo como algo favorable, sobretodo en el caso de los hombres. Lo igual es amigo de lo igual señalaba Platón en sus Diálogos.
La priorización de las relaciones heterosexuales es en realidad algo muy reciente. Al surgir los primeros Estados poco a poco se fue haciendo claro que hay dos conductas sexuales que pueden serle nocivas. Una es la promiscuidad, puesto que un individuo que gasta la mayor parte de sus energías en atraer parejas, deja de ser suficientemente productivo; además, la multiplicidad de parejas atenta contra el principio de la propiedad en la que se funda el Estado. La segunda es que la propia homosexualidad, pues este tipo de relaciones carecen del potencial reproductivo que tienen las heterosexuales. En una sociedad básicamente agrícola y militar que requiere del mayor número posible de miembros, la reproducción se vuelve un asunto de importancia central. No es casual que en casi todas las sociedades el momento en que se establecieron las primeras legislaciones que proscribían la homosexualidad fue durante el período de consolidación de sus primeros Estados. El caso que ofrece el ejemplo más acabado de ello es la sociedad hebrea. Es notable como a lo largo de su libro sagrado, la Torá que es conocida por los cristianos como el Antiguo Testamento de la Biblia, se insiste sobremanera en castigar a quienes tienen relaciones carnales con personas de su mismo sexo. La misma ciudad de Sodoma fue destruida, según el texto bíblico, por que sus habitantes se olvidaron de la prohibición divina. En los documentos utilizados como fuentes históricas, máxime tratándose de aquellos que incluyen una legislación, la insistencia sobre un tema y la virulencia de los castigos que promete contra tal; nos hablan claramente de lo difícil que resulta persuadir a la población de inhibir un comportamiento al tiempo que reflejan el grado de importancia que tiene para el Estado, comenzando por la clase dominante.
Dado lo anterior, si el debate sobre la sexualidad se redujese a lo biológicamente natural o antinatural, los procesos sociales que fomentan la heterosexualidad como vía única serían algo contra natura.
Capitalismo cosificante
La concepción moral de las religiones descendientes del hebraísmo (judíos, cristianos y musulmanes) tuvo su esplendor durante la denominada Edad Media. Esto se comprende por las precariedades demográficas de la época. Pero el control social ejercido por la herramienta de la moral hebraica fue bien valorada por el capitalismo que alentó tanto la homofobia como el sometimiento familiar al patriarca. Al reducir la sexualidad a las funciones procreativas y al estructurar las relaciones familiares bajo los preceptos de la propiedad privada, se garantiza la reproducción del capitalismo y su ideología en lo más profundo de la sociedad.
En forma paralela, el capitalismo (a través del liberalismo) ha desarrollado un discurso moral apropiado para sus estratos privilegiados. Ese doble rasero tiene el objetivo de profundizar la distancia subjetiva entre las clases dominada y la dominante. A las clases subsumidas se les impone socialmente el modelo de la pareja heterosexual, monógama y patriarcal, que al ser irrealizable al 100% para la mayoría de las personas se convierte en un elemento subjetivo de opresión, por tanto de dominación de clase. Las desilusiones amorosas, la condena moral por no buscar pareja del sexo opuesto, la infidelidad y la falta de un modelo masculino se convirtieron en elementos vergonzantes para muchos. Como consecuencia de tal incompatibilidad entre el modelo de relaciones de pareja y familiares que el capitalismo impuso a las masas subsumidas con la propia realidad de éstas es el ahondamiento de la individualización. En contraste, los miembros de la burguesía tienen la posibilidad de incumplir con ese modelo ya sea apelando a factores subjetivos como su status social privilegiado o mediante factores tan objetivos como el poder económico y político. De tal modo, para el capitalista quedaron tácitamente admitidas todo tipo de relaciones sexuales, al igual que todo tipo de preferencias para la realización de éstas, sin importar cuán depravadas pudiesen ser.
Con el avance de la industrialización se pudo colocar a la sexualidad como otro objetivo del mercado capaz de producir grandes ganancias. La planificación familiar no fue el único aspecto que se desarrollo con la liberalización sexual desatada a mediados del siglo XX, la producción de juguetes eróticos, la pornografía, la prostitución e incluso la proliferación de prácticas aberrantes como la pederastia, la explotación sexual y el ultraje también se han incrementado bajo el auspicio de la forma capitalista de concebir las relaciones sexuales.
La contradicción entre las dos tendencias capitalistas sobre la sexualidad converge para la consolidar una concepción que cosifica la subjetividad de los individuos. La enajenación mediante la sexualidad es un instrumento de control social muy eficiente para el capitalismo. Pese a ello, sería necio el hecho de no reconocer que durante las décadas recientes ha habido un avance en el reconocimiento de los derechos sexuales de la humanidad. Éste es, antes que nada, una conquista social.
Sexualidad: derecho obrero
Por su carácter ambiguo, es decir por lo general de las demandas por la liberación de la sexualidad, los derechos igualmente son exigidos por los socialistas más radicales que por los liberales menos conservadores. El asunto no es menor porque los efectos del contenido ideológico de cada concepción son muy diversos. La perspectiva del liberalismo tiende hacia el libertinaje, lo que significaría preservar el ejercicio de la sexualidad como un elemento de enajenación y, por tanto, como instrumento de control. Por el contrario, la perspectiva anarquista conduce a un individualismo irracional.
Una perspectiva de clase implicaría hacer conciente la sexualidad como un proceso que combina lo biológico con lo social. Lo que obliga a los trabajadores a plantearse la necesidad de desarrollar una nueva concepción sobre la moral pero que parta del materialismo y que contravenga los principios fundamentales del capitalismo. Lo que implica subvertir el concepto de la propiedad privada. Pero también, en el compromiso, equidad y solidaridad con el resto de la comunidad.
Las modas en cuanto a la sexualidad requieren ser combatidas con la misma vehemencia con la que se pelea por el reconocimiento a la sexualidad. La elección de una orientación sexual no debe ser nada más libre, también requiere ser tomada con una consciencia plena. Lo contrario implica construir relaciones carentes de contenido, lo que inevitablemente desemboca en la falta de compromiso y el sometimiento al otro.
La idealización es otro grave error que se suele cometer en nombre de la libertad sexual. Es común entre los izquierdistas sacralizar en nombre del amor las relaciones basadas en la desigualdad y la falta de compromiso. La experiencia desigual, la subordinación laboral mal manejada, el “amor libre”; son elementos de inequidad que originan relaciones enajenantes. El derecho a la sexualidad se vuelve en contra de uno mismo en cuanto se pierde la consciencia sobre limitación que representan las desigualdades concretas, pues el desarrollo del sujeto y su contribución social quedan menguados. En el mismo sentido, el asumir una sexualidad conciente implica reconocer las limitaciones físicas del cuerpo humano, al placer como un derecho y la mesura como una obligación.
Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!
Casi cinco años después de reprivatización de la Compañía Mexicana de Aviación (Mexicana) la situación de la aerolínea es tan grave como se le aseguró a los mexicanos que jamás lo volvería a ser. Aquel 1 de diciembre de 2005, cuando se anunció que Grupo Posadas (GP) adquiría la CMA, el diario La Crónica de Hoy publicó una reflexión del columnista Marco Antonio Mares que planteaba una pregunta con plena vigencia en estos días: “Venta de Mexicana, ¿Éxito o fracaso?”. Al señor Mares no se le pueden adjudicar intenciones antiempresariales. Por el contrario, en sus más de 30 años de trayectoria como periodista especializado en economía ha sido uno de los grandes defensores del libre mercado y gran crítico de la intervención del Estado sobre éste. Sin embargo, en un acto inopinado de lucidez consiguió formular una disyuntiva importante para la economía nacional.
Lo anterior viene a colación precisamente porque el pasado 2 de agosto la CMA solicitó la protección de la justicia mexicana para hacer frente a sus acreedores, es decir solicitó una solicitud de concurso mercantil. Anteriormente a esta figura se le conocía como suspensión de pagos pero hace unos años, imbuidos por un furor anglófilo los juristas decidieron cambiar los términos para hacerlo más compatible con el capítulo 11 de la Ley de Insolvencia estadounidense.
Mexicana, como se le conoce popularmente, es la aerolínea más antigua del país. La empresa se fundó el 20 de agosto de 1924 cuando un grupo de empresarios estadounidenses, encabezados por George L. Rihl adquirieron la Compañía Mexicana de Transportación Aérea (CMTA), que había sido fundada tres años antes para prestar el servicio de correo. Cinco años más tarde la aerolínea fue adquirida por, la ahora desaparecida, Pan American Airways (PanAm), lo que permitió la ampliación de las operaciones hacia Estados Unidos y Centroamérica. Hacia finales de la década de los años 1960 la CMA estuvo al borde de la quiebra, ello fue aprovechado por un grupo de inversionistas encabezados por el Ing. Crescencio Ballesteros quienes adquirieron la totalidad de la empresa. A partir de entonces todo el capital era de origen mexicano y la empresa tuvo una década de bonanza en los años 1970. Sin embargo, desde el inicio de la década de los años 1980 los problemas económicos mundiales repercutieron sobre la aviación, Mexicana no se salvó. La nueva crisis obligó al gobierno mexicano a adquirir el 54% de la aerolínea. Esta conversión en una empresa con capital mixto inauguró la era de los rescates financieros de la aviación nacional. En 1991 el Grupo Falcon adquirió la CMA de manos del gobierno, pero los efectos de la crisis de 1995 condujeron a las dos empresas aeronáuticas mexicanas (Mexicana y Aeroméxico) a la necesidad de ser rescatadas nuevamente por las autoridades. En ese año se creo la Corporación Internacional de Transporte Aéreo (CINTRA) que operó las dos empresas por espacio de una década. Así a finales del año 2005 CMA fue adquirida en remate por el GP a cambio de la friolera de US$159 millones.
Perpetradores cómplices
La reprivatización diseñada por el gobierno de Vicente Fox fue el ejemplo perfecto de la forma de operación del capital monopolista. GP es el orgulloso propietario de 112 hoteles distribuidos en nueve marcas en cinco países de América, incluido Estados Unidos. El consorcio hotelero fue fundado en 1967 por Gastón Azcárraga Tamayo, hijo del empresario automotriz Gastón Azcárraga Vidaurreta y sobrino del fundador del monopolio de las telecomunicaciones (Televisa) Emilio Azcárraga Vidaurreta, por tanto primo hermano del famoso Tigre Emilio Azcárraga Milmo. Desde 1989 el GP es encabezado por Gastón Azcárraga Andrade (el tercero de la dinastía).
El objetivo del gobierno foxista era claro desde el comienzo, nunca fue un secreto que se trataba de concentrar las actividades complementarias a la hotelería, es decir la trasportación aérea, para maximizar la tasa de ganancia del monopolista. En esos términos se les planteó a los trabajadores la venta de CMA. La propia Lizette Clavel, secretaria general de la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación (ASSA), lo recordó en entrevista para el semanario Proceso en los siguientes términos: “‘Se nos dijo que sería la sinergía que uniría el negocio de la aviación con el hotelero’” (Rosalía Vergara, “Mexicana: Robo frustrado”, en Proceso, 8/VIII/2010, p. 56-58.
En el ramo hotelero es incuestionable que el GP es éxitoso. Pese a la crisis y las contingencias sanitarias que han asolado al turismo en México desde 2008, el cártel hotelero mantiene utilidades de operación superiores a los $800 millones anuales. Lo que coloca a Gastón Azcárraga entre los burgueses más acaudalados del país. Esto se ha conseguido con base en la degradación de las condiciones laborales. De forma soterrada el sector hotelero, dentro del sector turístico, es uno de los que más ha avanzado en la implementación de prácticas que reducen el costo de la fuerza de trabajo que emplean (subcontratación, contratos a prueba, contratos por honorarios, falta de prestaciones son algo corriente en el sector desde hace varios años), lo que directamente significa el incremento de la explotación de los trabajadores.
Gastón III fue de los empresarios que mejor han lucrado con el cambio, pues supo relacionarse con Vicente Fox a tal grado que el mismo año en que se le anunció como el nuevo propietario de CMA, 2005, había ascendido 48 lugares en la lista de los propietarios con mayor riqueza. También fue uno de los principales promotores de la campaña antilopezobradorista. Gran detractor de las protestas sociales detonadas por las dudas generadas por el proceso electoral de 2006. Su papel en dichos sucesos no fue menor dado que en 2005-2006 fue el principal dirigente del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, sindicato empresarial que aglutina a las principales corporaciones del país. Su influencia se extiende hacia otras ramas económicas gracias a que Gastón III es integrante de los consejos de administración de corporaciones como BBVA Bancomer, Holcim Apasco y Corporación Mexicana de Restaurantes.
Sicarios de altos vuelos
Desde un principio la intención del GP fue la de trasladar las condiciones laborales que imperan en sus cadenas hoteleras hacia Mexicana y sus filiales de bajo costo. No es casual que desde julio de 2007 funja como director general de CMA el ingeniero Manuel Borja Chico (para mayor información sobre este sujeto consultar la columna de Miguel Ángel Granados Chapa, “Interés Público: Manuel Borja y las turbulencias de Mexicana” en Proceso, 8/VIII/2010, p. 52-53), este personaje ha sido el operador de la estrategia anti-obrera que GP intenta imponer en Mexicana.
El primer paso del GP al tomar el control de CMA fue reducir la deuda de la empresa, que en aquel momento ascendía a US$294 millones mediante el recorte de los contratos colectivos de los pilotos, aviadores y personal de tierra. La nueva administración se mostró hostil con los trabajadores. Los sindicatos de pilotos y de personal de tierra aceptaron la renegociación desfavorable, en cambio la propuesta a los sobrecargos fue aún más dura e inflexible, por lo que la rechazaron.
El pretexto que con ahínco habían buscado los inversionistas comandados por Gastón III estaba dado. El desmantelamiento de la empresa fue acelerado. Los exitosos empresarios que integrarían el monopolio del turismo con la trasportación aérea comenzaron a depredar a la empresa. En 2007 Mexicana rompió con la Star Alliance, el cártel aeronáutico con más poderoso, solamente para conducir a la empresa a Oneworld, que es el cártel competidor que incluye a otras empresas de la aviación con problemas de liquidez como la American Airlines y la British Airlines. Dicho movimiento resultó perjudicial para Mexicana por las condiciones desventajosas que le ofrecía el nuevo acuerdo.
El segundo paso fue la venta de la totalidad de los activos de CMA al Grupo Mexicana de Aviación (GMA) en abril de 2007. Así la antigua poseedora quedó como un cascarón vacío, incapaz siquiera de utilizar su propio nombre. El tercer pasó fue desincorporar de CMA a las marcas de bajo costo, Click y Link, para lo cuál se echó para atrás parte de la transacción a favor de GMA y se creó una nueva controladora: Nuevo Grupo Aeronáutico (NGA). A éste le fueron cedidos a finales de 2008 la propiedad de casi todas las filiales de Mexicana. El resultado fue que CMA quedó inhabilitada para utilizar sus marcas además de ser la responsable de una deuda que en tiempos de Gastón III se triplicó (US$795 millones), incluyendo un préstamo que Bancomext le concedió a Mexicana en 2009. Por su parte la aerolínea troncal, es decir Mexicana, quedó en manos de GMA. Y NGA se quedó con el resto de las marcas, incluyendo la parte más rentable del negocio de la aviación: las aerolíneas de bajo costo.
El negocio de la ejecución de Mexicana iba saliendo sobre ruedas para Gastón III hasta que la Agencia Federal de Aviación de los Estados Unidos degradó la calificación de la aviación mexicana, con ello se impide que las aerolíneas del país puedan operar nuevas rutas hacia Estados Unidos. Con ello Mexicana quedó como la marca menos afectada, pues ya operaba algunos vuelos con destino estadounidense. Mientras las marcas de bajo costo pierden la posibilidad de operar nuevas vías. Para el grupo de Gastón III se trata de sacar la mayor ganancia posible de la tragedia que ellos mismos han generado en la empresa aeronáutica. Sea mediante el rescate financiero del gobierno o por la vía del remate, de lo que se trata es de exprimirle lo último a Mexicana. El entramado político resultante de la crisis económica y de la pésima conducción del gobierno hace casi imposible que Felipillo I, el espurio, se atreva a rescatar a la empresa.
Por el lado del remate, el gran obstáculo para concretarlo son los trabajadores, a casi toda la burguesía interesada en el negocio de la aviación le interesa adquirir una aerolínea sin trabajadores. Por ello es que GP está lanzando la ofensiva final en contra de los sindicatos. Se trata de quebrar a la empresa utilizando los mismos métodos que el secretario del trabajo, Javier Alarcón, empleo en el caso de Cananea: declarar la inexistencia de la relación laboral. Con ese fin es que a la solicitud de concurso mercantil siguió la suspensión de la venta de boletos. No se intenta reestructurar las finanzas de la empresa sino de cerrarle todos los posibles flujos de ingresos. Más que la liquidación de la compañía, lo que se pretende es la aniquilación de los trabajadores, lo cuál quedó demostrado ante la negativa de la administración para negociar una solución, pese a que el 7 de agosto los sindicatos manifestaron su disposición a reducir prestaciones y plantilla.
No es para menos, pese a sus graves deficiencias políticas, a la falta de una orientación de clase, tanto la Asociación Sindical de Pilotos Aviadores (ASPA) como la Asociación Sindical de Sobrecargos de la Aviación (ASSA) y el Sindicato Nacional de Trabajadores de Transportes de Transformación, Aviación y Servicios Similares (SNTTTASS) son de los menos charrificados en el país. Cierto que no tienen un carácter revolucionario, pero al menos se han distinguido por ser los que hacen más por defender los derechos inmediatos de los trabajadores. Eso sobre todo se nota en los Contratos Colectivos de Trabajo (CCT) que han estado vigentes en Mexicana y Aeroméxico. Aunque no debe olvidarse que el gran aliado de Gastón III para golpear a los trabajadores ha sido la Secretaría del trabajo y Previsión Social (STPS) que favoreció a GP en la renegociación del CCT de los sobrecargos, por lo que desde 2007 laboran sin esa mínima certeza.
Ni la muerte ni la derrota son opciones: Necesario es vencer.
Por cabalístico que pudiesen parecer algunas fechas en la historia, ello no implica que el destino de la humanidad esté predeterminado por los astros, las runas, el tarot, las líneas de la palma de la mano o las manchas de humedad que aparecen en las estaciones del metro. En la historia como en la vida, las coincidencias ocurren independientemente de nuestra voluntad humana. Aunque es innegable que algunas de ellas son provocadas, lo cierto es que no es posible correlacionar voluntad-coincidencia.
Lo anterior viene a colación por una cuestión de fechas extrañamente coincidentes: el 13 de agosto. Por un azar de la historia en esa fecha, pero en el año de 1521 el último de los tlatoani de México-Tenochtitlán, Cuauhtémoc, fue apresado por las tropas de Hernán Cortés. Con ello se consumó la conquista sobre el pueblo mexica; muchos historiadores comienzan a contar el período de la Nueva España a partir de ese momento. No sin cierta razón. Cierto que las expediciones de conquista continuaron durante varias décadas más hacia el norte y sur de lo que en su momento fue el virreinato novohispano, pero la parte medular, la civilización que tenía mayor trascendencia en la región en tiempos de la colonia eran los mexicas. Una vez derrotados éstos y dada la alianza plurinacional que los pueblos indígenas conformaron entorno a los españoles, la organización de la nueva colonia española fue relativamente más sencillo.
Casi cuatro siglos más tarde, en 1914, un nuevo evento marcó un punto de inflexión en la misma fecha: 13 de agosto. En esa fecha se firmaron los Tratados de Teoloyucan, documento que formalizó el final de la dictadura de Victoriano Huerta. Señalamos que esto fue en términos formales porque en la práctica Huerta había renunciado a la presidencia desde el 14 de julio de 1914, por lo que para mediados de agosto la presidencia era ejercida por Francisco Carvajal, político cercano al dictador. Los Tratados fueron firmados entre los dirigentes de la división noroeste del Ejército Constitucionalista (Álvaro Obregón, Lucio Blanco y Othón P. Blanco) con los representantes huertistas (Lauro Villar, Gustavo A. Salas y José Refugio Velasco).
Teoloyucan, en aquélla época, era una pequeña población al norte del Estado de México. El poblado, según los señalamientos de Alfonso Chavero, fue fundado hacia el final del período clásico prehispánico. Se presume que su nombre original era Teohuilloyocan (lugar lleno de cristal de roca) pero cuya pronunciación fue corrompida durante la colonia hasta su actual forma. Se sabe, por las matrículas tributarias, que durante el posclásico, ya bajo la hegemonía regional de los mexicas, Teoloyucan estaba sometido a la administración de Cuauhtitlán. De los poco más de 1,000 habitantes que tenía el pueblo en el momento de la conquista, la mitad era de origen nahua y la otra otomí. Durante la colonia los españoles dividieron administrativamente la comunidad en siete estancias de indios y cuatro de españoles.
Durante la independencia, los habitantes participaron activamente en el movimiento hasta el triunfo de la república en 1824. Al año siguiente, el primer gobernador del Estado de México, Melchor Múzquiz publicó el decretó mediante el cuál se creo el municipio de Teoloyucan. Durante el siglo XIX la comunidad se enfocó en actividades agrícolas mediante cultivos de maíz, trigo, frijol, cebada y pastos. Sin embargo, su crecimiento demográfico en cuatro siglos no había sido llamativo, para mediados del siglo XIX contaba con poco más de 4,500 habitantes. La política modernizadora del porfiriato se materializó en la llegada de migrantes provenientes del norte de la península itálica que fundaron la Colonia Venecia.
La ubicación geográfica de Teoloyucan como paso del ferrocarril hacia el norte cercano a la Ciudad de México, hicieron del pueblo un sitio militarmente conveniente. Esto fue observado por los Constitucionalistas que establecieron ahí su cuartel para asediar a la ciudad de México durante la guerra en contra de la dictadura huertista.
Más allá de los elementos anteriormente planteados, es preciso agregar que los Tratados, más allá del valor historiográfico que suele atribuírseles, también representaron un parte aguas durante la revolución mexicana que sintetizó tanto el cúmulo de procesos anteriores como sirvió como condicionante para los sucesos posteriores. Eventos en cuyo desarrollo estuvo involucrado de manera determinante el proletariado mexicano.
Para esclarecer estos elementos es preciso contextualizar lo que acontecía alrededor de la dictadura de Victoriano Huerta.
La dictadura del chacal
Como es bien sabido, la primera etapa de la Revolución Mexicana estuvo definida por la lucha de las fuerzas democratizadoras en contra de la dictadura de Porfirio Díaz. Esta etapa de guerra no duró más de seis meses. Así, para el segundo semestre de 1911 se instituyó un nuevo gobierno con Francisco I. Madero al frente de la nación. El nuevo gobierno representaba la línea política del ala revolucionaria más moderada: la burguesía nacionalista. No se olvide que el propio Madero había sido un personaje que se oponía a la vía armada como medio para termina con la dictadura porfirista. Fue solamente cuando agotó todas las opciones democráticas, o mejor dicho, cuando hizo conciente que no había alternativas pacíficas para la transformación social en México cuando aceptó aliarse con las fracciones revolucionarias de la oposición. Mas el carácter moderado de la política maderista no debe buscarse en su resistencia personal a recurrir a la vía armada, sino en su política misma. Madero representaba a una burguesía nacional surgida de los más de 30 años de Porfiriato, pero que comenzaba a ser desplazada directamente por la burguesía imperialista, tanto europea como estadounidense. Para ese segmento la urgencia de sustituir al antiguo régimen por sus propios representantes políticos era una necesidad para no ser aniquilados por el capital monopolista. Sin embargo, el estilo personal de Francisco I. Madero para gobernar no fue el más acorde con la situación nacional ni con las necesidades de esa incipiente burguesía mexicana.
La incapacidad maderista para neutralizar las demandas de varios de los grupos que se aliaron en el levantamiento contra el Porfiriato, llegó al extremo de ocasionar la continuidad de la guerra. En sentido inverso, el gobierno de Madero tampoco fue capaz de liquidar a los partidarios del antiguo régimen dictatorial. Personajes que representaban la restauración porfirista como Félix Díaz (sobrino de don Porfirio) y Bernardo Reyes mantuvieron una gran influencia sobre el ejército mexicano.
Mientras el zapatismo y el orozquismo se batían contra el ejército federal para obligar a Madero a cumplir con un programa revolucionario agrarista, a principios de 1913, los porfiristas preparaban las condiciones políticas básicas para derrocar al débil régimen maderista. El resultado de esa situación fue la Decena Trágica. Diez días de combates entre el grupo de rebeldes del ejército mexicano leales a Díaz y Reyes, que terminaron con la traición del general Victoriano Huerta contra el presidente Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez gracias a la intermediación del embajador estadounidense en México Henry Lane Wilson.
El golpe de Estado perpetrado por Huerta representó, hasta cierto punto, un intento por restaurar el antiguo régimen porfirista pero sin ninguno de los personajes que lo representaban. Con don Porfirio exiliado en Europa y dada la incapacidad del general Félix Díaz, el camino para un nuevo protagonista estaba abierto. Elemento que aprovechó perfectamente el general Huerta. El 19 de febrero firmó junto a Félix Díaz y el embajador Wilson el Pacto de la Embajada, el gobierno estadounidense se comprometía a reconocer a un nuevo gobierno siempre y cuándo fuese designado legalmente. Así, el mismo día se obligó a Madero y Pino Suárez a renunciar, lo que dejó la presidencia en manos del ministro de Relaciones Exteriores, Pedro Lascuráin, quién asumió la presidencia tras acordar con Huerta el nombramiento de éste como su ministro del Exterior a cambio de permitir que Madero y Pino Suárez fuesen exiliados de México. En 45 minutos Lascuráin juró como presidente, designó a general Huerta y envió su renuncia de efecto inmediato al Congreso. Sin embargo, los golpistas no cumplieron con su parte. Al tercer día de la nueva dictadura militar, el 22 de febrero, Madero y Pino Suárez, junto al general Felipe Ángeles, fueron sacados con rumbo a la cárcel de Lecumberri, pero en el camino los dos primeros fueron asesinados por el mayor Francisco Cárdenas.
La dictadura militar de Victoriano Huerta no vaciló en recurrir al uso de la represión para imponer su propia concepción sobre el orden a la nación. El asesinato de opositores fue un recurso común. Primero Madero y Pino Suárez, presidente y vicepresidente respectivamente. Poco tiempo después fueron asesinados, en agosto, el diputado Serapio Rendón en la cárcel de Tlalnepantla y en octubre el senador Belisario Domínguez en el panteón del Xoco. En estos dos últimos casos se trataba de reputados opositores a la dictadura que se habían pronunciado duramente contra ésta y contra la disolución del Congreso.
Sin embargo, la respuesta de los grupos maderistas no fue tarda ni menor. Para finales de marzo ya había sido promulgado en Ramos Arizpe el Plan de Guadalupe por el gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza. Rápidamente los antiguos grupos que se habían levantado en armas contra el Porfiriato, se volvieron a sublevar ahora contra el huertismo, con excepción de las huestes de Pascual Orozco quién se adhirió a la dictadura por su oposición al régimen maderista. Los firmantes del Plan de Guadalupe se integraron en el Ejército Constitucionalista que reconocía a Carranza como su máximo jefe. Mientras en el centro y sur del país, los zapatistas reformaron el Plan de Ayala para ir contra el huertismo.
Hasta este punto la historiografía tradicional, es decir la que concibe la historia como el producto de las decisiones de los grandes personajes, mantiene su gran vigor explicativo. Donde sus esfuerzos de interpretación se van debilitando es al referirse al papel que desempeñaron los trabajadores en la revolución. Por alguna extraña razón solamente se concibe como grupos revolucionarios a aquellas organizaciones que tomaron las armas; los movimientos sociales que ejercieron presión política comúnmente son ignorados. Sobre los trabajadores también pesa otro error frecuente: suponer que su única estructuración orgánica puede ser a través del sindicalismo. Más aún solamente se reduce la idea de una organización de clase a la forma moderna de los sindicatos, la cuál difiere notablemente de las características que tenían en los primeros intentos. Tal como lo expuse en Memoria Proletaria 5: Apunte sobre el sindicalismo en México, los primeros experimentos por crear organizaciones clasistas de trabajadores en México se gestaron durante los últimos años del gobierno juarista: eran sociedades mutualistas que tenían el objetivo de mejorar las condiciones de vida de los obreros mediante la cooperación solidaria y el altruismo. La Sociedad de Socorro Mutuo, la Junta Promotora de las Clases Menesterosas, la Sociedad Política Fraternal y el Congreso General de Obreros de la República Mexicana fueron las primeras expresiones del proletariado organizado. Muchas de esas organizaciones tuvieron la influencia directa de los grupos anarquistas y logias masónicas. Ninguna de esas organizaciones consiguió superar la represión porfirista, su capacidad de acción quedó muy limitada. Fue hasta la irrupción de los Clubes Liberales organizados en torno al floresmagonismo que las formaciones de clase consiguieron tener una verdadera ingerencia política, aunque aún bastante limitada. El triunfo de la revolución maderista significó una efervescencia social que se tradujo en la multiplicación de los experimentos organizativos de los trabajadores urbanos. Aunque dado el predominio del anarquismo y de la masonería en ese período las organizaciones obreras seguían teniendo un carácter mutualista, así en 1911 surgieron: la Confederación Nacional de las Artes Gráficas, Mártires del siete de enero, Fe y Trabajo, Mártires del Trabajo, la Gran Liga del Trabajo y la Cámara Nacional del Trabajo.
Fue hasta el año siguiente, 1912, que se dio un avance cualitativo con la fundación de la Casa del Obrero, posteriormente conocida como Casa del Obrero Mundial (COM). El valor histórico de la COM radicó en que no se trataba de una nueva agrupación sindical sino de un centro dedicado a la difusión y formación ideológica de los obreros. La anterior aunado a la diversidad ideológica (en su fundación participaron grupos anarquistas, socialistas, masones y liberales), posibilitó que la COM tuviese una gran ingerencia en el movimiento obrero.
El grupo anarquista Luz fue el principal convocante para la fundación de la Casa del Obrero Mundial
Rápidamente la Casa se convirtió en el principal referente obrero, las organizaciones sindicales fueron adquiriendo, a su amparo, una fisonomía moderna aunque imbuida de las ideas anarquistas de conquistar la abolición del Estado mediante la huelga general y la acción directa. Esos principios entraban en franca contradicción con los postulados del maderismo, por lo que la COM se ubicó como una fuerza opositora al gobierno mexicano. El régimen de Madero recurrió a la represión en contra de los principales dirigentes obreros en tanto que la Iglesia Católica anatomizaba a la Casa para disuadir a los trabajadores de afiliarse a los sindicatos que la integraban. Ante esa situación la COM rompió toda relación con el gobierno y acusaron a Madero de seguir los pasos de Porfirio Díaz. Sin duda que la concepción burguesa de madero, así como su indecisión política para realizar las reformas indispensables para el desarrollo de las fuerzas productivas del país, fueron el detonante del rompimiento obrero con el gobierno.
Poco tiempo después, el maderismo fue abandonado a su suerte con la toma de la Ciudadela por parte de los seguidores de Félix Díaz y Bernardo Reyes. La Decena Trágica fue enfrentada por el gobierno tras varios rompimientos políticos con fuerzas aliadas, incluyendo a la clase trabajadora. Pero, más allá de los diferendos ideológicos de la COM con el régimen de Madero, fue evidente que ésta tampoco estaba dispuesta a aceptar la implantación de una dictadura como la huertista.
Al mismo tiempo que en el norte se organizaba el Ejército Constitucionalista y en el sur el Ejército Libertador reformaba el Plan de Ayala para adecuarlo contra el nuevo gobierno militar, en abril de 1913, la COM organizó la primera conmemoración del 1 de mayo que se hacía con una manifestación pública. A partir de ese acto fue que se le agregó el carácter de Mundial a la Casa del Obrero. En esa fecha 25,000 trabajadores marcharon desde el Zócalo hasta el Hemiciclo a Juárez, entregaron un pliego de demandas a los diputados Gerzayn Ugarte y Serapio Rendón, para finalmente celebrar un mitin en el teatro Xicoténcatl (hoy sede del Senado de la República).
Unos días después del primer acto conmemorativo del Día Internacional de los Trabajadores, la COM convocó a realizar, el 25 de mayo, un mitin en el Teatro Lírico en protesta contra la dictadura huertista. El régimen intentó impedir la realización del acto clausurando el teatro, sin embargo los organizadores decidieron trasladarlo al Hemiciclo a Juárez. Dentro del grupo de oradores participaron personajes como los dirigentes de la COM Antonio Díaz Soto y Gama, Pioquinto Roldán y los diputados Hilario Carrillo y Serapio Rendón. El tono de los discursos fue de condena a la dictadura, por lo que Huerta respondió recrudeciendo la represión contra la Casa. Varios dirigentes fueron aprehendidos y se deportó a cinco trabajadores inmigrantes que participaron en la fundación de la organización.
La agitación política de la COM continuó pese a que la facción hegemónica, los anarquistas, habían conseguido una declaración en que los trabajadores se negaban a hacer política en el campo del patriotismo. Así, y ante el desembarco de los marines estadounidenses en el puerto de Veracruz, recuérdese que el gobierno de Woodrow Wilson se negó a reconocer los acuerdos firmados por el embajador Henry Lane Wilson. Ante esa situación Huerta ordenó la clausura definitiva de la COM el 27 de marzo de 1914. La medida fue inútil para la causa dictatorial. Los trabajadores comenzaron acercamientos con el constitucionalismo a través del general Álvaro Obregón. Al mismo tiempo, los anarquistas aprovecharon sus relaciones con organizaciones internacionales de trabajadores para difundir en el mundo la situación que se presentaba en México.
Manifiesto publicado por la Casa del Obrero Mundial
Radicalización revolucionaria
Huertismo
La carrera militar de Victoriano Huerta comenzó al amparo del gobierno juarista quién en 1871 lo recomendó para ingresar al Colegio Militar. Se destacó como elemento fiel al Porfiriato, incluyendo su participación en la represión de 1903 contra los pueblos mayas de Yucatán. Al estallar la revolución maderista a Huerta le fue encomendado el combate contra los zapatistas en Morelos, en donde se destacó por sus formas sanguinarias para reprimir a los pueblos. Pero, ni el terror que ejerció le fue suficiente para derrotar a los revolucionarios. A la renuncia de Díaz, Huerta se ofreció para escoltar al dictador hacia el puerto de Veracruz.
De manera inexplicable, al llegar a la presidencia, Madero no se atrevió a desmontar la estructura militar porfirista; al contrario, pretendió servirse de ella. Sin duda que el ejemplo más notable de esa política fue el general Huerta, a quién se le designó jefe de operaciones para combatir la insurrección de Pascual Orozco en el norte del país. El ejército maderista derrotó a los orozquistas, y su jefe tuvo que exiliarse durante algunos meses en Estados Unidos.
Mientras tanto, Huerta fue llamado a la Ciudad de México para comparecer ante la Secretaría de Guerra por desacato. Pero en medio de su proceso estalló la Decena Trágica. Una vez más Francisco I. Madero repitió su error de confiar en la institucionalidad de los militares porfiristas, designó al general Victoriano Huerta como comandante militar de la capital. Durante los diez días de combates Huerta se mostró leal al presidente, pero por debajo se orquestaba la traición. El 18 de febrero le ordenó a Aureliano Blanquet que apresase a Madero y Pino Suárez. Un día después, ya firmado el Pacto de la Embajada entre Félix Díaz (cabeza de los sublevados), Victoriano Huerta (jefe del ejercito maderista) y Henry Lane Wilson (embajador de los Estados Unidos en México), se obligó al presidente y al vicepresidente a renunciar.
Al usurpar la presidencia, Huerta se hizo rodear de militares fieles al Porfiriato. La idea era restaurar el antiguo régimen. Aunque también tuvo la capacidad para atraerse a algunos revolucionarios enemigos del maderismo, como fue el caso de Pascual Orozco, éste convalidó el golpe de Estado al unirse a las tropas huertistas el 27 de febrero de 1913, cinco días después del asesinato de Madero.
Pero la mayoría maderista no se quedó de brazos cruzados. A los alzamientos armados en el norte y sur del país se agregaron las protestas en la capital. Por ello, Huerta ordenó el asesinato de los dos principales congresistas opositores: el diputado Serapio Rendón en agosto y el senador Belisario Domínguez en octubre. Poco después de este último el dictador ordenó la clausura del Congreso.
Para colmo, el gobierno estadounidense de Woodrow Wilson no aceptó los tratados firmados por su antecesor, William Taft, y la dictadura huertista. No se trataba de una cuestión democrática sino de un pretexto para invadir territorio mexicano. Así, en abril de 1914 el puerto de Veracruz fue tomado por la marina estadounidense. A la guerra contra constitucionalistas y zapatistas, había que agregar una nueva contra los EE.UU.
Zapatismo
El general porfirista, y posteriormente huertista, Aureliano Blanquet fue enviado por la dictadura a combatir contra los zapatistas. Fue inútil, el Ejército Libertador del sur alcanzó en esta época su mayor esplendor. A la demanda histórica de los pueblos indígenas por la posesión de la tierra, se sumó la indignación ante el intento de restauración porfirista. En Memoria Proletaria 9: Zapatismo se abordó con mayor amplitud el tema del papel desempeñado por el Ejército Libertador del Sur. Por lo que aquí nada más me limitaré a subrayar el esplendor de los zapatistas durante la etapa de guerra en contra de la dictadura de Victoriano Huerta. Cuando consiguieron controlar territorios en los estados de Morelos, Puebla, Guerrero, México y Distrito Federal.
Constitucionalismo
La caída del gobierno de Francisco I. Madero fue el detonante para la insurrección de los grupos revolucionarios veteranos. En el norte del país la experiencia asimilada de la guerra contra el Porfiriato sirvió para que los grupos armados se integrasen en sólo cuerpo: el Ejército Constitucionalista. El llamado inicial fue hecho por el entonces gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, quién promulgó el 26 de marzo de 1913. A el se incorporaron casi todas las fuerzas revolucionarias con excepción de los zapatistas.
Para hacer más sencilla la operación del EC, Carranza, dividió a sus fuerzas en tres divisiones, la del Noreste, la del Norte y la del Noroeste. La primera estuvo encabezada por el general Pablo González, la segunda (la más grande y poderosa) estaba al mando de Francisco Villa y la tercera bajo las ordenes de Álvaro Obregón. El éxito del Plan de Guadalupe para unificar a los revolucionarios fue su generalidad. Al centrarse en el derrocamiento del régimen huertista las contradicciones entre los distintos grupos que conformaban el EC quedaron ocultas. No se olvide que mientras la División del Norte estaba conformada por una amplia gama de sectores populares dirigidos por un antiguo bandolero, Francisco Villa; Obregón había hecho carrera como político maderista y González era un militar de carrera. De cierta manera Villa tenía mayor cercanía con el pueblo, pero Obregón tenía una idea más precisa de cómo desenvolverse en la política.
A diferencia del Ejército Federal (los pelones) el EC tenía mayor tamaño, más experimentado y habilidad para el combate. Lo que representaba una enorme ventaja.
El colapso
La complicada situación de la dictadura huertista, entre la guerra contra los grupos revolucionarios y la intervención estadounidense de 1914 se hizo aún más difícil hacia mediados de ese año. En mayo la División del Norte, tomó la ciudad de Torreón y el 22 de junio la de Zacatecas. Ese fue un golpe brutal para las tropas federales pues esas ciudades albergaban importantes nudos ferroviarios que conectaban los transportes y las comunicaciones del norte con el centro, así como la costa del Pacífico con la del Golfo de México. Pocas semanas después, el 15 de julio de 1914, Victoriano Huerta renunció a la presidencia dejando en su lugar a uno de sus allegados en ella: Francisco Carvajal. Para finales de julio-inicios de agosto, Obregón había aprovechado la situación para establecer su base de operaciones en el norte del Valle de México, más precisamente en la localidad de Teoloyucan. Desde ahí esperaba el momento adecuado para hacer su entrada a la capital. Una espera que nada tuvo de pasiva, pues desde ahí realizó una serie de acciones políticas para debilitar al gobierno de Francisco Carvajal. Entre ellas las platicas entre sus representantes con los principales dirigentes de la COM. Finalmente, el 9 de agosto de 1914 Alfredo Robles Domínguez, en representación del EC se reunió con el Secretario de Guerra y Marina, José Refugio Velasco, del gobierno federal se reunieron para acordar el retiro de los federales de la Ciudad de México. Así, cuatro días después, el 13 de agosto, los huertistas firmaron en el camino entre Teoloyucan y Cuauhtitlán los tratados que dieron término formal a la dictadura. Al día siguiente Obregón entró en la Ciudad de México al mando del EC. Una semana después, el 20 de agosto, llegó Venustiano Carranza a tomar su lugar como presidente interino, puesto que se había arrogado desde el Plan de Guadalupe al designarse jefe supremo del Ejército Constitucionalista.
Firma de los Tratados de Teoloyucan
Por cuenta de Obregón, el 21 de agosto fue reabierta la Casa del Obrero Mundial, y un mes después el general le entregó a la organización obrera el edificio del antiguo convento de Santa Brígida.
Depuración revolucionaria
Rompimiento revolucionario
El brillante triunfo político y militar que obtuvieron los revolucionarios con la firma de los Tratados de Teoloyucan fue puesto al filo por las veleidades de Carranza. Las medidas tomadas por el nuevo presidente no solamente agudizaron las divisiones políticas al arrancar una persecución en contra de los zapatistas y villistas, sino también estuvo cerca de echarse en contra a los trabajadores. La crisis dejó una situación incierta, por un lado se abrió la oportunidad para que los grupos más radicales (zapatistas y villistas) realizasen una revolución social más profunda, pero al mismo tiempo, esa ruptura de la unidad dejaba abierta las condiciones para una reacción restauradora.
Al asumir la presidencia, Carranza comenzó la guerra en contra de los zapatistas porque éstos no reconocieron al Plan de Guadalupe. Casi al mismo tiempo, se ordenó la destitución de Francisco Villa al frente de la División del Norte por la desobediencia de éste al haber tomado la ciudad de Zacatecas sin permiso, desconociendo los acuerdos alcanzados en las Conferencias de Torreón realizadas a comienzos de julio de 1914 entre villistas y carrancistas. En realidad Carranza estaba aplicando una política de clase al deshacerse de los dirigentes sociales que representaban a las clases populares. Pero lo hizo fuera de tiempo, desde la perspectiva de los intereses políticos de la burguesía, y con formas desmedidas; el resultado fue enardecer el anticarrancismo entre el pueblo. Por fortuna villistas y zapatistas pactaron una alianza que unificó a la facción radical, lo que le cerró el paso definitivamente a la restauración conservadora.
Pero Carranza estuvo a punto de cometer otro gran error: excluir a los trabajadores organizados, comenzando por los de la COM. La idea del nuevo presidente era que el asunto obrero debía resolverse mediante la creación de una legislación para el sector, pero debía evitarse su organización como clase. Esa política fortalecía, al interior del COM, las posiciones anarquistas que huían a toda costa del nacionalismo. Fue la intervención de Álvaro Obregón, quién fue concediéndole privilegios a las organizaciones sindicales afiliadas a la Casa, lo que cambió diametralmente la situación. El 10 de febrero de 1915 los trabajadores tomaron partido por los constitucionalistas y el 17 del mismo mes decidieron suspender las actividades de la COM para integrar los Batallones Rojos. Acción que resultó decisiva para el gobierno carrancista.
Convención de Aguascalientes
En un principio, la Convención Republicana había sido convocada excluyendo a los villistas y a los zapatistas, como se ha afirmado arriba por causa de la aversión de Carranza a darles concesiones políticas a esos grupos. Sin embargo, esos dos ejércitos habían sido los grandes artífices de la derrota del huertismo que fue concretada en los Tratados de Teoloyucan. Por ello es que a la postre los constitucionalistas se vieron forzados a abrirle espacio a villistas y zapatistas, que juntos rápido consiguieron hacerse del control de la Convención, cosa que fue rechazada por los carrancistas. Así, mientras los convencionistas designaban como presidente de México al minero coahuilense Eulalio Gutiérrez Ortiz el 1 de noviembre de 1914, los carrancistas desconocieron los acuerdos de la Convención al tiempo que se preparaban para una nueva guerra.
Conocida foto del archivo Casasola: Villa y Zapata flanqueando al presidente nombrado por la Convención, Eulalio Gutiérrez Ortiz
En diciembre del mismo año, las tropas de Francisco Villa y Emiliano Zapata tomaron la capital para instalar el gobierno de Gutiérrez, mientras Carranza instalaba su gobierno en Veracruz. Durante la guerra de facciones que se desató entre constitucionalistas y convencionistas los trabajadores, nuevamente, desempeñaron un papel determinante. Incluso las famosas batallas de Celaya entre el ejército dirigido por Villa contra el encabezado por Obregón serían imposibles de entender sin la participación decisiva de los trabajadores. No solamente a través de los Batallones Rojos que apoyaban a Obregón, sino por la actividad organizativa que los miembros de la COM desplegaron en el país durante finales de 1914 y 1915. La ventaja que los trabajadores organizados les brindaron a los constitucionalistas fue en todos los rubros. Hasta en aspectos tan aparentemente sin importancia como la disponibilidad del armamento. A los convencionistas requerían les era vital mantener la frontera para conseguir armamento proveniente de Estados Unidos, a miles de kilómetros del centro del país. En cambio, los trabajadores de la Fábrica Nacional de Armamentos, afiliados a la COM, colaboraron con los constitucionalistas desmontando las líneas de producción para trasladarlas a San Luis Potosí en donde estaban a disposición de los carrancistas. Esa serie de hechos fueron los que posibilitaron que para mediados de 1915 Carranza instalase su gobierno nuevamente en la Ciudad de México.